Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A pesar de que se han planteado y discutido vigorosamente numerosas preguntas relacionadas con la inminente solicitud de la calidad de miembro de las Naciones Unidas del Estado de Palestina, no se ha planteado una pregunta relevante. Esa pregunta es cómo podría dañar los intereses nacionales de EE.UU. la admisión de Palestina como miembro número 194 de las Naciones Unidas, lo que evidentemente sucedería si no hubiera un veto estadounidense.
Tal vez la pregunta no se ha planteado y discutido porque es imposible imaginar y citar posibles consecuencias adversas -por lo menos para EE.UU. y el pueblo estadounidense- que justifiquen un veto.
Aunque las consideraciones legales nunca han influido fuertemente en la actitud estadounidense hacia Israel y Palestina, vale la pena señalar que, desde noviembre de 1988, cuando se proclamó formalmente el Estado de Palestina, la reivindicación palestina de soberanía (el equivalente al nivel de Estado de título o propiedad) sobre el 22% restante de la Palestina del Mandato que Israel conquistó y ocupó en 1967 (aparte de Jerusalén Este expandido, donde la pretensión de soberanía se rechaza universlmente) no ha sido disputada ni literal ni legalmente.
Jordania renunció a su reivindicación de soberanía sobre Cisjordania en junio de 1988. Aunque Egipto administró la Franja de Gaza durante 19 años, nunca hizo valer su soberanía al respecto. A pesar de que Israel anexó formalmente Jerusalén Este y un arco de territorio circundante (una anexión que no ha sido reconocida por ningún otro Estado), se ha abstenido durante 44 años de reivindicar su soberanía sobre cualquier otra porción de Cisjordania o la Franja de Gaza, un acto que hubiera provocado preguntas embarazosas sobre los derechos (o la falta de ellos) de los que viven allí.
También vale la pena señalar que los cuatro criterios codificados en la Convención de Montevideo sobre los Derechos y Deberes de Estados para que un Estado exista bajo el derecho internacional -una población permanente, un territorio definido, un gobierno y la capacidad de iniciar relaciones con otros Estados- evidentemente son cumplidos por el Estado de Palestina, que la Convención de Montevideo, como tratado ratificado, al cual no se ha renunciado, tiene el estatus de ley interna en EE.UU. y que el derecho nacional e internacional exigen que el gobierno de EE.UU. respete y observe sus provisiones.
Más de 120 Estados miembro de la ONU (incluidos 15 de los 20 Estados más populosos del mundo, que cubren la vasta mayoría de la humanidad) ya han otorgado su reconocimiento diplomático al Estado de Palestina, y se espera que hagan más Estados a medida que se acerque la votación sobre su calidad de miembro.
Ya que no existe un argumento legal verosímil de que el Estado de Palestino todavía no cumple los criterios convencionales y consuetudinarios del derecho internacional para la calidad de Estado soberano, cualquier decisión de oponerse a su solicitud de miembro de la ONU se basaría necesariamente en consideraciones puramente políticas.
Ya que poca gente en vida puede recordar la última vez que EE.UU. ha desobedecido a Israel, se supone ampliamente que es inevitable que vete la solicitud de calidad de miembro del Estado de Palestina. Por cierto, muchos comentaristas aseveran que ha prometido públicamente que lo hará. Aunque el gobierno de EE.UU. se esfuerza desesperadamente por impedir una votación en el Consejo de Seguridad sobre la calidad de miembro de Palestina, está lejos de ser seguro que haya prometido imponer su veto o, incluso aunque lo haya prometido, que realmente lo haga.
Al dirigirse a una sesión especial del Consejo de Seguridad sobre Medio Oriente el 26 de julio, el representante estadounidense declaró respecto a la iniciativa de otorgar la calidad de miembro de la ONU a Palestina: «EE.UU. no apoyará campañas unilaterales en las Naciones Unidas en septiembre o en cualquier otra ocasión». Dejando a un lado la absurda iniciativa israelí de calificar un llamado al apoyo de toda la comunidad internacional de acción «unilateral», lo que es importante en esta formulación es lo que no dijo. No dijo que EE.UU. se opondrá a la solicitud de la calidad de miembro de Palestina y que impondrá su veto para derrotarla. Si EE.UU. hubiera llegado a una decisión firme de vetar, habría sido la ocasión lógica para decirlo.
Además, el negociador palestino Saeb Erekat, cuando se le preguntó en una entrevista del 7 de septiembre en Los Angeles Times si los estadounidenses habían dicho a los palestinos que impondrán su veto, replicó: «EE.UU. nos dijo que la ONU no es una opción que apoyará. Espero que no veten. ¿Cómo explicarían un veto?»
Por cierto, aunque sea difícil imaginar algún daño potencial para los intereses nacionales estadounidenses como resultado de la aceptación de Palestina como miembro de las Naciones Unidas, las consecuencias adversas para EE.UU. de un bloqueo de la calidad de miembro de Palestina son claramente obvias. Un veto estadounidense sería un disparo en sus dos pies, aislando aún más a EE.UU. del resto de la humanidad e indignando a los ya agitados e inestables mundos árabe y musulmán (sobre todo incluidos Egipto, Iraq, Afganistán, Pakistán y Turquía).
Al considerar si vetar o abstenerse, convendría que Barack Obama volviera a leer un artículo del príncipe Turki Al-Faisal, veterano jefe de la inteligencia de Arabia Saudí y ex embajador en EE.UU., que fue publicado el 10 de junio en el Washington Post, en el cual advirtió: «Habrá consecuencias desastrosas para las relaciones entre EE.UU. y Arabia Saudí si EE.UU. veta el reconocimiento de la ONU de un Estado palestino. Marcaría un nadir en la relación durante décadas y dañará irrevocable el proceso de paz israelí-palestino y la reputación de EE.UU. entre las naciones árabes. La distancia ideológica entre el mundo musulmán y Occidente en general se ampliaría y las oportunidades de amistad y cooperación entre los dos desaparecerían.»
A menos que la única preocupación del presidente sean sus perspectivas personales de reelección, no se puede excluir que el gobierno estadounidense pueda poner, excepcionalmente, los intereses nacionales de EE.UU. por sobre los deseos del gobierno israelí y se abstenga cuando llegue el momento.
Si el gobierno de EE.UU. decidiera desafiar a la mayoría de la humanidad y depositara su veto, dañaría mucho más a EE.UU. y a Israel de lo que dañaría a Palestina, descalificando definitivamente a EE.UU. del mantenimiento de su control total monopolístico sobre cualquier «proceso de paz» -lo que, ya que los objetivos de EE.UU. son indistinguibles de los de Israel, podría solo ser una ventaja para Palestina-. La iniciativa de este mes en la ONU es una propuesta en la que Palestina solo puede ganar.
El problema en la ONU este mes no es, como se ha informado erróneamente con tanta frecuencia, si Palestina declarará su independencia. (Lo hizo hace 23 años). El problema en la ONU este mes es si los ‘Estados Unidos de América’ llegan a declarar su independencia.
John V. Whitbeck es abogado internacional y ha asesorado al equipo negociador palestino en negociaciones con Israel.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2011/09/09/will-the-us-declare-independence-at-the-un/
rCR