Desde marzo del 2002 Cuba se ha convertido en la manera más efectiva de exorcizar los viejos demonios de conciencia. Es una especie de aberrante moda. Se puede ser el más antidemocrático, el más corrupto, el más deshonesto o el más criminal de los llamados humanos; pero basta que se diga «Cuba» y se combine […]
Desde marzo del 2002 Cuba se ha convertido en la manera más efectiva de exorcizar los viejos demonios de conciencia. Es una especie de aberrante moda.
Se puede ser el más antidemocrático, el más corrupto, el más deshonesto o el más criminal de los llamados humanos; pero basta que se diga «Cuba» y se combine con los clásicos comodines: «falta de libertad, de democracia y de derechos humanos»; y como divino «abracadabra» desaparecen todos los remordimientos, merma el estrés, y se abren los caminos a las grandes armas de difusión masiva. Remedio santo.
Si usted es de los que siempre ha sido criticado por su pasividad ante el hambre que se alimenta cada vez más del hombre; por hacerse el de la vista gorda ante los hombres que matan semejantes por ambición y egoísmo -lo mismo que a menudo padece usted-; por hablar de fútbol en el momento que se comenta en el telediario la cuota de palestinos diarios asesinados por israelíes; o tararea la canción de moda cuando le preguntan por qué no demuestra su flamante vocación filantrópica denunciando los cientos de seres humanos que deambulan sin derechos como almas en pena en las prisiones de la ilegal base norteamericana en Guantánamo; si usted es uno de esos, simplemente mencione alguna de las «frases mágicas» y puede ser que se quite de arriba muchas de las molestias que a ratos perturban su tranquilidad.
No se preocupe si ayer era «de izquierda», y hoy, por obra y gracia del espíritu santo, amaneció en la «derecha», tendrá garantizada su credibilidad; las condiciones han sido meticulosamente creadas para que le sea más fácil convencer con mentiras que con hechos irrefutables, por lo que no tiene que perder su tiempo machacándose con tediosos libros de historia, simplemente coree en el mismo tono y con igual frecuencia algunas de las calumnias, injurias, embustes, ultrajes y agravios que, durante 45 años ininterrumpidos se han repetido acerca de la realidad cubana.
Si usted es, en resumen, el clásico tipo que solamente le importa lo que afecte su imagen y sus bolsillos; entonces Cuba es su gran oportunidad.
«Pequeñas» contrariedades
Nadie tiene derecho a inmiscuirse en los asuntos domésticos de una nación ajena, de la misma forma que nadie -excepto los insolentes- se atribuye la potestad de entremeterse en los problemas al interior de un hogar impropio.
En el afán de no ofender a la gran potencia, nadie -excepto unos pocos- se atreve a expresar la nocividad que aprecian en su situación interna, y sólo algunos, entre sonrisas y aprovechando las bondades del lenguaje, opinan con sumo refinamiento sobre lo injusto del desorden mundial que intentan perpetuar. En el mismo sentido, muchos con lamentables afecciones en la columna que los obliga a doblar la cerviz, intentan conseguir las migajas que la superpotencia reserva para sus más fieles espoliques, practicando el floreciente negocio de reprender a Cuba.
Arremeter contra la Isla mientras se ignoran los problemas que afectan a la humanidad -sobretodo la que habita de este lado del Tercer Mundo- es el colmo de la desfachatez y el descaro. Embestirla obviando la existencia del bloqueo más prolongado y criminal en todo lo que va de prehistoria es cuando menos una depravación y un acto de marrullero cinismo.
Basta de engaños y mentiras, basta de disfraces camaleónicos, basta de hipocresías e inconsecuencias. Quien no condene el homicida asedio que desde hace casi medio siglo intenta someter a Cuba, queda moralmente invalidado para criticarla. Resulta incompatible el amor al género humano con el silencio y la pasividad ante tal atrocidad.
En la condena al bloqueo estadounidense tienen los verdaderos defensores de la libertad, la democracia y los derechos humanos, una buena oportunidad para no ser confundidos con vulgares oportunistas que intentan camuflar su doble moral con atractivos comodines y dúctiles peroratas.
-¿Por qué en Cuba falta «esto» o hay carencia de lo «otro»? -preguntó el extraño.
-¿Usted ha condenado los internos de asfixiarnos?
-Esteee . no.
-Y ¿entonces .?
«Cierra la muralla», ya había recomendado hace años nuestro entrañable Nicolás Guillén.