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Viejas estrategias contra nuevos enemigos: Chile 1970-1973, Palestina 2006-2009

Descifrando la crisis política palestina

Fuentes: Dissident Voice

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

«Dijisteis que nunca les derrotaríamos: Al contrario, necesitamos ayudarles a que se derroten a sí mismos. No se derrota a nadie desde fuera; todas las derrotas son internas… han caído en la vorágine de la derrota y depende de nosotros que les hagamos seguir en esa misma dirección».

    Elias Khoury, Bab al-Shams

Las explicaciones que Israel ofreció para justificar la masacre perpetrada contra Gaza en diciembre del pasado año fueron confusas. Los objetivos que el aparato político y militar israelí avanzó fueron diversos: derrocar al gobierno dirigido por Hamas y aniquilar el movimiento, acabar con el lanzamiento de cohetes desde la Franja por Hamas, destruir las capacidades militares de Hamas, acabar con el contrabando en Gaza, etc.

Sin embargo, no lograron alcanzar ninguno de esos afirmados objetivos. El gobierno de Hamas permanece en Gaza. En efecto, inmediatamente después de declararse el alto el fuego, las pantallas de TV mostraban a la policía de Gaza poniendo orden en las calles mientras los grupos armados de la resistencia volvían a lanzar cohetes hacia Israel. El mensaje era claro: el gobierno de Hamas mantenía el poder en Gaza, su capacidad para lanzar cohetes hacia Israel no había resultado precisamente destruida y la economía sumergida de Gaza seguía creciendo, haciéndose más y más sofisticada.

Pero a pesar de todos estos hechos, el establishment israelí declaró triunfantemente que había alcanzado sus objetivos de guerra [1]. ¿Cómo reconciliar esas declaraciones con la realidad? ¿Deberíamos interpretarlo como una especie de «disociación cognitiva», una tendencia a mantener como «realidad» todo aquello que constantemente es negado por los hechos? En efecto, es esta una fuerte tendencia histórica de la política israelí. Sin embargo, hay otra posible explicación: puede que el objetivo fuera diferente, que fuera más importante y tuviera consecuencias de mayor alcance que el de simplemente derrocar al gobierno de Hamas u obtener algunas ventajas temporales, un objetivo que los israelíes no pueden abiertamente admitir sin entrar en contradicción con la supuesta postura que su sistema de propaganda ha difundido por doquier de «autodefensa» y afán por una «paz justa y duradera».

El único camino para reconciliar los hechos y la posición pública israelí y describir la actual crisis palestina es exponer el principal objetivo y la estrategia subyacentes tras la «guerra contra Gaza».

El objetivo del ataque fue consolidar las consecuencias de una campaña iniciada hace tiempo ya durante el período mismo de los Acuerdos de Oslo: convertir, de una vez por todas, el movimiento nacional palestino en algo anodino, y a la Autoridad Palestina (AP) en un mero administrador de la ocupación con tendencias dictatoriales. La estrategia se basaba en profundizar la división dentro del campo palestino y en deslegitimar tanto a la resistencia armada como a la no violenta como opciones políticas viables. La perspectiva a largo plazo era clara: forzar negociaciones interminables en el transcurso de las cuales, y debido a su posición de poder, Israel pudiera continuar creando «hechos sobre el terreno» e imponer sus condiciones para asegurar su proyecto expansionista de «Eretz Israel» (el «Gran Israel»), sin tener que pagar ningún coste importante por ello.

Uno podría sostener que no hay nada nuevo en esa idea y que este ha sido el objetivo israelí durante las últimas cinco décadas. Sin embargo, un examen más minucioso de la situación arroja luz sobre una diferencia significativa, una diferencia que ha obligado a Israel a cambiar su estrategia sobre la firma de los Acuerdos de Oslo y que al mismo tiempo explica mejor su política actual. Antes de los Acuerdos de Oslo, el enfoque de Israel era casi puramente militar: destruir a los que Israel ni siquiera reconocía como palestinos sino como «terroristas árabes» [2]. La infame sentencia de Golda Meir personificó esta idea: «No existe tal cosa llamada palestinos». Pero los Acuerdos de Oslo situaron el movimiento nacional palestino en alguna parte de la Palestina histórica e hicieron inexorable una solución política a sus demandas. Sin duda, la única concesión significativa hecha en Oslo por Israel fue la de reconocer la existencia del pueblo palestino y sus demandas como una cuestión política, algo que se había venido negando rotundamente desde 1948. Desde Oslo, el enfoque israelí ha ido acompañado de una «nueva estrategia». La posición militar era insuficiente. Sencillamente, Israel no podía ya matar palestinos o expulsarles del territorio ocupado sino que también tenía que encontrar una respuesta política.

Esta respuesta se hallaba contenida en las condiciones mismas del proceso de Oslo y en su aplicación práctica. La corriente política dominante de la OLP (fundamentalmente el liderazgo de Fatah [3]) ha acabado seducido por la «trampa de la estatalidad»: una promesa hueca israelí de estado independiente palestino bajo condiciones inaceptables. Sirvió para desgarrar el movimiento nacional palestino profundizando la división en los años siguientes. La condición principal de los Acuerdos de Oslo para que Israel hiciera cualquier concesión era la de «proporcionar seguridad a Israel», es decir, renunciar y reprimir a la resistencia. Fatah (que es como decir la OLP), bajo el liderazgo de Arafat, acató esas normas y renunció formalmente a la lucha armada, empezó a reprimir a la resistencia palestina y a someterlo todo a negociaciones políticas [4].

En 2006, Israel tenía ya medio camino recorrido hacia su objetivo. La OLP había prácticamente desaparecido y, en términos prácticos, había sido sustituida por la AP como cabeza del movimiento nacional palestino. El liderazgo de Fatah en la AP ya no formaba parte de la resistencia palestina y se mostraba proclive a aceptar una «solución israelí al conflicto». Sólo un actor importante, Hamas, continuaba rechazando las soluciones unilaterales de Israel, con una estrategia de resistencia armada y negociaciones políticas. Pero Hamas no representaba ya a una minoría política como movimiento de resistencia. Se había convertido en un partido político con un apoyo popular sólido y amplio. En enero de 2006 obtuvo una amplia victoria en las elecciones legislativas palestinas y estaba, por tanto, constitucionalmente autorizado para formar el siguiente gobierno de la AP.

Este inesperado desarrollo creó una crisis importante para Israel, Fatah y la administración estadounidense. Las elecciones libres y justas habían conseguido un «gobierno dirigido por islamistas» que abiertamente desafiaba el unilateralismo de Israel, los propios privilegios políticos y económicos de Fatah y la política exterior de EEUU. Por tanto, para enfrentar este nuevo escenario, esas tres partes acudieron a la historia, empleando viejas estrategias contra nuevos enemigos.

Para evitarse el bochorno de despreciar abiertamente los resultados de las elecciones, Israel, la AP y EEUU -aunque con objetivos distintos- se unieron e idearon una «nueva estrategia» de desestabilización, propaganda y complot militar y político contra un gobierno democráticamente elegido. EEUU es experto en estas técnicas, las ha practicado anteriormente a voluntad por todo el planeta durante la «guerra fría». En su momento, se utilizó contra los movimientos sociales de izquierdas que buscaban reformas sociales y políticas. Sudamérica, por ejemplo, tuvo que sufrir una larga historia de guerras civiles, fuertes divisiones y dictaduras como consecuencia de esas tácticas. La estrategia era siempre la misma: desestabilización económica y política, propaganda y agresión militar.

Puede analizarse lo que sucedió con Hamas desde su victoria electoral en 2006 hasta la agresión de Gaza en 2008-2009 a través de la experiencia en Sudamérica. El caso de Chile en el período comprendido entre 1970-1973 nos ofrece un paralelo apropiado. Aunque tanto en el caso de Chile como en el de Palestina el contexto político era distinto, en ambas situaciones se estableció un plan de sabotaje, uniendo poderes exteriores a grupos internos para desestabilizar un gobierno democráticamente elegido. Aunque los objetivos en ambos contextos no eran idénticos, había parecidos importantes. Mientras que en Chile el plan culminó en el golpe de estado de 1973 con el objetivo de destruir el movimiento social y convertirlo en parte funcional de una nueva estructura social y económica, el sabotaje al gobierno dirigido por Hamas que acabó en la agresión israelí contra Gaza debe considerarse como un acto final del establishment israelí para aumentar y consolidar el estado de división, la inactividad y el sentimiento de autoderrota dentro del movimiento palestino. Al hacer eso, Israel buscaba eliminar la resistencia como opción política obligando a los palestinos, especialmente a Hamas, a convertirse en parte funcional de la estructura de cooperación de la AP o a asumir las consecuencias. Los objetivos de la agresión no eran militares sino políticos.

Este artículo intenta, a través de la comparación con el caso chileno, mostrar que el conflicto Fatah-Hamas no representa una novedad sino más bien la aplicación de una vieja estrategia contra un nuevo enemigo. Debería ayudarnos a describir la dinámica interna de división y enfrentamiento que reina hoy en el escenario político palestino y a desechar cualquier explicación «existencialista» del conflicto. A diferencia de la forma en la que muchos han empezado a pensar sobre la cuestión, la crisis interna no se debe a una supuesta «política palestina» que pueda estar enraizada en un esencial «carácter palestino» sino a la «política en Palestina»: el actual punto muerto palestino tiene causas políticas internas y externas y dinámicas que se pueden identificar y analizar. Volvemos al paralelo chileno para arrojar luz sobre esta cuestión.

EL CASO CHILENO: o cómo convertir a revolucionarios marxistas en dóciles administradores

Cuando el ex Presidente socialista Salvador Allende Gossens fue democráticamente elegido en Chile en 1970, el Presidente estadounidense, Richard Nixon, dio la orden de «hacer que la economía (chilena) crujiese» y revertir, «por medios políticos o militares», los resultados de las elecciones [5]. El mundo era testigo de uno de los momentos álgidos de la «guerra fría». El enemigo de Occidente, en aquel momento, eran los movimientos progresistas y de izquierdas que estaban «poniendo en peligro los intereses económicos de EEUU por todo el planeta». La guerra en Vietnam había resultado un fiasco total. La joven revolución cubana había sobrevivido a todos los ataques norteamericanos (la fallida invasión de Cochinos, sabotajes, complots, campañas propagandísticas y el largo bloqueo económico). Desde la óptica de la política exterior estadounidense, no había espacio para otra Cuba.

Pero el caso chileno era un caso especial. El gobierno de Allende era uno de los primeros gobiernos socialistas en llegar al poder tras unas elecciones democráticas. En efecto, quizá fue este rasgo el pilar más simbólico de la plataforma política de este gobierno: la «vía chilena (democrática) al socialismo».

A pesar de este hecho, se sometió al gobierno de Allende a un complot sistemático estadounidense-chileno-derechista a fin de derrocarlo. El múltiple plan incluía restricciones a los poderes constitucionales del Presidente, un duro boicot económico, actividades de propaganda, desestabilización política e intervención militar [6]. Cada paso trataba de preparar el campo para un golpe de estado, que se presentó al mundo como la única solución para un «conflicto irresoluble y peligroso» entre «comunismo y libertad».

La piedra angular de esta estrategia fue la teoría del «enemigo interno». Esta era un elemento fundamental de la política exterior de EEUU en la región. Primero se formaba a los oficiales sudamericanos, que recibían instrucción militar de EEUU, y después se extendía a la población a través de los medios y campañas políticas. La teoría defendía que existía un complot comunista internacional que utilizaba a los partidos políticos para propiciar dictaduras comunistas con objeto de destruir la cultura, tradición de libertades y otros valores fundadores. Así pues, el conflicto político se convirtió en otro existencial. Las fuerzas conservadoras chilenas empezaron a considerar el movimiento popular como una amenaza mortal no sólo a su poder económico sino también a su misma existencia. Por tanto, cualquier medio que sirviera para defenderse era válido.

Un segundo elemento de la estrategia fue el cese de los poderes constitucionales del Presidente. En 1970, Allende salió elegido en un estrecho enfrentamiento electoral. Consiguió el 36,3% de los votos comparado con el 35,8% de su más próximo oponente de derechas. Ya que ninguno de los partidos había logrado la mayoría absoluta que permitiera ser directamente elegido, el Congreso tuvo que designar al nuevo presidente. La tradición constitucional consistía en que el Congreso designaba al candidato que consiguiera el mayor número de votos. En este caso, era Allende. Sin embargo, el Congreso le sometió a especiales condiciones. Para poder nombrarle, el Congreso exigió que Allende firmara un documento que restringiría su margen de maniobra, el llamado «Estatuto de Garantías Constitucionales».

Poco después de que el gobierno llegara al poder se pusieron ya en marcha toda una serie de medidas económicas de boicot. Se congelaron los préstamos a Chile y el país ya no podía abastecer los suministros más básicos que su economía necesitaba. Las principales instituciones financieras internacionales, junto con compañías chilenas y estadounidenses, participaron en el boicot económico cancelando proyectos financieros e interrumpiendo los suministros a la economía chilena. Se mantuvo la ayuda pero con un único objetivo: apoyar a las organizaciones sociales o políticas que eran bastiones del activismo en contra de Allende, incluido el ejército.

Mientras tanto, se llevó a cabo una dura campaña de propaganda contra el gobierno. Durante y después de las elecciones, EEUU y la derecha dominaron los periódicos chilenos y difundieron historias falsas para atemorizar a la población y alienarle a Allende el apoyo político: «que el gobierno socialista estaba recibiendo órdenes de Cuba y la Unión Soviética»; «que iban a enviar a los niños a Cuba y a sus padres a campos de concentración»; y «que el gobierno se estaba preparando para convertir Chile en una dictadura del proletariado sin derechos ni libertades públicas». Esta campaña fomentó el temor, el odio y las divisiones políticas y sociales internas. Esta maquinaria propagandística fue financiada por la CIA y otras instituciones, y mientras tanto el gobierno no podía siquiera financiar sus proyectos sociales básicos.

Además, se formó una coalición parlamentaria (demócrata-cristiana de derechas) para bloquear las iniciativas políticas del Presidente. En 1972, se inició una fuerte campaña política contra los miembros del gobierno. La coalición parlamentaria de la oposición disponía de mayoría para destituir a los ministros. En tres años, Allende tuvo que formar seis gobiernos.

Este estado de cosas se exacerbó por la creciente militarización del conflicto, sobre todo por importantes aumentos en el apoyo material al ejército chileno. Se había entrenado e iniciado a miles de altos oficiales del ejército chileno en la teoría del «enemigo interno». Del mismo modo, la CIA armó, entrenó y apoyó a las fuerzas reaccionarias más radicales dentro de la derecha chilena.

La estrategia dio sus frutos. Un conflicto político y social sin precedentes llevó a la total desestabilización del país: colas para conseguir el pan y los productos más básicos; enfrentamientos entre facciones políticas; huelgas; discursos incendiarios; llamamientos a acciones armadas desde ambos lados y acusaciones de sedición y traición; asesinatos políticos; y atentados contra puentes, ferrocarriles y otras instalaciones públicas.

En este escenario, los llamamientos por parte de la derecha chilena a la intervención del ejército fueron subiendo de tono. Pero había que preparar una intervención de tal tenor. Un elemento clave en todo este proceso fue el lanzamiento de un documento elaborado en agosto de 1973, el denominado «plan Z», planeado y organizado por la CIA y la derecha chilena. Al parecer, el documento revelaba que la izquierda estaba planeando liquidar físicamente a miles de oficiales y a sus familias, figurando en él una lista con todos los nombres. Esto extendió el pánico entre las filas del ejército y consolidó el apoyo a un golpe de estado a todos los niveles del ejército. Ahora, era ya sólo cuestión de tiempo y coordinación.

Considerando la situación global en el país, Allende decidió convocar un referéndum que permitiera que la población decidiera el futuro de su gobierno. La fecha fijada fue la del 12 de septiembre de 1973. Pero la alianza entre la derecha chilena y EEUU estaba inquieta. Las recientes elecciones legislativas de marzo de 1973 habían mostrado que la coalición gubernamental contaba con fuerte apoyo popular. La alianza de derechas no tenía interés en un ejercicio electoral que pudiera consolidar aún más el poder de Allende.

Al amanecer del 11 de septiembre de 1973, se emprendieron acciones militares en la capital, Santiago. Una «Junta» militar proclamó que había asumido el poder del gobierno y declaró el estado de excepción. El ejército rodeó el palacio presidencial y la «Junta» exigió que el Presidente se rindiera. Esas exigencias recibieron el rechazo absoluto de Allende quien, en un discurso final desde el palacio presidencial, declaró que moriría antes que abandonar el mandato popular. La «Junta» ordenó que las fuerzas aéreas bombardearan el palacio presidencial. Antes de que finalizara el día, la democracia chilena estaba destruida, el gobierno derrocado y el mismo Allende muerto. Miles de personas fueron arrestadas y asesinadas, muchas otras desaparecieron. Y muchos miles más tuvieron que marcharse al exilio.

Se instaló un nuevo gobierno militar dictatorial con el General Augusto Pinochet al frente. Se constituyó una fuerte alianza entre las fuerzas militares y la derecha chilena con un firme apoyo por parte de la administración estadounidense. El apoyo de EEUU al nuevo gobierno se produjo de inmediato. Pocos días después del golpe de estado, la gente ya no tenía que hacer cola para conseguir alimentos. De nuevo llegaban suministros a la economía chilena y el «nuevo gobierno chileno» podía disponer de créditos internacionales. Se anularon la mayor parte de las medidas políticas, económicas y legales adoptadas por el gobierno de Allende. Pocos años después, se emprendieron nuevas y amplias reformas económicas y legales, incluida una total liberalización económica. Durante todo el período en el poder, la «Junta» militar también instauró un régimen social y político represivo. Se reprimieron los movimientos sociales, se desmantelaron los sindicatos y se prohibieron los partidos políticos.

La Escuela de Economía de Chicago y sus principios neoliberales sirvieron como guía para las reformas económicas. El gobierno militar tuvo gran éxito asegurando los beneficios a las empresas multinacionales y a las clases privilegiadas de la sociedad chilena. Mientras tanto, los segmentos más desfavorecidos de la población tuvieron que pagar el alto precio del ajuste económico en el país. Las elites políticas en Chile (tanto de la derecha como de la izquierda) -con raíces en la elite económica- se beneficiaron del florecimiento de los grandes negocios. Los antiguos revolucionarios se convirtieron en administradores de las empresas locales e internacionales. Otros muchos emprendieron sus propias empresas comerciales o industriales o se convirtieron en consultores políticos o económicos. La elite de izquierdas se convirtió en una parte dinámica del mundo empresarial chileno y profundizó sus lazos con la derecha económica y con el nuevo sistema económico chileno.

La economía del país estaba ya privatizada, abierta al comercio internacional y desplegándose como modelo económico para Sudamérica. Sus tasas macroeconómicas mejoraron todas durante los años de la década de 1980, con la única excepción de los salarios, el reparto de la riqueza del país y la pobreza. En 1980, el proceso iniciado en 1973 se selló con la promulgación de una nueva Constitución política aprobada en un proceso electoral más que dudoso. El texto legal santificó los principios ideológicos defendidos por la dictadura y sus partidarios en la derecha: una economía neoliberal y una «protegida democracia» conservadora que aseguró la sobrerrepresentación de la derecha, dándole poder de veto sobre todas las reformas económicas o políticas importantes en el país.

En 1990, tras el referéndum de 1989, se restauró la democracia en Chile. Pero el mundo había cambiado ya mucho, sobre todo tras la desaparición de la Unión Soviética. La izquierda chilena abandonó completamente su anterior programa. La elite política de izquierdas estaba ya totalmente incorporada al sistema económico neoliberal y disfrutaba de importantes beneficios materiales. Esta tendencia se profundizó tras unos años en el poder. La coalición de centro-izquierda que ha gobernado el país durante casi diecinueve años ha sido un mero administrador del legado económico y político del anterior gobierno militar. La constitución de 1980 es la única ley sobre la tierra y parece que los movimientos sociales están incorporados al statu quo conservador y neoliberal.

HAMAS, EL NUEVO ENEMIGO: Chile, la vieja solución

«El temor que tengo es que la traición se convierta en opinión».

Abu Jihad

Al igual que en el caso de Allende en Chile, la victoria electoral de Hamas en enero de 2006 fue un hito histórico. Por primera vez en el mundo árabe se elegía de forma democrática un movimiento islámico para el parlamento y para el gobierno. Y también se convirtió en un evento político cargado de importantes y potenciales consecuencias. Su victoria supuso una amenaza para Fatah-AP, Israel, los regímenes vecinos árabes autoritarios y para la concepción del «Nuevo Oriente Medio» de EEUU.

Cada uno esos actores tenía razones diferentes para querer asegurar el fracaso del gobierno dirigido por Hamas. El liderazgo de Fatah quería derrocar al gobierno de Hamas para recuperar el poder institucional y un acceso sin obstáculos a los fondos financieros e intereses comerciales de la AP. Los vecinos árabes vecinos se sentían molestos por la presencia a sus puertas de un «gobierno islámico» democráticamente elegido mientras reprimían en casa a sus propios «islamistas». Además, cualquier apoyo exterior a Hamas trastocaría sus relaciones con Israel y Occidente, de cuyo apoyo financiero dependían. La administración Bush pro-israelí, colocó el objetivo de deshacerse de Hamas dentro de su mantra de la «guerra contra el terror» como parte de su apoyo incondicional a Israel. Para el mismo Israel, representaba la oportunidad de debilitar más al movimiento palestino intensificando la división hasta niveles insospechados para así liquidarlo políticamente desde dentro.

Para afrontar este nuevo panorama político palestino era necesario desplegar de nuevo una estrategia eficaz y eficiente. Volvió a aplicarse la fórmula chilena: se formó una alianza entre un grupo interno palestino y las potencias externas estableciéndose un plan que incluía un duro boicot económico, actividades de propaganda, desestabilización social y política e intervención militar. Una vez más, cada elemento del plan perseguía preparar el terreno para un golpe de estado, que se presentó al mundo como la única solución para un «conflicto peligroso e irresoluble», en esta ocasión entre «moderados» y «fundamentalistas».

EL LIDERAZGO DE FATAH: o cómo convertir a los combatientes por la liberación en dóciles administradores de un no-estado ocupado

El equivalente palestino de la derecha chilena -el grupo interno que se alía con las potencias exteriores en apoyo de la desestabilización- resultó ser el mismo liderazgo de la AP-Fatah. Incluso antes de que el nuevo gobierno de Hamas democráticamente elegido asumiera el poder, se estableció una alianza entre este grupo interno, Israel, EEUU y otros países para impedir que Hamas gobernara [7].

La cooptación de este grupo empezó ya en Oslo. En aquel momento, los dirigentes de Fatah aceptaron la condición clave israelí de «proporcionar seguridad» para conseguir avances en las negociaciones, conociendo bien los beneficios y privilegios que recibirían con el establecimiento  de la AP. El primer paso de los dirigentes de la AP fue silenciar a sus más cercanos opositores políticos. Fueron marginando progresivamente a la OLP, a la que dejaron languidecer y que sólo reactivaban cuando era necesario para «legitimar» las decisiones políticas de la AP-Fatah. Se contuvieron todas las formas de resistencia, especialmente la lucha armada frente a Israel. El objetivo principal era Hamas, cuyos miembros empezaron a frecuentar las cárceles de la AP, donde eran sometidos a acoso político y tortura.

Años dirigiendo a la AP en estos términos llevó a que una parte del liderazgo de Fatah se desviara de la lucha por la liberación nacional para convertirse en instrumento auxiliar de una ocupación duradera. Durante su tiempo en el poder, el liderazgo de la AP-Fatah fomentó fuertes incentivos políticos y económicos para mantener su servil relación con Israel [8]. La muerte de Arafat develó esta realidad. A cambio del apoyo israelí y occidental para poder mantener política y económicamente el poder en sus manos, el nuevo liderazgo de Abbas aceptó renunciar a todas las formas de resistencia tanto armada como no violenta [9]. La AP intensificó la cooperación militar y de inteligencia con Israel para combatir y desarmar a sus opositores internos. Fatah empezó con su propio brazo armado en 2005. Se pidió al núcleo de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa que se desarmaran con promesas de amnistía por parte de Israel y de empleo en la AP. Aunque una cifra importante de sus miembros entregó sus armas, el liderazgo de la AP-Fatah no cumplió sus promesas. Para asegurarse de que las nuevas órdenes se comprendieran bien, la AP estableció nuevas reglas para sus fuerzas de seguridad: En caso de que un soldado palestino muriera en una confrontación con el ejército israelí, su familia ya no recibiría su salario tras su muerte como ocurría antes [10].

La victoria de Hamas en 2006 supuso algo parecido a un shock para los dirigentes de Fatah. Sus intereses políticos y económicos se veían seriamente amenazados. Por tanto, Fatah intentó, al precio de la unidad palestina, mantener el poder político a través de toda una variedad de tácticas. Esto supuso violar el marco constitucional que hacia unos años un parlamento de Fatah había aprobado y la participación en un complot militar y político para despojar a Hamas de su victoria política. En los dirigentes de Fatah, Israel y EEUU encontraron sus aliados para colocar sus propias agendas.

MEDIDAS LEGALES Y CONSTITUCIONALES: Limitando el poder del gobierno de Hamas

Como en el caso de Chile, se adoptaron toda una serie de medidas legales y constitucionales que restringieran los poderes del gobierno elegido incluso antes de que tomara posesión. Previendo una potencial victoria de Hamas en las elecciones legislativas, los miembros del parlamento de Fatah introdujeron una proposición de enmiendas constitucionales durante una reunión parlamentaria en 2005 [11]. La proposición trataba de fortalecer los poderes legislativos del Presidente; daba poder al Presidente para convocar referéndum y elecciones anticipadas (disolviendo el Consejo Legislativo Palestino -CLP-) si se daban determinados escenarios, algunos de los cuales se parecían notablemente a situaciones que se conocieron tras la elección de Hamas. Pero la enmienda no se aprobó, reflejando quizá la confianza excesiva que Fatah tenía aún en aquel momento respecto al resultado de las elecciones. Pocos días antes de las elecciones se reintrodujo la moción pero, en las dos ocasiones, no se alcanzó en el parlamento el quórum necesario. Al parecer, los miembros de Fatah estaban demasiado absorbidos por sus campañas.

Tras las elecciones, el parlamento y el gobierno salientes de Fatah aprobaron varias medidas para socavar las capacidades del nuevo gobierno dirigido por Hamas. Enmendaron la ley del FPI (Fondo Palestino de Inversiones) para impedir que el gobierno estuviera representado en su Junta y transfirieron la supervisión del FPI a la oficina del Presidente. Al hacer eso limitaron el acceso del nuevo gobierno a gran parte de los recursos financieros de la AP; también se enmendó la ley presupuestaria para impedir que el nuevo gobierno recurriera a la Autoridad Monetaria Palestina. El 13 de febrero de 2006, se aprobó la ley del Tribunal Constitucional Palestino. Esta ley, cuya aprobación había permanecido estancada durante varios años, se sacó ahora adelante con algunas enmiendas de última hora que aumentaban los poderes del Presidente para nombrar a sus miembros. En una de sus últimas reuniones, el saliente CLP dirigido por Fatah creó nuevos puestos administrativos en el Consejo y nombró a gente de Fatah para los mismos; se puso a los principales medios oficiales palestinos de comunicación bajo la supervisión de la oficina del Presidente; la Presidencia reforzó sus prerrogativas y poderes en cuanto a la seguridad, anulando las reformas llevadas a cabo en el sector tras la creación del cargo de Primer Ministro en 2003 [12].

BOICOT ECONOMICO: Aplastando la economía palestina

El boicot económico fue también un elemento central del plan de desestabilización en Palestina, como lo fue también tras la victoria de Allende en Chile. De hecho, los israelíes no hicieron esfuerzo alguno para enmascarar este objetivo. Tras los resultados electorales de 2006, Dov Weisglass, asesor de Ehud Olmert, comentó despreocupadamente: Va a ser [el planeado boicot] «como una cita con el dietista. Los palestinos van a adelgazar mucho pero no se van a morir».

Los primeros movimientos de EEUU e Israel se produjeron inmediatamente después de la victoria de Hamas en las elecciones. La administración Bush, junto a otros países, suspendieron la ayuda financiera hasta que se cumplieran determinadas condiciones: el reconocimiento de Israel y de su «derecho a existir» por parte de Hamas (sin exigir de Israel que aceptara un estado palestino), renuncia a la violencia (es decir, a la resistencia) y aceptar los términos de los anteriores acuerdos entre Israel y la OLP: Hamas rechazó estas condiciones, con lo cual se congeló completamente la ayuda internacional, con la excepción, por supuesto, del dinero que iba a parar a los baluartes de las actividades contra Hamas y al aparato militar y político de Fatah. En junio de 2006, los donantes internacionales crearon el «TIM» (siglas en inglés del Mecanismo Internacional Temporal) y más tarde «Pégase» para canalizar la ayuda financiera a Palestina eludiendo al gobierno de Hamas. No llegó ayuda oficial internacional alguna a las cuentas del gobierno de Hamas.

A su vez, Israel retuvo todos los ingresos de aduanas palestinos que, bajo el protocolo económico de París, recogía en nombre de la AP. Por otra parte, Israel mantuvo sus draconianas limitaciones al movimiento de la población palestina; sometió a la población de Gaza a un bloqueo total y arrestó a los miembros del gobierno y a más de 40 diputados de Hamas, paralizando completamente de ese modo el parlamento palestino [13].

Como en Chile, el boicot propició la crisis económica, la desestabilización política y la confusión social. El gobierno no pudo pagar sus nóminas, miles de palestinos se quedaron sin salario durante meses, estallaron las manifestaciones y se produjeron enfrentamientos armados entre facciones. Los trabajadores del sector público fueron a la huelga, se pararon las operaciones de la mayor parte de las instituciones gubernamentales, se cerraron las escuelas y se produjo una amplia escasez de medicinas.

El plan para la «dieta» palestina estaba funcionando bien, excepto en el hecho de que el gobierno de Hamas seguía firmemente en el poder. La administración estadounidense trató de apretar aún más las clavijas oponiéndose a la negociación entre Fatah y Hamas para formar un gobierno de unidad nacional. Simultáneamente, presionó al Presidente palestino (Fatah) para que destituyera a Haniyeh (Hamas), el Primer Ministro del gabinete.

A pesar de las presiones estadounidenses e israelíes, Fatah y Hamas llegaron a un acuerdo para formar un gobierno de unidad nacional en febrero de 2007. Sin embargo, se continuó bloqueando la ayuda internacional y la división entre Fatah y Hamas siguió profundizándose.

LA CRECIENTE POLARIZACION: «Preparando la Contra palestina»

    «… No estáis aquí para enfrentaros a Israel, el conflicto con Israel no nos ha llevado hasta ahora a ninguna parte. Debéis mostrar a los israelíes que podéis hacer el trabajo».

      General Abdel Razak al-Yahya, ex Ministro del Interior de la AP, en un discurso a los jóvenes reclutas en un campo militar de entrenamiento cerca de Jericó.

La administración estadounidense, enfrentada a un resistente Hamas que continuaba manteniendo el poder, lanzó un plan para un golpe de estado en 2007. Sus objetivos eran sacar a Hamas del poder y reemplazarlo con un gobierno de Fatah que aceptara las condiciones israelíes-estadounidenses. El complot [14], cuyo nombre en clave era «Plan B», tuvo diversas dimensiones: securitaria, económica, política y de relaciones públicas. Puede encontrarse un primer borrador informal que traza los fundamentos del plan en un documento denominado «Puntos de conversación». Este documento contenía un memorándum de la discusión, que tuvo lugar en octubre o noviembre de 2006, entre el enviado del Departamento de Estado Jake Walles y el presidente palestino Mahmoud Abbas. Según el documento: «A Hamas se le daría una oportunidad clara con un claro ultimátum… o aceptaban un nuevo gobierno que cumpliera los principios del Cuarteto o lo rechazaban… Si Hamas no está de acuerdo dentro del tiempo prescrito, tu (Abbas) dejarás clara tu intención de declarar un estado de emergencia y formar un gobierno de emergencia explícitamente comprometido con esa plataforma… Si tu (Abbas) actúas de acuerdo con estas premisas, te apoyaremos tanto material como políticamente…» [15] para afrontar la probable reacción violenta de Hamas.

Pueden encontrarse los detalles del plan en otro documento titulado «Un plan de acción para la presidencia palestina», redactado por funcionarios estadounidenses, jordanos y palest¡nos [16]. Su apéndice de seguridad revela detalles de las conversaciones secretas mantenidas entre el hombre fuerte palestino de Fatah Muhammad Dahlan y el Teniente General Keith Dayton. Con la publicación de este documento volvieron a producirse enfrentamientos armados entre Fatah y Hamas.

Preparándose para dar el paso, Fatah empezó a reclutar y entrenar un nuevo tipo de personal militar y a adquirir nuevas y sofisticadas armas. Jóvenes procedentes de contextos sociales humildes fueron el objetivo principal de esos esfuerzos. El objetivo: reemplazar a los viejos cuadros considerados «demasiado politizados» y comprometidos en la resistencia contra Israel con nuevas tropas entrenadas para controlar a las masas y en labores de contrainsurgencia en campos militares en Jericó, así como en Jordania y Egipto. La idea era crear nuevas formas de seguridad que fueran más leales a las órdenes de sus superiores que a los principios de la resistencia contra Israel.

En esta época, a principios de 2007, la sociedad palestina se enfrentaba a una crisis política grave con rasgos de guerra civil. Se produjeron duros enfrentamientos armados entre Fatah y Hamas y el Presidente de la AP amenazó con convocar un referéndum o elecciones legislativas anticipadas. Los rumores acerca de un inminente golpe de estado [17] envenenaron aún más la situación. A mediados de mayo de 2007, esos temores se confirmaron con la llegada de 500 nuevos reclutas entrenados en Egipto leales al Presidente palestino. El 7 de junio, el periódico israelí Haaretz publicó que Abbas estaba negociando con Israel para que le autorizaran a recibir suministros de armas más pesadas desde Egipto. Hubo también rumores de que Fatah estaba movilizando tropas hacia Gaza. A diferencia de la izquierda chilena, Hamas había preparado a sus tropas para tal eventualidad. El 14 de junio de 2007, en una medida preventiva, Hamas emprendió una acción militar que hizo que se apoderara totalmente del aparato político y securitario de la AP en Gaza.

Para colmo de ironías, Fatah tildó la acción de golpe de estado de Hamas. Abbas declaró el estado de emergencia y destituyó al Primer Ministro Haniyeh y a su gabinete. En su lugar, el Presidente nombró un nuevo Primer Ministro (Salam Fayyad) para que formara un gobierno que excluía completamente a Hamas. Hamas continuó manteniendo el poder en Gaza.

LA TEORIA DEL ENEMIGO INTERNO: Fatah e Israel combaten a un común adversario

Tras los sucesos acaecidos en junio de 2007, ambas facciones lanzaron su propia guerra en los medios. La teoría del «enemigo interno» se aplicó a Palestina, llevando el conflicto interno a niveles muy altos.

La retórica desplegada describía el conflicto como de profundas luchas ideológicas y casi de división cultural, y al hacerlo así enmascaraba las diferencias políticas que estaban en la raíz del conflicto [18]. Desde el lado de Fatah, el conflicto se presentaba como un combate entre una fuerza laica y moderada (i.e. Fatah) contra el terrorismo y fundamentalismo islámico (i.e. Hamas). También se acusó a Hamas de querer crear un «régimen islámico» en el territorio palestino. Desde el lado de Hamas, acusaciones de corrupción, de colaboración con el enemigo y traición fueron los principales cargos lanzados contra Fatah. Ese tipo de odiosa rivalidad entre «hermanos en armas» se parece en muchos aspectos a una fragmentación étnica: se describe al enemigo, de una vez por todas, como un peligro esencial para la cultura, identidad o existencia de uno, cuando en realidad el conflicto es más profano y político [19].

La teoría del «enemigo interno» demostró su eficiencia a la hora de exacerbar los odios internos y profundizar las divisiones. Una parte de los dirigentes y burocracia de la AP se coordina en estrategias militares y de inteligencia con Israel y colabora con las medidas de ocupación. La AP e Israel comparten información para arrestar a militantes palestinos; se entrena a nuevas fuerzas de seguridad en los países árabes vecinos y se les proporciona armas con la autorización de Israel; el ejército israelí lleva a cabo operaciones militares en Cisjordania con la ayuda y coordinación de las fuerzas de seguridad de la AP. Además, durante los encuentros entre Israel y la AP para la coordinación militar y de inteligencia, algunos oficiales de Fatah incluso llegan a expresar su convicción de estar combatiendo a un «enemigo común» [20].

EL NUEVO GOBIERNO DE FATAH: Autoritarismo sin Estado

El «Gobierno de Emergencia» de Salam Fayyad que se creó en junio de 2007 ha estado gobernando Cisjordania al margen de la legalidad constitucional [21]. Sin embargo, Israel, EEUU y la UE le han dado su total apoyo y las instituciones financieras internacionales y los donantes han continuado ayudando a ese gobierno.

Mientras tanto, Abbas ha estado utilizando toda una serie de medios legales y extralegales para consolidar su poder y marginar políticamente a Hamas. Actualmente, una larga lista de decretos presidenciales y ministeriales gobierna Cisjordania, excluyendo a Hamas de la AP y reprimiendo a la oposición interna y a la resistencia frente a Israel. A pesar de la participación en varias rondas de reuniones con Hamas para resolver el punto muerto interno, Fatah-AP ha adoptado de forma concomitante duras medidas contra Hamas en Cisjordania. En todas las ciudades importantes de Cisjordania, el gobierno de Abbas ha movilizado a sus fuerzas; se ha establecido una «policía quasi-estatal» encargada de la represión y arresto de los disidentes; se consideran ilegales las fuerzas militares de Hamas; se han cerrado las ONG dedicadas a la beneficencia vinculadas con Hamas; la libertad de expresión sólo existe en apariencia; se enmiendan las leyes a través de decretos presidenciales, incluyendo la ley electoral; y se hacen esfuerzos para renovar la OLP como medio para eludir un paralizado CLP. El objetivo final de todas estas medidas es preparar el campo para unas elecciones legislativas que aseguren una victoria de Fatah.

Más recientemente, el gobierno de Abbas adoptó la decisión de retirar su apoyo -en el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas- al «informe Goldstone», que trataba de responsabilizar a Israel por los crímenes cometidos en Gaza. Esta decisión supuso un terremoto en la sociedad palestina, ampliando la división interna. Sin embargo, las tácticas de temor y represión del gobierno, la desmovilización política popular y la falta de oposición seria en Cisjordania significan que las consecuencias políticas de esta decisión probablemente serán limitadas.

Es en este contexto en el que el régimen de Abbas ha estado construyendo su intención de negociar un fin al conflicto interno palestino. Quizá el temor de Abu Jihad sea ya una realidad: la traición se ha convertido en una opinión desde la que uno puede negociar.

LA AGRESION CONTRA GAZA: Buscando una victoria real sobre el Movimiento Nacional Palestino.

    «No tenemos solución, continuareis viviendo como perros, el que quiera puede marcharse y ya veremos adónde lleva este proceso».

    Moshe Dayan

Incluso desde los sucesos de junio de 2007, ya no hay sólo dos facciones rivales principales dentro del movimiento nacional palestino sino dos gobiernos de la AP luchando uno contra otro, ironía para los pedazos de un poder no existente. La «trampa de la estatalidad» ha seducido también a Hamas y está destruyendo el movimiento nacional palestino desde dentro. Israel sólo «necesitaba ayudarles a derrotarse a ellos mismos». La consigna era profundizar la confrontación y la división y «mantenerles yendo en esa dirección». La agresión israelí contra Gaza de 2008-2009 se emprendió a fin de servir a tal propósito.

Fundamentalmente, el objetivo de la agresión era el de llevar la fragmentación y división dentro del campo político palestino hasta un nivel del paroxismo. Mientras que en el caso de Chile, el grupo interno tuvo éxito en el golpe, en el caso palestino no ha sucedido tal. Después del fracaso militar de Fatah de junio de 2007, Israel tomó cartas en el asunto, aunque con diferentes objetivos. Así es cómo debería entenderse la «guerra contra Gaza».

Sin duda que aniquilar el movimiento de Hamas no era el objetivo real de la «guerra». Hamas se ha convertido en un movimiento de masas y, de muchas maneras, en un auténtico partido político. Destruirlo significa destruir físicamente una porción importante de la misma población palestina. Si no se hacía así, nuevos militantes reemplazarían a aquellos que fueran asesinados, como fue el caso de los dirigentes de Hamas Ahmad Yassin, Abdelaziz Rantisi y muchos otros. Los israelíes habían aprendido esta lección en muchas ocasiones: la agresión contra el Líbano de 2006 había sido el caso más reciente. Hizbollah salió reforzado tras 33 días de bombardeos, al igual que Hamas salió ahora reforzado. Actualmente está más claro que nunca antes que no puede encontrarse una solución posible a la crisis palestina sin contar con Hamas.

La guerra contra Gaza tampoco se emprendió para parar los cohetes palestinos de Hamas. ¿Por qué iba Israel a provocar una guerra para conseguir lo que ya había obtenido mediante negociaciones políticas? En 2008, un alto el fuego verbal auspiciado por Egipto comprendía fundamentalmente el fin bilateral de los disparos y el levantamiento del bloqueo de Gaza abriendo los cruces de frontera. Efectivamente, desde el 19 de junio al 4 de noviembre de 2008, el número de cohetes lanzados hacia Israel disminuyó significativamente [22]. El portavoz del Primer Ministro israelí incluso admitió que Hamas no había lanzado cohetes durante ese período [23]. Aunque Hamas mantuvo el alto el fuego entre el 19 de junio y el 4 de noviembre, Israel se las arregló para matar a varios palestinos durante este período y no abrió nunca los cruces de frontera ni extendió el alto el fuego a Cisjordania. Hamas estaba dispuesto a renovar el acuerdo si Israel cumplía sus términos y así se lo hicieron saber [25]. Pero Israel, decididamente, no quería un nuevo acuerdo. Había muchas razones tácticas para ello pero, sobre todo, veía en una «guerra contra Gaza» una gran oportunidad para avanzar hacia su principal objetivo.

Este objetivo es hacer que los palestinos acepten la solución política israelí al conflicto global: el «único Gran Israel judío». Este plan ignora completamente la legalidad internacional y priva a los palestinos de sus derechos nacionales. Israel rechaza retirarse a las líneas del armisticio de 1967 (Resolución 242 de las Naciones Unidas) y el retorno de los refugiados o la compensación para quien decida no regresar (Resolución 194 de las Naciones Unidas). Israel se niega a ceder Jerusalén Este y sólo ofrece una autonomía limitada para varios enclaves en Cisjordania y Gaza sin soberanía real.

Para conseguirlo, Israel tiene que debilitar al campo palestino hasta el extremo de obligarle a aceptar su solución unilateral e ilegal. La agresión contra Gaza fue otro paso en esa dirección.

Sin embargo, Israel necesitaba que cayeran en su territorio algunos cohetes Qassam para justificar la agresión. Esperó al momento perfecto para provocar deliberadamente el fuego de Hamas. El 4 de noviembre, Israel llevó a cabo una operación militar que mató a seis combatientes, exactamente en el mismo momento en que el mundo estaba absorto en las elecciones estadounidenses. Las acciones de Israel recibieron poca cobertura por parte de los medios. Tras esta provocación, comenzaron desde el lado de Gaza los ataques con cohetes. La maquinaria de la propaganda israelí podría entonces presentar su agresión como un acto de «autodefensa».

La intencionadamente masiva destrucción de Gaza y el asesinato y heridas causadas a miles de palestinos sirvió a la estrategia de Israel en dos sentidos:

En primer lugar, mostró que la resistencia palestina tiene un alto y potencialmente intolerable precio. Esto se demostró haciendo que la población civil palestina sufriera altísimos costes materiales y humanos, culpando después de todo ello a Hamas. La estrategia se estableció en realidad en Líbano en 2006. Entre los círculos israelíes, se llamó la «Doctrina Dahiya» [26]: «… ejercer un poder desproporcionado contra todos los pueblos que dispararan contra Israel y causar un inmenso daño y destrucción… Esta no es una mera sugerencia. Este es un plan que ya está autorizado…» [28]. La agresión al Líbano de 2006 fue desproporcionada e inmensamente destructiva.

Y esa fue la misma estrategia militar utilizada en Gaza. El ejército consideraba todos los edificios como objetivo potencial. La población no se podía sentir segura en ninguna parte. Las fuerzas israelíes bombardearon fábricas, comisarías, cadenas de televisión y emisoras de radio, almacenes, escuelas, hospitales y otras instalaciones del gobierno. El ejército dio instrucciones a varios miembros de una familia para que se refugiaran en un edificio y después, menos de 24 horas más tarde, lo voló [29]. Se ha informado de un montón de casos de civiles que salían de sus casas con banderas blancas en las manos buscando refugio en alguna parte a quienes el ejército israelí mató a tiros [30]. Niños, madres y padres tuvieron que presenciar la agonía de sus familiares heridos. La gente estuvo bajo los escombros durante días, mientras se impedía que los equipos médicos pudieran llegar hasta los heridos y eran atacados directamente por los soldados israelíes [*]. El objetivo era múltiple: hacer que la situación fuera tan intolerable para la población civil que sirviera para presionar y obligar a Hamas a aceptar cualquier acuerdo impuesto por Israel; desincentivar un compromiso popular con la resistencia asegurándose que la población comprendía sus consecuencias, i.e. que Israel podía infligirles una muerte horrorosa cuando le viniera en gana; y, finalmente, convertir la lucha política palestina en una mera crisis humanitaria ante la opinión internacional [31].

Con toda certeza que este nivel de violencia y destrucción fue algo premeditado y formaba parte de una estrategia más amplia [32]. Se trataba de convencer al campo palestino de que iba a aplastarse a la resistencia a cualquier precio y que no podía haber esperanza en la resistencia como opción política. El mensaje se cumplió: la resistencia palestina puede elegir entre someterse o morir. Hamas, puesto entre la espada y la pared, parece elegir la espada. Los cohetes continuaron cayendo en Israel. Seguramente que este gesto no se pasó por alto en las calles palestinas [33].

La segunda dimensión de la estrategia en Gaza perseguía profundizar la división dentro del movimiento nacional palestino e impedir la unidad palestina. Es por esta razón que derrocar al gobierno en Gaza no era una prioridad para Israel. Desde la perspectiva israelí, ¿qué es preferible? ¿Tener un gobierno fuerte palestino dispuesto a centrar sus esfuerzos contra la ocupación, o tener dos gobiernos palestinos contrarrestándose y deslegitimándose el uno al otro? La división política en los Territorios Palestinos ha alcanzado niveles sin precedentes, allí no hay espacio para la confianza política ni para lealtad patriótica. Esta crisis ha mostrado que los dos partidos palestinos principales ya no se consideran a sí mismos como meros oponentes políticos sino como enemigos. De hecho, Hamas lanzó recientemente la acusación de que algunos oficiales de Fatah-AP estuvieron ayudando y asistiendo al ejército israelí durante los bombardeos contra Gaza [34]. Dada la posición de Fatah-AP tras las elecciones legislativas de 2006 y durante la agresión contra Gaza, Hamas entiende que no sólo le toca resistir una fuerte oposición política por parte de Fatah sino que el objetivo de esta organización es su liquidación física.

Resolver esta confrontación llevará muchísimo tiempo y, mientras tanto, el movimiento nacional palestino está paralizado: no tiene una sino varias voces; no tiene un programa o estrategia claros; está aniquilado a causa del punto muerto interno; perdiendo legitimidad a nivel interno e internacional; e incapaz de enfrentar la ocupación de forma significativa. La situación no puede ser mejor para Israel. Lo único que cabe esperar es que seguirá presionando en la misma dirección.

Después de la agresión contra Gaza, el movimiento nacional palestino salió más fragmentado y debilitado que nunca. En efecto, podemos encontrar la metáfora que mejor representa su condición actual en las palabras de Umm Ibrahim cuando expresa la pérdida de sus niños durante los ataques: «… Mi hijo Rakan estaba destrozado. No tenía manos, ni piernas, ni siquiera rostro. Mi hija Fidaa era tan bella como la luna. Sus ropas estaban tan destrozadas como su cuerpo. Murió en mis brazos. Recogí el cuerpo de mi primogénito Ibrahim en una manta y me lo llevé conmigo a casa de mis vecinos. Regresé a buscar a mi nuera Eman; su rostro y sus piernas estaban plagados de cortes y me pedía sin parar que llamara a una ambulancia. No tengo nada en la mente, sólo lo que acaba de sucederme. Todo está en mi memoria y no podré olvidarlo en lo que dure mi vida. Soy una madre que ha tenido que recoger a sus hijos hechos pedazos».

¿Quién recogerá ahora los pedazos del movimiento nacional palestino?

Notas:

  1. «We have reached all the goals of the war, and beyond.» Ehud Olmert. Al Jazeera 1/18/2009. []
  2. Por ejemplo, en 1970, Israel intervino convenciendo al Rey Hussein de Jordania para que reprimiera y expulsara a la OLP de su país. «Septiembre Negro» dejó miles de muertos palestinos. La OLP reinstaló sus cuarteles en el Líbano pero, en 1982, Israel invadió el Líbano asesinando a muchos miles más de palestinos, y los combatientes de la OLP tuvieron que marcharse de nuevo y establecer sus cuarteles en Túnez. El 1 de octubre de 1985, Israel intentó asesinar a Arafat mediante un ataque aéreo contra sus cuarteles en Túnez. Arafat sobrevivió pero murieron 60 miembros de la OLP. []
  3. Las expresiones que aparecen en este artículo de «el grupo dominante de la OLP», «el liderazgo de Fatah», «Fatah-AP», se refieren a un grupo muy selecto de personas que estaban y todavía están hoy implicadas en la toma de decisiones de la AP. En efecto, Fatah es un partid constituido por diversos grupos de personas y no puede considerarse como un movimiento monolítico. []
  4. En 1996, se introdujeron enmiendas a tal fin en la Carta Nacional Palestina. []
  5. Notas de Richard Helm, director de la CIA, tomadas en una reunión con Nixon y otros funcionarios estadounidenses sobre la situación chilena. []
  6. «U.S. responsibility for the coup in Chile» y «Chile and the United States: Declassified Documents Relating to the Military Coup, September 11, 1973.» []
  7. Véase Jean-François Legrain, » L’Impasse Politique et Institutionelle Palestinienne «, Critique International 36, julio-septiembre 2007. []
  8. Véase, por ejemplo: «The Peace Business. Money and Power in the Palestine-Israel Conflict«, Markus E. Bouillon, I.B. Tauris, London, 2004; Mushtaq H. Khan, «State Formation in Palestine: Viability and Governance During A Social Transformation», Routeledge, July 2004; Peter Lagerquist, «Privatizing the Occupation: The Political Economy of an Oslo Development Process«, Journal of Palestine Studies, Vol.32, No. 2, 2003. []
  9. En el último programa político del gobierno de Fayyad, la palabra resistencia (Muqāwamah), un símbolo en las plataformas políticas palestinas, había desaparecido completamente. []
  10. Zakaria Al-Zubaidi, ex comandante de las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa, Haaretz, 13 de abril de 2008. []
  11. Fuente. []
  12. El razonamiento utilizado fue que era para impedir que Hamas tuviera control sobre el aparato de seguridad. Por eso fue que el gobierno de Hamas creó una nueva fuerza de seguridad, la Fuerza Ejecutiva, en abril de 2006. []
  13. Después de eso, no se pudo convocar el CLP ya que faltaba el quórum para poder hacerlo. Fatah no asistía a las reuniones del CLP para impedir que funcionara y evitar que dictara leyes contrarias a sus intereses. []
  14. Vanity Fair, 5 de marzo de 2008. []
  15. «Puntos de conversación» []
  16. El documento se publicó en Jordania: «Khitta ‘Amaliyya li-l- Ri’âsa al-Filastîniyya li-‘am 2007al-Majd (Amman), 30 de abril de 2007. [];
  17. Mark Perry, Paul Woodward, «Document details U.S. Plan to sink HamasAsia Times, 16 de mayo de 2007. [] ; N. de la T.: Véase en castellano artículo relativo a esta cuestión en: http://www.rebelion.org/noticias/2007/5/51111.pdf
  18. Ynet. []
  19. En entrevistas con el autor, muchos seguidores de Fatah han comunicado el odio instintivo que sienten por Hamas y tienden a describirles como «unos fanáticos a nivel político, sedientos de sangre y socialmente atrasados». []
  20. «Los palestinos, de cabeza hacia la guerra civil» []
  21. La Ley Básica Palestina no autoriza a ningún gobierno a asumir el poder antes de recibir un voto de confianza del Consejo Legislativo Palestino. El gobierno de Salam Fayyad no ha cumplido nunca esta condición. []
  22. Durante los seis meses de tregua, se lanzaron 2.278 cohetes y morteros. Durante el alto el fuego y hasta el 4 de noviembre de 2008, se lanzaron un total de 20 cohetes y 18 morteros. []
  23. Youtube. []
  24. «Hamas arrests Gaza rocket squad after two Qassams hit Negev«. Ha’aretz, 10/7/2008. []
  25. «Hamas offer for peace rejected by Israel«, Int’l Middle East Media Centre. []
  26. Dahiya es un suburbio de Beirut considerado baluarte de Hizbollah. Este lugar resultó duramente destruido durante el ataque de Israel contra el Líbano de 2006. []
  27. Gadi Einsekot, comandante del ejército israelí, sector norte. Ha’aretz, 5 de octubre de 2008. []
  28. Coronel (Res.) Gabriel Siboni, Ha’aretz, 5 de octubre de 2008. []
  29. La familia Samouni perdió a 29 de sus miembros en cuestión de segundos. Este caso se ha presentado como uno de los casos legales más importantes contra las actuaciones de Israel en Gaza. []
  30. Los soldados israelíes exponen las atrocidades cometidas en Gaza. []
  31. El Presidente Obama, en una de sus escasas declaraciones sobre los sucesos de Gaza dijo que estaba «… profundamente preocupado por la pérdida de vidas palestinas e israelíes de los últimos días, y por el grave sufrimiento y situación de las necesidades humanas en Gaza …», sin referirse ni una sola vez ni a la ocupación ni a sus consecuencias. []
  32. «Consent and AdviseHaaretz. []
  33. Las recientes encuestas de opinión muestran que, mientras haya ocupación, la resistencia será una de las fuentes más importantes de legitimidad política interna palestina. []
  34. e-intifada; «A Fatah friend writes: I’m supporting the Israel Air Force«. Atlantic Monthly. []

N. de la T.:

[*] Véase en Rebelión la traducción de los informes elaborados por el Centro Palestino por los Derechos Humanos sobre las consecuencias en los civiles, niños y mujeres, de la masacre cometida contra Gaza: http://rebelion.org/docs/94453.pdf; http://www.rebelion.org/docs/93586.pdf

Emilio Dabed es un abogado especializado en cuestiones constitucionales. Tiene un master en Ciencia Política y actualmente está finalizando un doctorado sobre el proceso constitucional en Palestina en el IREMAM (Institut de Recherche et d’ Etudes sur le Monde Arabe et Musulman, Aix-en-Provence, France). Puede contactarse con él en: [email protected]. Pínchese aquí para leer otros artículos de Emilio Dabed.

Fuente: http://dissidentvoice.org/2009/12/decrypting-the-palestinian-political-crisis-old-strategies-against-new-enemies/

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.