La discusión pública en Israel se ha despertado momentáneamente de su letargo. «Dar o no dar», esa es la pregunta shakespereana- «hacer concesiones» o «no hacer concesiones». Es bueno que hayan surgido signos iniciales de vida en el público israelí. Aunque solo sea por esta razón- vale la pena ir a Annápolis, pero este discurso […]
La discusión pública en Israel se ha despertado momentáneamente de su letargo. «Dar o no dar», esa es la pregunta shakespereana- «hacer concesiones» o «no hacer concesiones». Es bueno que hayan surgido signos iniciales de vida en el público israelí. Aunque solo sea por esta razón- vale la pena ir a Annápolis, pero este discurso no tiene fundamento y está distorsionado. A Israel no se le está pidiendo «dar» nada a los palestinos; se le está pidiendo devolver- devolverles su territorio hurtado y restaurar su pisoteado auto respeto, conjuntamente con sus fundamentales derechos humanos y humanidad. Este es el tema dominante central. Lo único digno de tratamiento, y del que ya nadie habla más. Nadie está hablando ya más acerca de moralidad. Justicia es también un concepto arcaico, un tabú que deliberadamente ha sido borrado de todas las negociaciones. Dos y medio millón de personas- granjeros, comerciantes, abogados, choferes, muchachas adolescentes soñadoras, hombres locamente enamorados, gente anciana, mujeres, niños y combatientes utilizando medios violentos por una causa justa- han estado todos viviendo bajo una bota brutal durante 40 años. Mientras tanto, en nuestros cafés y livings nuestra conversación es sobre dar o no dar.
Abogados, filósofos, escritores, conferenciantes, intelectuales y rabinos, que son apreciados por sus conocimientos básicos acerca de preceptos morales, participan en esta distorsionada discusión. ¿Qué les dirán a sus hijos- después que la ocupación se transforme en una pesadilla del pasado- acerca del período en que ellos ejercieron influencia? ¿Que dirán acerca del rol que tuvieron en esto? Estudiantes israelíes colocados en los puestos de control como parte de sus obligaciones en la reserva del ejército, decidiendo brutalmente la suerte de la gente, y luego varios de ellos yendo corriendo a lecciones de ética en la universidad, olvidando lo que hicieron el día anterior y lo que se está haciendo en su nombre cada día sin excepción. Intelectuales que publican peticiones para «hacer concesiones» o «no hacer concesiones» desviando la atención del tema central. Hay tormentosos debates acerca de la corrupción- si el Primer Ministro Ehud Olmert es corrupto y cómo la Suprema Corte está siendo menoscabada. Pero no hay discusión sobre el interrogante fundamental: ¿No es la ocupación la más grande y más terrible corrupción que ha arraigado aquí, empequeñeciendo cualquier otra?
Funcionarios de seguridad que están aterrorizados por lo que ocurriría si levantáramos un puesto de control o liberáramos prisioneros, como los blancos en Sud Africa cuando fomentaron un delirio de temor acerca de «la gran matanza» que sobrevendría si a los negros les fueran otorgados sus derechos. Pero esos no son los auténticos interrogantes: Se debe poner fin al encarcelamiento y los innumerables prisioneros políticos deberían ser liberados incondicionalmente. Así como un ladrón no puede presentar demandas, ni precondiciones o cualquier otra condición al dueño de una propiedad que él ha robado, Israel no puede presentar demandas a la otra parte, mientras la situación permanezca tal como está.
¿Seguridad? Debemos defendernos nosotros mismos con medios defensivos. Aquellos que no creen que la única seguridad que podemos disfrutar vendrá finalizando la ocupación y con la paz, pueden atrincherarse ellos mismos en el ejército, detrás de muros y vallados. Pero no tenemos derecho de hacer lo que estamos haciendo: así como nadie concebiría matar a los residentes de todo un vecindario, atormentarlos y encarcelarlos porque unos pocos criminales viven allí, no hay justificación en abusar de todo un pueblo en nombre de nuestra seguridad. La cuestión de si finalizar la ocupación amenazaría o reforzaría la seguridad de Israel es irrelevante. No hay, ni puede haber ninguna precondición para restaurar la justicia.
Nadie discutirá esto en Annápolis. Aún cuando los verdaderos temas esenciales fueran planteados, ellos enfocarían cuestiones secundarias- fronteras, Jerusalén e incluso refugiados. Pero eso estaría eludiendo el tema principal. Después de 40 años, uno podría haber supuesto que los verdaderos temas esenciales serían finalmente planteados para una sincera y audaz discusión: ¿Tiene Israel el derecho moral de continuar con la ocupación? El mundo debería haber preguntado esto hace mucho tiempo. Los palestinos deberían haberse concentrado solo en esto. Y sobre todo, nosotros, que sufrimos la culpa, deberíamos haber estado terriblemente preocupados por responder a esta cuestión.
Traducción: Israel Laubstein.
http://www.pazahora.net/israel–palestina/1-israel-palestina/55-demandas-de-un-ladron