Los acontecimientos carcomieron el tiempo. Pasaron 19 años desde la caída de Palestina y la creación de Israel sobre las tierras robadas en la Nakba (Catástrofe) en 1948 y las aspiraciones sionistas de ‘Eretz Israel, tus fronteras del Nilo al Éufrates’ seguían vigentes. Su retorica sensibilizó a Occidente. Sus oportunos mitos de seguridad amparados con […]
Los acontecimientos carcomieron el tiempo. Pasaron 19 años desde la caída de Palestina y la creación de Israel sobre las tierras robadas en la Nakba (Catástrofe) en 1948 y las aspiraciones sionistas de ‘Eretz Israel, tus fronteras del Nilo al Éufrates’ seguían vigentes. Su retorica sensibilizó a Occidente. Sus oportunos mitos de seguridad amparados con la excesiva oratoria del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser: «No entraremos en Palestina con su suelo cubierto de arena…entraremos en ella con su suelo lleno de sangre» (8/3/1965). (‘Howard Sachar. A History of Israel: From the Rise of Zionism to Our Time’, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1979. p. 616) contribuyó en 1967 al ‘Casus Belli’ (Motivo de Guerra) sionista.
El lobby estadounidense-judío fue tejiendo su sistemática maraña de presión. Era necesario un plan de coacción para imponer el estrangulamiento del resto del territorio de Palestina, incluyendo, el sector Este de Jerusalén. El diagrama sionista en sus exigencias fue contundente. Meir Amit, responsable de la Mossad en su entrevista con el secretario de Defensa de EEUU, Robert McNamara (30/5/1967), demandó el apoyo irrestricto al proyecto israelí sobre los territorios árabes: «Queremos tres cosas de ustedes (EEUU): Primero/ Abastezcan nuestro arsenal de guerra. Segundo/Nos ayuden en las Naciones Unidas. Tercero/ Aíslen a los soviéticos de la región». McNamara, respondió: «Le he escuchado alto y claro. Le pregunto, cuánto tiempo necesitaría Israel para derrotar a los egipcios». Amit, sin vacilar, le respondió «Una semana» (‘A History of Israel’, Aarón Bregman, 2003).
El clímax de una fugaz guerra asimétrica ya se respiraba sobre los países árabes desorientados frente a los acontecimientos. El presidente estadounidense Lyndon Baines Johnson, soslayando las fricciones con los israelíes, envío la Sexta Flota al Mar Mediterráneo para evitar una posible intervención soviética y en secreto «autorizó el transporte aéreo a Israel de municiones, armas y vehículos acorazados», además, «de aviones A-4 Skyhawk y tanques Sherman» (‘Israel and the American National Interest. A Critical Examination. Urbana’, Cheryl A. Rubenberg, Illinois University, Press. 1986. p. 113).
Con el objetivo político-militar en sus manos, el premier israelí Levi Eshkol, su ministro de Defensa Moshe Dayan y el jefe de Estado Mayor Yizthak Rabin, quebraron como rayo la tensión y lanzaron el 5 de junio de 1967 a la 7:45 de la mañana su operativo militar llamada ‘Operación Foco’. La fortalecida fuerza aérea sionista, al mando de Mordejai Hod (miembro en la década del ’40 de la organización terrorista sionista Palmaj), en solo tres horas demolió 13 bases, 23 estaciones de radar y casi 350 aviones de guerra egipcios en tierra, colapsando las fuerzas de Nasser y ocupando el espacio aéreo de Egipto, Siria, El Líbano, Jordania, Arabia Saudita e Irak.
Ávidos de conquista, entre el 6 y el 7 de junio las fuerzas israelíes ocuparon la Franja de Gaza y el restante 22% del territorio palestino que quedó desde 1948 ocupado por Egipto y Jordania. En tanto, el general sionista Motta Gur, ocupó militarmente Jerusalén, mientras, el 8 de junio ocuparon el Canal de Suez egipcio y obligaron la rendición del Cairo. En su criminal escalada al día siguiente atacaron Siria y deslizaron sus tanques de guerra en la meseta siria en franca caída hacia Damasco, ocupando el Golán hasta la ciudad de Kuneitra y reduciendo las fuerzas militares del Ministro de Defensa sirio Hafez Al-Asad. El poder táctico de varios de los países árabes en sus enfrentamientos descoordinados con los invasores fue incapaz de presentar una defensa acorde y evitar el avance colonialista.
El 10 de junio tras el control y la ocupación total de los territorios palestinos, las alturas del Golan de Siria, la península del Sinaí egipcia y algunas aldeas del Líbano, las fuerzas invasoras cumplieron la palabra del agente sionista Meir Amit al estadounidense McNamara, de finalizar en una semana su proyecto militar ‘Foco’. A las 18:30 horas pusieron fin a la guerra con el visto bueno de Estados Unidos, la pasividad de la ONU y la irreverente actitud de la Unión Soviética que estableció una larga leyenda de vacía verborragia en sus capítulos de amenazas contra Israel a lo largo de la semana, acompañados por el doble rasero político-diplomático de la comunidad internacional y el sequito de los regímenes árabes que silenciosamente no intervinieron.
Las secuelas para Palestina durante la llamada Al-Naksa (la Derrota o Caída) fueron fatales. En menos de una semana los generales sionistas Ariel Sharon, Moshe Dayan, Israel Tal y Abraham Yoffe, borraron el sueño palestino de dignidad y libertad. «En el curso de la guerra desplazaron de sus hogares a 325.000 refugiados palestinos, obligados al exilio». (‘Report of the UN Commissioner-General, Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East’, A/6713. 30/6/1967).
Inmoralmente las autoridades de la ocupación celebraron la frase del general Moshe Dayan, manifestadas al entrar en la ocupada vieja ciudad: «venimos aquí para quedarnos y no abandonar jamás a Jerusalén». Desgarrando la ciudad, impunemente, el 23 de junio de 1967 anexaron el sector Este de Jerusalem y la unificaron con la parte Occidental ocupada en 1948. La hostil provocación fue deplorada por la ONU en sus resoluciones 2.252-B, 2.253 ES-V y 2.254 de junio-julio y la 242 de noviembre de 1967, exigiendo con poca resonancia la retirada israelí a la línea del 4 de junio de 1967. Excediendo todas las líneas rojas, con las firmas del premier israelí Menahem Beguín, con un largo historial terrorista y del presidente Yitzhak Navon, el 30 de julio de 1980, mediante una ilegal ley parlamentaria convirtieron a Jerusalén como su capital. Veintiún días después la ONU lo rechazó en su resolución 478 y le «exigió a la potencia ocupante no modificar el status jurídico de la ciudad», motivo ignorado por Israel.
Justificado en el fanatismo del rabino Shlomo Goren, de consagrar la colonización de Palestina como sagrada, al exteriorizar en su racista sermón que «el mandato para colonizar la tierra de Israel es más importante que todos los Mandamientos juntos» (Los Angeles Times, 3/1/1994), se comenzó de inmediato en 1967 la judaización de Jerusalén y el establecimiento sobre las ruinas palestinas del ilegal ‘barrio judío’ para sumarlo a los milenarios barrios cristiano, musulmán y armenio de la amurallada ciudad antigua. Es así, que «en adyacencia de la muralla occidental cercana a la puerta Al-Mughrabi en la vieja ciudad de Jerusalem, echaron a los palestinos y demolieron sus casas para construir ilegalmente el actual barrio judío en la ciudad»(‘La política de la negación: Israel y el problema de los refugiados palestinos’, Nur Masalha, 2004).
En el lacerante recuerdo. El golpe nos quebró las espaldas palestinas y desde el dolor se regeneró su propia lucha. El comandante de la revolución, mártir Yasser Arafat, recuperó democráticamente los intereses populares palestinos y los heredó a la resistencia de la Intifada para poner fin a la ocupación de 1948 y 1967 bajo su lema «No olvidéis que sobrevivimos al imperio romano».
Suhail Hani Daher Akel fue el Primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina, fFue el Primer Representante de la OLP en la Argentina, Analista internacional sobre la situación de Palestina.
Info Palestina: www.jerusalem-palestina.
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