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Gallego: una de “las demás lenguas españolas”

De cómo no entramos todos en el mismo saco

Fuentes: Rebelión

El pasado día 17 de noviembre el periódico La Voz de Galicia publicaba como noticia importante que en las instituciones europeas, el primero en utilizar el idioma de Galiza había sido el actual presidente de la llamada «Xunta de Galicia». El corresponsal del diario herculino en Bruselas explicaba: «por primera vez en la historia de […]

El pasado día 17 de noviembre el periódico La Voz de Galicia publicaba como noticia importante que en las instituciones europeas, el primero en utilizar el idioma de Galiza había sido el actual presidente de la llamada «Xunta de Galicia». El corresponsal del diario herculino en Bruselas explicaba:

«por primera vez en la historia de la Unión, un representante de Galicia pudo hablar en gallego ante una institución comunitaria».

Y hasta añadía a mayor abundamiento de la noticia:

«Touriño pudo expresarse en gallego gracias a un convenio firmado por el Gobierno español con el Comité de las Regiones, idéntico a otro acuerdo similar con el Consejo de la UE y que se extenderá en el futuro a la Comisión y al Parlamento, cuya idea central es que los eurodiputados puedan emplear también el gallego, el vasco y el catalán en esas instituciones.».

Pues bien, ni Touriño ha sido el primero en utilizar el gallego en las instituciones de la Unión Europea ni el convenio citado por el periódico ha hecho posible su utilización. ¿Por qué? Porque bastantes años antes que él, los diputados gallegos en el Parlamento europeo, José Posada (1993-1994 y 1999), Manuel Garcia (1994) y Camilo Nogueira (1999-2004), habían utilizado la «lengua propia» de Galiza (Estatuto de Autonomía para Galicia, art. 5.1.) en esa institución. No tuvieron necesidad de recurrir a ningún convenio menor por la sencilla razón de que esa lengua, que la mayoría de las gallegas y de los gallegos utiliza en sus relaciones de cada día, era puntualmente traducida al resto de las lenguas oficiales de la Unión, incluída la castellana, por los traductores de portugués.

Por lo tanto, ninguna novedad hubo en lo hecho y dicho por Touriño ese día de noviembre del año en curso. Diríamos más: Usó la lengua de Rosalia y de Pessoa en peores condiciones y con menor corrección que los ex-diputados referidos. La prensa «autónomica» concedió grandiosos titulares a un acto menor y sin apenas transcendencia, mientras que había silenciado e inclusive criticado la normalidad del uso de nuestra lengua en el Parlamento europeo, realizado sin los requilorios de convenios vergonzantes.

A pesar de todo, debemos reconocer que hay algo nuevo para la lengua de Galiza: Existe la posibilidad de ser utilizada en algunos estamentos de la Unión Europea, junto con las otras lenguas cooficiales españolas. No obstante, si nuestra lengua ya se venía utilizando en la Unión Europea sin recurrir a convenios particulares, ¿qué necesidad tenía el Reino de España y sus representantes en la Comunidad Autónoma de Galicia de promover una pseudolegalidad menor para sólo utilizarla en algunos estamentos y de manera muy condicionada? ¿Para qué vale la nueva autorización? ¿Sólo para gastar mayores fondos públicos gallegos? Porque esos «nuevos» usos no se hacen a cargo de los presupuestos de la Unión…

Antes de que en cuarta posición Touriño se dirigiese en gallego a una institución europea, un grupo de personas en Galiza decidió hacer una petición al Parlamento Europeo. En ella se reclama de la Unión Europea que reconozca la unidad lingüística de las hablas gallegas y portuguesas, como ha sostenido hasta ahora la Filología, incluida la Escuela Española de D. Ramón Menéndez Pidal, como lo ha puesto de manifiesto la práctica de los diputados Posada e Nogueira. Así evitaría la desmembración de una Comunidad Lingüística, ya inferiorizada en el Reino de España, y la degradación ante los españoles del sistema lingüístico moderno, transnacional y soberano, en que asienta la Lusofonía, de la que Galiza es parte.

Reconocemos que el protocolo permite algún uso de las «otras lenguas españolas» pero con relación a la nuestra denunciamos abiertamente que esa ley es un arma de doble filo: Si, por un lado, parece promover algún uso de la lengua de Galiza, por otro, parece procurar la amputación de los usos que se venían realizando, degradándola de su condición de lengua transnacional. Por eso, al proporcionarle un nuevo vehículo innecesario por tener ya cubiertas sus necesidades, la ley conduce al idioma gallego fuera de su medio natural. Para eso vale la nueva ley.

Así es como, so pretexto de normalizar usos, se traslada ahora a la Unión Europea la sangría cultural y lingüística que desde tiempo y tiempo vienen realizando en los territorios de hablas gallegas, los gobiernos autonómicos de Galicia, Asturias y Castilla y León amparados por la Constitución. En particular, desde hace veinticinco años, la doctrina constitucional del «bilingüismo harmónico» oculta, con oscurantismo y manipulación, la asfixia de la Comunidad lusófona de Galiza.

Contra la doctrina de unidad lingüística aplicada al castellano universal, europeo y americano, a la «lengua propia» de Galiza se le aplica un criterio restrictivo, atribuyéndole una condición diversa de la lengua de Portugal, la otra nación y república soberana e independiente de la península, del Estado Federativo do Brasil, de los Países de Língua Oficial Portuguesa (PALOP), en África. No conviene al nacionalismo español que los ciudadanos españoles de Galiza lleguen a tener conciencia de que su lengua es transnacional y republicana: España sólo permite a sus súbditos tener conciencia pequeñita de lo pequeñitas y vulgares que son sus hablas…