Cuando ya el 01.09.05 Rebelión publicó el articulo de mi autoría titulado: [1], alentaba la esperanza de que las voces del pensamiento progresista realmente seguidor del Proyecto cubano y realmente imbuido de la importancia de la cuestión se dejaría escuchar sin demora. La paradoja es tan simbólica como aleccionadora. De la misma manera que con […]
Cuando ya el 01.09.05 Rebelión publicó el articulo de mi autoría titulado: <La necesidad del debate acerca de la viabilidad del Proyecto Socio-Político Cubano>[1], alentaba la esperanza de que las voces del pensamiento progresista realmente seguidor del Proyecto cubano y realmente imbuido de la importancia de la cuestión se dejaría escuchar sin demora. La paradoja es tan simbólica como aleccionadora. De la misma manera que con demasiada frecuencia sucede hacia el interior de Cuba, sólo cuando el líder de la Revolución ha abordado la cuestión directamente las mentes comprometidas con el pensamiento progresista, de adentro y afuera, se han sentido autorizadas a tomar voz en el asunto. ¿No es acaso esa realidad una de las primeras auto barreras que desde hace decenios viene atentando contra el desarrollo y la viabilidad del Proyecto cubano?.
En el articulo arriba mencionado expreso: «Primero, deseo alertar sobre el equívoco de entender que hablar de viabilidad es ex-temporáneo (y hasta para muchos «contra-revolucionario») puesto que la Revolución ha demostrado su fuerza de resistencia y su capacidad de triunfo. La tesis o pretensión de que la consolidación y, por tanto, la viabilidad del Proyecto están logradas, es radicalmente falsa y por naturaleza altamente contra-revolucionaria. Ni el desarrollo de las fuerzas productivas ni el desarrollo del nivel de industrialización internos permiten defender dicha tesis. Tampoco lo permite el supuesto de una conciencia política acrisolada en divorcio con los dos factores anteriores. Pero además tampoco permite la defensa de dicha tesis la correlación de fuerzas internacional».
El artículo comentado no es un texto reflexivo aislado acerca del problema en cuestión. En agosto del 2003 la revista Cuba Siglo XIX publicó mi ensayo titulado <Cuba y el desafío de la alternativa. Hacia la negación o en pos de la viabilidad. Una incursión alrededor de las claves>[2]. Un trabajo que asume una suerte de desafío, pues intenta un análisis abarcador sobre los problemas que lastran el proyecto cubano y el campo donde se mueven, según el pensamiento de este autor, algunos de los más importantes factores de su superación. En contactos directos establecidos con determinadas editoras y medios de prensa en Cuba y en España (Editora Hiru, por ejemplo) abogué por la posibilidad de que dicho ensayo, una vez reelaborado, pudiera ser publicado en formato de papel (libro o folleto) y pudiera así circular dentro de la propia Cuba. El resultado de tal interés ha sido el silencio por parte de a quienes me dirigí. La idea ha sido someter a debate un texto crítico y comprometido de real actualidad, tal como ahora parece ser definitivamente claro, sobre los problemas del proyecto cubano, de la alternativa de desarrollo no-capitalista que representa. Sin que pretendiera ser un análisis definitivo sobre la cuestión este autor sostiene que su contenido puede generar una discusión necesaria y saludable dentro de Cuba. Insisto en este «anecdotario» puesto que no son coincidencias casuísticas, incluso en el sentido marxista de la idea de lo casuístico. En el trasfondo se encuentra la realidad de un escenario socio-político y cultural interno dominado por la falta de autonomía y espacios democráticos para la articulación de ideas independientes.
El culto inducido al pensamiento único modelado por el partido constituye uno de los implosivos lastres que siguen atentando contra la viabilidad del proyecto. Es aquí donde debe verse una de las causas más profundas de la recurrencia crónica de los problemas de la alternativa de desarrollo socioeconómico y cultural que se practica. La contradicción radica en que la madurez política de la ciudadanía no es en realidad reconocida por el partido y el gobierno. De facto, no es reconocido incluso el derecho a esa madurez. La dirección partidista-estatal insiste en el adoctrinamiento político-ideológico y evita apostar por las potencialidades creadoras y revolucionarias del pensamiento popular y cultural independiente del propio pueblo. Hablamos de la independencia de pensamiento y no de compromiso.
La razón esencial de tal estado de cosas es el apego del partido, en su rol institucionalizado de fuerza rectora de la sociedad, a una concepción ortodoxa de socialismo, donde las experiencias acumuladas le aseguran a la dirigencia el conocimiento adquirido sobre una forma de gobernabilidad. El ejercicio de gobierno y del poder estatal se retroalimentan según la praxis de la dirección verticalizada de la economía y la sociedad. El dogma de la dictadura del proletariado ha sustentado el dogma del centralismo democrático y éste a su vez el del poder supra-societal de la burocracia partidista-estatal. Pueden considerarse tendencias «naturales» de un sistema sociopolítico cerrado.
Los pilares que vienen garantizando tal correlación interna de fuerzas son la economía estatizada y su sistema de propiedad estatal. La democracia económica y la autonomía ciudadana no existen y, por tanto, no constituyen pares dialécticos del sistema de acumulación social de capital ni del sistema de democracia sociopolítica. Ambas ideas han sido desarrolladas en mis diversos artículos, especialmente en el trabajo [2].
Democracia económica y autonomía ciudadana constituyen los componentes esenciales de lo que debemos considerar la naturaleza de una modelación alternativa de sociedad. Es decir, condicionantes de la soberanía de la sociedad cubana. No hablo de la soberanía de la nación, irrestrictamente alcanzada con la instauración del poder popular a partir de 1959. Sin embargo, la cuestión de la soberanía hacia el seno de la sociedad, por contradictorio que pueda parecer, ha quedado como una tarea pendiente, se ha diluido en las contingencias del proceso de desarrollo socioeconómico emprendido. Ha sido así en parte debido a la lucha por la supervivencia política ante la implacable agresión externa de que ha sido objeto la Revolución.
Pero sólo en parte. Toda aproximación a la idea de una sociedad alternativa, a una sociedad erigida sobre valores socialistas, conlleva a la necesidad de reconocer la soberanía de los ciudadanos como una condición sin la cual no. La soberanía del ciudadano puede ser plena cuando la propia sociedad auto garantiza la plenitud y la igualdad de derechos sociales, económicos y políticos y la consecuente autonomía para ejercitarlos.
Tales prerrogativas no se logran bajo un sistema de economía que, basado en la propiedad estatal, priva a la sociedad de la participación democrática en la disposición de los beneficios de su trabajo. He insistido en que no existe diferencia entre la apropiación estatal del plus valor y su apropiación privada. Ambas constituyen formas de alienación del trabajo. Es decir, de alienación del sentido de participación social directa del trabajo. El proceso de acumulación de capital se da en niveles que excluyen la participación del trabajo como ente decisorio en primera instancia.
En un régimen de propiedad privada esta circunstancia permite la concentración de capital y su acumulación excluyente. En un régimen de propiedad estatal la concentración y la acumulación de capital permiten la omnipotencia del estado y su posición como ente supra-societal.
Articulando aquí ideas elaboradas en el trabajo [2] creo conveniente precisar lo siguiente:
Los momentos del equilibrio que un nuevo modelo de acumulación social de capital habría de concebir y sostener no quedan definidos por el hecho de que la propiedad esté en principio en posesión «anónima» del estado. Al estado atribuirse la exclusividad del derecho a la propiedad lo que hace es centralizar la disponibilidad de la ganancia. De esa forma a los actores sociales no les está reconocido el derecho – que en ningún caso se trata del derecho a la apropiación excluyente de la ganancia, tal como se ha expuesto – a la participación democrática en la distribución de la ganancia. No se les concibe la capacidad de administración y gestión racional de la ganancia. Y no se les concibe porque se mantiene restringido el derecho a la autonomía ciudadana que habría de estimular la responsabilidad individualizada (que no es sinónimo de privada) por la propiedad, la gestión de la producción y el beneficio del trabajo.
Estas reglas del juego están ajustadas para que sea el estado el único no necesariamente con capacidad pero sí con el derecho indefectible a disponer de la propiedad y «explotarla» según sus criterios de racionalidad. De aquí la lógica de la verticalización o de la centralización indirecta del movimiento socioeconómico de la sociedad. Y ahí una premisa clave de su ineficiencia.
Bajo las condiciones de la actual modelación del sistema económico cubano – propiedad estatal y verticalización del movimiento micro económico – El rendimiento y la eficiencia del comportamiento socioeconómico de los actores sociales quedan sujetos al activismo del aparato administrativo del estado y del trabajo de «concientización política» del partido de estado (partido único). No existe relación causa efecto directa entre propiedad y responsabilidad, puesto que se ha considerado la propiedad estatal en sí, la base que ha de condicionar un nuevo tipo, no-capitalista, de surperestructura institucional y política, y por consiguiente, de generar una nueva forma de conciencia social.
En cambio, lo que en realidad significa para el Proyecto Socio Político cubano la evolución del sistema de propiedad estatal hacia un sistema de propiedad social mixto, es la introducción de la plataforma de convergencia entre democracia económica y autonomía ciudadana, en tanto criterios de la plena participación y la equidad social.
Se trata, en consecuencia, de la optimización de aquella ecuación hipotética del sistema productivo donde la maximización de la función objetivo, la ganancia, permanezca invariablemente acotada por las variables del pleno empleo y la distribución equilibrada de la renta. En otras palabras, lo que ha de ser cuestionado es el paradigma economicista de la maximización absoluta del lucro y consensuado un criterio político de eficiencia socioeconómica, en cuya base se encuentren, por una parte, el acceso autónomo generalizado a distintas formas de empleo y, por otra, el equilibrio de la renta hacia el interior de las entidades productivas (distribución) así como de los niveles de ingreso entre las distintas categorías y grupos de trabajadores (redistribución).
Por el contrario, el papel que se atribuye el estado como casi absoluto empleador crea una clara relación de dependencia económica del ciudadano al poder político del estado. Una relación democrática entre el estado y la sociedad, única forma admisible de relacionamiento entre ambos actores, presupone no la subordinación económica de ésta, sino una voluntad de interacción que concibe definitivamente la posibilidad de la opción autónoma del ciudadano en cuanto a la manera en que ha de emplear su capacidad de trabajo. En consecuencia, no resulta defendible la reducción de la expresión de democracia económica a la esfera de la distribución o la redistribución verticalmente administrada.
Convengamos en que no existen, dadas a priori, razones de incompatibilidad entre el precepto de democracia y la voluntad de acumulación social autónoma de capital, inversión y capacidad de producción que los múltiples actores de la sociedad puedan desarrollar bajo patrones sociales participativos. La afirmación le plantea un cuestionamiento clave a la modelación socioeconómica cubana, a saber: ¿se podrá negar que un sistema mixto de propiedad social, atenido a una congruente concertación política erigida sobre la base de una legislación laboral, empresarial y fiscal coherente en cuanto a preceptos democráticos de participación en los beneficios directos e indirectos, pueda neutralizar el antagonismo de la contradicción latente entre capital y trabajo?. El cuestionamiento devela la naturaleza política del problema, más allá de la presunción económica que lo pueda determinar. Dicha naturaleza define la cualidad de las relaciones socioeconómicas de la sociedad, cuyo principio, a su vez, no puede estar sino determinado por la práctica de una economía socialmente solidaria erigida sobre la base de un sistema de propiedad de naturaleza incluyente.
Para la modelación socioeconómica cubana ello conlleva a la necesidad de la definición de un modelo de acumulación social de capital que reconozca y asuma el patrimonio individualizado – de personas, familias, grupos sociales o asociaciones económicas – como un componente activo de la capacidad de ahorro interno del país y de la dinámica de reproducción y sustentación del producto nacional.
La conceptuación de un modelo de acumulación de tal naturaleza no deja espacios para el dogma ideológico que impide ver la riqueza material individualizada como fuente y parte de la riqueza del patrimonio nacional. Y es así, por cuanto la definición del desarrollo social integral de la sociedad – servicios de salud y educación públicas, sistemas de asistencia social y seguridad públicas, deporte y recreación popular así como el intensivo fomento por el estado de las investigaciones científico técnicas y tecnológicas – conviene en asumirse de manera invariable como un factor de la solidaridad ciudadana y la sustentabilidad del avance socioeconómico. Este principio del desarrollo social integral de la sociedad estaría condicionando el equilibrio de los procesos de acumulación social de capital.
En consecuencia, damos por sentado dos cuestiones: uno, que la satisfacción de las necesidades socio humanas básicas (atención médica, educación y seguridad social) las sustenta el aporte solidario común al financiamiento de los servicios públicos que han de garantizarla; dos, que las necesidades materiales e inmateriales, tanto las individuales como las colectivas, no son ni dimensionables ni administrables por agentes externos a los propios actores sociales.
Llegados a este momento estimo oportuno referir cuestiones claves – abordadas en el trabajo [1] – por las que pasa el debate sobre el problema de la viabilidad del Proyecto Sociopolítico cubano. Expreso:
«Estas cuestiones tendrán que ser debatidas y enfrentadas por las actuales generaciones o en su defecto – y con las consecuencias de largo alcance del atraso estructural en el desarrollo y la sostenida vulnerabilidad de la alternativa – por las venideras generaciones de cubanos:
• El carácter del sistema de propiedad está ante la necesidad de evolucionar dinámicamente del actual sistema estatal hacia un sistema mixto de propiedad social autónomo.
• La descentralización del funcionamiento de la economía a nivel micro económico está urgida a sustituir la ortodoxia de la centralización administrativa del movimiento de la economía a este nivel.
• La planificación económica, coherentemente con la clave anterior, no puede ser más que sinónimo de planificación estratégica del desarrollo económico y social.
• El escenario integrador está en la plena autonomía ciudadana y la democracia económica, los cuales deberán ganar espacio como principios claves de la cualidad política del Proyecto de alternativa.
• El funcionamiento del mercado en el marco de un sistema mixto de propiedad social y un sistema de micro economía autónomo en su funcionamiento – bajo los principios de democracia económica y autonomía ciudadana – deviene un mecanismo imprescindible para la eficiencia de la economía.
• En consecuencia, el patrón de acumulación estatal de capital deberá evolucionar hacia un patrón mixto de acumulación social de capital.
• La eficiencia de la comunicación ciudadana, y por lo tanto el impacto positivo en la cualidad del funcionamiento social, económico y político, se da sólo en un escenario donde la verticalidad del manejo de la información y de la política editorial ha de ceder el camino a la plena autonomía de expresión de los medios de comunicación y a la autonomía decisoria del movimiento editorial como factores que deciden sobre el modelo de afirmación cultural y política de la nación.
He hablado de claves de la viabilidad de la alternativa y no de la prefiguración de un modelo definitivo o de un proceso sociopolítico que pueda preenlatarse. Destrabar el proceso allí donde permanece atrapado significa asumir de manera creativa los retos y desafíos que los nuevos factores desencadenarán. El debate entonces no tiene cotas».
Y no tiene cotas puesto que resulta imprescindible enfrentar también en debate abierto los proyectos de la contrarrevolución. La necesidad de este debate es asumida en el trabajo <A debate con los proyectos de las disidencias>[3], publicado por Rebelión (13.07.05). Silenciar la discusión pública interna desde todas sus posibles aristas, presupone el error político de una dirigencia partidista-estatal posicionada por encima de la capacidad y el desarrollo cultural de la propia sociedad.
El pueblo cubano ha venido dedicando sus energías a la construcción de una sociedad llamada a ser de nuevo tipo, y en ese empeño ha asumido el sacrificio de una larga lucha por la subsistencia material. Logrados los avances sociales adquiridos en el aseguramiento de sistemas de educación y salud absolutamente incluyentes, universales y de importantes niveles cualitativos, el problema de la cultura material no podía más que quedar como una cuestión de primer orden. Las necesidades y profundas carencias materiales se acumulan por más de cuarenta años. Esto concierne no sólo los bienes de uso duradero sino además los bienes de consumo alimentario, su marcada insuficiencia y su primitiva diversidad. Concierne además la perenne crisis del sistema de transporte público de pasajeros y del fondo de viviendas. Es decir, de todos aquellos sectores económicos de incidencia directa en el nivel de vida integral de la población. En su sensación y real estado de soberanía y plenitud ciudadana.
Estamos hablando de la inviabilidad de un modelo de sistema económico. Es decir, de un sistema social de relaciones de producción y de propiedad con muy poca capacidad para lograr el adecuado y sostenido aprovechamiento de las fuerzas productivas y, cuestión de crucial importancia, de potenciar su expansión y alta eficiencia.
Las consecuencias políticas son obvias. «La profunda desvinculación del nivel de conciencia social del nivel de vida material es generadora del relajamiento de los conceptos de responsabilidad ciudadana y conlleva paulatina pero decididamente al deterioro y la inmoralidad de los comportamiento sociales. El divorcio sostenido entre los esfuerzos que se realizan y las expectativas sobre el nivel de vida material que se crea la sociedad llegan a erosionar la creencia en la superioridad del sistema socio-político por el que se trabaja. Y esas desviaciones no podrán ser corregidas ni por mecanismos administrativos ni políticos, siempre que dicha dicotomía perdure» [articulo 1].
Cuba, la alternativa y el socialismo ha sido el trabajo que, por la importancia del problema de la viabilidad del Proyecto Sociopolítico cubano, he tenido la oportunidad de presentar en la actual edición (2005) del concurso Pensar a Contracorriente auspiciado por el Instituto de Ciencias Sociales de la Habana. Las reflexiones desarrolladas en ese trabajo (inédito) siguen consecuentemente la línea de pensamiento de este autor, se anticipan también al discurso de la Universidad de la Habana y pautan improntas en contrapunto con ciertas ideas abstractas que sobre una alternativa concreta ya vislumbran voces destacadas del pensamiento de izquierda (H. Dieterich y Malime, por ejemplo). Entonces, más que el afán de concursar se trata de insistir en la necesidad de liberar todas las potencialidades creadoras de un debate interno y externo, comprometido e intelectualmente honesto, sobre un proyecto de sociedad que desborda el marco de un estado-nación y se hace trascendente en términos de tiempo histórico.
Quisiera concluir este artículo reiterando ideas expresadas en mi trabajo <Del iluminismo francés al primitivismo estadounidense. Una otra forma de lo sublime a lo ridículo> (Rebelión 27.07.03) sobre las que la realidad cubana estará girando. En efecto:
Superada la crisis de los 90s, Cuba ha sentado las bases para una evolución de largo alcance y promisorios resultados. El avanzado desarrollo social y la alta valorización del capital humano alcanzados la predisponen como ningún otro país económicamente atrasado para un salto cualitativo hacia el desarrollo integral. El campo de los retos no está en el afán de las soluciones que para sí han buscado las antiguas metrópolis y los actuales centros de poder capitalista. Los caminos de la emancipación histórica y el progreso definitivo estarán marcados para Cuba por las antítesis de la razón. Al pregón de la libertad económica, puede con éxito anteponerle Cuba la opción social de la democracia económica, sinónimo de participación directa de la renta en los beneficios del trabajo, es decir, presencia de equidad. Al dictado del lucro y la acumulación privada excluyente de capital propios de la economía de mercado, puede anteponerle las personas y la acumulación social de capital incluyente propios de una economía solidaria. Al dogma de la democracia parlamentaria puede anteponerle el paradigma de la democracia directa, raigal y participativa. A la apología del pluralismo político partidista puede anteponerle la herencia histórica de un partido que, de cara a la más plena autonomía ciudadana – de movimiento, asociación y participación de la sociedad -, sea refrendado por ésta de manera soberana. Al mito de la propiedad privada, la maximización del lucro y la renta del capital como únicos sostenes del progreso y la libertad, puede oponerle un sistema de propiedad social mixto urdido bajo los preceptos de la simbiosis democrática entre trabajo y capital, único camino conducente a la auto estima como dimensión más profunda de la soberanía ciudadana. Al oportunismo de un estado minimalista y pasivo ante la perfección de los mercados, podrá siempre anteponerle la fortaleza de un estado-nación activo en la incansable promoción de las condiciones de desarrollo material y sociocultural del conjunto de su sociedad. Puesto que sin la democratización del capital el estado no podrá jamás ejercer en toda su extensión su papel institucional de instrumento político del conjunto de la sociedad. Al individualismo de una sociedad de rivales cabe oponerle el sentido de solidaridad de una sociedad de iguales. A la indefendible libertad de prensa privada y opinión pública mediática, puede anteponérsele el principio de la plena autonomía de información y opinión de órganos de prensa públicos y cooperativos. A la cultura de las libertades individuales, determinadas en grado proporcional al estatus económico, Cuba puede anteponerle el cultivo de una expresión de equidad y soberanía ciudadana donde derechos civiles, políticos, sociales y económicos sean el fundamento más amplio de los derechos humanos de sus ciudadanos. Para la sociedad y el sistema político cubano ha de ser nítido el compromiso con una visión de estado de bienestar social de nuevo tipo. Por la senda de sus antítesis pasa el logro de altos rendimientos económicos, justa distribución de la riqueza material, plena inclusión sociocultural y extendido desarrollo humano.
Londres, 11 de enero del 2006