Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El invierno se va acercando y la situación humanitaria en Siria no ha sido nunca tan atroz como ahora, con más de tres millones de refugiados en el extranjero y alrededor de 6,5 millones de seres internamente desplazados, casi la mitad de la población del país.
Según cifras de las Naciones Unidas, más de diez millones de sirios necesitan en estos momentos ayuda exterior para sobrevivir, casi la mitad de ellos se encuentran encerrados en zonas bajo asedio o en condiciones de acceso muy complicadas. La infraestructura eléctrica y el sector agrícola están colapsados debido a los esfuerzos de la guerra y a la falta de mantenimiento. Por toda Siria, los precios del combustible, de los alimentos y de los artículos de cada día están por las nubes debido a fallos sistémicos en la estructura del suministro energético, a la guerra y a los bombardeos. Millones de sirios tendrán que enfrentarse al invierno en espantosas condiciones, mientras las naciones ricas árabes y occidentales gastan miles de millones en misiones de contraterrorismo y en nuevas misiones de entrenamiento de rebeldes.
No se trate de un simple y cruel abandono. Incluso si el conflicto sirio se considerara únicamente a través del prisma de la seguridad, la tibia respuesta de la comunidad internacional ante esta crisis humanitaria es claramente contraproducente. La pobreza rampante, el colapso social y la desesperación es precisamente lo que ha allanado el camino a las milicias extremistas sectarias, no sólo en el interior de Siria sino también entre los refugiados dispersos en países como Líbano y Jordania, y pocas esperanzas puede haber de solución mientras la crisis humanitaria persista.
Sin embargo, mientras se dispone fácilmente de fondos para intervenciones militares de último recurso -como la «Operación Resolución Inherente«, la coalición dirigida por EEUU que está atacando objetivos yihadíes en Siria e Iraq-, la comunidad internacional no parece interesarse en absoluto por reunir una coalición humanitaria que pueda ocuparse de la grave situación de los sirios durante el invierno.
Las organizaciones dedicadas a la ayuda cuentan con escasos recursos
A mediados de septiembre, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) advirtió que no podía asegurar la financiación de los paquetes de alimentos para los sirios en situación de necesidad. Las entregas continuarían en octubre y noviembre, aunque con raciones reducidas, y el grupo advertía que no había dinero para diciembre. El PMA ya había recortado en esos momentos el programa de alimentos en las escuelas destinado a unos 12.000 niños refugiados sirios en Iraq.
«Reducir las raciones de alimento, lo más básico, es absolutamente desgarrador», dijo un portavoz del PMA.
Aunque se gastan miles de millones en preparativos militares y los dirigentes internacionales hablan de una urgente necesidad de salvar vidas civiles (con medios militares), el llamamiento de emergencia de la ONU fue más o menos ignorado. Un mes después, el PMA ha «agotado completamente sus fondos» y le hacen falta 352 millones de dólares hasta finales de año. «Sí, hemos empezado ya» a cortar los suministros a unos 4,2 millones de personas dentro de Siria, dijo recientemente a la Agencia France Presse el director ejecutivo adjunto del PMA. «Decidimos que a causa del déficit de fondos, proporcionaríamos comida a todo el mundo pero… reduciendo los suministros al 60% de la cesta normal».
Los sirios que se hallan en el Líbano tendrán ahora un 20-30% menos de ayuda alimentaria mientras que los que se encuentran en los campos de refugiados del sur de Turquía se enfrentarán a una ausencia total de repartos, asumiéndose que las organizaciones de beneficencia turcas y de otros países podrán llenar ese vacío.
Y no es sólo el PMA. Otros órganos de la ONU y ONG están viéndose obligados a hacer recortes similares. La Agencia para los Refugiados de la ONU (ACNUR) sólo ha podido recoger alrededor de la mitad de los fondos requeridos para 2014. Y en septiembre, el gobierno turco había recibido tan sólo una cuarta parte de la ayuda internacional que pidió para ayudar a sostener en su territorio a los refugiados sirios.
Los vecinos de Siria están siendo gravemente desestabilizados por la guerra, con Iraq hundido en una guerra civil y el Líbano a punto de seguirlo. Por toda la región está habiendo reacciones violentas contra los refugiados. Las agencias de ayuda hicieron sonar recientemente todas las alarmas sobre las crecientes restricciones en Jordania. En el Líbano, donde uno de cada cuatro habitantes es ahora sirio, se están endureciendo cada vez más las normativas que regulan los pasos fronterizos. Como la situación económica empeora, los sirios en el Líbano están participando cada vez más en el conflicto armado que se propaga por toda la frontera del país. Se les tilda de amenaza a la seguridad y están expuestos a las venganzas y ataques racistas de grupos libaneses. La creciente alienación de las comunidades de acogida alimenta la desesperación y la radicalización entre los refugiado sirios, contribuyendo a una espiral ascendente de violencia y resentimiento que finalmente puede poner al Líbano al borde de la guerra civil.
Una cuestión de prioridades
Europa, EEUU, Rusia, Irán y el mundo árabe han demostrado de forma recalcitrante todos que se niegan a reasentar refugiados en cantidades significativas en su territorio, ignorando incluso los modestos llamamientos del ACNUR para que unas pocas decenas de miles de sirios sean aerotransportados fuera del Líbano. Aunque hay mayor disposición para financiar la ayuda a los refugiados en Siria y los países vecinos, esto es totalmente insuficiente y ya está viéndose afectado por la fatiga de los donantes, a pesar del hecho de que este problema va a seguir estando ahí presente durante los años y décadas venideros. En todo caso, es probable que la crisis humanitaria empeore significativamente en el período próximo, ya que el Líbano está ahora viéndose afectado por una crisis de refugiados que no se ha abordado de forma adecuada.
En cuanto a las raíces, es sencillamente una cuestión de prioridades. El dinero está ahí, disponible para gastarlo en las crisis del Oriente Medio, pero no parece que sea en la parte humanitaria. Por ejemplo, mientras el PMA está pidiendo desesperadamente 350 millones de dólares para alimentar a los civiles sirios, recientemente se estimó que el coste de las operaciones militares de EEUU en Siria e Iraq contra el Estado Islámico estaba entre los 2.400 y 6.800 millones de dólares al año. En realidad, en los tres años y medio que hace que se inició el conflicto sirio, el gobierno estadounidense sólo ha gastado unos 1.400 millones de dólares en la crisis de refugiados. Aunque esto es suficiente aún para hacer de Washington el primer donante en el conflicto en términos absolutos (y mucho más que gorrones como Francia o Rusia), es una miseria considerando el tamaño de la economía estadounidense y la importancia que la Casa Blanca concede al conflicto sirio.
Todo lo anterior ilustra de forma eficiente la eterna paradoja en la política internacional: nunca parece haber demasiado dinero para gastar en proyectos humanitarios que podrían evitar un colapso social, en cambio siempre hay suficiente para financiar una respuesta militar una vez que parece inevitable el uso de la violencia.
Aron Lund es editor de «Syria in crisis» y autor de varios artículos y libres sobre el movimiento de oposición sirio.
Fuente: http://carnegieendowment.org/syriaincrisis/?fa=56958