Israel ya no oculta sus crímenes. En Gaza, lleva a cabo un genocidio abierto, arrasando hospitales, escuelas, mezquitas y bloques de apartamentos. Más de 55.000 personas han sido asesinadas. Un asedio total asfixia el territorio demolido.
Después de caminar kilómetros entre ruinas, agotados y hambrientos, los civiles se apresuran hacia los camiones de ayuda para tener una oportunidad de sobrevivir, sólo para ser abatidos a tiros. Algunos regresan con sacos de harina, otros con los cadáveres ensangrentados de sus seres queridos, abatidos a tiros o bombardeados mientras luchaban por conseguir unos pocos granos.
Y Gaza es sólo uno de sus frentes.
En el Líbano, Israel ataca a su antojo: bombardea casas, asesina a través de las fronteras, ocupa pueblos de los que nunca se fue. Mantiene el control de los Altos del Golán sirios, se adentra más en el sur de Siria y lanza misiles a las afueras de Damasco.
Las fronteras no significan nada. Las leyes significan aún menos. Israel se mueve como quiere, mata a quien quiere.
Ahora se ha vuelto contra Irán.
Tras las conversaciones indirectas entre Teherán y Washington en Omán, Israel lanzó a una guerra repentina y sin provocación. Primero, asesinatos: líderes militares, científicos, funcionarios civiles. Luego, ataques aéreos: contra instalaciones militares, centrales eléctricas, aeropuertos, incluso infraestructura pública. ¿La excusa? El programa nuclear pacífico de Irán, que está totalmente supervisado por la Agencia Internacional de Energía Atómica.
La hipocresía occidental
La hipocresía es de escándalo.
El presidente francés Emmanuel Macron se apresuró a apoyar a Israel, afirmando que el programa nuclear de Irán es una amenaza para la seguridad mundial, y esto lo dice la misma Francia que ayudó a construir en secreto la central nuclear de Dimona en Israel en las décadas de 1950 y 1960, lo que permitió crear el único arsenal nuclear no declarado de la región, en violación del derecho internacional. Sin inspecciones, sin supervisión, sin rendición de cuentas.
Se cree que Israel posee ahora entre 80 y 90 ojivas nucleares, además de capacidad de segundo golpe mediante submarinos y aviones. Se niega a las inspecciones y nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación. Sin embargo, bombardea sin descanso a Irán en nombre de la no proliferación nuclear.
Gran Bretaña siguió rápidamente a Francia y envió aviones de la Royal Air Force a Oriente Medio para apoyar a Israel. Estados Unidos intensificó aún más la escalada, desplazando dos destructores hacia el Mediterráneo oriental, aumentando los envíos de armas y sincronizando las operaciones militares con Israel en tiempo real. Washington no está observando, está en guerra.
La Comisión Europea siguió ciegamente, repitiendo la misma línea: «Israel tiene derecho a defenderse», incluso ahora, cuando es el agresor e Irán se defiende de un ataque extranjero.
Es el mismo guion utilizado para justificar el genocidio en Gaza; la misma tapadera para los crímenes. El derecho internacional y las normas humanitarias quedan suspendidos para Israel.
Y así, Occidente sigue armándolo hasta los dientes, no para proteger a los civiles, sino para dominar la región. Para garantizar que Israel siga siendo la única potencia nuclear. Para controlar, aplastar, expandirse.
Seamos claros: Israel nunca fue sólo un Estado. Fue creado como una colonia de asentamientos de Occidente para sustituir a los imperios en retirada de Gran Bretaña y Francia. Gran Bretaña retiró sus tropas, pero no sus ambiciones. Estados Unidos intervino, asumiendo el papel de garante regional mediante el apoyo a tiranos, la obtención de petróleo y la represión de la resistencia.
El objetivo nunca ha cambiado: someter a la región, extraer sus riquezas, silenciar a su pueblo.
Pero, en esta ocasión, el plan está fallando.
El mundo árabe enfurecido
Israel está ahora gobernado por fanáticos, abierta y orgullosamente. Los ministros amenazan con la aniquilación. Los colonos corean consignas a favor del genocidio. Los soldados se graban a sí mismos arrasando bloques de apartamentos y posando con la lencería de las mujeres que han desplazado y asesinado. Familias enterradas bajo el hormigón, niños borrados de las aulas, todo en nombre de la «seguridad».
En Jerusalén, la mezquita de Al-Aqsa, uno de los lugares más sagrados del islam, es asaltada repetidamente. Multitudes israelíes marchan por las calles coreando: «Que ardan vuestras aldeas». Celebran la destrucción de escuelas en Gaza. El genocidio ya no se niega, se proclama.
Y el primer ministro Benjamin Netanyahu, artífice del apartheid y la guerra, se presenta ante las cámaras afirmando defender el «mundo libre».
En todo el mundo árabe, la gente observa con amargura, repugnancia e ira. Sus líderes estrechan la mano a criminales de guerra. Normalizan la situación mientras Israel incinera. La región ha quedado paralizada, impotente.
Hasta ahora. Porque esta vez, alguien se ha levantado.
Irán no es Gaza. Es un Estado soberano de unos 90 millones de habitantes, que se extiende a lo largo de 1,65 millones de kilómetros cuadrados. Su terreno frustra las invasiones, su profundidad absorbe los ataques y sus misiles llegan hasta lo más profundo de Israel. Ha sido sancionado, saboteado, asesinado… y sigue en pie, sigue contraatacando.
Por primera vez desde 1948, las ciudades israelíes están bajo fuego continuo. La ilusión de inmunidad ha desaparecido.
E Israel no puede reclamar el papel de víctima, no cuando tiene las bombas, las armas nucleares y el respaldo de todas las potencias occidentales. No cuando ha pasado décadas atacando a otros con impunidad.
Reabrir viejas heridas
De hecho, la resistencia de Irán ha destrozado las ilusiones: el mito de la invencibilidad de Israel, el silencio de la región, la mentira de la neutralidad occidental.
Incluso aquellos que antes eran hostiles a Irán por motivos sectarios o políticos ahora lo aplauden, no porque Irán sea perfecto, sino porque alguien finalmente ha dicho: basta.
Y dentro de Irán, algo más profundo ha despertado. Esta guerra ha reabierto viejas heridas.
La mayoría conoce lo que ocurrió en 1953, cuando la CIA y el MI6 orquestaron un golpe de Estado contra el primer ministro Mohammad Mosaddegh después de que este nacionalizara el petróleo de Irán. La Operación Ajax derrocó a un gobierno elegido democráticamente y reinstauró a Mohammad Reza Shah, un dictador alineado con Occidente. Lo que siguió fueron 25 años de represión, impuesta por la policía secreta Savak, armada y entrenada por Occidente.
Pero las heridas se remontan más atrás.
A principios de la década de 1890, una revuelta sacudió el imperio después de que el shah entregara a una empresa británica el control de toda la industria tabacalera de Irán. Liderados por clérigos como el ayatolá Shirazi, los iraníes lanzaron un boicot a nivel nacional y, finalmente, la concesión fue cancelada. La revuelta debilitó la dinastía Qajar y dejó grabada en la memoria colectiva de Irán una lección dolorosa: nunca más doblegarse al control extranjero.
Ese recuerdo sigue vivo, en cada canto, en cada protesta, en cada funeral.
Cada misil lanzado hoy lleva el peso de un siglo de traición y resistencia. Ahora, vuelve a estar a flor de piel.
Un vídeo se ha vuelto viral: una mujer iraní sin velo, con la voz quebrada por la furia, denuncia el genocidio en Gaza, el silencio de Occidente y las décadas de degradación infligidas a su país. Luego grita: «Queremos una bomba nuclear».
No se trata de destrucción. Se trata de dignidad. Se trata de decir: no nos volverán a doblegar.
No es solo un conflicto militar, sino un ajuste de cuentas histórico, una ruptura psicológica.
Irán no solo está tomando represalias. Está recordando.
Y el cambio se está extendiendo.
Aferrándose a la fantasía
Pakistán, el único país de mayoría musulmana con armas nucleares, ha dado la voz de alarma. Su ministro de Defensa ha advertido de que la región está al borde del abismo y que Pakistán podría ser el siguiente. A medida que Israel profundiza su alianza con la India, Islamabad ve lo que se avecina.
Turquía también está en alerta. El presidente Recep Tayyip Erdogan advirtió el año pasado que Israel «pondría su mira» en su país si «no se le detenía». Entonces llegó una escalofriante réplica de Netanyahu en la Knesset: «El Imperio otomano no resurgirá en un futuro próximo». No se trata de una lección de historia, sino de una advertencia. Turquía sabe que no se trata sólo de Irán, sino de una campaña para reafirmar el control total sobre la región.
Israel, envalentonado por el respaldo occidental y su poder sin límites, cree ahora que puede someter a todo el mundo musulmán: bombardearlo, matarlo de hambre, fragmentarlo, humillarlo.
Sin embargo, la región está despertando. Se trata de una guerra contra la dignidad, contra la idea misma de que alguien en esta región se atreva a mantenerse firme.
Y, aun así, Occidente se aferra a la fantasía. La BBC entrevista al hijo del shah y le pregunta si los ataques israelíes podrían ayudar a «liberar» Irán. Como si los iraníes estuvieran esperando a ser salvados por el hijo de un dictador, un dictador al que ellos mismos derrocaron. Como si la «libertad» viniera de los misiles y los monarcas.
Israel pensó que podía repetir el pasado: asesinar, bombardear, proclamar la victoria. Pero ahora Tel Aviv, Haifa y Ashkelon están bajo fuego.
La guerra ha entrado en territorio israelí. La ilusión de la invulnerabilidad ha terminado.
E Irán puede resistir. Lleva décadas preparándose para este momento. El sueño de que Israel pudiera destruirlo en cuestión de días se ha esfumado.
Tel Aviv ha encendido un fuego que no puede contener. ¿Y Occidente? Vuelve a apoyar a Israel, sin disimulo. Armándolo, protegiéndolo, utilizándolo. No por la paz o la justicia, sino por el control.
Pero esta vez, la región está despierta. Y ha comenzado el ajuste de cuentas.
La historia está en movimiento. Y puede que no sea favorable a Occidente.
Soumaya Ghannoushi es una escritora británica de origen tunecino y experta en política de Oriente Medio. Sus trabajos periodísticos han aparecido en The Guardian, The Independent, Corriere della Sera, aljazeera.net y Al Quds. Pueden encontrar una selección de sus escritos: soumayaghannoushi.com y X: @SMGhannoushi.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/israels-attack-iran-brings-west-closer-its-day-reckoning