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En los aparatos secretos de la política exterior de Washington, intermediarios como Shlomi Michaels son una pieza esencial

Desde el Kurdistán a la Calle K

Fuentes: Mother Jones

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Las actividades rutinarias de la política exterior de Washington son simples y también un tanto aburridas. Los presidentes y secretarios de estado emiten pronunciamientos en discursos. Los diplomáticos discuten en recargadas salas de ceremonia. En cualquier caso, esa es la versión oficial, e incluso aunque seamos muy conscientes de que la realidad procede de C-Span , la interpretación de los hechos que nos ofrece el Foreign Affairs, el ritmo, la pompa y la ceremonia moldean la forma en que entendemos que los países se relacionan unos con otros.

Esta es una historia de otro mundo, aquel cuyos poderosos actores reales no aparecen nunca en los titulares de la CNN. Es la historia de un hombre que tiene la costumbre de aparecer, al estilo de Zelig [1], en el nexo de la política exterior y en la clase de negocios que prosperan en tiempos de guerra: contratos en el área de la seguridad, desarrollo de infraestructuras y reconstrucción tras las guerras y agentes de inteligencia y gestión de influencias.

Es también la historia de cómo ese empresario e intermediario, en el oscuro entorno creado por los ataques del 11/S y el avance de Washington sobre Iraq, aprovechó la oportunidad para impulsarse y convertirse de empresario de poca monta en actor global. La trayectoria de Shlomi Michaels es una prueba no sólo de la intensidad del empuje de un hombre sino también de las oportunidades que la guerra contra el terror ha ofrecido a todos aquellos que cuentan con información, conexiones y ambición para aprovecharlas.

  1. El dossier: En el que un antiguo comando israelí trata de salvar a George W. Bush…

En una tarde de primavera de 2004, subiendo por la calle desde la Casa Blanca, el antiguo oficial de la CIA, Whitley Bruner, iba camino de reunirse con un nuevo contacto. Bruner, un arabista de la vieja guardia formado en Harvard, había tenido un montón de reuniones de ese tipo -algunas mundanas, algunas de mayor trascendencia, como en la época, en 1991, en que recibió instrucciones para contactar con un iraquí llamado Ahmed Chalabi-. («Le dije: ‘Mi nombre es Whitley Bruner, tenemos amigos comunes y me gustaría hablarle acerca de Iraq»). Eficaz y mesurado, Bruner se había retirado de la Agencia a finales de 1997 y en 2004 aterrizó en un puesto de trabajo de un equipo de la inteligencia privada Diligence LLC . La misión, que le había estado haciendo viajar de Washington a Oriente Medio para clientes que buscaban oportunidades en el Salvaje Oeste del Iraq post-Saddam, no parecía muy diferente de su antiguo trabajo, y le llevó a contactar con toda una panoplia de interesantes personajes.

Ese día de primavera, Bruner se encaminaba hacia la oficina de un miembro de uno de los lobbys republicanos más poderosos en Washington: Ed Rogers, antiguo asistente en la Casa Blanca con la administración de Reagan y con la primera de las administraciones de Bush. Rogers tenía un suave acento de Alabama y un insuperable currículo como GOP [2]; era también conocido por gustarle mucho los espías, tanto que su compañía, Barbour Griffith&Rogers , había adquirido una participación en Diligence. Bruner no tenía más que subir las escaleras.

Cuando Bruner se sentó en la oficina de Rogers, percibió un hombre que «irradiaba clandestinidad», recuerda, «con el pelo cortado al rape y porte militar. Nos estrechamos la mano y casi me rompió todos los huesos. Cuando escuché su acento israelí, no me fue difícil adivinar sus antecedentes».

El estirado extranjero se presentó como Shlomi Michaels. Era un antiguo comando de las fuerzas contraterroristas de elite internas de Israel, el Yamam; después se había convertido en uno de los intermediarios que trabajan en esos filones de los mundos de la seguridad, la inteligencia y los negocios internacionales, además de unas cuantas actividades complementarias más pintorescas, que incluía un negocio privado de investigaciones/seguridad en Beverly Hills. Aunque como antiguo comando israelí reconvertido en experto de seguridad, pensó Bruner, parece increíblemente bien conectado, su socio en el negocio era el antiguo director del Mossad Danny Yatom. Antes de llegar a Washington, Michaels, con doble ciudadanía israelí-estadounidense, dirigía toda una serie de negocios en Beverly Hills: una tienda-franquicia de chocolate/café, un equipo de entrenamiento en artes marciales, inversiones mobiliarias y un negocio de seguridad de alta tecnología dedicado a clientes de Hollywood de «mucho valor». Tras el 11-S, dejó Los Angeles, posándose primero en Nueva York (donde durante un semestre enseñó contraterrorismo en la Universidad de Columbia) y después en DC, donde pronto lanzaría una lucrativa empresa de cobro en efectivo durante la guerra de Iraq y período posterior .

Pero ese día, Michaels tenía una proposición distinta para el antiguo oficial de la CIA, de tal calibre, sugirió, que podría hacer que los hombres que en ella se implicaran cobraran una generosa comisión. E incluso podría ayudar a que el Presidente George W. Bush saliera reelegido. Tenía una fuente iraquí muy bien situada -un antiguo oficial de una unidad iraquí de operaciones psicológicas militares-, dijo, que había reunido cientos de páginas de contratos, mapas y fotografías documentando encuentros entre oficiales iraquíes y ucranianos. La información, dijo Michaels, probaría que Iraq había proseguido con un programa secreto de armas químicas. Michaels quería que Bruner fijara un encuentro para él y la fuente iraquí con la CIA. Quería un millón de dólares por entregar el dossier completo.

¿Era ese tipo un espía, un operativo político o sólo un agresivo hombre de negocios? Bruner no estaba muy seguro, nadie que se ha encontrado alguna vez con Michaels puede estarlo. «Es lo que hay», es una expresión favorita de Michaels, me dijo un socio. «Lo dice mucho». (Rogers no devolvió las llamadas sobre el intento de venta del dossier y su papel en él).

Lo que se sabe es que Michaels ha aparecido en los últimos años por Washington en momentos clave para urdir complicadas asociaciones internacionales y vender información políticamente útil. En 2002, se le vio en varias ocasiones en el lobby del Hotel Mayflower ocupado en asuntos de política exterior de Washington discutiendo sobre una empresa mixta para hacer negocios con los kurdos iraquíes; tras la invasión, esas conversaciones le dejaron en muy buena posición para ganar los lucrativos contratos de reconstrucción que el gobierno kurdo repartía. Ayudó a introducir la información en Washington de que el programa de Naciones Unidas «petróleo por alimentos» para Iraq estaba plagado de corruptelas, una cuestión que se convirtió en punto clave para que el GOP promoviera la guerra. Más tarde, Michaels ayudó a los kurdos a reunirse con los integrantes de los lobbys de Washington (el BGR de Rogers), presentando pruebas de que se le debían al Kurdistán unos 4.000 millones de dólares en pagos por el programa «petróleo por alimentos». Según Los Angeles Times, en junio de 2004, durante sus últimos días en Iraq, el procónsul de EEUU en Iraq, Paul Bremer, envió al Kurdistán tres helicópteros del ejército estadounidense cargados con 1.400 millones de dólares en billetes de 100 dólares. El dinero ayudó a financiar los contratos para el desarrollo y la infraestructura kurdos que Michaels y sus socios comerciales habían firmado con el gobierno kurdo para las áreas de construcción y seguridad. ¿Cuál era la motivación de Michaels al vender el dossier de armas de destrucción masiva? Nadie puede asegurarlo. Pero, como Bruner señala, «todo el mundo era consciente de que los estadounidenses estaban lo suficientemente desesperados como para pagar enormes sumas por algo que no era verdad».

Bruner pidió ver algunos de los documentos de Michaels antes de estar de acuerdo en volar a Jordania para encontrarse con la fuente iraquí. Dice que le entregaron contratos escritos en lengua árabe y «fotos de varios iraquíes supuestamente implicados en las armas de destrucción masiva. Había fotos de reuniones, con todo el mundo sentado alrededor de una mesa en misiones comerciales». Las fotos y los documentos parecían auténticos, pensó Bruner, pero no estaba seguro de que probaran nada. Había habido montones de encuentros entre oficiales iraquíes y del antiguo bloque soviético. ¿Quién podía saber de lo que habían tratado?

Aun así, Rogers y él decidieron que valía la pena averiguarlo. Unos pocos días después Bruner estaba en el bar del Hotel Le Royal, un edificio que semeja un pastel de boda de cemento en el bullicioso centro de Ammán, reuniéndose con el misterioso iraquí de Michaels. Aunque seguía sintiéndose escéptico, decidió finalmente llamar a un antiguo colega de Langley que estaba entonces sirviendo como jefe de la sucursal de la CIA en Ammán. Muy pronto, Michaels y el iraquí se reunieron con la Agencia.

Las cosas no fueron muy bien. La CIA no se interesó por el dossier, ni entonces ni en un segundo intento que, según sus colegas, Michaels hizo. Michaels, según Bruner y otros tipos, estaba furioso.

  1. Amman, Londres

La primera vez que supe de la reunión de Michaels con la CIA me encontraba sentada en un helador apartamento de Ammán en el mes de enero. Estaba allí reuniéndome con una serie de operativos de Oriente Medio que en el curso de los años habían tenido tratos con Michaels. En la especie de Casablanca que es Amman estos días -un centro comercial lleno de iraquíes, jordanos, estadounidenses, libaneses, israelíes y ricos inversores del Golfo buscando oportunidades en el Iraq de la postguerra- Michaels apareció como un personaje enigmático, medio estafador, medio agente, a través de Yatom, con una agenda secreta de política exterior. Era impresionante en cada uno de esos papeles. «Discutí con el hotel [Le Royal] para conseguirle una buena tarifa como extranjero», me dijo un colega jordano. «Cuando llegué después, se había trasladado a la suite más elegante del hotel».

Para hombres como Michael, Amman era puerta de entrada a las oportunidades de hacer negocios en Iraq. Una empresa mixta Michaels/Yatom, Kudo AG (siglas en inglés de Organización para el Desarrollo Kurdo), registrada en Suiza, ganó un contrato importante para trabajar como contratista general del gobierno kurdo en un proyecto de 300 millones de dólares para reconstruir el aeropuerto internacional Hawler de Irbil. Según un colega familiarizado con las empresas kurdas de Michaels, el trato se estructuró de forma que Kudo (una empresa mixta entre Michaels y Yatom y sus socios kurdos representando a uno de los dos partidos gobernantes de Kurdistán) debía recibir el 20% de cada contrato que se concediera en el proyecto del aeropuerto. Aunque no está claro cuánto Kudo recibió finalmente, esa ratio habría hecho que el contrato representara unos 60 millones de dólares. (Michael no quiso comentar esta historia).

Michaels ganó también un contrato menor con el Ministro kurdo del Interior para proporcionar entrenamiento y equipamiento en contraterrorismo; en 2004, Michaels llevó varias docenas de antiguos oficiales de la seguridad israelí, así como perros detectores de bombas, equipamiento seguro de comunicaciones y otros pertrechos militares a un campo en el norte de Iraq. El tráfico no pasó desapercibido para Turquía, que se alarmó ante cualquier indicio de posible apoyo occidental al separatismo kurdo; una vez que los medios israelíes informaron y ofrecieron pruebas de las actividades, el equipo de Michaels se vio forzado a batirse rápidamente en retirada de Iraq. La presencia israelí en el Kurdistán fue incluso detectada en el radar de las agencias de inteligencia de EEUU, quienes, al parecer, en 2004, consiguieron información de que agentes iraníes planeaban atacar al personal israelí y estadounidense que operaba en el norte de Iraq. Un oficial del Pentágono, Larry Franklin, que fue pillado compartiendo información sobre Irán con los halcones de Washington, fue reclutado por el FBI para una operación secreta, en la cual tenía que hablar con un funcionario del AIPAC [3] sobre la supuesta amenaza que estaban corriendo los israelíes que actuaban en el norte de Iraq; más tarde Franklin fue declarado culpable de filtrar información clasificada y sentenciado a doce años de prisión.

Por su parte, las autoridades israelíes prometieron investigar esas actividades de entrenamiento (a los nacionales israelíes no se les permite entrar en Iraq sin un permiso explícito, ni negociar sobre equipamiento de defensa sin autorización del Ministerio de Defensa, según portavoces el gobierno israelí.). Las pruebas se cerraron sin acusaciones. Quizá es por eso por lo que, como el corresponsal de Haaretz Yossi Merman informó recientemente, un ex alto funcionario del Ministerio de Defensa israelí había dado a Yatom permiso verbal para las actividades kurdas justo cuando el funcionario estaba dejando su puesto para entrar en el negocio privado de la defensa.

La ironía, según socios cercanos de negocios de Michaels, es que con todos los problemas que le causó el tema del entrenamiento en Kurdistán cuando se supo, Michaels estaba desesperado para marcharse de los negocios de seguridad. «Shlomi parece un tipo de las fuerzas especiales», dijo el asociado. «Le rezumaba esa mierda. Quería cambiar su identidad. Si hubiera podido convertirse en un profesor de universidad con gafas y chaqueta de tweed, lo hubiera conseguido en tres segundos»

» Lo que él quería era muy, muy simple», añadió el colega. «Quería convertirse en multimillonario y quería hacerlo en el Kurdistán. Ese es el real Shlomi Michaels. El asunto del entrenamiento lo dejó tan sólo para pillar otros proyectos».

» Durante todo el tiempo que pasé con Shlomi, fue muy pertinaz en su deseo de buscar proyectos de desarrollo de infraestructuras, o quizá desempeñar un puesto en la junta de algún banco y seguir otros negocios de esa naturaleza», me dijo Russell Wilson, un antiguo congresista del comité de relaciones internacionales del Congreso, que ayudó a asesorar a los kurdos en representación de Washington y que ha tenido una larga asociación mercantil con Michaels. «La gente supone que porque había estado en las fuerzas especiales la seguridad era su área favorita. No era así».

Acerca del dossier de Michaels, Wilson dijo tan solo: «Yo creo que como resultado de sus viajes al exterior se tropezó con esa información y se sintió obligado a pasarla».

Los dobles raseros parecen estar por doquier en Ammán. Se hacen y se disuelven alianzas rápidamente; las constricciones legales de Occidente tropiezan con las realidades del Oriente Medio y la postguerra en Iraq, donde los sobornos y los desvíos fraudulentos de fondos en las sociedades son una práctica habitual. Algunos socios se alejaron de Kudo preocupados porque era demasiado opaca y podrían violar las leyes estadounidenses al proporcionar una parte de los contratos del gobierno kurdo a familiares de los mismos funcionarios que concedían esos contratos. Pero si una relación tan estrecha con los dirigentes kurdos preocupó a algunos, era parte del atractivo para otros. El Kurdistán es uno de los pocos lugares del mundo con conocidas e importantes reservas de gas y petróleo aún no reclamadas; en el barullo de los contratos para desarrollarlas, los operadores energéticos estaban deseando pagar millones de dólares para poder introducirse allí.

Después de un día de entrevistas, me fui a la habitación de mi hotel en Ammán y me encontré con el mensaje de que Michaels estaba en Londres ese mismo fin de semana. Esta vez se estaba reuniendo con un grupo petrolero internacional y hombres de seguridad que buscaban explotar sus conexiones kurdas y las de Yatom. Los historiales de los asistentes, cuando pude juntar las piezas después de varios meses, parecían el elenco de personajes para una película de suspense. Estaba Steve Lowden, anteriormente director ejecutivo de Suntera Resources, una filial de una compañía energética rusa, Itera. (Itera está al parecer bajo investigación del FBI en EEUU por supuestos lazos con el crimen organizado e intento de corrupción de funcionarios estadounidenses. Entre los que están bajo investigación, según se ha informado, está el ex congresista Curt Weldon [Partido Republicano]. Había un oficial de seguridad privada que tenía su sede en Ginebra, Abraham Golan, especializado en proporcionar seguridad a los clientes del área de la energía en África. Yatom, que entonces era miembro de la Knesset israelí, tenía prohibido utilizar su puesto para beneficiarse, no asistió a la reunión con los hombres del petróleo. Pero Yatom se unió a Michaels, Golan y su mujer, y Wilson, así como a un magnate inmobiliario israelí, y al joven escolta del magnate, para pasar luego la noche en un club de juego de elite londinense exclusivo para socios.

  1. Un proyecto discreto

Había una historia más que me contó el socio israelí de Michaels en Jordania. Yatom, dijo, afirmaba que trabajaba con Michaels asociado con el ex director de la CIA, James Woolsey, y el ex jefe del FBI Louis Free. ¿Podía ser todo esto verdad? Me decidí a preguntarle al mismo ex jefe del Mossad.

Danny Yatom se encontró conmigo en mayo en un café en su pueblo natal de Nof Yam, un simple puesto de avanzada sobre una meseta cubierta de hierba en el valle Sharon, en Israel, cerca de la ciudad de Natanya. Muy erguido, bronceado y en forma, su pelo blanco era muy corto. El antiguo general del Sinai de 63 años proyectaba un aire de astucia genuina: las preocupaciones éticas que pudieran inquietar a otros sencillamente no le afectaban. En la década de 1990, cuando se vio obligado a dejar su puesto como jefe del Mossad (tras el intento fallido de asesinar a un dirigente de Hamas), Yatom empezó a hacer negocios con el empresario de origen ruso Arkadi Gaydamak. En los últimos años de esa década, dijo Yatom, los dos se convirtieron en socios de un negocio, la Geo-Strategic Consultancy, implicada en asuntos de Kazajstán y África. El pasado mes de octubre, Gaydamak y su ex socio, Pierre Falcone, estaban en la lista de acusados de alto nivel que se enfrentaban a un juicio en Francia por su supuesto papel en lo que se denominó «Angolagate». Están acusados de vender ilegalmente casi 800 millones de dólares en armas del extinto bloque soviético al presidente comunista de Angola Eduard dos Santos durante el embargo de armas que Naciones Unidas impuso al país. Yatom me dijo que no tenía reparo ético alguno en haber trabajado con Gaydamak.

Cuando le pregunté sobre lo que había oído en Ammán, Yatom se quedó tan tranquilo. «Sí, tuve la idea de hacer un negocio con Woolsey, con el ex director del FBI Louis Freeh, así como con el ex jefe de la inteligencia alemana Bernd Schmidbauer y otros dirigentes internacionales de seguridad», explicó. La idea era crear una discreta consultora estratégica llamada Interop, explicó Yatom, con Michaels al frente como hombre clave. «Woolsey y Schmidabauer estuvieron de acuerdo. Pero no llegamos a buen puerto, porque», dijo Yatom, «en 2003, había sido elegido para un escaño en el parlamento israelí». Al enfrentar las normas israelíes sobre conflictos de intereses, puso sus intereses empresarios en un fondo opaco de inversiones que Michaels gestionaba.

Preguntado cuán opaco era realmente el fondo de inversiones, dados sus frecuentes negocios con Michaels, Yatom fue firme. «No sé lo que Michaels hace»», me dijo. «Schmidbauer nos introdujo con los kurdos, [pero] una vez que nos presentó, se incorporó al gobierno y no quiso implicarse más». Sin embargo, esa restricción era sobre como terminó. Justo unas pocas semanas después de que habláramos en mayo, Yatom anunció su renuncia a su escaño en la Knesset. Me dijo que se encaminaba hacia una segunda etapa en los negocios: seguridad, inmobiliaria, construcción.

Cuando le pregunté a Woolsey sobre la abortada consultora del mes de marzo, reconoció ser amigo de Yatom y Michaels (Woolsey y Yatom, por ejemplo, participaban en las clases de Michaels en la Universidad de Columbia en 2002), pero negó cualquier sociedad con él. «No lo creo», dijo. «Hágame saber si consigue alguna información más». Al contactarle de nuevo en octubre, Woolsey negó categóricamente haber hecho negocios con Yatom y Michaels. «Debe haber algún malentendido», escribió en un correo. «quizá alguien exagera sobre hipotéticas discusiones con unas copas de más tras alguna conferencia en quién sabe donde». Freeh no respondió a mi pregunta para que me comentara algo sobre Interop. Schmidbauer reconoce tener amistad con Yatom y Michaels, pero niega tener conexiones con sus negocios kurdos. «Danny Yatom es amigo de Bernd Schmidabauer», escribió en un correo desde su oficina. «También conoce a Schlomi Michaels. El Sr. Schmidbauer no estuvo implicado en actividades en… el norte de Iraq». Los documentos corporativos obtenidos por Mother Jones muestran que Freeh y Schmidabauer aparecen en las listas como miembros de la junta de asesores de Interop.

Otro asociado de Michaels familiarizado con la incorporación de Interop describió el plan para el negocio de esta forma: «La idea era montar una especie de think tank que proporcionara servicios relacionados con la asesoría en materia de seguridad por todo el mundo. Era un modelo de negocio muy hábil. La organización básica trataba de tener a los [ex] jefes de agencias de seguridad de todo el mundo en oficinas localizadas donde su pericia y niveles de contactos facilitaran nuevos contactos. Schmidbauer en Alemania, el ex jefe del KGB [Sergei] Stepashin en Rusia, su homólogo japonés… Shlomi coordinaría y derivaría los clientes hacia los lugares donde pudieran satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, si alguien iba a hacer negocios en la extinta Unión Soviética, haríamos un contrato y lo haríamos llegar al despacho en Moscú. Todo gracias a la red de Danny». A pesar de la insistencia de Yatom en que ya no estaba implicado tras incorporarse a su escaño en la Knesset, la incorporación y comercialización de documentos para la compañía sugiere que continuó con ellos algún tiempo más. Los papeles de la incorporación de Delaware muestran un Grupo Interop Ltd. registrado el 13 de marzo de 2002; el registro de la corporación suiza documenta cómo un Grupo Interop Ltd. se registró el 3 de febrero de 2003, dando inicio a su liquidación en 2007. Los archivos suizos muestran también que Yatom y la sociedad kurda de Michaels, Kudo, empezaron el proceso de disolución oficial en mayo de 2007.

La reciente liquidación del negocio puede ser consecuencia de las presiones sobre Michaels para reducir la presencia israelí en el Kurdistán, aunque parece también que los socios dicen que había disputas financieras y de otro tipo con los kurdos. Pero también reflejan una nueva orientación tanto de Michaels como de Yatom. En los últimos dos años, Michaels ha buscado oportunidades para hacer negocios en África, Marruecos, Serbia y, según un socio estadounidense, en la Libia post-sanciones estadounidenses. En cuanto a Yatom, según un informe aparecido en septiembre en el boletín de noticias Africa Energy Intelligence, con sede en París, él y Golan han formado una nueva compañía, Global Strategic Group, enfocada a proporcionar seguridad y entrenamiento a corporaciones, individuos y gobiernos, centrándose sobre todo en el mercado energético africano. La dirección de la nueva empresa, Global Strategic Group (GSG, por sus siglas en inglés), aparece en una torre de oficinas en Ramat Gan, donde Gaydamak también ha mantenido las suyas.

Cuando conseguí hablar por teléfono con Yatom a primeros de octubre, me dijo que no quería hablar de su nuevo negocio ni de sus patrocinadores. «Queremos pasar desapercibidos», dijo. «Para los hombres de negocios, es mejor actuar silenciosamente».

N. de la T.:

Sobre el título: La calle K, en Washington, es donde se concentran los lobbys más poderosos del mundo.

[1] Sobre Zelig, véase en wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Zelig

[2] GOP -great old party- (siglas en inglés de un antiguo apodo dado al Partido Republicano)

[3] Sobre el AIPAC, véase en wikipedia:

http://es.wikipedia.org/wiki/American_Israel_Public_Affairs_Committee

Enlace con texto original:

http://www.motherjones.com/news/feature/2008/11/from-kurdistan-to-k-street.html