Traducido para Rebelión por S. Seguí
¿Por qué razón tenemos que destacar en nuestro apoyo a los palestinos el hecho de que somos judíos?
Hay varias respuestas posibles a esta pregunta, y es lo que proponemos examinar en este texto. Se pueden dar razones de orden moral, como la que consiste en el grito de protesta No en nuestro nombre para demostrar así que no todos los judíos somos incondicionales del sionismo; o también la de que aporta a los movimientos de apoyo a la lucha de los palestinos una garantía de no-antisemitismo. Pero estas razones están basadas más en el deseo de emitir un certificado de buena conciencia, tanto para los judíos que afirman su judaísmo en un combate en el que los malos pretenden ser los representantes del conjunto de los judíos, como para los que, luchando contra la política israelí, sienten la necesidad de declarar su rechazo del antisemitismo. En los dos casos, se ocultan las razones políticas del apoyo a la lucha de los palestinos, es decir, la injusticia cometida contra ellos en 1948.
Se trata pues de aclarar las razones políticas para destacar la «J» en nuestro compromiso, y estas razones sólo tienen sentido si se cuestiona la ideología subyacente al Estado de Israel, es decir, el sionismo. No sólo porque condujo a la destrucción de la sociedad palestina, sino también porque esta destrucción se realizó en nombre de las persecuciones antijudías sufridas en Europa. Es este doble cuestionamiento lo que conduce al antisionismo judío.
Para explicar esto, comenzaremos por un breve resumen histórico del sionismo y de la creación del Estado de Israel. Volveremos de nuevo a continuación sobre el significado del antisionismo considerado como una crítica de la ideología fundadora del Estado de Israel.
¿Qué el sionismo?
El sionismo es un movimiento judío laico que quiso ser una respuesta al antisemitismo europeo del siglo XIX. Decir que es judío significa que lo han fundado judíos, decir que es laico significa que se construyó independientemente de toda referencia religiosa.
En una reacción al antisemitismo europeo del siglo XIX, el sionismo se propuso plantear la cuestión judía como cuestión nacional. Entonces se presentó como un movimiento de liberación nacional en la esfera de influencia de los movimientos nacionalitarios europeos, inscribiéndose así en la concepción de Herder que establece, para definir la nación, la tierra y la lengua. Esta concepción deja entrever el hecho de que los primeros promotores del sionismo son judíos de cultura germánica.
Pero como escribió Jacob Klatzkin, redactor jefe del diario del movimiento sionista Die Welt:
«Pero nuestra tierra no es la nuestra y nuestra lengua no es hoy la lengua de nuestro pueblo. Sí, estas son realizaciones que deben ser realizadas por nuestro movimiento nacional.»[1]
Es pues misión del movimiento sionista definir una tierra y una lengua que no existían.
Para definir la tierra y la lengua de una nación judía por construir, o incluso podríamos decir reconstruir, el sionismo va a basarse en la historia mediante una lectura laica de la Biblia definida como el libro de la historia de la nación judía. Es esta lectura laica que va a materializar la ideología sionista.
La cuestión de la lengua será solucionada por la modernización de la lengua hebrea, obra de Ben Yehuda.
La cuestión de la tierra, por su parte, va a chocar con el hecho de que la tierra de la antigua nación judía, Palestina, está poblada. Ante esta realidad, van a desarrollarse dos tendencias en el seno del movimiento sionista, los territorialistas que buscan «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra» [2] y los palestinocentristas para quienes el Estado judío sólo puede situarse en Palestina. Estos últimos tienen a su favor la ventaja de la historia y triunfarán en el Congreso sionista de 1903.
Una vez decidida la construcción del Estado judío en Palestina, el sionismo se convierte en movimiento de conquista: para reconstruir en Palestina la antigua nación de Israel es preciso conquistar la tierra y expulsar a sus habitantes, lo que implica la guerra, como explica Jabotinsky:
«Los habitantes autóctonos de un país (civilizados o salvajes, eso es indiferente) siempre han combatido con encarnizamiento a los extranjeros venidos a establecerse, civilizados o salvajes.» [3]
Cabe tener en cuenta aquí que no se trata de una cuestión de racismo, sino sólo de una constatación brutal que implica la necesidad de la guerra y que conducirá más tarde al desarrollo de un racismo anti árabe [4]. Las concepciones de Jabotinsky son compartidas por todas las corrientes sionistas, en particular por la corriente dominante que se unificará después de muchas peripecias en torno a Ben Gurión [5].
Conquista de la tierra y pureza étnica, dos conceptos que definen al sionismo como un nacionalismo extremo.
Sionismo y colonialismo; intereses comunes
El sionismo no se inscribe a priori en el movimiento colonial. No hay metrópolis. El objetivo consiste en conquistar la tierra y expulsar a sus habitantes, no en explotarlos como fue el caso de las colonias conquistadas por las potencias coloniales. Se puede entender, y algunos lo hicieron, como una versión moderna de la conquista de Canaán.
Sin embargo, para aplicar su proyecto el sionismo necesita aliados e irá a buscarlos en las potencias imperialistas, principalmente Alemania y Gran Bretaña.
Gran Bretaña comprenderá el interés en apoyar el movimiento sionista. Un Estado judío, o al menos una fuerte presencia judía de origen europeo en Palestina, puede favorecer su influencia en la región. Es éste el sentido de la declaración Balfour.
El sionismo y los judíos
Al igual que todo otro movimiento nacionalista, el sionismo pretende en primer lugar extender su influencia entre aquéllos a los que pretende representar. Eso fue tanto más fácil cuanto que el antisemitismo progresó en Europa hasta su forma extrema: el nazismo.
En sus comienzos, el sionismo es un movimiento minoritario entre los judíos y se enfrenta a la oposición de los judíos ortodoxos (los primeros judíos antisionistas) y los judíos revolucionarios (comunistas y partidarios del Bund). Cabe destacar que la mayoría de los judíos que huyen del antisemitismo de la Europa Oriental no van a Palestina sino que van a establecerse en Francia (país mítico de los derechos humanos y de la emancipación de los judíos) o en Estados Unidos (el sueño americano).
El movimiento sionista tomará importancia a medida que se desarrolle el antisemitismo en Alemania, y que las democracias occidentales (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos) adoptarán medidas para limitar la inmigración judía [6].
Tras la segunda Guerra Mundial y el genocidio, el sionismo se volverá mayoritario entre los judíos europeos por dos razones: por una parte, las corrientes opuestas al sionismo habían sido destruidas por el genocidio; por otra parte, el sionismo aparecerá a los ojos de los judíos como el movimiento de defensa de los judíos, y el Estado judío de reciente creación será visto como un refugio.
El sionismo está entonces en situación de aparecer como representante de los judíos en su conjunto; el Estado de Israel, como el último refugio y centro de la vida judía. Es esto lo que condujo a la ecuación judío = sionista, definición que señala la voluntad del sionismo de reunir bajo su férula el conjunto de los judíos del mundo, y de presentar el Estado de Israel como el Estado de los judíos [7].
La gran mayoría de éstos, incluso los que van a incorporarse al Estado de Israel, no verán o no querrán ver la injusticia perpetrada contra los habitantes de Palestina. Los judíos, convertidos en israelíes, se comportarán entonces frente a los palestinos como los petits-blancs de las colonias de poblamiento, y es este comportamiento, reforzado por el ideal de pureza étnica desarrollado por el movimiento sionista, el que lleva a definir el Estado de Israel como un Estado colonial.
Cabe tener en cuenta, sin embargo, que la construcción de colonias en Cisjordania y Gaza desarrollada desde 1967 se inscribe menos en la concepción colonial clásica que en la voluntad de acabar la conquista de Palestina y extender el territorio israelí a toda Palestina.
El sionismo, el Estado de Israel y las grandes potencias
Los vencedores de la segunda Guerra Mundial, esencialmente Estados Unidos y la Unión Soviética, verán en la creación de un Estado judío en Oriente Próximo un medio para introducirse en la región. Así, el Estado judío aparece a la vez como una respuesta al genocidio y como una baza geopolítica.
Estados Unidos y la Unión Soviética serán los primeros en reconocer el Estado de Israel después de su proclamación, el 14 de mayo de 1948. Es preciso, sin embargo, tener en cuenta las reticencias del Departamento de Estado estadounidense, que teme que, bajo la influencia del sionismo considerado como un movimiento socialista, el nuevo Estado se incorpore al campo soviético (estamos al principio de
la Guerra Fría). En cuanto a la Unión Soviética, suministrará armas al ejército israelí vía Checoslovaquia, garantizándole así la victoria sobre los ejércitos árabes. Pero la opción de Occidente realizada por Israel y razones geopolíticas llevarán a la URSS a buscar la alianza de los países árabes.
En cuanto a la ONU, que en esa época representa esencialmente a las grandes potencias, no puede ni quiere comprender que el plan de división consagra una injusticia contra los palestinos, y el Estado de Israel ingresará en la ONU bajo la promesa, no mantenida, de permitir el regreso de los palestinos expulsados.
La creación del Estado de Israel consagra una injusticia contra los habitantes de Palestina. Es la razón de la negativa árabe a reconocer al Estado de Israel, y serán necesarios cuarenta años para que los palestinos, reconociendo su derrota, acepten el principio de dos Estados sobre la tierra palestina con la declaración del Congreso Nacional Palestino en Argel en 1988, declaración de la que los distintos Gobiernos israelíes nunca han querido ni oír hablar. Esta negación israelí sigue siendo el principal obstáculo hoy a toda solución del conflicto.
Del antisionismo
Es preciso distinguir la crítica de la política del Estado de Israel, y de la crítica de la ideología sionista, considerada como un nacionalismo extremo. Pero, a diferencia de otras ideologías nacionalistas extremas (el fascismo en Italia, el nazismo en Alemania) que se desarrollaron en Estados constituidos, el sionismo es la ideología constitutiva del Estado de Israel. El antisionismo aparece así como un cuestionamiento del Estado de Israel. Y en realidad lo es. Si este cuestionamiento no implica necesariamente la destrucción del Estado de Israel, plantea la cuestión de su desionización. La pregunta se plantea entonces bajo la siguiente forma: ¿puede deshacerse el Estado de Israel de la ideología sionista? Esta desionización sigue siendo la condición sine qua non para que una solución negociada del conflicto sea posible, y esto por dos razones: en primer lugar, el reconocimiento de la injusticia de 1948, reconocimiento que implica reparación; en segundo lugar, el hecho de que una parte de la población del Estado de Israel sea palestina lo que contradice el lema «un Estado judío y democrático».
El antisionismo puede pues definirse como la posición de los que rechazan la injusticia de 1948, poniendo en entredicho no solamente la política israelí sino el principio mismo de un Estado judío en Palestina. Es este cuestionamiento el que provoca que el movimiento sionista y sus simpatizantes vean en el antisionismo la forma moderna del antisemitismo.
No basta con declarar que la confusión entre antisionismo y antisemitismo es ilegítima, es preciso además explicar en qué es ilegítima. Tanto más cuanto que existen, entre los antisionistas tendencias antijudías entre las cuales hay que distinguir las que son resultado de la ignorancia y de una falta de reflexión, y las que se basan en doctrinas antijudías.
Antisionismo y antisemitismo
La voluntad sionista de representar al conjunto de los judíos del mundo y el hecho de que la gran mayoría de los judíos manifieste su simpatía por el sionismo y reconozca el carácter central del Estado de Israel en el mundo judío ha conducido a numerosos adversarios del sionismo a identificar a los judíos y los sionistas. Ante el unanimismo judío declarado por el sionismo y la simpatía indicada por la mayoría de los judíos, las víctimas del sionismo, es decir, los habitantes de Palestina, y sus aliados a menudo han considerado que el conjunto de los judíos apoyaba el sionismo lo que condujo algunos a desarrollar sentimientos anti judíos (el racismo de guerra del que habla Maxime Rodinson). Así, la amalgama se da en ambas partes. El antisionismo puede aparecer entonces como la forma moderna del antisemitismo.
Luchar contra esta amalgama no puede reducirse a algunos discursos más o menos explicativos que afirmen que el judaísmo no es el sionismo, dado que la cuestión se complica debido a que el judaísmo no se reduce, por razones de carácter histórico, a la religión.
Se puede comprender, basándose en el discurso del ortodoxos de Neturai Karta, que la religión judía no solamente no implica el sionismo sino que además lo condena; se sigue estando en la visión religiosa del conflicto. ¿Pero qué sucede con los ateos que se declaran judíos y no sionistas? ¿Qué significa «ser judío» si se rechazan a la vez la religión y el sionismo?
No hay que abordar la compleja cuestión del judaísmo, se trata sólo de explicar la necesidad de dar una respuesta clara a la cuestión de un judaísmo que pretende definirse al margen de la religión y del sionismo. Y esta respuesta clara se sitúa en el antisionismo, y precisamente, en el antisionismo judío.
Del antisionismo judío
¿Por qué un antisionismo judío?
El apoyo a la lucha contra la política israelí y la ideología que la sostiene se sitúa en un marco general: la lucha por el reconocimiento de los derechos del pueblo palestino. ¿Cuál es la relación entre el hecho de que judíos participen en este apoyo y el hecho de que sean judíos?
Los movimientos israelíes de apoyo a los palestinos expresan el rechazo por parte de israelíes de la política efectuada por su Gobierno. Pero incluso en este caso, el objetivo de estos movimientos es doble: a la vez de apoyo a los palestinos oprimidos por el Gobierno y la negativa a participar de esta opresión. ¿De qué manera afecta esto a los judíos del resto del mundo? Es por esta razón que abordaré la cuestión del antisionismo judío.
El sionismo, como ideología constitutiva del Estado de Israel, se define como un nacionalismo judío, y en este sentido se presenta como representante el conjunto de los judíos. El título de la obra de Herzl, Judenstadt (El Estado de los judíos) es significativo y la Ley de Retorno, que ofrece la ciudadanía israelí a todos los judíos del mundo, es uno de los principios fundamentales del Estado de Israel. En este sentido los judíos se ven afectados por la política israelí al margen de su voluntad.
No basta con protestar, decir No en nuestro nombre, y añadir que representamos otra voz judía. Esto es a lo sumo una manifestación de buena conciencia, necesaria sin duda, pero que nos sitúa en el mismo plano que el movimiento de rechazo israelí, lo que no corresponde a nada puesto que no somos israelíes.
Se pueden tener en cuenta dos maneras de destacar la «J» del movimiento de apoyo a la lucha de los palestinos. Una primera manera es presentarse como buenos judíos que se niegan a dejarse embarcar en la aventura sionista. Una segunda manera es aportar un reconocimiento al movimiento de apoyo a los palestinos, que con la presencia de los judíos se pone de manifiesto que este movimiento está libre de antisemitismo. En los dos casos se trata de garantizar un certificado de moralidad, sea ante nosotros mismos, sea ante el movimiento de apoyo. En realidad eso no nos compromete como judíos; lo mismo podrían continuar los que ya se habían comprometido en el movimiento de apoyo sin añadir una «J» de buena conciencia.
Si hay una «J» en el movimiento de apoyo, ésta debe tener un significado político y es este significado político el que queremos abordar.
Con más o menos entusiasmo, pero sin llegar rechazar nuestro judaísmo, nos hemos comprometido en la aventura sionista simplemente porque el sionismo se define no como un movimiento judío entre otros sino como el movimiento nacional judío. Sigue funcionando como un movimiento nacional judío por las ramificaciones que ha construido en el mundo judío mediante distintas organizaciones judías, ramificaciones que tienen por objeto mantener una presión sobre los gobiernos a fin de apoyar la política israelí. Se habló de grupo de presión judío, o por eufemismo de grupo de presión sionista [8]. Pienso que el término de grupo de presión judío es más adecuado a condición de dar al término grupo de presión su sentido exacto como tal, y de no definir el grupo de presión judío como una conspiración a la manera de los Protocolos de los Sabios de Sión, y asignarle así un poder diabólico. Un grupo de presión funciona a la luz del día y el grupo de presión judío no es diferente. Es necesario pues hablar como se habla de los otros grupos de presión y criticarlo, o incluso luchar contra él, cuando sea necesario.
¿Por qué llamarlo grupo de presión judío? Porque se constituye, en los países en que opera, en torno a las asociaciones judías representativas, como la CRIF en Francia [9]. Estas asociaciones no se contentan con un trabajo de cabildeo, se definen como representativas del conjunto de los judíos de los países donde operan, y son aceptadas como tales tanto por las autoridades públicas como por los medios de comunicación. Todo eso no puede sino reforzar las amalgamas. Pero se puede considerar que estas amalgamas participan de la estrategia de las organizaciones en cuestión, mezclando el apoyo al Estado de Israel y la lucha contra el antisemitismo, afirmando así que toda crítica del sionismo y de la política israelí equivale a antisemitismo, y que la lucha contra el antisemitismo pasa por el apoyo a la política israelí. Que eso pueda conducir a la definición judío = sionista forma parte de la voluntad de reunir a los judíos en torno al sionismo; que los judíos en su conjunto puedan aparecer como objetivos para algunos antisionistas no pueden sino reforzar la influencia del sionismo sobre los judíos.
Si el sionismo se constituyó en reacción contra el antisemitismo, hoy éste tiene necesidad del antisemitismo, por una parte para reunir en torno él la mayoría de los judíos en el mundo, por otra parte para mantener su presión sobre los gobiernos amigos mezclando el apoyo a la política israelí y lucha contra el antisemitismo, de ahí el papel de las organizaciones judías pro sionistas. Se pueden pues considerar a estas organizaciones como un pulpo que se propone encerrar el conjunto de los judíos en la nasa sionista, consolidando así la amalgama judío = sionista. Las recientes intervenciones de la CRIF en apoyo al Estado de Israel durante los bombardeos de Gaza lo mostraron una vez más.
Estamos pues implicados como judíos. El antisionismo judío tiene por consiguiente dos objetivos a la vez distintos y complementarios: por una parte, apoyar la lucha de los palestinos por sus derechos; por otra parte, luchar contra la influencia sionista sobre los judíos.
Si bien el primer objetivo participa del antisionismo, el segundo objetivo es específico del antisionismo judío.
El antisionismo judío, es decir, la crítica judía del sionismo, no surge ni en la necesidad de una buena conciencia ni de un deseo de pureza ideológico: representa una necesidad existencial si se quiere evitar el desarrollo de nuevas formas de judeofobia, a las cuales conduce una ideología cuyo carácter catastrófico ha quedado probado históricamente. Si el sionismo se ubicó en el centro de la vida judía después del desastre del genocidio, hoy constituye un peligro para los judíos y es ya hora de que éstos se libren de él.
(*) Union juive française pour la paix (UJFP) e International Jewish Anti-Zionist Network (IJAN)
[1] Cf. Yohannan Manor, Nacimiento del Sionismo Político, (Pról. Annie Kriegel), Julliard, París 1981, p. 190
[2] Lema inventado por Israel Zangwill, uno de los líderes de los territorialistas.
[3] Zeev Jabotinsky, La muralla de hierro, en Denis Charbit, Sionismos (textos fundamentales), publicados por Denis Charbit, Presencia del Judaísmo, Albin Michel-Menorah, París 1998, p. 538
[4] Cabe destacar que, contrariamente a sus herederos, Jabotinsky no habla de superioridad de la raza judía, se limita a afirmar que si los judíos quieren reconstruir su Estado en Palestina, deben llevar una guerra contra sus habitantes, reconociendo que estos habitantes resistirán. Plantea así la cuestión, que a menudo resurgirá, de dos derechos que se oponen para la posesión de una misma tierra. La oposición entre las dos poblaciones y las condiciones de la guerra, en particular la voluntad de pureza étnica del nuevo Estado, conducirán al movimiento sionista a desarrollar una versión racista de esta guerra.
[5] Zeev Sernhell, Aux origines d’Israël (Entre nationalisme et socialisme), Gallimard, París 1996/2004
[6] Se puede recordar la conferencia de Evian, de 1938, organizada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia sobre la recepción de los judíos que huyen de la Alemania nazi. El proyecto de los organizadores era encontrar países de recepción con el fin de evitar que los refugiados se dirijan a los países organizadores de la conferencia.
[7] El Estado de los judíos es la traducción correcta de la obra de Herzl: Judenstadt
[8] Puede optarse por la expresión «grupo de presión sionista» o «grupo de presión pro israelí», pero es preciso reconocer que las asociaciones que las componen, aunque sus miembros no sean todos judíos, como es el caso del AIPAC en Estados Unidos, no sólo mantienen la amalgama judío = sionista, sino que se esfuerza en popularizarla.
[9] Si la CRIF, nacida de la Resistencia al final de la segunda Guerra Mundial, se inscribió en la esfera de influencia progresista, con el paso del tiempo se convirtió en un movimiento se apoyo al sionismo y a la política israelí.