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Cultivar la tierra de forma pacífica va ganando adeptos

Fuentes: La Fundación Gabriele

Los seres humanos hemos perdido el sentido natural para distinguir instintivamente las bondades de los alimentos, necesitando una declaración de ingredientes en la que diga por ejemplo si un alimento ha sido manipulado, genéticamente transformado o si es de cultivo biológico. Siendo cada vez más los consumidores que no quieren productos genéticamente transformados, ¿pero por […]

Los seres humanos hemos perdido el sentido natural para distinguir instintivamente las bondades de los alimentos, necesitando una declaración de ingredientes en la que diga por ejemplo si un alimento ha sido manipulado, genéticamente transformado o si es de cultivo biológico. Siendo cada vez más los consumidores que no quieren productos genéticamente transformados, ¿pero por qué? ¿Hay acaso pruebas de que cuando un ser humano consume alimentos transgénicos se produce alguna reacción negativa en su organismo?

Justamente se trata de la ignorancia, es decir de no saber qué sucederá mañana en nuestro cuerpo si consumimos estos alimentos hoy, esto nos hace inseguros a la hora de elegir productos genéticamente modificados. Cualquier alimento que tomamos es reducido a través de la digestión para que el organismo pueda obtener sustancias combustibles, vitaminas, oligoelementos, proteínas y minerales que el cuerpo necesita para vivir, los mismos que luego se transformarán en nuestra propia sustancia física. Si ahora tomamos un alimento genéticamente manipulado acogemos esos genes que han sido transformados, y que se introducen prácticamente en nuestro código genético. Una transformación de este tipo, no es que tenga que producir un cambio, pero puede producirlo. Y los alcances no los podemos ni imaginar, tampoco aventurarnos a predecir.

Nuestros genes están también relacionados de alguna forma con nuestra alma. Es como una sintonía de vibración, ya que el alma se ha encarnado en un cuerpo físico que se adecua a su estructura anímica. Ahora bien, si en un período de 30 ó 40 años acogemos en nuestro cuerpo un material alimenticio con ADN extraño, nuestra estructura genética no se desarrollará de forma natural, sino que se transformará de forma artificial.

Dios nos regaló la Tierra, creó la naturaleza y nos dio alimentos con los cuales hemos vivido sanos desde hace miles de años. Sin embargo ahora de pronto creemos poder mejorar la creación y ponernos por encima de Él, sin saber del alcance de nuestras manipulaciones. Posiblemente lo que hayamos echado a rodar sea como una avalancha, como un alud que no podremos detener. ¿Qué ocurrirá si dentro de 10, 20 ó 30 años nos damos cuenta de que era una equivocación? ¿Qué dirán entonces los científicos?

Ese es el motivo por el cual los cristianos originarios tenemos una forma pacífica de cultivar la Tierra, que está libre de tecnología genética y de venenos agrarios. Tampoco usamos abonos químicos ni de origen animal, ni practicamos una explotación ganadera. Y todo simplemente porque apreciamos a la madre Tierra, porque la cuidamos y no la queremos manipular.

Ecoportal.net

Fuente original: www.editorialvidauniversal.com