Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Parece que Israel está en pie de guerra contra un hombre. Los medios israelíes y los políticos de todo el espectro político se han levantado en armas contra él; se dice que el Shabak (servicio de inteligencia) está preparando un expediente sobre él y que su suerte podría tener consecuencias sobre los 1.300.000 árabes que viven en Israel.
Ese podría ser el tipo de atención que cabría esperar cuando alguien de tan alto perfil como Azmi Bishara se enfrenta a acusaciones de traición. O quizá no, por otra parte. Bishara es, después de todo, no sólo un miembro árabe-palestino sin pelos en la lengua del parlamento israelí, la Knesset, sino la personificación de las paradojas de Israel y de su compleja relación consigo mismo y con su comunidad árabe-palestina.
Durante los últimos once años, este político, intelectual, novelista, filósofo y ciudadano árabe-palestino cristiano ha luchado para redefinir el estatus e identidad de los palestinos cuyas tierras, ciudades y pueblos fueron ocupados por el estado judío entre 1948 y 1949 y que más tarde se convirtieron en ciudadanos israelíes. Aunque Israel trató de asimilarles y de «israelizar» su identidad colectiva, Bishara y su partido, la Alianza Árabe Nacional, se permitieron disentir.
Su visión, que ha ido ganando terreno dentro de la comunidad árabe (conocida como los árabes de 1948) insiste en que Israel debería ser un estado para todos sus ciudadanos y no -como ahora se percibe- un estado judío. Un estado judío, sostienen, desafía la lógica de la democracia porque no equipara en derechos a sus poblaciones judía y no judía. Pero para los nacionalistas judíos es incluso más alarmante el hecho de que tal postura pueda representar el núcleo de un estado laico bi-nacional.
Hace tres semanas que Bishara salió de Israel en una gira por los países árabes. Teniendo en cuenta los últimos desarrollos, no está muy claro cuándo volverá o siquiera si volverá. Una semana después de su marcha, la prensa israelí dio comienzo a una campaña de incitaciones en su contra, constituyendo el pistoletazo de salida la publicación de una serie de noticias que informaban que dimitiría de la Knesset cuando se encontrara en Qatar. Esto fue seguido de filtraciones a los medios sobre la existencia de una investigación criminal contra él. Pero con la mordaza que los tribunales han impuesto sobre la naturaleza de la investigación, no está claro qué es lo que se está investigando actualmente, aunque la prensa israelí ha insinuado acusaciones de «contactos con el enemigo durante tiempo de guerra».
Aunque Bishara no es ajeno a procesamientos basados en acusaciones similares -en el pasado siempre fue hallado inocente-, cree ahora que «las reglas del juego han cambiado» y que el objetivo no es sólo él sino toda la comunidad árabe-palestina que vive en Israel.
«Han tomado la decisión de acabar con nuestra corriente política y con el desafío sin precedentes que representa para ellos», dijo a Al-Ahram Weekly en una entrevista telefónica desde Doha. «El mensaje que están lanzando es: los árabes-palestinos que nos apoyen serán considerados como gente que trabaja en contra de Israel. Y para lograrlo están actuando contra la cabeza del movimiento. No pueden tolerar que un miembro árabe de la Knesset rechace sus alegaciones de prácticas democráticas y sostenga que el sionismo rechaza la noción de democracia.»
Al presentar el caso de Bishara como un caso con dimensiones de seguridad, «Israel tendrá más herramientas con las que combatirnos», dijo, «y es evidente que desde hace un año han estado preparando un inmenso expediente que ha supuesto el control de todos mis movimientos y la grabación de mis conversaciones telefónicas sin orden judicial. Me pregunto qué clase de inmunidad parlamentaria supone en la práctica todo eso.»
Se rumoreó que la policía secreta tiene grabaciones de las conversaciones telefónicas de Bishara con figuras árabes «hostiles», incluidos miembros de Hizbullah, durante la guerra de Israel contra el Líbano del pasado verano.
Tales «invenciones de la seguridad», en palabras de Bishara, podrían afectar a la solidaridad internacional hacia él, puesto que lo que se está propagando «se puede traducir en que he proporcionado información al enemigo y esto, en última instancia, me transforma de una figura intelectual, cultural y política en un agente de un estado hostil u organización terrorista, como ellos la denominan».
«Esto cambia la lógica de las cosas porque yo tengo mis puntos de vista políticos, publico artículos, doy entrevistas y hablo por teléfono pero, en primer lugar, ni disfruto de un puesto que tenga que ver con la seguridad ni tengo acceso a información de seguridad como para poder facilitarla. En realidad, está claro que esos estados u organizaciones hostiles, como Hizbullah y Hamas, tienen más información sobre la seguridad de Israel que la que tenemos nosotros. Somos hombres de pensamiento, cultura y literatura.»
Bishara rechaza todas las acusaciones que se rumorean contra él y dice que le «asquean». Y al ser consciente de que las reglas del juego han cambiado, ahora debe decidir si va a jugar con las nuevas reglas.
«Es imposible que alguien como yo deba sentarse frente a acusadores y contestar a sus preguntas sobre mis llamadas telefónicas, sobre lo que hablo con mis amigos, sobre lo que quise decir con esta palabra o este artículo, con toda la humillación que eso supone.»
La implicación activa de la izquierda israelí junto a la extrema derecha en una asociación contra Bishara en la actual campaña de los medios contra él no le coge de sorpresa. «La izquierda israelí y la derecha marcharon juntas durante las primeras semanas de la guerra contra el Líbano del verano pasado y el mismo escenario se repite ahora conmigo. Están todos unidos contra la vía que hemos elegido porque rechaza el sionismo y la naturaleza sionista [de Israel], nuestro énfasis en la identidad árabe, extendiendo nuestras raíces culturales y de civilización al mundo árabe, y en acentuar el hecho de que somos dos naciones y que no estamos en simple minoría.»
Como destacado intelectual palestino, la popularidad de Bishara se extiende por todo el mundo árabe. No sólo su movimiento contribuyó a romper muchos de los tabúes políticos impuestos sobre la comunidad palestina de 1948, su elocuencia y posiciones incondicionalmente pan-árabes ayudaron a redefinir el término «árabe-palestino» que durante décadas fue mirado con recelo por todo el mundo árabe.
Esta podría ser una buena noticia para los árabes, pero ¿por qué Israel toleraría a un vocal palestino-árabe que apoya la resistencia?
«Desde luego que Israel tiene un problema», dice Bishara, «y [sus dirigentes] están tratando de redefinir los límites e impedirnos expresar tales puntos de vista. Pero en ese sentido no pedimos nada de Israel. Estamos en contra de la agresión israelí contra el Líbano y apoyamos el derecho de los pueblos a resistir la ocupación. No apoyamos una forma específica de resistencia y nos oponemos a que en ese contexto se elijan civiles como blanco. Pero en el contexto de la ciudadanía y el activismo dentro de un marco político, tenemos que distinguir entre pueblos como nosotros, palestinos y árabes, cuyas tierras fueron ocupadas, y nuestro derecho a expresarnos sobre la resistencia frente a la ocupación y, en la actualidad, a implicarnos directamente en la resistencia. Hay que resaltar nuestros vínculos como árabes y palestinos democráticos con el resto del mundo árabe y hacer que nuestra posición se conozca y forme parte de la resistencia… Desde luego, Israel no puede tolerar la resistencia pero, al ser esto así, tampoco los combatientes por la libertad quieren para nada la tolerancia de Israel.»
Israel, dice Bishara, sufre una crisis de identidad. «Y, en ese caso, yo también sufro otra», admite. «Tengo tanto problema tolerándoles a ellos como ellos tienen tolerándome a mí. Siento que he envejecido cincuenta años en los últimos cinco como consecuencia de los conflictos y de tener que ir cada día a la Knesset y sentarme allí con gentes que considero como criminales de guerra. Lo hice y eso no implica responsabilidad para mi pueblo, aunque eso me agote y me desgaste. Pero no estoy hablando aquí de situaciones difíciles, estoy hablando de equilibrio. Ahora quieren cambiar ese equilibrio para que no podamos asumir las posiciones que tenemos».
Cuando Bishara adoptó lo que consideró una postura democrática tras la guerra de Israel contra el Líbano del pasado verano, al visitar el suburbio Al-Dahia, en la zona sur de Beirut -el bastión de Hizbullah-, los israelíes se pusieron como locos. «Es un trabajo político muy básico para un demócrata palestino como yo, que existe formando parte de una entidad política que lanzó la agresión, mostrar solidaridad con las víctimas de esa agresión… [Los israelíes] por su parte decidieron que eso es participar en la resistencia. Rechazo totalmente esa idea».
Durante una guerra, dijo, las personas hablan unos con otros por teléfono y hablan sobre la guerra. «Pero al hablar sobre la guerra, eso se valora como contactos con el enemigo. Convertir cada trivialidad entre seres humanos que son árabes -y que están conectados de forma natural- en una transferencia de información al enemigo es sencillamente un intento de aplastarnos. Hay un gran malentendido cultural aquí, una brecha inmensa a la hora de comprender lo que somos.»
Israel, dice Bishara, percibe a sus árabes como una minoría que emigró a Israel, pidió un documento de identidad israelí y se convirtió en israelíes. «Y, por tanto, cuando nos comunicamos con otros árabes entramos en contacto con el enemigo. Nosotros tenemos una percepción diferente. Somos árabes y nuestros hermanos y hermanas en el mundo árabe son árabes, y éramos árabes antes de que se creara Israel [en 1948] y nos impusiera su identidad. Ahora quiere imponernos a sus enemigos como nuestros enemigos. No lo son.»
Según Bishara, tomó la decisión de dimitir de la Knesset hace un año pero su partido quiso que la aplazara durante un tiempo. Pero ahora tiene ya que decidir si dimite o no y perder en este caso su inmunidad, «o si, de alguna manera, les arrojo a la cara esa inmunidad». Volverá «eventualmente» a Israel y a los territorios ocupados, dice, pero sólo después de tener claro cómo manejar la campaña en marcha contra él y contra la comunidad palestina árabe de 1948.
Enlace texto original en inglés:
http://weekly.ahram.org.eg/2007/841/re3.htm
Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate