¿Le gustan las experiencias? ¿Sí? Entonces intentemos esta: tome un país del Tercer Mundo, no importa cuál. Rico o no en recursos naturales, esto no tiene portancia. Pero dótelo a pesar de todo de un potencial económico, de una población instruida y bien formada, sobre todo si esta instrucción le cuesta enormes sacrificios al país […]
Recorte este país siguiendo la línea de puntos de sus fronteras. Levántelo delicadamente. Colóquelo a 150 Km. a lo largo de un país extremadamente rico, digamos Francia. No proteste, es sólo un ejemplo. ¿Ya está?
Al principio, tal proximidad no le planteará problemas particulares. Sus nuevos vecinos son muy amables y muy serviciales con respecto a usted, siempre prestos a prestarle un servicio o a sacarlo de un apuro con azúcar a cambio de una sonrisa o de una patada en el trasero, según su humor.Pero un día tiene lugar un cambio radical y a partir de entonces le piden limpiarse los pies antes de entrar. Usted se lo toma muy mal. Primero porque usted no tiene la costumbre de que le hablen en ese tono, después porque usted teme que el resto del barrio siga el ejemplo y haga caer el precio del metro cuadrado en todo el vecindario. Usted les encontrará de pronto un montón de defectos. Usted encontrará que hacen demasiado ruido antes, durante y después de las 10 de la noche. Usted juzgará la situación intolerable. Usted les ordena volver al orden, pero ellos ya no lo escuchan. Exasperado, usted sabe lo que le queda por hacer.
Comience por imponer sanciones económicas. Por ejemplo, rechace venderle lo que sea a esa isla. Piense, no obstante, en prever algunas excepciones a la regla, de manera que usted pueda negar toda tentativa de sabotaje a la economía, y, sobre todo, suministrar algunos argumentos fáciles a aquellos que se unirán al coro, así como a todos aquellos que no se cuestionan si deben creerle. Además, rechace comprar lo que sea a esta isla. Asegúrese de que sus socios comerciales habituales no sirvan de relevo, obligándoles a garantizar que todo lo que le vendan a usted no incluya ni una sola molécula de un producto fabricado, ensamblado, extraído o que simplemente haya pasado por la isla.
Desconfíe de las veleidades de sus socios, ávidos con la idea de conquistar nuevos mercados. Vote una ley que les prohíba comerciar con la isla o invertir allí. Vote mejor dos, para garantizar el resultado. Llámelas Ley Torricelli y Ley Helms-Burton. Usted puede también endilgarles nombres más pomposos, como «Cuban Democracy Act of 1992» y «Cuban Liberty and Democratic Solidarity (Libertad) Act of 1996». Cuando surjan las inevitables dificultades económicas, evite cuidadosamente dejar entrever una relación de causa-efecto entre la crisis y sus sanciones económicas. Por encima de todo usted no desea ser acusado de una tentativa de crimen contra la humanidad. Descontextualice. Diga simplemente « Es culpa del sistema». Y si la isla logra la increíble hazaña de impedir el naufragio de su economía, habiéndose dado las condiciones para una crisis de amplitud inusitada y desconocida hasta el presente en período de paz, y ello además sin tomar ninguna idea procedente de los «especialistas» internacionales habituales, sobre todo no les otorgue un Premio Nobel. Descontextualice. Diga simplemente «Ellos no son ricos«.
Al mismo tiempo, proclame alto y fuerte su adhesión a la libertad y su fe en las bondades del liberalismo económico. Afirme gravemente que Francia es una tierra de libertad y una tierra acogedora para todos los oprimidos. Para apoyar sus declaraciones y probar su irreprochable buena voluntad, reúna a los representantes del poder legislativo en un lugar que pudiera ser la Asamblea Nacional. Hágales votar una ley que pudieran bautizar como Cuban Adjustment Act. Esta ley dirá en sustancia: «A todos los habitantes del país recortado y ubicado a 150 Km. de nosotros les será automáticamente otorgado un permiso de estancia y un permiso de trabajo si llegan a poner un pie sobre el territorio nacional». Muy importante, y no frunzan el entrecejo, una vez que la ley sea votada, asegúrense de que sea bien aplicada.
Atención, aún no se ha terminado. En efecto, pudiera ocurrir que, a pesar de sus esfuerzos, ciertos habitantes de ese País Recortado demuestren cierta reticencia a obedecer. En ese caso, instaure, preferentemente mediante actos terroristas, un sentimiento general de inseguridad, asesinando a algunos miles de ellos. ¡Pero cuide su reputación! Sobre todo usted no quiere ser acusado de «terrorismo». Tómese el cuidado de borrar concienzudamente de los medios de comunicación de masas todas estas «medidas «. Usted no encontrará a priori grandes dificultades para ello, porque tiene el control de la casi totalidad de los medios. Cuando el País Recortado adopte las medidas que juzgue necesarias para defenderse, evite cuidadosamente dejar entrever una relación de causa-efecto entre estas campañas terroristas y las medidas preventivas. Descontextualice. Diga simplemente » el régimen asfixia las libertades».
Justamente, a propósito de los medios de comunicación, asegúrese de que los habitantes del País Recortado reciban bien el mensaje, disponiendo una veintena de radios y una televisión que emitirán 24/24 horas hacia esta isla y que repetirán en todas las longitudes de onda que usted los ama, que ellos le hacen falta y que usted sólo los espera a ellos para comenzar la fiesta. Vaya, la mecánica se ha puesto en marcha. Dé ahora un paso hacia atrás y admire el resultado. ¿Impresionante, no? Cuando los habitantes del País Recortado deseen ir a instalarse al país extraordinariamente rico que es el de usted, evite cuidadosamente dejarles entrever una relación de causa-efecto entre ese flujo migratorio y su ley acogedora. Descontextualice. Diga simplemente «Ellos huyen del régimen».
No olvide hacer entender al resto de los pordioseros del planeta que en modo alguno están contemplados por esta ley, y que si no están provistos de una carta oficial de invitación no hace falta que corran para beneficiarse de ella. No dude en aporrear a los eventuales extraviados que sean arrojados a sus playas. Devuélvalos a su casa, sobre todo si sus cualificaciones profesionales no le son de utilidad alguna. Y si al regresar arriesgan sus vidas,
descontextualice, omitiendo recodar que el país del que habián llegado está dirigido por asesinos formados justamente en una de vuestras escuelas especialmente organizadas con ese fin (La Escuela de las Américas, después rebautizada como Western Hemisphere Institute for Security Cooperation). Ello no hará más que acentuar la ironía de vuestra paradójica política internacional .
Durante este tiempo, usted recibirá a los que lleguen del País Recortado. Fanfarrias, confetis, fotos. Evidentemente, usted hará una selección entre aquellos que cacareen el mismo discurso que usted, y los otros. Los otros irán a unirse a la masa silenciosa, cuyo silencio está garantizado por
presiones, amenazas y hasta asesinatos. En cuanto a los primeros, servirán de pantalla y de portavoces de vuestras acciones ilegales. Usted los distribuirá de acuerdo a la configuración del terreno. Por ejemplo, usted guardará en casa a los más radicales, a los más intransigentes, a los más extremistas. Los moderados, los intelectuales, los escritores, se sentirán más a gusto bajo climas más templados. Entre ambos, afinando bien la oreja, a veces se escucharán discursos contradictorios. Es normal, porque los discursos serán adaptados al auditorio. Aquí, se reclamará el mantenimiento y el reforzamiento del bloqueo «que comienza a dar sus frutos«. Allá, se dirá «Pero no, si el bloqueo no existe». Aparte de eso, los dos grupos están muy de acuerdo sobre el resto.
En este estadio, vuestra experiencia no podría estar satisfecha con una mecánica que peligra griparse. Como un amante del modelismo, usted añadirá un pequeño toque final a su trabajo de reducción del
contexto. Y como si un «comunismo agonizante» no pudiera ser servido más que acompañado por ciertas legumbres disidentes, usted enviará a un representante a la isla encargado de pescar, entre los habitantes, a algunas legumbres sensibles a sus cantos de sirena. Usted los atraerá con algunos abalorios combinados con promesas de un futuro brillante («Dime Oswaldo, ¿te gustaría ser presidente de tu país?» «Y tu, Luis, primer ministro, ¿no te tienta?») Algunos le creerán, otros pondrán cara de que creen, qué importa; ellos aseguran una cierta credibilidad. Usted les garantiza una publicidad máxima, usted les suministra dinero y material. Sus hechos y gestos pueden repercutir en el mundo entero a través de sus medios de comunicación. Usted no se detendrá demasiado sobre el contenido de su discurso, porque sabe que en el fondo a nadie le importa nada. Le será suficiente calificarlos de «disidentes», porque la palabra es muy atractiva. Usted les endilgará el término de «periodista». Eso no cuesta nada y representa una triple ventaja. Primero, un «periodista » no podría ser mercenario ¿no es así? Además, en este contexto, «periodista » tiene mejor pinta que «camarero» o «jardinero». Eso es seguro. Todo disidente será calificado pues de «periodista», o de «escritor» o de «poeta». En fin, usted tocará una cuerda muy sensible entre los periodistas de su país que se sentirán «aludidos» por la suerte infligida a sus «colegas». Fuera de todo contexto, evidentemente.
En definitiva, tómese el cuidado de aplicar sistemáticamente esta descontextualización. En efecto, algunos pudieran sentir la tentación de preguntarse qué es lo que ocurre en las cocinas del Imperio. Usted les
colocará la mano amigablemente sobre las espaldas, arrastrándolos hacia el salón y susurrándoles «No es nada, sólo algunos comunistas arcaicos agonizando. ¿Desea un cigarro?» Pero si a pesar de todo le plantean la pregunta de «por qué», usted se aclarará la garganta y anunciará solemnemente «Es a causa de los misiles soviéticos«. ¿Qué misiles soviéticos? «Eh, yo quería decir: es a causa de sus soldados en África». ¿Qué soldados? «¿Dije soldados? Yo quería decir: es a causa del terrorismo» ¿Qué terrorismo? «Dios mío, ¿dónde tenía la cabeza? Hablo ciertamente de las armas bacteriológicas». ¿Qué armas bacte… «Mire, escuche, en los laboratorios subterráneos secretos de su capital, ellos practican la vivisección con Flipper, el delfín. ¿Entonces, un cigarro?» Y como todos aman a Flipper el delfín, dirán «Ah… los canallas… ¿Tiene fuego?»
Para terminar
, póngase un abrigo bien largo y apóstese a la salida de una escuela de periodismo. Usted no tendrá que hacer demasiado porque su reputación, una vez más, le precede y parece permanecer intacta a pesar de los azares de una actualidad reciente y quemante. Usted abordará a los que le parezcan más interesantes y los entrenará a distancia, prometiéndoles algunas golosinas. En su torpeza conformista, se dejarán convencer fácilmente y prometerán no develar vuestro pequeño secreto. Y usted sabe que puede contar con ellos.
La maquinaria de represalias contra el País Recortado ya está implantada. Usted ha aplicado medidas, desarrollado campañas, planificado actos que son otras tantas trampas a las leyes internacionales, a los principios establecidos, a los discursos pronunciados. Usted no excluye una invasión militar directa, pero prefiere esperar vientos más favorables. Usted se ha convertido en un granuja de la escena internacional, y esto desde hace mucho tiempo, pero logrará hacerse pasar por un justiciero, como siempre.
Introduccion a «Cuba es una Isla», Danielle Bleitrach y Viktor Dedaj, con la colaboracion de Jacques-François Bonaldi, Traducción de Maira Góngora
Edición francesa en
Le Temps des Cerises, 2004 © Danielle Bleitrach y Viktor Dedaj
Edición espanola propiedad de Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo