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Crisis del sector textil

Deslocalizaciones, cierres y despidos, las recetas para la industria textil

Fuentes: Insurgente

Desde antes del 1 de enero de este año, patronales, empresas, sindicatos y lobbys de la industria textil y de la confección, avisaban de la crisis que atribuyen a la abolición del sistema de cuotas. En los últimos cinco años, solo en Cataluña, han cerrado 450 empresas y 18.000 personas fueron a la calle. Cinco […]

Desde antes del 1 de enero de este año, patronales, empresas, sindicatos y lobbys de la industria textil y de la confección, avisaban de la crisis que atribuyen a la abolición del sistema de cuotas. En los últimos cinco años, solo en Cataluña, han cerrado 450 empresas y 18.000 personas fueron a la calle. Cinco meses después de la fecha de salida para la total liberalización del textil, los datos indican que en Andalucía -con 430 empresas reconocidas oficialmente, sin contar con las pertenecientes a la economía sumergida-, tendrán que cerrar el 50% de las compañías del sector. Ahora, tanto los sindicatos como la patronal, han dado a conocer las medidas de respuesta a la situación actual, que pasan por la eliminación de aproximadamente 170.000 puestos de trabajo de aquí al año 2010, el 70% de la mano de obra del sector.

«¡Demasiado, es demasiado! Dejemos de discutir, necesitamos actos desesperadamente», invocaba ante la Comisión Europea a finales de abril, Filiep Libeert, presidente de la patronal Euratex.

Según un dictamen sobre «El futuro del sector textil y de la confección», elaborado por el Consejo Económico y Social Europeo, con la ampliación a los diez países del Este, el textil supone el 7% de la economía europea, con 2.700.000 personas empleadas. Según el mismo informe, ya en el 2001 el textil había rebajado su producción y el número de puestos de trabajo en un 8%.

El CESE señala que «el mundo es una aldea. China es ahora miembro de pleno derecho de la OMC y, en quince años, se ha convertido en la primera potencia industrial y comercial del mundo en el sector textil y de la confección».

Los datos aportados por el Consejo Intertextil Español, señalan que las exportaciones de prendas chinas han alcanzado «incrementos superiores al 1.000% en pantalones tejidos, del 2.774% en calcetines y medias, o del 1099% en vestido de tejido y punto» (El Mundo, 04-03-05). Cifras que superan con creces el intervalo entre el 30% y el 100%, que señala la «normalidad» del crecimiento de las exportaciones, según la pauta establecida por la Comisión Europea.

El comisario de comercio de la UE, Peter Mandelson, que hasta ahora se ha negado a aplicar la llamada «cláusula de salvaguarda», establecida para situaciones de competencia desleal, abrió el pasado 29 de abril una investigación en torno a nueve artículos, cuyas exportaciones atentarían contra lo que los empresarios han llamado fair trade.

Según Javier Aparicio, de la asociación textil de la Comunidad Valenciana, las empresas chinas juegan sucio y no respetan «las mas mínimas garantías en materia de medio ambiente y de derechos laborales».

Despidos y traslados

Patronal y sindicatos coinciden en atribuir a la presión exportadora de China, o de otros como La India, el cierre de empresas y la destrucción de empleo. Las respuestas, con sus respectivos matices, son también las mismas.

Aparte de los tópicos en torno a la innovación y la modernización de la industria, trasladar la producción y suprimir puestos de trabajo, son una vez más, las recetas consensuadas entre los agentes sociales y las instituciones.

El CESC apunta que «la gestión de los recursos humanos debe anticipar los efectos devastadores para las regiones y los trabajadores de las reestructuraciones y supresiones de empleos». El sector más duro del Consejo Intertextil (CIE), ha reclamado públicamente que los trabajadores renuncien a aumentos de sueldo, en los ejercicios económicos que se salden con pérdidas. Por su parte, aunque los sindicatos se niegan a cualquier medida para flexibilizar el despido, Salva López, de la Federación Textil de CCOO, reconocía futuros e inevitables recortes de plantilla, por que el sector «tiene mucha grasa».

Economia sumergida interior y situación de género

En esta coyuntura, la principal ausente del escenario es la economía sumergida, y por supuesto las mujeres del medio rural.

Una trabajadora de Huétor Tájar (Granada), afirma que en un taller clandestino, confeccionando ropa para empresas como Zara o Cortefiel, se pueden cobrar «entre las 365 y las 525 pesetas la hora. No estamos dadas de alta, te pillas un dedo con una máquina y los botiquines, o están caducados los medicamentos o no los hay. Según qué te pase, te pueden llevar al ambulatorio, pero no se te ocurra decir que has estado trabajando en el taller. Si te pones enferma, pierdes las horas, pierdes el día, y el sueldo, más chico todavía. Si te vas de vacaciones, por supuesto tampoco te las pagan».

Por su parte, Mulheres(em)causaencantada.org, indican que sólo en Galicia, aproximadamente 60.000 mujeres trabajan en talleres clandestinos, sin luz natural, durante doce horas y con sueldos de doscientos euros al mes, para Inditex. La empresa, propiedad del multimillonario Amancio Ortega, es la matriz de marcas como Zara, Stradivarius, Oysho, Pull & Bear, Bherska, Massimo Dutti o Kiddy’s.

El citado informe del CESC, del que forman parte entre otros, los principales sindicatos y organismos patronales de los estados de la UE, no incluye la situación de los talleres clandestinos, su relación con las grandes marcas y distribuidoras, ni la situación de sus trabajadoras.

Lógicamente, tampoco lo tiene en cuenta en ninguna de sus recomendaciones. Eso, a pesar de que el documento señala la cualificación, la calidad y la formación de la mano de obra, entre los ejes principales para la supervivencia del sector.

Expansión comercial y desindustrialización

Las alarmas, encendidas alrededor de la fecha del 1 de enero, se centran y acusan de una próxima catástrofe a la máxima liberalización y las «malas prácticas» chinas.

Esta preocupación, por supuesto, no existe respecto al acuerdo con Ucrania, firmado en el 2001 y ratificado en marzo de este año, y que ya establecía condiciones similares a las vigentes actualmente.

La expansión, tanto de la producción como del comercio textil de la Europa occidental, principalmente hacía el este europeo o el Magreb, es un factor oscurecido por lo que se ha llamado «efecto big bang», a la hora de valorar el ritmo de cierre de factorías y la destrucción de puestos de trabajo.

Hay que señalar, en este sentido, que los flujos comerciales entre los estados asiáticos son de unos 60.000 millones de dólares anuales. Frente a esto, la principal zona de intercambío comercial del sector textil sigue siendo precisamente la formada por Europa occidental, el Magreb y Europa Oriental, con un movimiento de 177.000 millones de dólares.

Así, si bien el tono catastrofista dominante en las últimas semanas, tiene su justificación sobre todo en lo que toca a los trabajadores y las comarcas afectadas, lo que si cabe poner en tela de juicio es el victimismo exacerbado de las patronales respecto al ogro chino.

La guerra mercantil entre Asía y Europa, vale para obviar la responsabilidad de las corporaciones europeas, en la desintegración del tejido manufacturero interno, tanto como en la extensión del modelo esclavista, tanto en el Magreb como en Asía.

«El proceso de deslocalización de empresas parece imparable, y en Galicia, por ejemplo, las firmas de moda ya ocupan más trabajadoras fuera que dentro de la comunidad autónoma. Más de la mitad de la producción se ha instalado en el extranjero,en países con mano de obra mucho más barata y en condiciones laborales deficientes, como Marruecos, Rumania, el Perú, Pakistán, la India y Malasia.

La deslocalización, que perjudica a los más de cuatrocientos talleres de confección instalados en Galicia, ha permitido a los quince mayores industriales gallegos, encabezados por Inditex, Adolfo Domínguez, Caramelo, Lonia y Roberto Verino, consolidar todavía más su posición en el sector». (Setem, Campaña Ropa Limpia)

Según el mismo documento, en Marruecos, las trabajadoras pueden llegar a trabajar por menos de 180 euros mensuales, superando la semana de 48 horas que establece la legislación marroquí.

En el caso de Tánger, donde se concentran numerosas factorías que trabajan para empresas como El Corte Inglés o Stradivarius, el salario no alcanza los 60 céntimos de euro semanales, y en condiciones infrahumanas de salubridad y habitabilidad.

Inditex, y otras como Mango e Induyco (El Corte Inglés) someten a las mujeres «a jornadas laborales de 12 y 16 horas en temporada alta, porque desde España se les pide plazos de entrega de seis días».

No es casualidad que en menos de dos décadas, el modelo de desarrollo fomentado por la política de acuerdos comerciales entre Europa y el Magreb, como por la propia práctica empresarial, hoy se esté trasladando a China o Indonesia, cuyos salarios están entre los 0,23 y los 0,10 euros/hora.

En la actual polémica y alarma, los industriales del textil europeo están jugando a varias bandas.

La flexibilización de las condiciones laborales a nivel interno, el cierre de factorias, la invisibilización de la subcontratación y la economía sumergida, la crítica de las condiciones de trabajo en los países empobrecidos en pos del proteccionismo institucional, o el fomento de un modelo de desarrollo basado en los bajos salarios, son algunas de las cartas en la manga con sus respectivas varas de medir.