Un tremendo huracán atravesó la isla de Cuba entre el viernes ocho de julio y el sábado 9, con un saldo de apenas diez víctimas mortales e importantes destrozos en todos los ámbitos de la vida económica del país. Cuando el ciclón Dennos tocó tierra en la provincia de Cienfuegos, la fuerza del viento superaba […]
Un tremendo huracán atravesó la isla de Cuba entre el viernes ocho de julio y el sábado 9, con un saldo de apenas diez víctimas mortales e importantes destrozos en todos los ámbitos de la vida económica del país. Cuando el ciclón Dennos tocó tierra en la provincia de Cienfuegos, la fuerza del viento superaba los doscientos kilómetros por hora -fuerza 4 de una escala de 5, la misma que el Match- y fue recibido por un país socialista en estado de emergencia. El huracán se fue debilitando en su trayectoria hacia el noroeste, y cuando abandonó la isla por las cercanías de la ciudad de La Habana, los vientos ya no alcanzaban los 100 Km por hora. Sin embargo, se le asociaron lluvias torrenciales que provocaron inundaciones de importancia en las provincias de Villa Clara y Matanzas. Sin embargo, la persistente meteorología inestable no impidió que se iniciara la fase de recuperación de manera inmediata para restablecer transportes, suministros y vida económica.
En el recuento de daños tras el paso del impresionante e insólito meteoro -no se ha registrado nunca ninguno de esa intensidad en Cuba en un mes de julio- sorprende lo positivo de la evaluación pública hecha por las autoridades del país.
Las pérdidas humanas se produjeron en situaciones aisladas durante las primeras horas del paso del huracán, en las provincias orientales de Granma y Santiago de Cuba. Fueron, en su mayoría, casos de indisciplina de ciudadanos que no siguieron las instrucciones de los responsables de la Defensa Civil.
Las autoridades evacuaron con un orden impecable a centenares de miles de personas de las zonas más sensibles, lo cual ha reducido a mínimos los daños humanos y ha evitado que las importantes inundaciones que ha sufrido el centro del país hayan causado víctima mortal alguna. Todos los responsables han destacado la colaboración casi unánime del pueblo cubano en las medidas preventivas, lo cual ha sido la clave del desenlace atenuado de la crisis.
En cuanto a los daños materiales, aunque han sido cuantiosos, de acuerdo con las estimaciones de los presidentes de las Asambleas del Poder Popular provinciales de las zonas más afectadas del centro del país, se puede decir que las medidas preventivas adoptadas por el pueblo y autoridades han minimizado los daños. Han funcionado los planes de emergencia de las grandes infraestructuras y buena parte de la población ha asegurado tejados susceptibles de ser afectados por el ciclón.
A media tarde del sábado 9 ya se había restablecido un tercio del suministro eléctrico del país, la mayor parte de los sistemas de transporte por carretera, y avanzaban seriamente los trabajos para devolver el suministro de agua y gas a los hogares, así como para reparar las telecomunicaciones y el transporte ferroviario.
El viernes, 8 de julio, Fidel Castro Ruz, Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, participó durante dos horas en la mesa redonda que cada tarde emite la televisión cubana. Convirtió, por segundo día consecutivo, el estudio televisivo en un auténtico cuartel general de la coordinación de los preparativos de la defensa nacional contra la catástrofe. Ante los ojos de toda Cuba, se manejó un volumen extraordinario de información acerca de todos los detalles, grandes y pequeños, de la resistencia al huracán en cada provincia. A las seis de la tarde aproximadamente de ese viernes, Fidel informaba de que el ciclón había pasado a 300 kilómetros de las costas occidentales de Haití causando, al menos, 18 víctimas mortales. Poco después repasó, caso por caso, las circunstancias de cada uno de los únicos diez decesos registrados en Cuba con las primeras afectaciones del ciclón.
En todas las mesas redondas entre el jueves y el sábado participó el doctor José Rubiera, director del Centro de Pronóstico del Instituto Cubano de Meteorología. Dio explicaciones claras y precisas, apoyado en imágenes de satélite en tiempo real, de todo lo relacionado con el fenómeno atmosférico: sus causas, que probablemente apuntan al cambio climático, su evolución y las previsiones de trayectoria, así como el tipo de incidencia que se podía esperar en tierra.
A última hora de la mesa redonda del viernes, el doctor Rubiera tenía un imponente aspecto de profundo cansancio, parecido al de todos los responsables que iban, uno detrás del otro u otra, rindiendo cuentas ante el presidente y los televidentes de las medidas adoptadas. Recogían las sugerencias de Fidel Castro y regresaban a sus puestos. Al tiempo, los periodistas de la Televisión Cubana, hacían de enlaces con los distintos organismo implicados en la defensa civil y prevención de catástrofes, así como con los diferentes territorios que iban siendo afectados por el huracán.
Se rompieron las barreras entre la realidad y la tele. Aquello no era un espectáculo, era la coordinación real, a escala nacional, de las medidas contra la catástrofe inminente. El volumen de información a disposición de los cubanos fue siempre enorme y alcanzó cada detalle de los problemas técnicos, de generación eléctrica, de cada línea de transporte, o de la evacuación de tal o cual localidad. Y esa coordinación llegó a todos los rinconcitos de la realidad cubana, a cada circunscripción del Poder Popular (una suerte de distritos municipales; cada uno elige un delegado, y la unión de todos ellos forman las Asambleas municipales del Poder Popular). El que suscribe estas líneas pudo asistir a la visita del Delegado de una de esas circunscripciones a cada una de las casas de la manzana en la que se aloja en La Habana. El Delegado en cuestión -algo así como un concejal elegido por el pueblo- se interesaba por los daños y necesidades de cada familia. Una buena parte de los informativos de tv del sábado consistieron precisamente en los reportes de diferentes representantes del Poder Popular en las áreas más afectadas.
Hay que hacer notar el profundo civismo de la ciudadanía cubana. Apenas unas horas antes de que el huracán llegara a La Habana, la población se afanaba en aprovisionarse de los elementos mínimos para vivir dos o tres días sin luz, agua o gas. Escaseaban el pan, las velas, las linternas… Sin embargo, la gente guardaba rigurosa cola en los puntos de aprovisionamiento. A pesar de lo perentorio de la situación, el ambiente era de absoluta calma y el personal aguantaba las colas con una disciplina y una paciencia encomiables.
La impresión general ante la inmensa movilización de un país socialista es la de quien observa a una sociedad hecha de ciudadanos responsables, mayores de edad, bien organizados, solidarios, acostumbrados a afrontar con sentido de la colectividad todo tipo de situaciones. La sociedad cubana ha vuelto a demostrar su enorme nivel de conciencia, cohesión y organización, y sus dirigentes, algunos en sencillo uniforme verde oliva, la mayoría con camiseta, pantalón de lona o vaquero y aspecto sudoroso de currante, apenas se diferenciaban de la gente común a la que representan.
Por encima de todo, las autoridades cubanas velaron por las vidas humanas. Llegaron incluso a organizar la producción centralizada de pan para los momentos críticos post-ciclón y previeron la posibilidad de preparar ollas colectivas si la situación del abastecimiento se agravaba.
Dos días después del paso completo del huracán, el lunes 11 de julio, la vida normal ha regresado a La Habana. En las provincias más afectadas avanzan los trabajos de la fase de recuperación. El lema es: a todo correr. En la capital se han restablecido ya los suministros, evaluado daños, despejado calles de árboles y ramas caídas… Todo llevado adelante por la organización de base del Poder Popular y la solidaridad vecinal.
Cuando caminábamos por la ciudad fulminantemente resucitada, recordábamos un paseo por México DF en el verano de 1999. Nos llamó la atención la abundancia de heridas del terremoto que había sufrido la ciudad a principio de los ochenta. En la Cuba socialista, el ciclón será agua pasada en unos días, porque el gigante meteorológico se topó con un gigante humano.