Traducido por Rocío Anguiano
El paisaje cambia ante tus ojos y en el tiempo; el tiempo que dura tu estancia.
Lo impresionante es que, en un intervalo de tiempo tan corto, entre la primera y la segunda visita, este cambio en el entorno de un mismo sitio, ya sea en la zona de Jerusalén o en Ramala, es perfectamente palpable. Un metro más en el muro, un metro más en la barrera de separación, un metro más en las maniobras de estrangulamiento. Del otro lado, aunque ese lado sea ficticio y atraviese Palestina de parte a parte, un kilómetro más de magnífica carretera para que circulen los «blancos» (aunque a un negro etíope, reconocido por el Rabinato, le dejen circular por ella). También algunos artilugios nuevos que dan al puesto de control de Qalandia un aspecto más surrealista y, por lo tanto, más amenazador por ese exceso propio del surrealismo cuando se aplica a una situación social o política. Y eso, en ese caso, tiene otro nombre: escandaloso Algunos edificios más para los Señores de la tierra, que devoran todo a su paso en una carrera intempestiva.
Los Señores en la tierra de los condenados de la tierra. El apetito de unos tapando el despojo de los otros.
Despertarse y no saber cómo va a afectar a tus ojos y tus piernas ese cambio continuo de las cosas que te rodean. Las calles que ya no podrás cruzar, la tierra que ya no podrás trabajar, la cantidad de árboles arrancados que te harán perder los frutos de un año de trabajo, o simplemente la sombra relajante de la tarde; los desplazamientos que se complican infinitamente, en lo desconocido…
¿Ganar un pequeño jornal sin ser detectado?
«¡Ah! No tienes la documentación en regla para ganarte el pan.
¿Tenías la documentación necesaria para casarte con alguien que vive a unos kilómetros del lugar de tu amorosa espera?
Pues ahora los Señores han decretado un cambio de jurisdicción.
Los palestinos viven el expolio desde hace demasiado tiempo para que el recuerdo pueda dar importancia a las fechas. Lo viven de forma lenta pero segura. Pasan la vida en tarros de cristal a cielo abierto donde el cristal unas veces es transparente y otras opaco, pero siempre resistente. «Quedaos en vuestros guetos», «no vale la pena que los demás sepan de vuestra existencia o se interesen por ella». Los Señores decidirán cuándo y cuánto molestas, qué habrá en tu plato y en qué cantidades, si eres terrorista, antisemita, corrupto, subdesarrollado, opresor de mujeres o liberticida…
Hace poco, cometisteis un acto de Posesión. Os apoderasteis de las urnas, gritasteis, llorasteis, amenazasteis: «No somos vuestros juguetes…». Votasteis contra el deseo de los Señores locales o extranjeros y a la vez dijisteis que los acuerdos de Oslo eran una cortina de humo. Los Señores intensificaron el expolio.
El reducido espacio de una cabina electoral se ha convertido en un espacio de emancipación.
Mi padre escribía en 1943, en el gueto de Vilnius:
«Vago por el gueto
de calle en calle
y no puedo encontrar un sitio, un lugar, una parada,
mi amado no está aquí
¿Cómo resistir?
Tú,
dime, al menos una palabra de consuelo.»
No sé si los palestinos hablarían así. Por mi parte, me he sentido como un zombi, un cuerpo despojado de su alma errante en este marasmo de torres de control, muros, murallas, alambradas de espino, patrullas, papeles que hay que presentar…
«¿Y SUS PAPELES???? ¿De qué tribu es? ¿Es devoto del gran manitú o de los derechos humanos (es decir, de los derechos universales de la gente de esta tierra…)?»
Vago por esta tierra con un recuerdo para mi padre, ausente (y sin embargo presente) observando este deambular de centenares de taxis, que me adelantan y frenan, a ambos lados del puesto de control.
Me pregunto si todo esto estaba oculto, escondido a la vista de los muchos militantes que llegan regularmente a este país.
Hablar de la construcción de un estado palestino viable, con Jerusalén Este como capital, me parece una broma macabra y un engaño cara a la opinión pública y más todavía hablar de un sector pacifista en Israel. Porque, incluso nuestros queridos amigos, los Justos, nos suplican que consideremos su acción en su justa medida. Estos amigos son testigos morales eficaces, en algunas situaciones. Pero, estos buenos militantes no están exentos de contradicciones. ¿Han cortado todos sus vínculos con la ocupación?
Algunos usan y abusan del maná que el Centro Peres inyecta en algunas ONG para que jueguen a «vivir juntos» mientras que el racismo aumenta entre los judíos de Israel. El 68 % de los judíos rechaza la idea de vivir en un edificio con árabes, según señala el Centro para la Lucha contra el Racismo (Haaretz del 22 de marzo de 2006). Evidentemente, no quisiera dar a entender que son ellos los que han favorecido este incremento, pero es un racismo fomentado por una expansión colonial que desemboca en una limpieza étnica, aunque algunos se indignen ante la comparación con Sudáfrica.
Sé que los palestinos son conscientes de que el corazón de sus hermanos y hermanas árabes y musulmanes late al ritmo de su sufrimiento. A su vez, los derechos humanos, los derechos de los pueblos y los acuerdos internacionales que se refieren a su supervivencia y su futuro político, en realidad valen menos que el papel en el que están escritos.
Amigos, camaradas, militantes de izquierda y humanistas, hay que parar la máquina colonial israelí enseguida.
Queremos (una vez más) que la ONU adopte por fin sanciones, que las empresas e instituciones retiren todas sus inversiones en Israel y que nosotros, ciudadanos, boicoteemos los productos o servicios de cualquier sociedad o centro de investigación que posibilite la ocupación de los territorios palestinos y favorezca el colonialismo.
Escrito tras la misión de la Federación de judíos europeos por una paz justa (EJIP – European Jews for a Just Peace) en solidaridad con la lucha del pueblo de Bili’n – marzo 2006
Llamamiento
No al terrorismo de Estado de Israel contra el pueblo palestino
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