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De constitución, pactos y monarquía

Fuentes: En Lucha / En Lluita

Con motivo de un nuevo aniversario de la Constitución de 1978, en el presente artículo se pretende hacer un ejercicio de memoria histórica, en contraposición a la imagen triunfalista y de celebración de la constitución de «todas». También es necesario escribir sobre la actualidad de la Familia Real, la de Borbón, en el punto de […]

Con motivo de un nuevo aniversario de la Constitución de 1978, en el presente artículo se pretende hacer un ejercicio de memoria histórica, en contraposición a la imagen triunfalista y de celebración de la constitución de «todas». También es necesario escribir sobre la actualidad de la Familia Real, la de Borbón, en el punto de mira por numerosos escándalos, que por vez primera suspende en una encuesta de opinión, y cuyo miembro más relevante, Juan Carlos, es calificado como el gran artífice del texto constitucional.

El texto intocable

En primer lugar, se hace necesario desmontar algunos mitos sobre la tan sacrosanta Constitución. Se nos vende como un texto producto de la participación popular, del ejercicio democrático en contraposición al totalitarismo del régimen fascista de Franco. Es necesario señalar que los grandes artífices del texto no fueron la gente de a pie. De hecho, las élites empresariales, el ejército y los políticos franquistas de toda la vida apostaban por un cambio de régimen a una democracia burguesa (en el caso del Estado español bastante limitada) en consonancia con los intereses de la clase dominante española de integrarse aún más en Europa y en la economía mundial. A este cometido le ayudaron los partidos históricos de la clase trabajadora, el PSOE y el PCE. Todos estos actores apostaron en común por un pacto desde arriba, sin apostar por un proceso constitucional con asambleas populares, con propuestas de los y las de abajo y ligada a la movilización social y trabajadora masiva durante la Transición. Asimismo, tanto unos como otros no dieron más opciones a la gente que aprobar ese texto -a todas luces muy incompleto- o la vuelta a un régimen fascista, con ruido de sables incluido. De esta manera se produjo la aprobación por referéndum del texto constitucional el 6 de diciembre de 1978.

Sin embargo, también es de justicia destacar que hubo organizaciones revolucionarias que pidieron el «No» al texto, como el caso de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria), el PSAN (Partit Socialista d´Alliberament Nacional) de Catalunya o el nuevo POUM. Aún así, organizaciones con numerosa base obrera como el PTE pidieron el voto favorable a la misma.

El texto aprobado fue una constitución que en teoría garantiza que todo ciudadano y ciudadana del Estado español tenga derecho a un trabajo y a una vivienda digna. Pero, como con tantas constituciones burguesas, las buenas intenciones se quedan en eso. Por otra parte, estas bonitas palabras -que motivaron que una parte mayoritaria de la izquierda pidiera el voto favorable a la misma- no ocultan el hecho de que en el texto constitucional se lee que el Ejército es el garante de la unidad de la única nación que reconoce -la española- o que tiene a un personaje como el rey Juan Carlos, que al ser inviolable por ley contradice el propio espíritu de igualdad formal entre ciudadanos y ciudadanas recogido en el mismo. Con el paso de los años, todas nos hemos dado cuenta de que esta constitución no tiene mecanismos que hagan efectivas las buenas palabras. Hay miles de viviendas vacías en el Estado y miles de familias sin casa; no se puede orientar la economía de una manera democrática para que los millones de parados y paradas puedan trabajar; la igualdad es tan real como que las mujeres en nuestro Estado ganan un 30 % menos que los varones por el mismo trabajo.

Una familia bien avenida

Pero, más allá de adorar la sacrosanta Constitución que no respetan ni ellos mismos (leáse políticos, empresarios y demás ralea que sostiene este sistema), como se demostró el pasado agosto cuando se limitó el techo de gasto público de manera dudosamente legal, el día 6 de diciembre se besará el suelo por donde camine el salvador de la patria, el Rey y la Familia Real. También es interesante un ejercicio de memoria histórica sobre este oscuro personaje y su Mafiosa -perdón- Familia Real.

En primer lugar, en un breve recorrido biográfico de la figura del monarca, hay que decir, más allá del asesinato -más fortuito o no- de su hermano menor o la fama de juerguista que tiene, que existen otras consideraciones más políticas. Nuestro actual jefe del Estado fue nombrado a dedo como sucesor por el dictador Franco, sin ser sometido a ninguna elección popular para un puesto que no es baladí; es el jefe de todos los ejércitos. No hay que dejar de nombrar sus florecientes relaciones con cuanto sátrapa se le cruce por el camino, como Pinochet en el pasado, Mohamed VI en la actualidad y por supuesto los dictadores de los países del Golfo Pérsico, que tanto han contribuido a engrosar su billetera. Famosos corruptos del Estado español, como Mario Conde o Javier de la Rosa, han obtenido favores del monarca.

Pero, sin duda, los hechos acaecidos durante el día 23 de febrero de 1981 serán recordados como el principio de la legitimidad de la corona ante amplias capas de la población. Mucho se ha escrito para ensalzar la figura del monarca como salvador de la democracia. Pero la realidad es que la Casa Real tarda en pronunciarse en contra del golpe, muchas horas después del comienzo del mismo, y que los militares responsables del mismo (cercanos al monarca) decían que lo hacían con conocimiento o constancia de Juan Carlos. Astutamente, una vez que el golpe fracasa, Juan Carlos aparecerá como defensor de una democracia que nunca osó defender en vida de Franco, y se alinea de esta manera en consonancia con la clase dirigente española, que apostaba por el nuevo régimen.

Más allá del escaso pedigrí democrático de nuestro jefe del Estado, no podemos dejar de nombrar la cuantiosa suma de dinero que con total opacidad (y sin tener que justificar los gastos) recibe del Estado: aproximadamente 9 millones de euros. Más allá de una crítica meramente populista, con una situación social con millones de desempleados, de pobres y con los economistas del sistema diciendo que no hay dinero para gasto social, esta asignación es un insulto a las víctimas de esta crisis. Insulto que se convierte en indignación escandalosa ante una persona con numerosos negocios en todo el mundo y cuya familia (desde la Infanta Elena, que «trabaja» de asesora en una gran empresa, pasando por el» Principito » Felipe y llegando a Iñaki Urdangarín, actualmente a la espera de juicio pero metido hasta el cuello en casos de corrupción de fundaciones que hacían negocios con los gobiernos peperos de Valencia o Baleares) obtiene dinero a espuertas más allá de los que le asigna el Estado.

Hacia un nuevo horizonte

Sin embargo, desde mi parecer algunas cosas están empezando a cambiar. Más allá del suspenso de la encuesta del CIS, en cada vez más medios de comunicación de masas (incluso de derechas) la monarquía no es tan «vaca sagrada». Cuando la clase dirigente vea que no es tan buena defensora de sus intereses, la institución monárquica será sustituida por una nueva forma de jefatura del Estado, idealmente para ellos el de una república burguesa. Pero también existe otra posibilidad: la de cambiar el mundo desde la base, abrir un nuevo proceso en sentido progresista con el horizonte de un nuevo régimen político, económico y social más allá de la constitución vigente -la de los ricos, la de los de arriba. Y, con este nuevo escenario, el de una democracia plena, el del socialismo desde abajo, podremos mandar nosotras, y no cuando quieran los ricos, a la monarquía borbónica al basurero de la historia.

Nacho Dorado es militante de En lucha / En Lluita

Fuente: http://www.enlucha.org/site/?q=node/16663