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Líbano

¿Declaración de Guerra?

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Las tensiones se desbordaron de nuevo en el Líbano esta semana tras la acusación del líder druso Walid Jumblatt de que el grupo de oposición chií Hizbollah estaba espiando una pista utilizada por aviones privados en el Aeropuerto Internacional de Beirut, acusando a la guerrilla de estar vinculada con la serie de asesinatos de personajes anti-sirios y personal de seguridad de los últimos tres años.

En respuesta, por vez primera desde que el Acuerdo de Taif de 1989 pusiera fin a la guerra civil libanesa y se consagrara la legitimidad de la resistencia armada de Hizbollah frente a Israel, el gobierno condenó la red telefónica que forma parte del aparato de seguridad del grupo considerándola como una «ilegal amenaza al estado».

Con lo que muchos observadores valoraron de justa y correspondiente beligerancia, Hizbollah advirtió que cualquiera que intentara desbaratar su red telefónica paralela, que forma parte de su aparato militar, sería considerado como un colaborador de Israel. El Movimiento Patriótico Libre dirigido por Michel Aoun, el principal aliado cristiano de Hizbollah, calificó la prohibición gubernamental de «declaración de guerra» contra Hizbollah, una semana después de que el Departamento de Estado estadounidense renovara la calificación del grupo como «terrorista».

Además, tras una interminable sesión que se prolongó hasta poco antes del amanecer, el pro-occidental gobierno de Fuad Siniora intentó destituir de su puesto al jefe de seguridad del aeropuerto, el General Wafiq Shoucair. Shoucair es conocido por sus buenas relaciones con Hizbollah y Amal, que muchos analistas consideran necesarias dada la ubicación del aeropuerto en los suburbios del sur de Beirut, de presencia mayoritaria chií.

«En el Líbano, despedir a los altos oficiales es siempre una cuestión delicada, y me asusta que puedan aumentar las tensiones si esta destitución sigue adelante», dijo el analista de seguridad Timar Goksel. «A Hizbollah le gusta saber quién llega al país y están preocupados por los agentes extranjeros. Todos los grupos tienen allí a alguien observando quién va y quién viene, pero tener un alto aliado en el aeropuerto es sin duda importante para Hizbollah».

El Presidente del Consejo Islámico Supremo Chií, Abdulamir Qabalan, manifestó su apoyo a Shoucair. «Esto se ha convertido ya en una cuestión sectaria», dijo Amal Saad-Ghorayeb, experta en Hizbollah que habita en Beirut. «Es la primera vez que el gobierno da un paso tan provocativo. Lo que están persiguiendo, básicamente, es que los estadounidenses pasen a controlar el aeropuerto, porque quieren introducirse en el cercano Dahiyeh [los principales suburbios chiíes del sur de la ciudad]».

Saad-Ghorayeb dijo que todo podía ser parte de un plan, apoyado por los Estados Unidos, para movilizar a los chiíes y tratar de arrastrar a Hizbollah a una guerra civil. Se teme que estallen enfrentamientos internos en el grupo, porque si se enredan en combates civiles socavarán su llamamiento pan-arabista y el más amplio apoyo intersectario con que de alguna forma cuentan mientras sus armas apunten únicamente hacia Israel.

Goksel dijo que la prohibición contra la red telefónica de Hizbollah, a la que políticos anti-sirios se habían referido ya con anterioridad, sería difícil de cumplir. «El gobierno tiene todo el derecho a decirlo -que tiene el monopolio de las comunicaciones del país- pero ponerlo en práctica es algo más que eso y va a crear fricciones, sin duda», dijo Goksel, que da clase en la Universidad Americana de Beirut y fue anteriormente portavoz de la fuerza fronteriza de la UNIFIL.

Dijo también que desde la guerra de julio del 2006 contra Israel, Hizbollah ha venido trabajando para mejorar su sistema de comunicaciones. «Saben que en la próxima guerra, los israelíes pueden inmovilizar los sistemas de comunicaciones libanesas en cuestión de minutos, y entonces, ¿qué es lo que pueden hacer?».

Los últimos desarrollos parecen haber aumentado el espectro de enfrentamiento civil en un país que desde el mes de noviembre pasado no tiene presidente y que, desde el asesinato del anterior primer ministro Rafik al-Hariri hace tres años, se ha ido polarizando entre los que están a favor y en contra de Occidente.

La Federación de Sindicatos convocó a una huelga general para el 7 de mayo. Aoun pidió a sus partidarios que apoyaran la huelga, aumentando así las perspectivas de que pudiera ser ampliamente seguida, de que se politizara profundamente y de que constituyera una invitación a la violencia. Una huelga general que se produjo en enero de 2007 acabó convirtiéndose en luchas callejeras sectarias entre seguidores del gobierno y de la oposición.

Aunque Jumblatt, junto a muchos otros personajes internacionales y del país, ha acusado con frecuencia a Hizbollah de construir «un estado dentro de un estado» y planteó la cuestión de la red telefónica, no sólo fueron noticia las acusaciones alrededor de los hechos del aeropuerto sino que también empezaron a considerarse cada vez más las de asesinato. «Acusar a Hizbollah de estar vinculado con los asesinatos es un tema extremadamente sensible, especialmente para los sunníes», dijo Saad-Ghorayeb. La familia Hariri es sunní, y el Movimiento por el Futuro, anti-sirio, dirigido por Saad Al-Hariri, está estrechamente asociado con la secta.

Jumblatt acusó a Hizbollah de colocar cámaras para controlar la pista 17, la utilizada por los aviones privados, «para controlar la llegada de dirigentes extranjeros o libaneses y para secuestrar o asesinar en la carretera del aeropuerto». Y añadió: «Revelo esta información sobre Hizbollah antes de que la gente tenga que asistir a mi funeral o al del líder de la mayoría parlamentaria Saad Al-Hariri».

Saad-Ghorayeb dijo que la respuesta de Hizbollah fue menos moderada de lo habitual, lo que ilustra más aún la precariedad de la situación. «Hizbollah se manifiesta más en defensa propia de lo que lo ha hecho anteriormente, ha pasado a la ofensiva y ha declarado que los teléfonos son un arma de resistencia y que cualquiera que intente aniquilar sus líneas telefónicas está tratando de desarmarles», dijo.

Jumblatt va también intensificando las acusaciones de intromisión iraní en el Líbano, pidiendo la expulsión de su Embajador y la paralización de los vuelos desde y hacia Irán, alegando que se utilizan para transportar armas para Hizbollah.

Al-Manar, el canal por satélite de Hizbollah, informó a últimos de abril de un intento de asesinato de uno de sus cuadros en los suburbios del sur, citando como siempre a los medios israelíes pero sin confirmar la noticia. Al citar al Canal 10 de Israel, Al-Manar dijo que el atentado fue desbaratado gracias al control de una llamada en un teléfono intervenido, y preguntó si las acusaciones de Jumblatt tenían como objetivo encubrir el atentado.

El Secretario General de la Liga Árabe, Amr Moussa, de regreso en Beirut, trató de reconciliar esta semana a las dos partes, pero no parecía que tuviera nuevos ímpetus que dar a su iniciativa árabe y se espera que se marche con las manos vacías.

En ausencia de alguna medida concreta, y con las dos partes más polarizadas que nunca, es probable que se posponga por dieciochoava vez la prevista sesión parlamentaria para elegir presidente el próximo 13 de mayo. El llamamiento al diálogo del portavoz parlamentario Nabil Berri se ha quedado en agua de borrajas, a pesar de todo el estrépito ocasional a favor del mismo en el pasado por parte de Jumblatt.

«Todo está estancado», dijo Saad-Ghorayeb. «Está claro que han llegado a un punto muerto y que el grupo del 14 de Marzo no va a permitir un movimiento de unidad nacional», una demanda clave de la oposición. «Y está más claro aún que la oposición no va a aceptar una cifra de escaños inferior a la tercera parte del total».

Los observadores esperan que, durante algún tiempo, nada cambie en el escenario político libanés, probablemente hasta las elecciones parlamentarias del año próximo, salvo que una escalada militar en Líbano o en la región cambie las cartas. La esperada venganza de Hizbollah por el asesinato de su comandante militar Imad Mughniyah, del que culpa a Israel, es un potencial catalizador cuyas consecuencias son difíciles de predecir.

Enlace con texto original en inglés:

http://weekly.ahram.org.eg/2008/896/re3.htm