En estos días, sendas representaciones diplomáticas de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos se reunirán en La Habana para discutir – según se ha anunciado- sobre «temas de inmigración», un asunto según se dice, de suma importancia para estos dos países, muy distantes entre sí desde hace más de medio siglo, por algo más […]
En estos días, sendas representaciones diplomáticas de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos se reunirán en La Habana para discutir – según se ha anunciado- sobre «temas de inmigración», un asunto según se dice, de suma importancia para estos dos países, muy distantes entre sí desde hace más de medio siglo, por algo más complejo que las sólo 90 Millas que los separa.
Tan cerca y tan lejos, dirán los que ignoran las razones de un pleito que viene de mucho tiempo antes del triunfo revolucionario de 1959. Bien es cierto que a partir de entonces fue que las diferencias tomaron matices más dramáticos precisamente, por la abierta resistencia de los cubanos a aceptar como antes, desde 1902 al 31 de diciembre de 1958, los dictados de la política exterior de Washington hacia la pequeña nación caribeña que venía reclamando su derecho a «ser libre y soberana, de España y de los Estados Unidos», para decirlo con palabras de José Martí.
Aparentemente lo único que desea discutir Estados Unidos con Cuba en estas conversaciones es algo que mucho le preocupa a Washington: La seguridad de sus fronteras ante la posibilidad de un éxodo masivo de cubanos impulsados a emigrar de su patria en caso de una situación desestabilizadora del país. Algo que paradójicamente es el propio gobierno norteamericano el que más contribuye a ello, con su torpe y obsoleta política de tiempos de la «guerra fría», como es el caso de la llamada «Ley de Ajuste Cubano».
¿Hablar sólo de Asuntos Migratorios? ¿Y por qué no hablar de todo lo demás que separa a ambas naciones? Eso sería lo correcto, sobre todo porque ya el propio gobierno de la isla que actualmente preside Raúl Castro ha expresado de manera firme y categórica que está en disposición de discutirlo, todo, «absolutamente todo», para repetir las propias palabras del nuevo presidente cubano cuando se refería al tema de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en ocasión de la llegada a la Casa Blanca del nuevo mandatario norteamericano Barack Obama.
«La guerra es la política exterior por otros medios». Pero hay casos en que sin llegar a las acciones militares con aviones, tanques y soldados, una nación de arrogancia imperial puede aplicar a un vecino más débil ,una política de hostigamiento económico, diplomático y de confrontación permanente, con la aviesa intención de provocar un derrumbe catastrófico nacional sin llegar a la guerra misma.
Ese es el caso de los Estados Unidos contra Cuba. Como arma primera, el Bloqueo , llamado eufemísticamente «Ley del Embargo» para «humanizar» gramaticalmente esa arbitraria e injusta agresión económica. «Cuba, país terrorista» es el otro instrumento de la diplomacia norteamericana contra Cuba. A lo que se suma toda una serie de exigencias llamadas «Democratizadoras» que le hacen al gobierno cubano por parte de Washington como condiciones previas al restablecimiento de las relaciones normales entre ambas naciones.
En otras palabras. Que Estados Unidos le exige a Cuba, como condición para restablecer sus relaciones diplomáticas, que sus gobernantes renuncien a sus cargos y que el país cambie sus instituciones y sistema de gobierno, para que Cuba vuelva al pasado en su condición de obediente «cliente» del Departamento de Estado, con un señor Embajador norteamericano de Procónsul en La Habana.
Estados Unidos no le exigió a la Rusia Soviética en 1933 que abandonara su sistema político y renunciara al comunismo, ni mucho menos le exigió al Mariscal Stalin su salida del poder como condición «sine cua non» para establecer las relaciones diplomáticas entre Washington y Moscú. ¿Por qué a Cuba sí y a Rusia no? ¿Por qué a Cuba sí y a China comunista no? ¿Por qué a Vietnam sí y a Cuba no?
Al parecer la cuestión es de tamaño y de distancia. Cuba es una nación pequeña y está a solo 90 millas de Estados Unidos, lo que resulta un doble pecado.
Por su parte Cuba no pone condiciones para un dialogo con Estados Unidos. Ni exige a los norteamericanos que cambien su sistema de gobierno o que abandonen el capitalismo por el socialismo y mucho menos exigen la renuncia de su actual Presidente. Y a la hora de reclamar, Cuba sólo pondría dos puntos sobre la mesa: Respeto a la soberanía nacional y libertad para los Cinco.
A estas alturas, la discusión sobre asuntos de inmigración entre Cuba y Estados Unidos es, a mi manera de ver, algo de poca importancia si se compara con las verdaderas cosas que separan a las dos naciones. Digo, si se quiere resolver de verdad de una vez por todas, esta larga «guerra» de las 90 Millas.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/02/18/cuba-usa-%C2%BFque-los-separa/