Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
A pesar de sus sangrientas consecuencias, todos los indicadores señalan el dinamismo del movimiento palestino de protesta.
El pasado viernes 19 de octubre fue un día señalado. Durante treinta semanas consecutivas, miles de mujeres, hombres y niños palestinos se concentraron junto a la valla de Gaza.
Estos seis meses de concentraciones pacíficas no han supuesto ninguna amenaza de seguridad para los soldados israelíes, protegidos por tanques acorazados y barreras de arena tras la alambrada de púas. Los soldados podrían haber dispersado la concentración con gases lacrimógenos, pero prefirieron hacerlo con fuego real, matando a más de 200 pacíficos manifestantes e hiriendo a unos 10.000.
Amigos del palestino de 15 años Mohamed Ibrahim Ayub, muerto por disparos de las fuerzas de seguridad israelíes frente a la frontera de Gaza, sujetan un cartel con su retratoen el cementerio de Beit Lahia, al norte de la Franja de Gaza, el 21 de abril de 2018 (AFP)
Muchos sufrieron disparos en las piernas, que provocaron decenas de discapacitados y amputaciones. El elevado número de víctimas ha supuesto un desafío adicional para los equipos médicos, que ya sufren escasez crónica de suministros como resultado del cerco impuesto por la ocupación israelí desde hace más de un decenio.
Expansión de las protestas
A pesar de sus sangrientas consecuencias, todos los indicadores señalan el dinamismo de la Gran Marcha del Retorno de Gaza. El pasado viernes, miles de manifestantes se concentraron en el área de los 5 campamentos. Los soldados israelíes mataron a siete de ellos.
Las concentraciones ya no se limitan a los viernes, sino que se han ampliado a los lunes y los miércoles, con actividades que se prolongan hasta la noche, pues los manifestantes más jóvenes llevan a cabo protestas nocturnas cerca de la alambrada. Las protestas se han extendido más allá de los campamentos y llegan hasta una zona cercana al cruce fronterizo de Bait Hanun, actualmente abierto.
Las formas de protesta también se han diversificado, y ahora incluyen concentraciones de barcas en el mar, al norte de Gaza, como símbolo de desafío y para recordar al mundo la grave situación de los palestinos recluidos en la mayor prisión al aire libre del mundo.
Las treinta semanas de la Gran Marcha del Retorno ponen en evidencia la poderosa motivación que empuja a los palestinos a continuar con las protestas, a pesar del grave peaje impuesto por las fuerzas de ocupación como castigo.
La continua vitalidad de las protestas demuestra que el contexto que las motivó hace seis meses no ha cambiado y que los palestinos que viven en el enclave costero no dan credibilidad a las promesas sobre la mejora de la situación humanitaria en Gaza.
¿Qué quieren los manifestantes?
Los palestinos de la Franja de Gaza se enfrentan a dos alternativas: morir lenta y silenciosamente a causa del cerco, el derrumbe de los servicios médicos, el elevado desempleo, la restricción de movimientos, los recortes salariales y el colapso económico; o morir haciendo ruido, para que el mundo oiga sus gritos y sus reivindicaciones de dignidad, libertad y liberación.
Antes las continuas manifestaciones de decenas de miles de palestinos en esas condiciones los dirigentes internacionales deberían preguntarse: ¿qué es lo que quieren? ¿Qué les empuja a ponerse en peligro al continuar con estas protestas?
Palestinos transportan a un manifestante herido al este de la ciudad de Gaza el 5 de octubre de 2018 (AFP)
Los palestinos han dejado claras sus intenciones desde el principio: somos refugiados que queremos retornar a casa; somos seres humanos que merecemos vivir con dignidad.
La población de Gaza está formada en más de dos terceras partes por refugiados, expulsados a la fuerza de sus hogares por las bandas sionistas durante la Nakba («catástrofe») de 1948. La Resolución 194 del Consejo de Seguridad de la ONU estipula que tienen derecho a retornar a sus casas, y estas manifestaciones están amparadas por el espíritu y la letra de esta antigua resolución internacional. La única reivindicación de los manifestantes es que se cumpla la justicia internacional.
Sufrimiento interminable
Desde que la Gran Marcha del Retorno se convirtió en un importante movimiento en Gaza, las facciones palestinas se han puesto de acuerdo sobre un objetivo táctico: romper el cerco injusto. Israel, que goza de impunidad internacional, no reconoce los derechos legítimos de los palestinos recogidos por el derecho internacional, incluidos su derecho a una vida digna.
Israel no ha sido capaz de abordar la raíz del problema, por lo que continúa con su estrategia de terror, asesinatos y uso desproporcionado de la fuerza contra manifestantes pacíficos, cuyo único delito es alzar la voz para poner fin a su desplazamiento y a su vida tiranizada y bajo sitio.
La respuesta letal de Israel a las protestas ha agravado el sufrimiento de los palestinos. Desde que se inició el movimiento el 30 de marzo, las madres palestinas han vivido en continua aflicción. Cada nueva víctima de las balas de los ocupantes profundiza su herida. Cada uno de los mártires asesinados cruelmente por soldados israelíes ha dejado un vacío en la vida de sus seres queridos.
Los manifestantes exterminados amaban la vida, y mostraron ese amor golpeando los barrotes de su gigantesca prisión. Se negaron a vivir humillados y derrotados. Escogieron morir con honor, gritando «¡No!» ante el rostro de la ocupación y la deshumanización.
Ahmad Abu Artema es un periodista y activista por la paz palestino. Nacio en Rafah en 1984 y es refugiado de la aldea Al Ramla. Es autor del libro Organized Chaos.
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