Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
Hace dos semanas, la comunidad internacional hizo una declaración indecente.
Cediendo a una exigencia de George Bush, el «Cuarteto» aceptó el «Plan de Desconexión Revisado» de Ariel Sharon. Esto significa que las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Federación Rusa y los Estados Unidos ratifican este documento. Me asombraría si cualquiera de los honorables diplomáticos se hubiera leído el documento con sus propios ojos.
En el primer párrafo del «plan», aparecen las siguientes palabras: «Israel ha llegado a la conclusión de que en la actualidad, no hay una contraparte palestina con la que sea posible realizar progresos en un bilateral proceso de paz.»
Es decir, la comunidad internacional ha ratificado que el pueblo palestino no tiene derecho a participar en la determinación de su propio destino. Cualquier cosa será decidida en solitario por el gobierno de Israel, con el respaldo de los Estados Unidos, cuya posición será automáticamente aceptada por los otros miembros del » Cuarteto».
La Unión Europea, con 25 estados miembros de la misma, la Federación Rusa y la organización que representa a todo el mundo (la ONU) han aceptado humildemente el edicto de Bush, el dictador del mundo que está a su vez cautivo de Sharon. Sharon decidió hace mucho tiempo que el Presidente electo del pueblo palestino es «irrelevante», junto con todo el liderazgo palestino.
El pueblo palestino ha sido eliminado de la lista de los creadores de opinión, por medio de lo cual también quedan abolidos todos los acuerdos firmados con él, desde los Acuerdos de Oslo hasta la Hoja de Ruta.
Esto constituye un paso escandaloso, sin precedentes en sus dimensiones y que ha sucedido sin un comentario. Aparte de Sharon y sus aduladores, nadie advierte las implicaciones. La gran bota de la comunidad internacional pisotea al pueblo palestino sin siquiera advertirlo, como si se tratara de una hormiga.
Esta es la culminación de un proceso que comenzó con el regreso del entonces Primer Ministro, Ehud Barak, de la cumbre de Camp David del 2000. Tras el fracaso de la reunión, él mismo acuño el mantra que desde entonces se ha convertido en la piedra angular de la política de los sucesivos gobiernos israelíes: «Le he dado la vuelta a cada piedra en el camino de la paz / les he ofrecido a los palestinos propuestas más generosas que cualquiera de mis predecesores / Los palestinos han rechazado todas mis propuestas / Arafat quiere arrojarnos a la mar / No tenemos socio para la paz.»
Este mantra está basado en una serie de mentiras que han sido explotadas desde hace mucho tiempo. Testigos oculares norteamericanos como Robert Malley, consejero del presidente Clinton en Camp David, así como algunos israelíes e investigadores internacionales participantes han publicado detallados informes que prueban que el mismo Barak fue responsable al menos tanto como Arafat; de hecho, mucho más.
Y como por coincidencia, solo cuando la distraída comunidad internacional acepta que el pueblo palestino no es un socio para la paz, en el mismo Israel están sucediendo cosas que están poniéndolo todo patas arriba.
El Sumo Sacerdote del credo «No tenemos socio» es el General (de la reserva) Amos Gilad, que en tiempos cruciales fue el jefe de la sección (y como tal el número 2) de investigación del Departamento de Inteligencia del Ejército. Puesto que la inteligencia del ejército es el único departamento responsable de la «evaluación de la seguridad nacional», tiene una influencia decisiva en la conformación de la política nacional.
El hombre de la inteligencia del ejército informa directamente al Primer Ministro y participa en las reuniones del gabinete. Ningún ministro osaría cuestionar sus evaluaciones, las cuales son la estrella guía de todo el estado. El jefe de investigación del departamento de inteligencia se supone sometido a un sumario profesional de la gran cantidad de datos amasados por la comunidad de inteligencia. La mayoría de los ministros tienen prohibido leer los informes escritos, e incluso a los otros pocos se les permite únicamente darles un vistazo.
Por lo tanto, el resumen oral presentado por el jefe de investigación al Primer Ministro y al gabinete es de máxima importancia.
Amos Gilad fue más allá: aparecía casi a diario en los medios de comunicación, comentando casi cada acto político y de seguridad. No era sólo el «asesor nacional» sino también el «explicador nacional», como se le llamaba comunmente en dichos medios.
¿Quién es este hombre que ha tenido una influencia mayor que cualquier otra persona en las políticas de Israel en estos últimos y cruciales años y cuya kontsepsia («concepción» en hebreo) está todavía dirigiendo la senda del estado? Es el mismo Amos Gilad que hace unos días reclamaba para sí los beneficios correspondientes a los inválidos del ejército. No fue herido en el campo de batalla, ¡por Dios!, pero afirma que el estrés causado por su difícil trabajo le ha infringido daños mentales irreversibles.
Esta afirmación implica una considerable cantidad de chutzpa, de descaro impertinente, cuanto no algo peor. Pero también suscita la pregunta: Este daño mental ¿cuándo comenzó? ¿cuáles fueron los primeros síntomas observados? ¿Fue cuando empezó a repetir incesantemente que Arafat quería arrojarnos a la mar? ¿ O fue esta misma declaración, quizás, un síntoma de este problema mental? Y ¿cómo puede continuar cumpliendo con sus deberes actuales?
Las últimas dos semanas, Israel ha sido testigo de un tormentoso debate que debería haber sacudido hasta los mismos fundamentos del estado.
El antiguo jefe de la Inteligencia del Ejército, el general (en la reserva) Amos Malka, que era el superior directo de Gilad, rompió su silencio de muchos años e hizo publica una atronadora acusación: Que Amos Gilad llegó a su «kontseptsia» sin ninguna base de la inteligencia de clase alguna. Por el contrario, la gran cantidad de información recopilada por el departamento de inteligencia indicaba todo lo opuesto. Es decir, Gilad libremente inventó sus informes de inteligencia, basados en sus puntos de vista políticos y/o en el deseo de complacer los deseos de sus jefes políticos, Barak y Sharon.
Esta grave acusación ha levantado una tormenta en círculos profesionales. Operarios de inteligencia de indudable integridad emergieron de su anonimato para apoyar públicamente a Malka. Estaban encabezados por el hombre que, en tiempos pertinenetes, estaba al cargo de la Sección de Inteligencia del Ejército para Asuntos Palestinos, el coronel Efraim Lavie, que era entone el responsable de recopilar todo el material de inteligencia sobre el liderazgo palestino. No hay duda alguna que entre la confrontación entre Amos y Amos, Amos Malka emergió como el vencedor.
Esto significa, en palabras sencillas: no había material de inteligencia que respaldara en nada la afirmación de que Arafat está trabajando para la destrucción del Estado de Israel, de que Arafat había roto el proceso de paz para iniciar una campaña de terror, de que Arafat no está dispuesto a un compromiso razonable. Todas estas aserciones, pronunciadas por diversos políticos y generales israelíes, estaban basadas en la «evaluación» de un hombre que, mientras aparentaba representar el departamento de inteligencia, estaba en realidad suprimiendo los informes de consideración profesional de su propio departamento, así como los del Servicio General de Seguridad (Shabak).
Cuando el debate se calentó, el orientalista Matti Steinberg, un antiguo consejero para asuntos palestinos del Shabak, se unió a la pelea. Steinberg confirmó no sólo que la «kontseptsia» de Gilad era completamente falsa y que contradecia el material de inteligencia reunido por su propia gente, sino que también afirmó que la concepción de Gilad «cumplía su propia profecía».
Puesto que Israel es inmensurablemente más fuerte que los palestinos, sus acciones crean la realidad. Los actos guiados por la «kopntseptsia» de Gilad crearon resultados que se ajustaban a esta. Tanto como la «kontseptsia» de Eli Za’ira, el Jefe de inteligencia en los tiempos de la guerra del Yom Kippur, resultó una catástrofe, Así como la «kontseptsia» de Amos Gilad causó -y está causando todavía – los desastres de la presente intifada.
(La concepción de la inteligencia de 1973 era que Egipto no osaría atacar Israel, a causa de que todos los resplandecientes y obvios signos de lo contrario fueron ignorados, se impidió así una adecuada preparación y resultaron muertos 3.000 soldados israelíes. Desde entonces la palabra hebrea «kontseptsia» ha asumido una connotación casi obscena en Israel.)
Como ahora, el superior inmediato, (Malka) y su inmediato subordinado (Lavie) le acusaron de presentar sus opiniones personales que no estaban apoyadas por ningún respaldo de la inteligencia, como si fueran las evaluaciones oficiales de dichos servicios de inteligencia.
Gilad ha causado daños irreversibles. Su mantra fue aceptado por la gran mayoría de israelíes, así como por una gran parte de la opinión pública internacional. Su revelación pública no alterará este hecho. Al contrario, la reciente decisión del «Cuarteto» muestra cuán hondamente ha calado está mentira por el mundo.
A propósito, estas revelaciones demuestran que las evaluaciones secretas de los más altos profesionales de las escalas del Departamento de Inteligencia del Ejército y del Shabak eran prácticamente idénticas a las publicadas en esos tiempos por Gush Shalom, las cuales eran recibidas con total descrédito por los medios de comunicación y por el público, incluyendo una gran parte del «campo de la paz». Es decir, que el liderazgo palestino encabezado por Arafat, nunca ha vacilado en su disposición a la creación de un estado palestino en el 97% de Cisjordania y en la Franja de Gaza (que juntas hacen un 22% de la Palestina histórica, con compensaciones territoriales para el restante 3% y soberanía sobre Jerusalén Este y Haram-al-Sharif («Templo del Monte»). El problema de los refugiados será solucionado por un acuerdo con Israel (lo que significa: Israel tendrá veto sobre cualquier solución).
Los expertos de la inteligencia militar y de los servicios de seguridad, también están de acuerdo en que Arafat no ha vacilado en su posición. Sobre estas bases, la paz puede alcanzarse incluso ahora, como el propio Arafat confirmaba esta semana en una fascinante entrevista con el director de Haaretz, David Landau.
Ariel Sharon niega todo esto, por supuesto, porque no está preparado para la paz en estos términos. Él quiere anexarse al menos el 55% de Cisjordania, esperando que la vida de los palestinos en el restante 45% se haga tan imposible que tengan que dejar el país por convencimiento propio. Simón Peres está ansioso por ayudarle en la realización de este designio.
Para ello, Sharon necesita el mantra «No Tenemos Socio». Amos Gilad entregó las pruebas. Ahora el «Cuarteto» las ha aceptado, avergonzándose a sí mismo y obstruyendo la búsqueda de la paz.
19.6.04