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Del «dunum tras dunum y cabra tras cabra» al «mezquita tras mezquita»

Fuentes: Rebelión

El legendario lema sionista «dunum tras dunum y cabra tras cabra» hasta colonizar toda Palestina, que no ha perdido vigencia hasta el día de hoy, se ha visto enriquecido en numerosas ocasiones desde el establecimiento de Israel con otros lemas que no se han dado a conocer tan abiertamente como aquél, por razones obvias, pero […]

El legendario lema sionista «dunum tras dunum y cabra tras cabra» hasta colonizar toda Palestina, que no ha perdido vigencia hasta el día de hoy, se ha visto enriquecido en numerosas ocasiones desde el establecimiento de Israel con otros lemas que no se han dado a conocer tan abiertamente como aquél, por razones obvias, pero que anuncian acciones igualmente nefastas para los derechos de los habitantes originales de esa tierra.

Golda Meir declaró el 15 de junio de 1969, cuando era primer ministra de Israel, que «no había tal cosa como los palestinos, nunca existieron». A su vez, Ariel Sharon, otro primer ministro, animó a sus seguidores el 15 de noviembre de 1998: «corred y apropiaros de tantas colinas como podáis para aumentar los asentamientos, ya que todo lo que tomemos ahora será para nosotros… lo que no, será para ellos» (los palestinos, o sea, los propietarios legítimos de esas colinas).

Los máximos dirigentes israelíes, como todos los sionistas, colonos y sus partidarios, comparten un mismo pensamiento sobre los palestinos, el cual sirve de base a esos lemas. Con su particular gracejo, Menachem Begin, otro primer ministro, lo expresó con estas palabras en la Knesset (parlamento israelí) el 25 de junio de 1982: «son bestias que caminan con dos patas».

Por si alguien no había entendido para entonces en qué consiste la solución final del sionismo para «el problema palestino» que se interpone desde 1897 (entre el 29 y el 30 de agosto de ese año se celebró el primer congreso mundial sionista) en el proyecto de un Estado judío para uso exclusivo de los judíos de todo el mundo en tierra árabe, tras casi un siglo de lemas y sobre todo acciones, el jefe supremo del ejército israelí, general Rafael Eitan, declaró al New York Times el 14 de abril de 1983, que «cuando hayamos colonizado la tierra, todo lo que los árabes serán capaces de hacer es moverse de un lado a otro como cucarachas dentro de una botella».

Al amanecer del lunes 5 de septiembre de 2011, cerca de treinta años después, colonos israelíes han prendido fuego a la mezquita de Dul Nourain en el pueblo de Qasra, al sur de la ciudad de Nablus.

Es sencillamente lógico que algunos grupos de entre los muchos judíos israelíes que han votado a esos ministros, porque conocen esas declaraciones -a Sharon y Netanyahu por dos veces-, quemen todo lo que les recuerde a los palestinos, con lo que además contribuyen al logro del proyecto que defienden junto con sus líderes.

Pero las cosas han cambiado, Netanyahu, el actual primer ministro, condenó un ataque similar recientemente, dirá algún malicioso. En la madrugada del 7 de junio de 2011, un grupo de colonos prendió fuego a una mezquita en la aldea de Maghayer, cerca de la ciudad de Ramallah. Igual que ocurrió cerca de Nablus, el fuego fue acompañado de destrucción de bienes y de pintadas racistas contra los árabes.

Como han hecho en otras ocasiones dirigentes israelíes ante crímenes similares y peores, por ejemplo, el asesinato de niños palestinos, Netanyahu declaró entonces a la prensa nacional y extranjera: «espero que los autores sean localizados con rapidez y que se les castigue de forma apropiada».

Este tipo de declaraciones públicas de los líderes israelíes tiene que ver con el trabajo de sus gabinetes de relaciones públicas, que se encargan de facilitarles las frases adecuadas que han de pronunciar para consumo de la opinión pública, algo que no tenía tanta importancia años atrás.

Lo cierto es que no se detiene a ningún criminal, al contrario, se les encumbra vivos e incluso muertos. A Baruch Goldstein, el colono que ametralló el 25 de febrero de 1994 a una multitud de fieles que rezaban en la principal mezquita de Hebrón, lo que causó 29 muertos y 125 heridos, se le construyó un monumento en su memoria.

Éste se convirtió pronto y durante años en un lugar de peregrinación para miles de colonos, así que para evitar un escándalo internacional el gobierno ordenó desmantelarlo. Eso fue lo máximo que hizo y porque sabía que la veneración a Goldstein y la celebración de su matanza no se iban a terminar con la desaparición del memorial.

Su espíritu, por así decir, iba a permanecer. A la vista está. Sería prolijo enumerar los ataques de diverso tipo sufridos por otras mezquitas, entre éstas la de Al Aqsa, situada en Jerusalén. Basta con recordar ahora, como señala un despacho de la BBC sobre el último ataque cerca de Nablus que, según afirma la ONU, «ha habido un gran incremento de la violencia por parte de los colonos hacia los palestinos en 2011. Solamente en este año ha habido más de 250 incidentes en los que palestinos han resultado heridos o sus bienes han sido dañados».

Este incremento tiene su explicación, la cual se relaciona con lo dicho anteriormente. A pesar de su labor, los gabinetes mencionados son incapaces de evitar que alguna vez se produzcan los lapsus linguae de los líderes, también las advertencias más o menos veladas y desde luego las medias verdades. En ocasiones los políticos dicen verdades aunque no sea ésta su intención.

A renglón seguido de su primera afirmación, Netanyahu añadió que «éste es un acto criminal dirigido a provocar».

Los colonos más «religiosos» están furiosos con el asunto de la votación del Estado palestino en la ONU que está próxima. Los demás colonos y los sionistas hacen creer que están disgustados. Mismo fin, distintas estrategias para alcanzarlo.

De los primeros puede esperarse cualquier barbaridad. Uno de sus principales rabinos, Yaacov Perrin, dijo en el funeral de Goldstein que «ni siquiera un millón de árabes valen lo que la uña de un judío».

De los otros hay que decir una vez más que «hacen como que están enfadados». Es una pose para disimular y seguir ganando tiempo. Mientras unos queman, roban y matan, otros repiten el antiguo guión usado durante años y que fue hábilmente reproducido hasta la saciedad cuando abandonaron Gaza durante el gobierno de Sharon.

¡Cómo lloraban, cómo tenían que arrastrarlos los soldados fuera de sus casas, cómo se aferraban a las puertas de éstas -ilegalmente levantadas en tierra robada a los palestinos- para evitar el desalojo! ¡Qué concesiones tan dolorosas hicieron los israelíes y con qué ingratitud respondieron los palestinos!

Poco después Gaza fue bloqueada, sometida a un asedio que dura hasta el día de hoy y bombardeada durante un mes hasta dejarla arrasada con miles de muertos y heridos.

La matanza y el asedio de cientos de miles de personas refugiadas, que en cualquier otro país hubiera llevado a sus responsables ante la justicia internacional, se presentó ante el mundo como una guerra entre dos contendientes. Finalmente Israel vio coronado su crimen al conseguir que los países con capacidad de juzgar crímenes de guerra y contra la humanidad renunciaran a hacerlo. Algunos llegaron a cambiar su legislación fundamental para evitar que la justicia actuara. Ésta ha sido sin duda una de las principales aportaciones que ha realizado España mediante la «alianza de civilizaciones» del presidente Rodríguez Zapatero.

Es probable que los palestinos respondan a estos ataques. La preocupación por éstos va en aumento en Palestina y, como ocurre a veces en cualquier lugar sometido a fortísima tensión, un crimen menor pero particularmente significativo, acabará por encender la mecha de la destrucción.

Lo que para muchos será una reacción de legítima defensa por parte de los palestinos, para el gobierno israelí será una excusa perfecta para dejar mano libre al ejército contra el «terrorismo islamista» y «los extremistas de Hamas». Los países aliados de Israel se olvidarán de la quema de mezquitas y del resto de ataques con el resultado de muertos palestinos y se pondrán de nuevo en contra de la justicia y los derechos humanos.

Con el fin de contribuir a la confusión y al desastre, el diario israelí Haaretz publicó este 5 de septiembre un artículo sobre las declaraciones del general Eyad Eisenberg, máximo responsable del Comando Nacional del Ejército Israelí, al Instituto de Estudios para la Seguridad Nacional: «la posibilidad de una guerra regional total en Oriente Medio está aumentando. Ésta podría incluir el uso de armas de destrucción masiva».

Como en realidad el único que las posee es Israel, también el país que ha atacado a sus vecinos en varias ocasiones y ocupa sus tierras, lógicamente se dedicó a hablar del enemigo: «Eisenberg advirtió de que la primavera árabe podía convertirse en el invierno islámico radical».

No explicó qué relación guardan las revueltas árabes populares contra sus dirigentes con la guerra total anunciada, pero ya se sabe que los mandos israelíes destacan más por matar que por razonar.

Como tampoco sobresalen por su amor a la verdad, la contención y la paz, además «hizo notar que militantes de Gaza usaron una nueva arma en los choques recientes en el sur, lo cual llevó al Comando Nacional a recomendar a la población a buscar un refugio con doble protección en lugar de una sencilla.»

Independientemente de la monumental sarta de mentiras confeccionada por militares, políticos y periodistas dentro y fuera de Israel, el estallido en Palestina puede suceder antes, durante o después de la votación en la ONU y al margen de las revueltas árabes.

Cuando tenga lugar será una tapadera más para ocultar la realidad: el continuo robo de Palestina por los sionistas parcela tras parcela, cabra tras cabra y ahora mezquita tras mezquita.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.