El conflicto en Siria es la mayor crisis humana desde la Segunda Guerra Mundial. Se aproximan momentos cruciales, desde hace tiempo la diplomacia ha abandonado el conflicto y las fuerzas pro-occidentales están jugando todas sus cartas para derrotar de una vez al presidente sirio y a sus aliados. Ya lo sabemos, la guerra en Siria […]
El conflicto en Siria es la mayor crisis humana desde la Segunda Guerra Mundial. Se aproximan momentos cruciales, desde hace tiempo la diplomacia ha abandonado el conflicto y las fuerzas pro-occidentales están jugando todas sus cartas para derrotar de una vez al presidente sirio y a sus aliados.
Ya lo sabemos, la guerra en Siria lleva más de cuatro años, un cuarto de millón de muertos, varios millones de heridos, diez millones de desplazados, decenas de ciudades y cientos de pueblos devastados, en las que los sobrevivientes prefieren vivir bajo los escombros, más que por temor a las balas o los bombardeos, por terror de caer en manos de sus «libertadores»: las bandas armadas de al-Nusra (al-Qaeda) o Estado Islámico, para quienes cualquiera que no entienda el Islam, como lo marcan las atrabiliarias normas del wahabismo son incrédulos, impíos, pecadores, que no merecen otra cosa que la muerte. La otra posibilidad es huir a Europa en unas «pateras» miserables donde el que llegar a salvo no es una de las alternativas más seguras; otra posibilidad es la de internarse en campos de refugiados de Turquía o Jordania donde son mal recibidos y peor tratados.
De la crueldad de los salafistas hay sobradas muestras por los videos que ellos graban y suben a las redes sociales, con lo que se han procurado la admiración de muchos jóvenes musulmanes europeos que hartados del menosprecio y las pocas posibilidades que les ofrecen sus respectivas sociedades, y amparados en reivindicaciones étnicas y culturas han decidido seguir los pasos de sus «hermanos» e incorporarse a su combate.
Cuando Abu Sakkar, un miliciano de las Brigadas de Farouq, en mayo de 2013, extirpó el corazón de un soldado sirio muerto en combate y frente a una cámara imperturbable, le dio varios mordiscos, puso en marcha una maquinaria propagandística que fundaba en el horror que generaría la atención del mundo entero. Este muestrario del espanto llegó a su exégesis en febrero, por lo menos hasta ahora, con el video donde se observan los últimos largos minutos de vida del piloto jordano Moaz al-Kasasbeh; encerrado en una jaula a la espera de las llamas que terminarían con su vida. Sin que le tiemble el pulso el camarógrafo graba la escena hasta el final, el antes y el mientras del piloto se observa en primer plano. El padecimiento es exhibido sin pudor, sin resquemores. Ya, demasiadas decapitaciones perpetradas por Estado Islámico en Irak, Siria y Libia, pululan en el ciberespacio, para dar testimonio de un nuevo tipo de guerra, que particularmente en Siria, parecería total e infinita.
Habrá que tener mucho coraje para ver o tan solo imaginar los últimos minutos de vida del piloto jordano, pero también para imaginar los últimos cuatro años del pueblo Sirio, donde la Primavera Árabe ha quedado atascada, y quienes la han iniciado no se van a contentar con una derrota.
Sin duda, los largos años de gobierno del partido Baaz Árabe Socialista, que gobernó durante décadas y con mano de hierro Hafez al-Assad y a quien continuó, tras su muerte, su hijo Bashar, generó infinidad de enemigos internos y externos. Tengamos fundamentalmente en cuenta la política exterior independiente siria, frente a los atropellos norteamericanos en la región y las múltiples alianzas que Damasco tejió con la Moscú soviética y la post soviética. La muerte de Hafez y la irrupción de Bashar sin duda fue una hecatombe para muchos políticos sirios que calladamente esperaban hacerse del poder tras la muerte del viejo líder.
De allí el momento de preparar el golpe fue solo para afianzar algunos contactos y montarlos a los planes de la «espontanea» Primavera Árabe, las estructuras políticas de la oposición estaban aparentemente bien preparadas.
Washington necesitaba replantear su política en Medio Oriente y casi con el mismo modelo que Londres y Paris planearon la caída del Imperio Otomano en las dos primeras décadas del siglo XX, Estados Unidos, el Reino Unidos, Israel y sus aliados árabes de siempre: Arabia Saudita, sus socios del golfo, Turquía y Egipto, ponen en marcha la mediática Primavera Árabe, que intentaba fundamentalmente acabar con algunos gobiernos y segmentar varios países (Siria, Irak, Libia) y terminar con los gobiernos de Mohamed Gaddafi en Libia cuestión que fue zanjada en meses, hoy Libia está prácticamente fracturada en tres regiones, de hecho convertido en un estado fallido y los restos de Gaddafi perdidos en algún lugar del desierto.
La caída de la Siria de los al-Assad no fue tan sencillo y allí es donde los planes del Departamento de Estado, hasta el momento, se han hecho trizas, obviamente junto a la nación Siria.
Los daños colaterales de la Primavera Árabe fundamentalmente se sintieron en Túnez, Egipto y Yemen, parecieron controlarse después de canjear viejos dictadores por otros que venían con renovados bríos, pero las mismas viejas intensiones de perpetuarse en el poder, hoy Túnez sigue teniendo un Primer Ministro, Habib Essid, prooccidental, que nada tiene del espíritu de las revueltas populares de 2011; en Egipto más o menos lo mismo, ha llegado Abdel Fattah al-Sisi al gobierno, un general con un prestigio arrasador en quien muchos vimos inicialmente la reencarnación del Presiente Gamal Abdel Nasser y para nuestro espanto, hoy ha terminado de convertirse en el cruel espectro de Hosni Mubarak; y el último ejemplo, Yemen, que tras el juego gatopardista que no resistió más de dos años está envuelta en una guerra que comenzó siendo civil y hoy involucra a varias naciones de la región.
Para Occidente, es decir Estados Unidos y sus aliados europeos, es clave terminar con el tema Siria. Necesita derrocar ya no solo a un presidente sino todo un sistema anti imperial que se mueve como espejo en el mundo musulmán, con las políticas entreguistas de Arabia Saudita, Turquía, Egipto, las petromonarquias del golfo Pérsico, todos sunitas. El arco antinorteamericano compuesto por Irán, Siria, el grupo Hezbollah, grandes sectores de la sociedad iraquí y yemení, que si bien tienen un fortísimo componente chií, son acompañados por sectores sunitas moderados pertenecientes a las clases más bajas, como es en el caso de Yemen, o cristianos en el caso de Siria sin olvidar el pueblo Kurdo, que ha vivido en carne propia los suplicios de Estado Islámico.
Es en Siria donde ese arco anti norteamericano se articula y es por ello la importancia de que se mantenga en pie o se derrumbe.
El ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, anunció exultante que el nueve de mayo se iniciaría un plan de entrenamiento del departamento de Defensa de Estados Unidos, para entrenar y equipar unos dos mil combatientes que con la excusa de combatir a Estados Islámico, obviamente se dirigirán contra el Presidente Bashar al-Assad.
Una vez más la batalla final
A mediado del 2013, agencias de inteligencia tan creíbles como el Servicio Federal de Inteligencia alemán, (Bundesnachrichtendienst, BND) advertían que las bandas mercenarias que accionaban en Siria, no podría pasar del mes de diciembre, y el triunfo del presidente Bashar al-Assad sería inevitable.
Sin duda esos informes hicieron poner en remojo las barbas de muchos y se arremangaron para que la BND no acertar en su pronóstico, desde entonces comenzaron las operaciones de Turquía que ya descaradamente permitió la entrada de combatientes salafistas provenientes no solo de Europa, sino también de Georgia, Kirguistán, Azerbaiyán, Daguestán e insumos para las tropas anti al-Assad; el reino de Jordania se ha convertido también en un portaviones de fuerzas norteamericanas desde donde operan los famosos «consejeros o asesores», cada vez en más cantidad. Israel ha bombardeado infinidad de veces enclaves tanto del Ejército Árabe Sirio, como de la fuerza libanesa Hezbollah. A esto hay que sumarles los miles de millones de dólares que particularmente Arabia Saudita y el Emirato de Qatar han puesto a disposición de la alianza anti siria, la aparición en un primer momento de grupos vinculados a al-Qaeda como al-Nusra y otros menores, hasta la irrupción de Estado Islámico en julio de 2014, finalmente equilibraron la guerra y alejaron el fantasma de la victoria Siria.
Pero más allá de todas la colaboración exteriores, el «régimen», como les gusta denominar al gobierno soberano de Siria a la gran prensa occidental, sigue dando batalla, con dos aliados fundamentales: Irán y Hezbollah.
Las bandas salafistas del Frente al-Nusra y Ahrar al-Sham que componen el Ejército de la Conquista, han dado golpes importantes en las últimas semanas, la toma de la ciudad de Jisr al- Shugur, al noroeste del país y la toma de la ciudad de Idlib a principios de abril, también significó un duro golpe para Damasco. Estos avances ponen al alcance de los salafistas la ciudad-puerto de Latakia, que de caer sería un golpe muy difícil de sobrellevar para las posiciones del gobierno sirio.
Hezbollah, como miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní de apoyo a Damasco, estarán dando quizás una de las batallas más definitivas de esta guerra en las alturas de Qalamoun, un punto estratégico de la frontera sirio-libanesa por donde Hezbollah abastece a sus combatientes en Siria. Cortar la línea de suministro Hermel a Baalbek y el sur de Líbano o mantenerla abierta será la gran disputa. El Estado Islámico intentará cerrar ese paso fundamental para ambos bandos, de allí la importancia de una la batalla que el propio líder de Hezbollah, Hasan Nasrallah, ha declarado como fundamental. De caer ese paso, la posibilidad de que el Estado Islámico pueda filtrase a Líbano está al alcance de la mano y Hezbollah entonces ya no tendría que hacer una guerra de ofensiva sino de resistencia en su propio territorio.
Por la importancia de esta próxima batalla, hasta allí ha llegado también la aviación israelí buscando destruir enclaves tanto del Ejercito Árabe Sirio, de la Guardia Revolucionaria Iraní y de Hezbollah.
Según algunas fuentes, Hezbollah estaría esperando que comience el deshielo para iniciar el ataque contras las fuerzas salafistas que en estas últimas semanas se han ido agrupando en las cercanías de la cordillera de al-Qalamoun.
Algunos trascendidos de las últimas horas hablan de la muerte de Marwan Mughniyeh, quien dirigía las operaciones especiales de Hezbollah en la región de al-Qalamoun.
Quizás Qalamoun se convierta en la verdadera gran batalla de la guerra en Siria y quien triunfe comience a vencer definitivamente en una guerra que sin duda ya hemos perdido todos, aunque Siria continúe resistiendo desde los escombros.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. Colabora. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con «Revista Hamartia», Rebelión: http://www.rebelion.org/; «El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org; y América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/
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