Benedicto XVI culminó su gira latinoamericana y voló de regreso a Roma. En Cuba celebró misas y se reunió con Raúl y Fidel Castro. Los mercenarios pagados por Washington, indignados con el Papa. Los cubanos, felices. El Papa alemán realizó su segunda gira latinoamericana, visitando México y Cuba. Aunque comenzó su papado en 2005, en […]
Benedicto XVI culminó su gira latinoamericana y voló de regreso a Roma. En Cuba celebró misas y se reunió con Raúl y Fidel Castro. Los mercenarios pagados por Washington, indignados con el Papa. Los cubanos, felices.
El Papa alemán realizó su segunda gira latinoamericana, visitando México y Cuba. Aunque comenzó su papado en 2005, en estos siete años no lo atrajo la región, pues antes sólo había paseado por Brasil. Como a Barack Obama, a Joseph Ratzinger lo atrae más Europa.
Todos los análisis estuvieron centrados en lo que pasaba en la Mayor de las Antillas. De su paso por México no hubo mucha la producción periodística. Los más críticos le reprocharon haber omitido los escándalos de la orden «La Legión de Cristo», de Marcial Maciel, con muchísimo poder, récord de mujeres amantes, hijos propios violados, pederastia y otras barbaridades.
Ratzinger y su canciller, c ardenal Tarcisio Bertone, tenían todo acordado para esta visita a la isla entre el lunes 26 y el miércoles 28 de marzo de 2012.
La iniciativa convenía a ambas partes. El país anfitrión salía ganando políticamente en su frente interno y el internacional. Hacia adentro, ratificaba a los once millones de cubanos que el gobierno socialista es amplio y pluralista, y que mantiene una buena relación con la Iglesia católica cubana y su dirección vaticana. Hacia afuera, el presidente Raúl Castro mostraba un vínculo respetuoso, que no quiere decir obsecuente, con Benedicto XVI, del mismo modo como su hermano Fidel lo había cultivado con Juan Pablo II, de visita en enero de 1998.
¿Por qué para La Habana es valioso ese tipo de visitas? Sencillo: demuestra que cultiva la coexistencia pacífica entre Estados (el Vaticano lo es) muy diferentes y hasta opuestos en algunos temas. Y al recibir a esa clase de viajeros, presidentes o Papas, Cuba le hace un agujero práctico más al bloqueo estadounidense. Establecido desde febrero de 1962 en forma absoluta, ese bloqueo cerca por hambre y nulo comercio a la patria de José Martí y también pretende restringir los viajes, cortar los contactos culturales y hasta deportivos, amén de los políticos. Amén, diría Benedicto…
Por su parte quien se sienta en la poltrona de Pedro tenía sus propios objetivos, como catorce años atrás. «Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo» había dicho Karol Wojtyla en aquella oportunidad, y su sucesor reiteró la vigencia de esa política al decir que Cuba y el mundo necesitan cambios. A la Iglesia le interesa la segunda parte de la enunciación: que la isla se abra al mundo. Que se abra a los negocios e inversiones de empresas extranjeras, a la penetración de los medios de comunicación, la ideología capitalista y, último pero no menos importante, a la acción predicadora de la Iglesia, que no es precisamente socialista. Adentrarse más adentro del alma de los cubanos interesa sobremanera a Ratzinger, pues hoy sólo el 1,5 por ciento de ellos son católicos que van a misa.
Asalariados de Obama, desairados
Primero en Santiago de Cuba, en la plaza Antonio Maceo, y luego en la Plaza de la Revolución, en La Habana, el visitante celebró misas con muchísimos cubanos que fueron libremente. La estadística confirma que «segundas partes nunca fueron buenas» pues el récord de Juan Pablo II no fue alcanzado: Benedicto convocó a unas 200.000 personas en Santiago y a 300.000 en la capital.
Esas cifras son muy importantes. La iglesia demuestra que es un factor social a tener muy en cuenta por Raúl Castro. Este lo sabe y tiene un diálogo muy fluido con el cardenal Jaime Ortega, con el que ha conversado sobre una amplia agenda de temas. En diciembre pasado salieron en libertad unos cuantos presos por buena conducta o por razones de salud, con intervención de esos obispos.
Esa confianza recíproca entre el Palacio de la Revolución y la Iglesia fue cementando el camino para la visita de estos tres días. La misma defraudó a la contrarrevolución cubana que opera en sintonía y es pagada por la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA).
Primero salieron a la palestra las «Damas de Blanco», una grotesta y mal intento de copia de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina. Las damas, última creación de la SINA, pidieron ser recibidas por Benedicto XVI, «aunque sea un minuto». Querían explicarle el supuesto infierno de dictadura, cárcel y torturas que sería la digna Cuba.
Era previsible que el Papa no aceptara esa entrevista. No tuvo ni un minuto para esa provocación. Quizás no le faltaron ganas de recibirlas, pero primó la idea de mantener una buena relación con Cuba, para ir avanzando en su «evangelización». Las «Damas» se quedaron sin cita, furiosas.
Los más recalcitrantes de esos mal llamados «disidentes» (mejor les cabe «mercenarios»), apremiaban al Pontífice con que si venía en son de paz con Castro mejor se quedara en Roma. Por ejemplo, Marta Beatriz Roque, le escribió en una Carta Abierta, el 1 de marzo: » Su presencia en la Isla, sería como enviar un mensaje a los represores, de que pueden seguir haciendo lo que quieran, que la Iglesia lo va a permitir; ya que a pesar de conocerse de su visita desde hace algunos meses, esto no ha sido óbice para que se incrementen -desde el poder- las detenciones y el castigo con violencia hacia actuaciones religiosas, políticas y sociales. ¡Que la Divina Trinidad ilumine su mente para que tome la correcta determinación!». Le estaba pidiendo no viajar.
El recordman de «huelgas de hambre» Guillermo Fariñas, apremió: «Su Santidad: de no poder realizar lo aquí rogado, Los Opresores ganarían, pues ellos son discípulos de Satanás y no de Dios. Si no puede hacerlo por Los Oprimidos, por favor posponga su viaje a nuestra Patria».
Un exiliado cubano de la cátedra de religión en la Universidad de Yale, le imploró: «solo le ruego: reúnase con las Damas de Blanco durante su visita a Cuba. Ellas se lo han pedido. Bendígalas con su presencia, Santo Padre. ¡Qué imagen sería para el mundo entero! El Vicario de Cristo y las Damas de Blanco juntos. Tal vez salgan en fuga los demonios».
La lucha política
Hay cosas de la política que se pueden anticipar. Por ejemplo, que Benedicto iba a tirar algunas pálidas contra el marxismo, pero no mientras estuviera en suelo cubano. Lo hizo en declaraciones en el avión que lo llevaba a México. «Es evidente que hoy día la ideología marxista como era concebida ya no responde a la realidad y así no se puede construir una sociedad. Deben encontrarse nuevos modelos con paciencia y de forma constructiva», disparó para marcar su diferencia ideológica con las autoridades cubanas.
Ya en la isla, en sus misas y declaraciones estuvo muy cuidadoso. Si se leen entrelíneas se pueden encontrar frases que elípticamente cuestionan el socialismo. Donde fue franco el pontífice fue en plantear que con Cuba hay avances pero se necesitan acuerdos para ir más allá. Se dijo que en privado le había pedido al presidente Castro que -así como en su momento se declaró feriado la Navidad-, sería bueno que así se procediera con el Viernes de Semana Santa. Cosas de ese tipo es probable que sean aceptadas.
La respuesta cubana al desafío que suponía la llegada del jefe del Vaticano quedó plasmada en la bienvenida de Raúl Castro. «Sólo como demostración de cuánto se podría hacer si prevaleciera la solidaridad, menciono que en la última década, con la ayuda de Cuba se han preparado decenas de miles de médicos de otros países, se ha devuelto o mejorado la visión a 2,2 millones de personas de bajos ingresos y se ha contribuido a enseñar a leer y escribir a 5,8 millones de analfabetos. Puedo asegurarle que, dentro de las modestas posibilidades de que disponemos, nuestra cooperación internacional continuará», dijo el anfitrión. Hablaba de ideologías, pero sobre todo de logros concretos.
Raúl incluyó críticas al sistema capitalista en crisis. Hay muchos desocupados, muchos pobres, muchos indignados, aseguró. Era una forma elegante de recordarle a su huésped que los sufrimientos planetarios vienen por el lado del capitalismo global.
El Vaticano se haría esperanzas en balde si apuesta, como en los ´80, al desplome del socialismo en La Habana. Lo que anduvo bien para Juan Pablo II en Polonia y el este europeo no funcionará en el Caribe. «En Cuba no va a haber una reforma política. Estamos hablando de la actualización del modelo económico cubano, que haga nuestro socialismo sustentable» declaró Marino Murillo, vicepresidente del Consejo de Ministros a los 800 periodistas extranjeros que cubrían la visita, en el Hotel Nacional.
Esos cruces polémicos, explícitos o implícitos, eran perfectamente esperables. Lo que superó toda lógica fue la especulación de la enviada de «La Nación», Isabetta Piqué, de que Fidel Castro podía haberse convertido al catolicismo. («Con la visita, afloran los rumores sobre la conversión de Fidel», 28/3). En realidad hubo una amable reunión del visitante con Fidel, nada más y nada menos. «En medio del histórico peregrinaje del Papa a esta isla, vuelve a aflorar la versión sobre una hipotética conversión al catolicismo del anciano y enfermo «líder máximo», Fidel Castro», escribió Piqué. ¿Se había tomado todo el ron cubano?