Dadá masticó las hostias de la intelectualidad en la iglesia de la cultura para desatar demonios de inteligencia contra evangelios estéticos. 1914 Estalla la Primera Guerra Mundial. 1916 El barniz de uñas líquido y el lápiz labial de color rojo encendido se ponen de moda en Estados Unidos. 1916 D.W. Griffith filma la película Intolerancia […]
Dadá masticó las hostias de la intelectualidad en la iglesia de la cultura para desatar demonios de inteligencia contra evangelios estéticos.
1914 Estalla la Primera Guerra Mundial.
1916 El barniz de uñas líquido y el lápiz labial de color rojo encendido se ponen de moda en Estados Unidos.
1916 D.W. Griffith filma la película Intolerancia
1916 Inglaterra establece el servicio militar obligatorio
Sin ser un movimiento, filosofía o religión, Dadá fue todo y al mismo tiempo nada. Dadá jugó a la ruleta rusa con los poderes hegemónocos de su tiempo mientras la historia preparaba el cebo que sería mordido para una muerte por disolución en las calles cerebrales resbalosas de la memoria colectiva. Crimen organizado.
Dadá duró lo que el azar quiso cuando la perversión se entretenía batiendo el caldo sangriento de la primera Gran Guerra. Los Obispos Mágicos de Dadá redactaron en sus manifiestos el testamento de audacias e inteligencias que la cultura no pudo tolerar. Los prometeos modernos incendiaron la coherencia verborreica con que se explica a la humanidad, el hormiguero ideológico del conocimiento post-renacentista.
Dadá aporta a nuestro siglo un vértigo que oxigena y desenmascara la farsa intelectual justificadora del exterminio humano. Dadá abofetea a la burguesía extasiada por su neocultura del crimen rentable. Dadá clava espinas en talones de artistas e intelectuales que calzan zapatillas glamorosas del prestigio sagrado. Dadá es martillazo demoledor que desestructura ideologías domadoras.
El origen de Dadá no es exclusivamente cronológico, es también pago histórico de una deuda aplazada mucho tiempo. Es gesto que ensucia el espejo dulcísimo del filosofar humanista a principios de siglo. Dadá opone su concepción de la vida anclada a contextos de guerra. Sus manifiestos son escritos con sangre mística rara para una expresión que habla, huele y escucha el silencio. Dadá surge también en las entrañas del arte para estallarle las vísceras; es pecado mortal que no encontrará perdón en la bondad eterna de los dioses del saber.
Por eso no faltan quienes desean verlo preso en bibliografías culteranas y en museos, crucificado y sufriendo cultos snobs nuevos. «El dadaista lucha contra la agonía y el vértigo mortal de la época, rechazando cualquier actitud reservada e inteligente, él fomenta la curiosidad de aquel que todavía siente una curiosidad placentera por la forma más incierta de la oposición, él sabe que el mundo de los sistemas se ha desmoronado y que la época que apremia hacia el pago al contado ha abierto la puerta para la liquidación total de Las filosofías despojadas de lo divino. Ahí, donde para los tenderos empieza el susto y la mala conciencia, para el dadaista empieza una risa luminosa y una suave tranquilidad». (Hugo Ball).
«Los ideales figurativos y artísticos como programa de variedad es nuestra manera de empujar a Candide de reaccionar contra la época. Se actúa como si nada hubiese sucedido. El desolladero crece y uno se aferra al prestigio de la grandeza europea. Se pretende hacer real a lo irreal y de hacer aparecer a la traición a los hombres, a la explotación exhaustiva del cuerpo y del alma de los pueblos, a esta matanza civilizada, como un triunfo de la intelectualidad europea. Una farsa se lleva a cabo, se decreta que ahora el ambiente deberá ser de viernes santo y no podrá ser perturbado ni por el sonido disimulado y apagado de un piano, ni por el parpadeo de unos ojos. Ante esto sólo podemos decir lo siguiente : no se puede exigir que nos traguemos con gusto el desagradable pastel de carne humana con que nos obsequian. No se puede exigir que nuestras temblorosas ventanas de la nariz aspiren con placer Las emanaciones cadavéricas. No se puede esperar que creamos que es heroísmo la apatía y la frialdad de corazón que fatalmente se manifiesta en cada día más. Un día se tendrá que admitir que reaccionamos de manera muy cortés, hasta conmovedora; los panfletos más estridentes no bastaron para cubrir decentemente con lejía y desprecio la hipocresía general.» (Hugo Ball).
Dadá tiene sentido en el plano de los sucesos sin sentido, azarosos e inefables, en un plano de la conciencia colectiva donde resulta inevitable la tentación de interponer dudas a los mandatos dominantes para la existencia. Dadá inefable, lo fue también para sus Obispos Mágicos, demonios en el sentido griego, que traían mensajes de auxilio y salvación al reino de la farsa.
«gadji beri bimba blandridi laula lonni cadori
gadjama gramma berida bimbala glandri gal-
assassalaulitalmini
gadji beri bin blassa glassala laula lonni
cadorsu sassala bim
olimai bin beri ban
gadjama tuffm izimizalla binham gligia wow
o katolominal rhinocerossola hopsamen lau-
litalomina hoo gadjama rhinocerronssola hapsamen lau-
litalomina hoo gadjama
rhinocerronssola hapsamen
bluku terullala blaulala looooo.» (Hugo Ball poema)
Dadá es ataque rabioso con armas delirantes y extremistas que pone puntos suspensivos al futuro porque lo sabe trágico. Dadá adivina el desenlace lógico en un correlato de fuerzas desiguales que intenta disolver toda revolución para convertirla en mercancía o materia de consumo.
Dadá dejó pendiente una lista larga de tareas que comprometen a la posteridad contra la farsa contextual.
En nuestro tiempo la vida se vende en mercados de deudas externas que se internan en los estados del ánimo con pesimismos inflacionarios. La vida sufre aguijoneada por una cada vez mayor subordinación al paraíso de los valores uniformados por la rentabilidad. El arte lame los muros de los museos con saliva viscosa que resbala prestigios y cuentas bancarias.
Cultura y arte burgueses se estancian en recintos palaciegos retocándose entre orquestas sinfónicas, cockteles y conferencias de prensa. Solemnes, serias y puntuales, las instituciones culturales siguen sembrando espejismos en el desierto de sus demagogias. Magia para hacer pasar por popular el interés de los menos. El arte sigue metido en pretextos bucólicos para que algunos poetas, artistas o intelectuales benditos se santigüen con las aguas generosas de la ignorancia generalizada. La muerte está por todas partes.
«Asco ante la magnificencia de los filósofos quienes durante unos 3000 años nos han estado explicando todo (¿para qué); asco con Las pretensiones de aquellos artistas -representantes-de-dios-en-la-tierra; asco con la pasión y con la verdadera maldad patológica en donde no vale la pena molestarse; asco con una falsa forma de dominación y restricción en masa, que acentúa en lugar de calmar el instinto de dominación del hombre; asco con todas Las categorías catalogadas, con los falsos profetas que no son otra cosa que un frente para los intereses económicos, la vanidad enferma; asco con los tenientes de un arte mercantil hecho a la medida de unas cuantas leyes infantiles; asco con el divorcio entre el bien y el mal, lo bello y lo feo ( ¿por qué es más aceptable ser rojo que ser verde, o ser de izquierda en lugar de derecha, o ser grande o pequeño?). Y finalmente asco con la dialéctica jesuita que todo lo puede explicar y que puede llenar Las mentes de la gente con ideas oblicuas y obtusas y sin ninguna base fisiológica ni raíces étnicas, todo esto mediante el artificio enceguecedor y las innobles promesas del charlatán» Tristán Tzara.
La expresión y su libertad son aún Penélope sentada en las necesidades decorativas de la burguesía que ha crecido incluso en la demanda. El arte por ejemplo retoca un poco por aquí y otro por allá la vanidad mercenaria súbdita del que paga. Siguen en el poder los que «pecan por la paga» y los que completan la viceversa. La inteligencia es un zombie que aparece en las conversaciones convencidas de un culto al olvido que no acaba por tenderle espacio a la vida a pesar de reclamos y acusaciones.
«¿Qué bien nos hicieron Las teorías de los filósofos? ¿Acaso nos ayudaron a dar un paso hacia adelante o hacia atrás? ¿Qué es hacia adelante y qué es hacia atrás? ¿Acaso cambiaron nuestras formas de satisfacción?. Somos. Discutimos, nos peleamos, nos excitamos. Lo demás es una salsa. A veces agradable, a veces mezclada con infinito aburrimiento, un pantano salpicado con manojos de arbustos secos. Ya basta de los movimientos inteligentes que han estirado más allá de lo posible nuestra credulidad sobre los beneficios de la ciencia. Lo que ahora queremos es espontaneidad. No porque sea mejor o más bella que otras cosas sino porque todo lo que emerge libremente de nosotros, sin la intervención de Las ideas especulativas, nos representa. Debemos intensificar esta cantidad de vida que gustosamente se gasta en todas Las áreas. El arte no es la más preciosa manifestación de la vida. El arte no tiene el valor celestial y universal que la gente le atribuye. La vida es mucho más interesante. Dadá conoce la medida exacta que debe dársele al arte : con métodos sutiles, pérfidos, Dadá lo introduce en la vida diaria. Y al revés » Tristán Tzara.
Hoy por hoy la espontaneidad sigue estando prohibida. Las instituciones imponen frenos a la dialéctica más propia de la dinámica vital. La cultura sigue metida, institucional, en la lógica almidonada, vestida a la moda, con corbata y saquito de varias combinaciones, dictando a la conveniencia de Las épocas políticas para espejos chupamedias.
El Cabaret Voltaire, fundado en 1916 fue el espacio en el que Dadá vió desarrollarse la carga conceptual más contundente de su vida. «Eso que llamamos Dadá (escribía Ball en su diario) es una payasada que sale de la nada pero que abraza todas Las cuestiones supremas. Es un gesto de gladiador, una ejecución de la moralidad y de la plenitud que tales cuestiones poseen. El dadaista ama lo excepcional, lo absurdo. El sabe que en la contradicción se mantiene en la vida y que su época- como ninguna antes- tiende a la destrucción de todo lo que es dadivoso»
Lo que Dadá aportó parece lejano en el tiempo pero se actualiza en los contextos actuales, el tiempo que vió nacer a Dadá, tiempo de crisis, muerte, y amenaza constante contra la humanidad sigue vigente. No es cuestión de ciclicidades metafísicas, es la lógica de un mundo acostumbrado al sometimiento, la mentira y la supresión de la libertad de expresión. Por eso se antoja un Dadá nuevo, como revancha para reencuentros que refresquen la memoria y los postulados de tesis que jamás perdieron fuerza. Un Dadá que escandalice y descomponga el cuadro de perfecciones que se nos sigue vendiendo. Uno que reponga a los «obispos mágicos», capaces de escupirle a la realidad y a la farsa un fuego que abra espacio al juego, la espontaneidad y la vida con su tensión e incertidumbre. Dadá para lo cotidiano donde el azar ponga sonrisas nuevas a diestra y siniestra. Un Dadá contra los augurios que prometen más de lo mismo.
Se antoja un Dadá con todos sus sucedáneos y conexos que acompañen las exploraciones históricas que la sociedad hace hoy al universo de las alternativas. Un Dadá propio y nuevo para poner el dedo en la llaga contemporánea, para tender un puente histórico con aquel Dadá que cada vez más parece inconcluso. Ojalá.
«Acontecimientos extraños. Cuando teníamos el cabaret en Zurich, Spielgasse 1, si no me equivoco vivía enfrente de nosotros en el número 6 de la misma Spielgasse el señor Ulianov Lenin. Cada noche tenía que oír nuestra música y discursos interminables. No sé si con gusto y provecho. Cuando inauguramos nuestra galería en la calle Vahnhof, los rusos viajaron a Petersburgo para organizar la revolución. ¿Acaso el dadaismo como símbolo y gesto es lo contrario al bolchevismo? ¿Contrapone el dadaismo a la destrucción y al cálculo consumado el aspecto totalmente quijotesco, contraproducente e incomprensible del mundo?. Va a ser interesante observar lo que ocurrirá allá y lo que ocurrirá aquí» Hugo Ball