Traducido para Rebelión por Caty R.
La guerra que llevan a cabo los sucesivos gobiernos israelíes contra sus vecinos desde 1948, no es únicamente militar. También es una guerra psicológica y de propaganda en la que los israelíes, desde siempre, son maestros. Cuando las mentiras ya no bastan para enmascarar sus crímenes, utilizan la memoria del Holocausto y la acusación de «antisemitismo» como armas. Esto es muy chocante. Sobre todo porque nuestros gobiernos ceden a esa presión.
Pero cuando son los movimientos progresistas y las asociaciones de apoyo a los palestinos las que, de alguna forma, interiorizan esa propaganda y llegan a utilizar el anatema del «antisemitismo» para acallar las voces que afectan al núcleo del problema -el nacionalismo sionista, una ideología racista, la herramienta de destrucción de Palestina y del pueblo palestino- todavía es más chocante. El último ejemplo procede de nosotros mismos y desgraciadamente lo ha proporcionado la Asociación France Palestine Solidarité (AFPS)
El historiador Paul-Éric Blanrue, autor del libro Sarkozy, Israel et les juifs (1), recientemente se ha convertido en objetivo -así como otras personas- en el sitio denominado «d’informations antifascistes» REFLEXes, en un artículo sin firma titulado «Procès Dieudonné-Faurisson: ¡la Cour des Miracles négationnistes!» (Proceso Dieudonné-Faurisson: ¡la Corte de los Milagros negacionistas!). Un artículo de baja estofa cuyo autor se esconde tras el anonimato y utiliza con abundancia los procedimientos de «culpabilidad por asociación» de los mejores tiempos del MacCartismo. La AFPS, curiosamente, lo ha publicado en su sitio oficial sin ningún comentario introductorio, lo que da a entender que no tiene nada que objetar a su contenido (2).
El artículo, de paso, cuestiona al físico belga Jean Bricmont, en los mismos términos, por haber apreciado la lectura de la obra de Blanrue: «Encontramos incluso que el libro se cita como ejemplo por ciertos medios pro palestinos que en los últimos tiempos, en nombre del antisionismo, se prestan a numerosos compromisos, como Jean Bricmont (…)».
Este último ha respondido punto por punto a los argumentos del autor anónimo a quien la AFPS acababa de ofrecer su tribuna. A continuación, la AFPS señaló que difundía el texto de Bricmont en su sitio a título de un «derecho de respuesta» (que Bricmont no había pedido) teniendo cuidado de precisar que no está de acuerdo con su posición (la negrita es nuestra): «Jean Bricmont desea que publiquemos esta reflexión que le ha inspirado el artículo de REFLEXes publicado en nuestros sitio y en el cual se le menciona directamente (…) Huelga decir que la publicación de ese artículo no compromete en nada la posición de la AFPS en la materia, que se trata del libro de Blanrue, de Dieudonné, de la concepción de la extrema derecha, de la libertad de expresión o todavía de la izquierda antifascista… Nosotros no compartimos las posiciones de Jean Bricmont…» (3).
Pero, ¿qué es en esencia lo que dice Jean Bricmont y la AFPs no comparte?
– Acerca de la libertad de expresión, Bricmont señala que «defender la libertad de expresión de alguien no significa en absoluto aprobar las ideas de esa persona. La defensa deriva únicamente de una reflexión sobre los principios de derecho en los que se basa una sociedad democrática», en que «en una sociedad realmente democrática, necesariamente habrá tal cantidad de opiniones que es imposible estar de acuerdo con todas», pero que «la expresión de todas esas ideas, por muy disparatadas y contradictorias que sean entre sí, debe ser legal»
– Con respecto a Dieudonné, Bricmont señala: «se pide un año de prisión (condicional) contra Dieudonné por un sketch. Obviamente somos libres de juzgar ese sketch de muy mal gusto o insultante y condenarlo moralmente. Pero, ¿un año de prisión (aunque sea condicional)? ¿Qué dirían a los negros y musulmanes que pueden sentirse insultados por otros sketchs (incluidos algunos de Dieudonné)?
– Sobre Blanrue, Bricmont precisa: «He leído el libro de Blanrue y me parece saludable. Aunque menos completo, es un poco el ‘Mearsheimer y Walt‘ francés, en el sentido de que, por primera vez, pone el dedo en la llaga sobre un problema fundamental de nuestras sociedades, a saber, la extraordinaria influencia sobre nuestra vida política de las redes pro israelíes (o del lobby pro israelí, como dicen Mearsheimer y Walt)».
– En cuanto a la extrema derecha, Bricmont se pregunta dónde se sitúa realmente en la actualidad, y se permite cuestionar la buena conciencia de los autoproclamados «antifascistas»:
«Reconozco (…) que tengo un pequeño problema con la noción de extrema derecha en Francia. Para los ‘antifascistas’, la extrema derecha son exclusivamente las personas son sospechosas de ser nostálgicas de Vichy, de la monarquía, de la Argelia francesa, muy ‘soberanistas’ para su gusto o incluso, para algunos, los ‘islamo-fascistas'».
Después señalar que la apología de la guerra en Gaza, en Líbano, en Afganistán y en Iraq, y la defensa de las políticas discriminatorias de Israel no son un hecho de la «extrema derecha», sino de muchas personas que se sitúan a la izquierda, añade: «Si se amplía así la noción de extrema derecha (que me parece justificado desde un punto de vista conceptual e histórico), uno se da cuenta de que el gobierno francés, la mayoría de los medios de comunicación y de los intelectuales, y por supuesto una buena parte de la ‘izquierda antifascista’ son de extrema derecha, lo cual complica considerablemente la necesaria ‘lucha contra la extrema derecha'».
Bricmont resume así su posición (las negritas son nuestras):
«Finalmente, es una pena ver que artículos como el de REFLEXes se difunden por asociaciones pro palestinas como la AFPS (o Bellaciao). Por supuesto tienen derecho a hacerlo, ésa no es la cuestión. Pero el hecho de publicar determinados artículos en lugar de otros es una elección política, y la elección puede ser discutible. Ya que dicha elección significa que la prioridad, para esas organizaciones, no es defender la libertad de expresión, sino más bien la de seguir la corriente en la denuncia de los ‘malos’ (Dieudonné, Blanrue, etcétera).
No se puede ignorar que el discurso sobre el Holocausto está instrumentalizado para apoyar a Israel y para acallar las críticas (no se trata de ‘cuestionar el Holocausto’, sino de preguntarse ¿por qué ese suceso debe determinar nuestra política exterior?). La época en la que a la mayoría de la gente le gustaba Israel ‘la única democracia de Oriente Medio’, ‘la ciudad en medio de la jungla’, etcétera, ya ha pasado. La etapa que queda por superar para que sea posible otra política hacia Oriente Medio, es la de liberar la palabra y eliminar la intimidación y la culpabilización relacionadas con todo lo que concierne a Israel y al sionismo.
La ‘solidaridad con Palestina’ empieza aquí, principalmente en la lucha contra las redes pro israelíes. Difundir y dar a conocer el libro de Blanrue, o el de Mearsheimer y Walt, defender la libertad de expresión, ayudar a liberar el discurso y a abrir el debate, eso es realmente ‘ayudar al combate de los palestinos’, y es ayudar de forma esencial.
No tenemos que demostrar a los sionistas que somos ‘gentiles’ ‘desmarcándonos’ sin parar de uno u otro que han expresado opiniones muy severas o muy francas, sino demostrar que somos libres y que ya ha pasado el tiempo de la intimidación».
El comportamiento de la AFPS en este asunto es, al mismo tiempo, extremadamente chocante, extremadamente revelador y en realidad, como vamos a ver, no es sorprendente. (Tenemos que precisar desde el principio que cuando nos referimos aquí a «la AFPS» estamos hablando de sus dirigentes, de quienes definen y orientan las estrategias del movimiento, y no del conjunto de los militantes, cuya dedicación admiramos).
¿Cómo se puede aceptar que la AFPS, una de las principales asociaciones francesas de solidaridad con Palestina, ponga a disposición, sin reservas, una tribuna a personas que se esconden tras el anonimato para arrojar el descrédito sobre otras personas cuyas reflexiones pueden contribuir a ampliar el debate sobre la cuestión palestina? ¿Qué pretenden esas acusaciones que hablan de un presunto «antisemitismo» a las que AFPS da la voz?
Más que tomarla con esas personas, aunque a algunos les desagrade su particular manera de hablar de la naturaleza del Estado judío, antes que arrojar sobre ellos la sospecha y alimentar la división, ¿no es al agrupamiento de todas las fuerzas disponibles a lo debería dedicarse una asociación de solidaridad con Palestina?
De todas formas, prestarse a esas maniobras que tienen como objetivo desacreditar las voces que pueden molestar a ciertos dirigentes de la solidaridad, es un procedimiento poco brillante.
Las numerosas personas a quienes han chocado las posiciones de la AFPS en el pasado y nos lo han hecho saber, aquí se plantean, de manera más insistente que nunca, un cierto número de cuestiones, y especialmente éstas: ¿Exactamente qué política ha seguido hasta ahora esta asociación? ¿Está claro que se moviliza prioritariamente para defender la causa palestina? ¿Esta política ha apoyado o por el contrario ha obstaculizado la lucha de los palestinos? Si no ha apoyado dicha lucha, ¿en beneficio de quién ha llevado a cabo esta política? Plantearse estas cuestiones no es enjuiciar el conjunto de la acción de la AFPS, sino centrar el debate en lo que importa: la lucha del pueblo palestino y el mejor apoyo que podemos aportar.
Lejos de «liberar el discurso» y así contribuir «de forma esencial» a la lucha de los palestinos, como propone con razón Bricmont, la AFPS, al contrario, viene a señalar -frente a sus lectores y militantes- su desacuerdo con él. Lo que da a entender, al avalar el texto anónimo de REFLEXes, es que seguirá señalando a quienes se arroga el derecho de excluir como «antisemitas», «negacionistas», etcétera (3).
¿El papel de la AFPS es asociarse a las calumnias de individuos que actúan, entre nosotros, con los mismos métodos que los colonos judíos en Palestina: la deshumanización, la exclusión?
Sin embargo, claramente debería ser el sufrimiento de los palestinos encerrados en guetos miserables por el ocupante israelí, bajo la amenaza permanente de colonos judíos abiertamente racistas y bajo la opresión de un ejército colonial de ocupación que los asesina sin cesar desde hace mucho tiempo, lo que debería preocupar a la AFPS. Es urgente poner remedio a esta situación que debería estar en el centro de sus preocupaciones.
Es allí, en Palestina, donde existen un auténtico peligro y una verdadera discriminación ¡No aquí! Es allí, en Israel, donde hay una labor de un racismo generalizado, así como una segregación religiosa y étnica. Es en Israel donde está la negación del otro y un gobierno fascista. ¡No aquí!
Lo que también debería preocupar y movilizar la atención de la AFSP es la extensión del racismo hacia los árabes y musulmanes que se está desarrollando en nuestras sociedades laicas por la instigación de los propagandistas pro israelíes omnipresentes, adeptos a la doctrina del «choque de civilizaciones» (4). La islamofobia que conlleva la propagación del miedo y el odio al Islam con fines políticos. La satanización y la deshumanización de los musulmanes y los árabes para presentar como inevitables los crímenes cometidos contra ellos por los ejércitos ocupantes. El uso continuado del «antisemitismo» como instrumento de presión por parte Israel y las organizaciones judías sobre nuestros gobiernos.
Las calumnias a presuntos «antisionistas» de quienes se sirven de su posición en las asociaciones de defensa de los palestinos para aislar, intimidar, dividir, excluir, y asegurarse el control sobre la información, han durado demasiado: deberían prohibirse (5).
¿El papel de una asociación como la AFPS no debería ser, en vez de hacerse eco de un antisemitismo ampliamente imaginario (¡el propio Jacques Attali admitió recientemente que no existe!), dedicarse a defender a las víctimas, tanto de la política criminal del Estado judío como de aquellos que utilizan esta arma fácil -pero desgraciadamente eficaz- del «antisemitismo», del «negacionismo»? ¿No debería ser apoyar plenamente a la resistencia palestina -aunque esté representada por movimientos religiosos como Hamás y la Yihad- y darle un apoyo total?
Por desgracia, la AFPS no ha desempeñado ese papel (al menos hasta ahora). Para convencernos, basta con revisar a las personas a las que, durante estos años cruciales y peligrosos para los palestinos, la AFPS ha dado prioritariamente la palabra (6). Numerosos militantes y simpatizantes nos han dicho que han visto, con consternación y cólera, cómo la AFPS se aferra a estrategias políticas contraproductivas -a las estrategias que responden claramente, punto por punto, tanto a los muy particulares intereses del «campo de la paz israelí» como a los intereses personales de los dirigentes o representantes de la Autoridad Palestina y la OLP, a quienes tres cuartas partes del pueblo palestino rechaza porque encarnan la corrupción y el colaboracionismo con el ocupante (7).
Después de las elecciones que llevaron a Hamás al poder en enero de 2006, se habría podido esperar que la AFPS hiciera autocrítica y un cambio de rumbo. Pero ha seguido considerando a los portavoces de la AP y a los delegados de la OLP como representantes legítimos del pueblo palestino, mientras que los ministros del gobierno de Hamás (8), así como los parlamentarios de dicho movimiento son encarcelados y torturados en Israel con la complicidad tácita de la AP; y, más grave todavía, los resistentes y los simples simpatizantes de Hamás están siendo perseguidos, torturados y asesinados por las fuerzas de seguridad de Mahmud Abbas (9). La AFPS no puede ignorar que si el pueblo palestino ha otorgado su confianza a Hamás es porque éste encarna a sus ojos la honradez y la resistencia al ocupante.
Porque, curiosamente, esta victoria del pueblo palestino se ha sentido como una catástrofe por numerosos dirigentes de la AFPS que apoyaban a los «laicos» contra los «islamistas» y que habrían querido que ganasen los «moderados» de Fatah. En esos términos Bernard Ravenel, ex presidente de la Asociación France Palestine Solidarité, declaró su consternación en un artículo del 22 de febrero de 2006: «Es el hundimiento del mundo palestino que he conocido, laico, democrático, ‘de izquierda'» (10).
¿Cómo explicar esa toma de partido a favor de un poder que llevó la causa palestina al naufragio? Porque, en realidad, la AFPS nunca se posicionó como un movimiento de apoyo a la lucha de liberación nacional del pueblo palestino y su resistencia contra la limpieza étnica. Una lucha que, recordémoslo, conlleva tres reivindicaciones fundamentales: 1) El fin de la ocupación y la colonización de todas las tierras árabes y el desmantelamiento del muro; 2) La igualdad de derechos de los palestinos del 48 que viven en Israel; 3) El derecho al retorno de todos los refugiados a sus casas, de donde los colonos judíos los expulsaron en 1948.
Aunque las consecuencias desastrosas de las conversaciones de Madrid y de los Acuerdos de Oslo ya las predijeron palestinos lúcidos como Edward Said (11); aunque era evidente que los compromisos de la Autoridad Palestina sólo llevarían más sufrimiento al pueblo palestino, desgraciadamente, la AFPS ha persistido en apoyar ciegamente el proceso de Oslo (12), condenando así a los militantes de la solidaridad al papel de auxiliares de una estrategia de negociación perdida de antemano. Una estrategia que reducía la lucha de liberación nacional a discusiones ilusorias y sobre todo permitía a los dirigentes de la Autoridad Palestina y a sus representantes adquirir privilegios económicos y afirmar su poder con el apoyo de Occidente e Israel.
La AFPS nunca quiso entender, después, los gritos de alarma de militantes lúcidos que, como Pierre-Yves Salingue, no podían aceptar que el movimiento de solidaridad con los palestinos se convirtiese en un movimiento «por la paz» (13), mientras que su vocación era la de trabajar en apoyo de su lucha de liberación nacional. Salingue denunció esa estrategia en estos términos: «Se trata de un movimiento de apoyo a la búsqueda de la paz, animado por la creencia de que la paz es posible conjugando el Estado judío de Israel y las aspiraciones de los palestinos. Pero la historia ha demostrado que ésa es una ecuación imposible de resolver, porque la lógica del Estado sionista de Israel es estrictamente antagónica con la satisfacción de las exigencias legítimas del pueblo palestino» (14).
Las cuestiones planteadas siguen sin respuestas. Está mal visto criticar el proceso de Oslo; mal visto decir que el robo de la tierra palestina empezó en 1948; mal visto hablar del derecho de retorno de los refugiados (porque reconocer ese derecho cuestiona la legitimidad de Israel desde su fundación, y no sólo en lo que respecta a los territorios ocupados desde 1967). Está mal visto criticar la «solución de los dos Estados» que conduciría al reconocimiento del Estado de Israel como «Estado judío», a la exclusión de los árabes palestinos que viven en Israel y a la negación del derecho de retorno de los refugiados a sus casas; mal visto denunciar el pretendido «proceso de paz» en el que se hunde la AP y que permitiría manifiestamente al ocupante proseguir a marchas forzadas su colonización.
Esto explica por qué se ignoran los textos procedentes de intelectuales, analistas políticos o militantes palestinos que no se ciñen a la línea seguida por la AFPS; textos que condenan la continuación de negociaciones que no llevan a nada, que rechazan la fábula de la «solución de dos Estados» y llaman al desmantelamiento de la Autoridad de Ramala al señalar que «los acuerdos de Oslo crearon una nueva burguesía palestina cuyos intereses están vinculados a la continuación de la ocupación israelí…» (15).
Esto explica también por qué son los portavoces del «campo de la paz israelí» quienes han ocupado un lugar preponderante en la orientación política de la AFPS (16). Y permite comprender -vista la desastrosa evolución de la situación de Palestina desde el año 2000- por qué las voces de los que nunca se han adherido a esa línea política se han percibido como muy peligrosas por ciertos dirigentes del movimiento de solidaridad. Las acusaciones de «antisemitismo» sirven para hacerlas callar, o al menos para volverlas inaudibles.
Después de la carnicería de Gaza de 2008-2009 hemos visto, y eso es positivo, a los responsables de la solidaridad modificar radicalmente su discurso (17). Pero los que tienen un poco de memoria siguen atentos: recuerdan que, todavía hasta ayer, la AFPS formaba parte de agrupaciones «para una paz justa en Palestina-Israel», en las que Michel Warschawsky y Dominique Vidal compartían el micro con Leila Shahid, delegada general de Palestina en Francia, en presencia de un público ávido de comprender los auténticos objetivos y actuar correctamente (18). Sin embargo, los dirigentes de la AFPS no pueden ignorar que a pesar de sus habilidades oratorias, Leila Shahid, la portavoz de la Autoridad Palestina, sólo representa a un poder hecho de los intereses de una pequeña élite negociante que saca grandes beneficios del «proceso de Oslo», y que su concepción de la lucha de liberación está en las antípodas de aquella a la que aspira el pueblo palestino (19). Shahid representa una política -la de la Autoridad Palestina- que no se arriesga a cuestionar la «legitimidad» de Israel ni su «¡derecho a existir en las fronteras seguras y reconocidas !»
Para Israel, la Autoridad Palestina y los representantes de la OLP son los socios ideales para proseguir la colonización y la expulsión de los palestinos de sus tierras.
¡Y qué decir de ese otro socio privilegiado de la AFPS, Elías Sambar, observador permanente de Palestina de la UNESCO! Ferviente defensor de Oslo, nunca ha perdido una oportunidad para satanizar a Hamás, incluso después de la victoria de éste en las elecciones y, más recientemente, vincularlo con los chiíes de Irán, haciéndose eco así de la propaganda difundida por Israel. Para demostrar que el sufrimiento palestino no es su problema, después de la masacre de Gaza en 2008-2009, tuvo la poca vergüenza de elogiar a «esta policía palestina, ya unificada, que ha tomado las riendas» en Nablús y en Yenín. Una policía que, ahí es nada, ha sido entrenada por el general estadounidense Keith Dayton (coordinador de la seguridad estadounidense para Israel y la Autoridad Palestina) ¡para liquidar, en colaboración con el ocupante, la resistencia de su propio pueblo! (21). Y de la que Bernard Kouchner -el jefe de la diplomacia francesa, que ha tomado el relevo de Washington en la defensa de los intereses de Tel Aviv en la región desde la derrota de la era Bush- ha elogiado claramente los méritos (21).
Pero el socio que más ha marcado con su impronta el movimiento de solidaridad es el israelí Uri Avnery, fundador de Gush Shalom (El bloque de la paz), cuya columna semanal publica la AFSP. Un socio plantado, sin embargo, en posiciones incompatibles con los objetivos de la lucha del pueblo palestino por su liberación nacional, especialmente en la cuestión del derecho de retorno de los refugiados: el principio racista «dos Estados para dos pueblos» es, para Avnery, la base del compromiso histórico, y dice «está claro que el retorno de millones de refugiados palestinos al Estado de Israel cambiaría completamente el carácter del Estado, contrariamente a las intenciones de sus fundadores y de la mayoría de sus ciudadanos…» (22).
Otra señal preocupante. La AFPS no ha denunciado firmemente, que sepamos (23), a los parlamentarios europeos -incluidos los de izquierda- que en 2003 votaron casi por unanimidad la inscripción de Hamás en la lista de terroristas (24), dando así luz verde a Israel para ejecutar «preventivamente» a los dirigentes de Hamás o de la Yihad, es decir, a los resistentes que dicha votación convirtió en «terroristas». La AFPS no ha dicho nada, que sepamos, cuando la ilegítima Autoridad de Ramala congeló las cuentas de las organizaciones de caridad musulmanas, privando así a las familias palestinas más desprovistas de una ayuda que necesitan desesperadamente.
Hemos expuesto en varios artículos (25) la decepción manifestada por la población palestina al ver a Yasser Abed Rabbo, el asesor del difunto Yasser Arafat, y a la delegación palestina en Ginebra en 2003, promover una presunta iniciativa de paz (26) que la población repudiaba. Estuvimos allí y vimos con qué desesperación los palestinos sitiados los veían festejar, durante ese carnaval, al lado de oficiales y generales israelíes, especialmente con el ex presidente del Shabak, considerado un auténtico asesino. Eso ocurría en el invierno sangriento cuando Israel aprovechó esa mascarada, que reunió a toda la flor y nata mundial en Ginebra, para lanzar mortíferas operaciones militares en el distrito de Nablús y en Gaza.
Para los que vieron ese alboroto diplomático como una nueva estafa, resulta muy chocante comprobar que la AFPS no condenó firmemente, desde el principio, esa enésima iniciativa de paz que Ilan Pappé -uno de los pocos israelíes que dice las cosas como son- había denunciado, con razón, y calificado de «pompa de jabón».
Al proporcionar una tribuna a los militantes israelíes omnipresentes en el ámbito internacional (Gush Shalom, Paz ahora, etcétera), que sobre toda una serie de puntos tienen el interés no confesado de consolidar las adquisiciones ilegales del Estado de Israel y la «normalización» entre el ocupante y el ocupado, la AFPS no ayuda a la causa que dice defender. No desempeña el papel que debe asumir un movimiento de apoyo a la lucha de liberación nacional. No apoya, como debería, la lucha definida por el conjunto de las fuerzas palestinas hostiles al espíritu de Oslo y su derecho a la resistencia bajo todas sus formas, armada o civil (27). En 2002 y 2003, tanto en Cisjordania como en Gaza, muchos resistentes palestinos nos hablaron de su hastío del desfile de grupos internacionales en «misión civil» escoltados por los notables de Fatah y del Frente Para la Liberación de Palestina -con la exclusión de Hamás y la Yihad- que lo único que hacen es acentuar la división, el sufrimiento y las rencillas entre los palestinos en vez de contribuir a su unidad.
Los palestinos que han pagado con sangre las traiciones de la Autoridad de Ramala (28) no pueden entender que los principales dirigentes del movimiento de solidaridad internacional hayan elegido el campo de los colaboracionistas y no el de la resistencia. Sin embargo ya estaban avisados desde el principio; las innumerables carnicerías que, especialmente desde 2005, han arrojado a la población de Gaza al horror, quizás habrían podido evitarse si, desde los años 90, los estrategas de la solidaridad hubieran escuchado la voz de los palestinos que, como Edward Said, habían denunciado la superchería de Oslo.
Teniendo en cuenta sus orientaciones, la AFPS tergiversa desde hace tiempo con respecto a la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones, contra Israel), lanzada en 2005 por la sociedad civil, y en la que participan todas las facciones nacionales e islámicas palestinas (29). Porque la llamada BDS plantea claramente las tres reivindicaciones fundamentales de la lucha de liberación nacional palestina basadas en el derecho internacional.
La resistencia de la población de Gaza, los horrores de diciembre 2008/enero 2009 -más mortíferos todavía que todos los que Israel le infligió desde 2005 (30)- y la onda expansiva que produjeron, acabaron obligando a todas las asociaciones de solidaridad, entre ellas la AFPS, a comprometerse sin reticencias en la campaña BDS -a despecho de la hostilidad declarada de Uri Avnery por el boicot- (31).
Eso permite esperar que las cosas vayan en el buen sentido. Especialmente porque los promotores de la campaña BDS han expresado con claridad que consideran que son ellos mismos quienes deben determinar los contenidos de su acción y que no están dispuestos a que se los dicten desde el exterior; y que hay que respetar las exigencias fundamentales: el fin de la ocupación y la colonización de las tierras árabes y el desmantelamiento del muro; la igualdad de derechos para los palestinos que viven en Israel y el derecho de los refugiados palestinos a volver a sus casas y propiedades como estipula la Resolución 194 de la ONU.
Cortando en seco las presiones de las asociaciones de solidaridad que reclamaban un papel político de decisión conjunta -papel que se han habituado a ejercer y les permitía seleccionar lo que les convenía de las reivindicaciones palestinas (32)-, Omar Barghuti, uno de los miembros fundadores de la campaña, nos decía en 2007: «Como palestino, no puedo aceptar que cualquiera, en el movimiento de solidaridad, me diga lo que estoy o no estoy autorizado a proponer o defender. Somos nosotros quienes decidimos qué se autoriza. Incluso las personas que tienen principios muy sólidos en el movimiento de solidaridad con los palestinos son nuestros socios, nuestros compañeros, pero no son «nosotros». No deben hablar en nuestro lugar como si nosotros hubiéramos dejado de existir (33)
En conclusión, frente a las atrocidades crecientes -no hay palabras para describirlas- que sufre cotidianamente el pueblo palestino, todos tenemos la obligación de hacer todo lo que podamos para acabar con ellas. Palestina necesita la lealtad y la unión de todas las fuerzas disponibles. Ya hay demasiadas víctimas. Demasiado sufrimiento. Demasiada desinformación.
Las orientaciones estratégicas del movimiento de solidaridad tienen que debatirse libremente. Es primordial hablar de lo que no ha funcionado. Sobre todo cuando se trata de una asociación de la importancia de la AFPS que, por el número de sus miembros y los fondos de que dispone, ocupa una posición preponderante. Asfixiar el debate es hacer un mal servicio a la causa que se pretende defender. La vida está en juego en Palestina.
Cuando fui por primera vez en 2002, con la curiosidad de una periodista, no había tomado ningún partido. Quería entender qué pasaba. Volví desesperada e indignada. Desde entonces no he dejado de dar testimonio.
Los errores de las estrategias y los malos cálculos se pagan en lágrimas y sangre en palestina. Me ha parecido esencial recordarlo aunque lo que precede no ha sido fácil de escribir y me ha resultado muy doloroso tener que señalar a personas o agrupaciones.
Ya es hora de escuchar las voces que aportan otros enfoques diferentes de los de Uri Avnery y otros tenores del «campo de la paz» israelí; de escuchar a quienes recuerdan que la cuestión palestina no es la historia de un «conflicto» (34), sino la historia de un expolio que exige que el Estado de Israel devuelva a los palestinos todo lo que les ha robado.
Y si realmente se quiere apoyar la causa palestina, no se puede dar crédito a los que utilizan el «antisemitismo» para asfixiar el debate. En esa perspectiva opino también, parafraseando a Jean Bricmont, que «defender la libertad de expresión, ayudar a liberar el discurso y a abrir el debate, es realmente ‘ayudar a la lucha de los palestinos’, y es ayudarlos de forma esencial»
Notas
(1) Ver: http://www.france-palestine.
(2) Ver: http://www.france-palestine.
(3) Bernard Ravenel, ex presidente de la AFPS, incluso fue condenado por la justicia por este tipo de prácticas. Ver «L’accusation d’antisémitisme ne fait pas toujours recette«, Silvia Cattori, 23 de mayo de 2008.
(4) Ver: «Les propagandistes«, Silvia Cattori, 31 de agosto de 2005.
(5) Ver: «Palestine : l’ampleur de la tragédie exige un soutien sans faille«, Silvia Cattori, 30 de enero de 2005.
(6) Ver la entrevista de Pierre-Yves Salingue por Silvia Cattori (II – La solidarité : les racines de l’impasse), 15 de noviembre de 2005.
(7) Con respecto a la elección de Mahmud Abbas tras la muerte de Arafat, Jean-François Legrain, investigador en Ciencias Políticas en el CNRS y especialista en Oriente Próximo, señalaba : «Hay 775.000 participantes en la votación, es decir, el 71% del millón cien mil electores inscritos, que no representarían más que el 60% del millón ochocientos mil electores potenciales. Ese 71% no representa más que el 43% del electorado potencial. Eso relativiza la movilización de la sociedad palestina e indica que el resultado de Mahmud Abbas no es más del 62% como presenta oficialmente, sino que se reduce al 27%, es decir, un poco más de un cuarto, únicamente, del electorado potencial. Ver: «Un avenir lourd de menaces -Conférece de JF Legrain«, 19 de enero de 2005.
(8) Ver:
– «Nasser Shaer : Les Palestiniens sont unis face aux sanctions«, Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 4 de agosto de 2006. En español: http://www.rebelion.org/
– «Tasneem Shaer: Mon père n’est pas un terroriste«, Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 28 de agosto de 2006. En español: http://www.voltairenet.org/
(9) Ver:
– «Un jeune homme meurt sous la torture dans une prison palestinienne«, Silvia Cattori, 15 de junio de 2009.
– «Exécution sommaire d’un membre du Hamas filmée sur le vif«, Silvia Cattori, 24 de mayo de 2007.
(10) Ver: «Réflexions et interrogations sur un torunant historique«, Bernard Ravenel, France-Palestine.org, 22 de febrero de 2006.
(11) Desde el principio, Edward Said denunció severamente las conversaciones de Madrid y la declaración de Oslo. Ver: «Edward Said, 1935-2003«, Thehindu.com, 27 de septiembre de 2003.
(12) Los que apoyan ese proceso difunden la ilusión de que la única vía posible es la negociación con Israel; y de que con esas negociaciones (Madrid, Oslo, Camp David, los parámetros Clinton, Taba, Ginebra, etcétera), se podrían conseguir «la paz y la justicia» entre palestinos e israelíes.
(13) «Collectif nacional pour une paix juste et durable entre Palestiniens et Israéliens», es el nombre que se ha dado al colectivo que agrupa a los movimientos de solidaridad y organizaciones políticas, entre ellos la AFPS, los Verdes, el Movimiento de la Paz, la UJFP, el PCF, la LCR, la LDH, el MRAP y la FSU.
(14) Ver la entrevista de Pierre-Yves Salingue citada en la nota (6)
(15) Ver: «Le siége de Gaza: Un génocide au ralenti«, entrevista de Haidar Eid por Eric Ruder, 9 de marzo de 2009.
Ver también:
– «Sattar Kassem: Les Palestiniens ne se rendront jamais«, Silvia Cattori, 11 de septiembre de 2006. En español: http://www.rebelion.org/
– «Gaza 2009: Culture de resístanse versus défaite«, Haidar Eid, Info-Palestine.net, 16 de marzo de 2009.
– «Gaza 2009: Il faut en finir avec l’esprit d’Oslo«, Haidar Eid, silviacattori.net, 16 de de marzo de 2009.
– «Les pièges de la consciencie nationale palestinienne«, Haidar Edi, info-palestine.net, 1 de septiembre de 2009.
(16) Un militante nos confió: «Hay que ofrecer la tribuna, no a los palestinos del 48 que viven bajo la opresión colonial y el racismo sionista del Estado de Israel, ni a los resistentes, sino preferentemente a los profesionales israelíes del campo de la paz».
Porque la importancia de ese campo está supervalorada. El 4 de junio de 2005, en Friburgo, durante el Foro Social Suizo, el historiador Ilan Pappé tomó la palabra después de un discurso delirante, por no decir indecente, de Isabelle Avran que había hecho la larga lista de todos los éxitos de la AFPS, cuando lo que hacía falta era un poco de modestia en un período desesperante en el que la situación de los palestinos se degradaba continuamente. Ilan Pappé hizo un discurso menos rosa y recordó esta verdad que siempre se oculta: «¡No hay movimiento de la paz en Israel! No hay un auténtico movimiento pacifista en Israel con el que negociar, por lo tanto, la ocupación no se va a detener pronto (…) No, no hay campo de la paz en Israel, por desgracia…».
(17) Como testimonio, por ejemplo, este artículo del 5 de noviembre de 2009: «Michèle Sibony et Michel Warschawski réagissent aux propos d’Une autro voix juive por la paix, que, selon eux, associent dangereusement antisionisme et antisémitisme«.
(18) para medir la distancia entre las posiciones recientes de Michel Warschawsky y su posición en los mítines en los que el participaba con Leila Shahid en los años 2003-2005, se pueden consultar, por ejemplo, los siguientes artículos:
– http://www.humanite.fr/2006-
(19) Aquí están, por ejemplo, las asombrosas palabras que Leila Shahid dijo en una entrevista con Bernard Ravenel, ex presidente de la AFPS (las negritas son nuestras):
«Es la dificultad de la situación desde el principio de las negociaciones de Oslo. La descolonización y la soberanía no se garantizan por el ocupante de una manera definitiva como en Argelia, Vietnam o los demás países antiguamente colonizados (…) es evidente que la responsabilidad de la comunidad internacional consistirá en permitir que la Autoridad Palestina garantice la vida social, económica y política de la población palestina, esperando una dirección israelí dispuesta a negociar seriamente» (Entrevista publicada por la revista Pour la Palestine, nº 46.
¡Esperando que el ocupante garantice la descolonización y la soberanía de palestina! ¡Esperando que el enemigo consienta en soltar lastre! ¿Quieren más?
(20) Ver:
– «L’Autorité palestinienne au doigt et à l’oeil d’Israël«, Khalid Amayreh, info-palestine.net, 2 de noviembre de 2008.
– «Tuer pour garner son pain«, Sattar Kassem, silviacattori.net, 13 de junio de 2009.
(21) en octubre de 2008, durante su visita a Cisjordania, Bernard Kouchner se felicitaba por los «claros progresos conseguidos por la Autoridad Palestina en el mantenimiento de la seguridad en Cisjordania, con el apoyo de Francia y la misión europea EUPOL-COPPS».
Durante una conferencia de prensa, tras su visita, Kouchner exclamó: «¡Vean por ejemplo Yenín! ¿Quién ha formado a la policía palestina? Nosotros lo propusimos y nosotros lo hicimos».
Ver: http://www.ambafrance-il.org/
(22) Cita extraída del artículo «Le droit au retour» de Uri Avnery, palestine-solidarité.org, 14 de enero de 2001.
Para un análisis de la posición de las diversas asociaciones del movimiento de solidaridad sobre la cuestión clave del derecho al retorno, ver: «Pas de «solution juste» san le droit au retour des réfugies palestiniens«, Pierre-Yves Salingue, silviacattori.net, 22 de febrero de 2008.
En este artículo, Pierre-Yves Salingue señala que «…a pesar de los formidables medios desplegados para permitir a Israel acabar con la existencia del pueblo palestino, subsiste un obstáculo principal para la realización de ese plan. Este obstáculo se resume en una palabra: (los) REFUGIADOS. La razón es que más allá de su número (son 6 millones, casi dos tercios del pueblo palestino) los refugiados palestinos son, sólo por el hecho de existir, la prueba histórica de la injusticia cometida por la ONU en noviembre de 1947 y la de la irrefutable naturaleza colonial de un Estado de Israel nacido no de una presunta lucha de liberación nacional, sino de una operación programada de limpieza étnica».
El retorno de los refugiados constituye claramente la esencia de la causa palestina. Este artículo, muy documentado, es para que lo mediten todos los militantes de la solidaridad.
(23) El comunicado de la AFPS del 8 de septiembre de 2003 titulado «Israël choisit la guerre totale«, se rebela sobre todo contra el hecho de que la Unión europea «siempre rechaza la aplicación del voto del Parlamento Europeo que exige la suspensión del acuerdo de asociación entre la Unión Europea e Israel», mientras que «en cambio acaba de decidir sanciones contra Hamás», lo que constituye un «doble rasero». Y en conclusión, reclama, no la abolición de las sanciones contra Hamás, sino «La suspensión del acuerdo de asociación entre la Unión Europea e Israel, como votó el Parlamento Europeo el 10 de abril de 2002, y la suspensión de toda cooperación científica y militar mientras Israel se niegue a respetar sus obligaciones internacionales».
(24) Ver: «Les parlamentaires européens ont voté un texte honteux baufant les droits des Palestiniens«, Silvia Cattori y Pierre-Yves Salingue, silviacattori.net, 15 de febrero de 2004.
(25) Ver:
– «Les accords de Genève vus de Naplouse«, Silvia Cattori, silviacattori.net, 1 de diciembre de 2003.
– «Un plan de paix sur fondde sang et de larmes«, Silvia Cattori, silviacattori.net, 24 de abril de 2007.
– «L’accord de Genève est un erreur«, Silvia Cattori, silviacattori.net, 24 de abril de 2007.
(26) «Isarël-Palestine: un espoir a Gèneve«, Dominique Vidal, le Monde diplomatique, 23 de octubre de 2003. En español: http://www.eldiplo.org/
– «La charrue avant les boeufs«, Silvia Cattori, silviacattori.net, 19 de octubre de 2003.
(27) Todo el mundo sabe que un pueblo sin ejército, armado con chatarra y explosivos artesanales no puede batirse en igualdad de condiciones con un ejército poderoso que posee armas modernas. Los palestinos luchan sabiendo que van a la muerte, por su honor, por su dignidad, para que se les reconozca en su derecho a resistir.
(28) Durante el ataque israelí de 2008-2009 contra Gaza, se vio con claridad que la Autoridad Palestina no hizo nada para impedirlo, esperando que hiciese caer a Hamás. Y, según ciertas informaciones, incluso lo habría animado: «De escándalo en escándalo, gracias entre otras cosas a las componendas arrojadas sibilinamente por los israelíes, la responsabilidad de la Autoridad Palestina (AP) y de Mahmud Abbas cada vez se afirman más en el informe del examen del Informe Goldstone sobre los crímenes israelíes perpetrados en la Franja de Gaza. Según la agencia de prensa palestina «Shéhab», que citaba fuentes de Washington, después difundido por el diario israelí Maariv, Abbas se plegó a los requerimientos israelíes de aplazar el examen de dicho informe por el Comité de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas cuando los dirigentes israelíes le amenazaron con sacar a la luz, ante la organización de la ONU y los medios de comunicación internacionales, su apoyo a la operación israelí ‘plomo fundido’ contra la Franja de Gaza para acabar con Hamás». Ver: «Les sales dessous du report de l’examen du rapport Goldstone«, Leila Mazboudi, almanar.com, 6 de octubre de 2009.
(29) Ver http://www.bdsmovement.net/?q=
(30) Tras la carnicería perpetrada por Israel en diciembre 2008-enero 2009 en Gaza, conscientes de que los militantes se estaban radicalizando, los responsables de la solidaridad se vieron obligados a comprometerse seriamente en la campaña BDS. Es lamentable que esperasen a lo peor, porque el horror ya existía y desde 2005 la población de Gaza abandonada a su suerte y esperando todos los días la catástrofe. En Jabalya y Beit Hanun, Israel perpetró masacres causando cada vez más de 100 muertos y cientos de heridos, operaciones de la amplitud de la que traumatizó Yenín en 2002. Nosotros hemos contado numerosos testimonios sobre esas masacres. Ver: http://www.silviacattori.net/
(31) Ver: «Le Boycott revisité«, Uri Avnery, Réseau Voltaire, 8 de septiembre de 2009.
(32) En un artículo titulado «Après 5 ans d’Intifada et de represión: billan et sanctions«, publicado en noviembre de 2005 en el sitio de la AFPS, Michèle Sibony, vicepresidente de la UJPF escribía: «La relación de los pacifistas israelíes con los palestinos ocupados los coloca en el mismo campo en el que estamos nosotros aquí; el triángulo estratégico definido especialmente por la CCIPPP (Campaña Civil Internacional para la Protección del Pueblo Palestino) y construido poco a poco en los foros sociales europeos y mundiales es donde está nuestra baza principal, pero todavía hay que concretar, en un auténtico trabajo en común, la determinación de una verdadera estrategia conjunta, establecida colectivamente de forma tripartita y aplicada por cada uno en su sitio. La elección de las herramientas de esa estrategia también hay que determinarlas en conjunto, y si hubiera un llamamiento tripartito a las sanciones, ¿no tendrá más eficacia que un llamamiento de los palestinos encerrados, y resonaría sobre las incertidumbres y las impotencias de Europa y los miedos de la sociedad israelí?»
(33) Ver: «Omar Barghouti: Aucun État n’a le droit d’exister comme État raciste«, Silvia Cattori, Réseau Voltaire, 6 de diciembre de 2007. En español: http://www.rebelion.org/
(34) En un artículo reciente titulado «Pouvons-nous causer? ‘L’industrie de la paix’ Au Moyen Orient«, el estudiante palestino Faris Giacaman declaraba a propósito de la cuestión palestina: «El propio término ‘conflicto’ es engañoso, porque implica un litigio entre dos partes simétricas. No refleja la realidad, ya que no se trata de un caso de un simple malentendido o de odio mutuo en el camino hacia la paz. La situación en Israel y Palestina es la del colonialismo, el apartheid y el racismo: una situación en la que hay un opresor y un oprimido, un colonizador y un colonizado». En español: http://www.rebelion.org/
Fuente: http://www.silviacattori.net/
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de la autora, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.