La corpulencia de Eyad el Serraj hace imposible que parezca un fantasma a pesar de haber pasado ya por todas las sesiones de quimioterapia posibles. El tono de su piel es más claro y ha perdido el pelo, pero sus ojos brillan incisivos como siempre. Anda despacio y cuando lo vimos acercarse bajo la parra […]
La corpulencia de Eyad el Serraj hace imposible que parezca un fantasma a pesar de haber pasado ya por todas las sesiones de quimioterapia posibles. El tono de su piel es más claro y ha perdido el pelo, pero sus ojos brillan incisivos como siempre. Anda despacio y cuando lo vimos acercarse bajo la parra llena de uvas dulcísimas todos nos emocionamos con su presencia. La cena estaba preparada en la huerta de Jaber, junto al corral de pollos y a las cabras, bajo la frondosa parra, a la luz tenue pero suficiente de una lámpara que hacía equilibrios entre el suelo, los cables y los sarmientos de la parra. La noche era tranquila pero el calor no nos dejaba.
Raji Sourani convino con Eyad después de un análisis de su situación personal y su salud que descansara, que pensara en otras cosas. Pero si bien lo primero que dijo fue que era el hombre más estúpido del mundo porque había gastado en su vida algo así como medio millón de dólares en cigarrillos americanos que le habían llevado hasta el filo mismo de la muerte, rápidamente sus palabras derivaron hacia la situación de Gaza y Palestina y con todo el impulso y la fuerza de siempre tomó la palabra y sentó cátedra sobre lo que pasaba, sobre cómo lo vivía él, sobre cual era el futuro. Sus palabras callaron hasta las cabras y se hizo el silencio en la noche mientras detallaba cada uno de los elementos que él entendía que había llevado a la situación actual, con esa capacidad de sintetizar no sólo sus pensamientos, sino los nuestros y los temores comunes. Ahora vive tranquilo, como viven la gente en Gaza, que inundan las calles como nunca y las playas, hasta altas horas de la noche, aprovechando estos momentos después de tanto caos, de tanta muerte y de tanto dolor. Los enfrentamientos y los crímenes que se cometieron los famosos días de junio, son rechazados por todos, pero casi todo el mundo veía que la situación era insostenible y ahora viven como tras una catarsis.
Las calles de Gaza están abiertas, ya no hay barricadas y se puede pasar por delante de los destrozados cuarteles. La casa de Abu Mazen sigue impertérrita en medio de la ciudad, custodiada, pero su ocupante ya no colapsa las calles cada vez que viene haciendo la vida de la gente de Gaza casi imposible. La lista de agravios es muy larga y en Gaza, que más que una provincia es un pueblo donde todos saben de todos, de las riquezas y las pobrezas, de los abusos y corrupciones. Sin embargo, en el centro, quedan como abominables testigos decenas de edificios quemados o atacados con artillería. Los sentimientos de la gente están también demasiado a flor de piel.
A lo largo de estos días he tenido la oportunidad de hablar como mucha gente de distintas posiciones políticas y religiosas. Y todos están de acuerdo en que hay seguridad en Gaza – salvo lo que les depare el destino sionista – y que la gente está más tranquila. Pero también parece común el sentimiento de que ésto no va a durar. Diálogo es la palabra que más he oído estos días y que apoyan firmemente desde la Yihad Islámica y Hamás – Haniya – hasta los intelectuales y políticos de la izquierda, incluidos algunos de Fatah. Diálogo como única solución.
He visitado los campamentos de verano de varias zonas Magasi, Khan Yunes, Gaza ciudad… en todos veo la impronta de la voluntad férrea de Issa Saba y otros de su especie de hacer de la infancia un lugar mejorable, o mejor, memorable. Y a pesar de este empeño, los campamentos destacan por su completa austeridad de medios. Y veo en los ojos de los niños como un halo de tristeza. Este año hay 60.000 niños en los campamentos de Cana’an, pues han conveniado los programas con la UNRWA. Toda Gaza está llena de campamentos y parece que por fin se dan cuenta de lo importante que es que los niños tengan otras referencias que no sean las de la violencia constante. La UNRWA, en total, ha conveniado plazas para 125.000 niños. A finales de agosto está previsto que, a lo largo de toda la costa de Gaza salgan los 60.000 niños en una competición con cometas de colores. Muchos de ellos han tenido la oportunidad este verano por primera vez de hacerlas y aprender a volar con ellas. La segunda foto parece una alegoría de la situación actual: imposible volar esa cometa: la bandera palestina está rota.
También estuve en la UNRWA, aunque se mostraron poco propicios a dar más información de la que se puede encontrar en la página web. Sin embargo, sí me dijeron que el abastecimiento de comida y de medicamentos estaba garantizado a través del paso de Sofa. Que ahora les obligan a poner todo en palees y en contenedores y que por esto y porque Sofa también está al sur de la Franja de Gaza, se ha incrementado enormemente el coste de todos los programas de alimentación. Karni, que es el paso comercial a través del cual entran materias primas y pueden salir productos de Gaza, está cerrado. ¿Quién lo puede abrir? – le pregunté al reacio funcionario de la UNRWA – «una simple llamada de Ramalla, diciendo que los trabajadores vuelvan a su sitio es suficiente» Eso me dijo Sebastien Trives, en Gaza, el 25 de julio, después de reconocer el colapso de la economía palestina, el aumento de la dependencia de la gente de la ayuda internacional y la interrupción sine die de todos los programas de construcción de viviendas y equipamientos debido al cierre de Karni, fundamentalmente. No cree que a corto plazo se abra Rafah, aunque sí espera una solución inmediata a la gente que espera al otro lado de la frontera. Mientras tanto, han muerto más de treinta personas, entre ellas Tagrit Aabet, una mujer de 32 años con cinco hijos, que fue a recibir tratamiento para el cáncer a Egipto. Tagrit llamaba constantemente por teléfono para escuchar la voz de sus hijos. Vivía en una modestísima casa en Yabalia y sus familiares aún tardaron cuatro días en conseguir el permiso para repatriar su cuerpo.
Como siempre la población civil paga, es increíble que se quieran ajustar cuentas de esta forma.
Ayer salí de Gaza, sin mayores sobresaltos. Parece que ya les dijeron que no era legal que registraran los equipajes sin el interesado delante. Mejor así. Y es así para todos, los escasos palestinos que salen por allí y los internacionales. La frontera de Beit Hanoun ya no existe e incluso parte del pasadizo de acceso a la frontera israelí ha sido destruido salvajemente. La desolación es enorme en la zona, hasta el punto que los pájaros tienen que buscar refugio en la sombra de las alambradas del check point porque no hay árboles ni casas en muchos metros a la redonda.
Esta vez accedimos a la frontera por la costa, por el campo de Shati y por Beit Laia. La imagen del burro es en Beit Laia, la pobreza es allí extrema. No ayuda nada saber que la frontera está cerrada. La calle está a medio construir, era un proyecto de la UNRWA pero solo pudieron hacer la mediana. Ya no dio tiempo para asfaltarla. El hecho de que la frontera comercial esté cerrada lleva definitivamente a una crisis terrible. Pronto las mujeres ya no encontrarán hilos para hacer sus bordados, ni los tejedores lana para sus alfombras. Los taxistas o cualquier conductor, si tuviera una más que posible avería en esas terribles calles llenas de hondonadas, no encontrarán piezas para sus vehículos. Ya no es que no haya comida, pero si se te estropeó algo en la cocina, olvídate de ella; si la lavadora se rompe, si necesitas zapatos para los niños, unas gafas, unas medicinas especiales… y ya sabéis lo que me dijo el de la UNRWA «una llamada desde Ramalla bastaría para abrirla».
Por segunda vez he traído semillas de todo tipo de verduras, me las piden y estamos colonizando Gaza con semillas europeas a falta de otra cosa, es como si cada palestino que tiene un hueco planta sus propias verduras y frutas y tiene sus propios pollos en el corral o en la azotea de la casa.
A la pregunta de Gabri, sí, se puede venir en delegación y debemos entrar en Gaza. De hecho Lidón entró con un grupo de 10 personas. El Centro Palestino de Derechos Humanos pone a disposición de la gente unos pisos baratos donde podemos alojarnos y en Gaza, definitivamente hay mucho que ver y mucho de que hablar. En fin, voy a cerrar la maleta y a prepararme para salir. Llevo tres cajas de zatar que no sé si pasarán los controles reglamentarios de los aeropuertos, especialmente el de la Guardia Civil, que siempre pregunta si traemos alimentos.
Ayer por la tarde me fui a Jericó. Las otras dos fotos son de allí: un mural que no necesita explicación, y la cárcel de Jericó después del asalto israelí. Los soldados palestinos nos dejaron entrar y filmé todo el entorno y tomé fotos. La destrucción es total, es increíble. Ellos mismos nos recordaban cómo los ingleses y americanos se fueron de allí dos horas antes de que entrara el ejército israelí, esos mismos americanos e ingleses que ahora hablan de paz y de estado palestino. Jericó es bonito, y el monasterio que hay en la montaña es impresionante ¡¡¡pero no vayáis en julio!! No sé qué temperatura había, pero el sudor se me secaba y el aire del desierto era puro fuego.
Para los que conozcan Lifta, el shock de encontrarse que la nueva carretera ha cortado definitivamente el valle es enorme. Recuerdo cuando estuvimos con Jacoub Odeh aquélla primavera temprana, cuando la carretera era entonces apenas un esbozo. Pues ayer se inauguró y aún tenía la bandera ondeante de Israel en las farolas, recordando a los presentes y ausentes, que ellos son los ocupantes. No pudimos parar allí para hacer las fotos de las casas de Lifta colgando sobre el monte. Sin embargo sí paramos para hacer fotos a los vehículos militares que jalonan la carretera a Jerusalén. Estos vehículos militares que se cuidan y se mantienen de las inclemencias con ese aspecto de viejos cacharros, son los vehículos armados que llevaron a los sionistas a Jerusalén. Como veis, alguien ha querido homenajear a esos soldados con un ramo de flores ya mustio por las inclemencias de este calor tan pesado.
A la salida de Jerusalén está el Castel, el famoso monte donde murió el hijo de Husseini en una batalla feroz por Jerusalén. Aunque en la carretera está aún el cartel que lo anuncia como sitio pintoresco, como el fin de todo sionista es borrar la historia anterior, en su cumbre han construido un centro comercial. Así que cada viaje es un poco más triste, porque se están dando mucha prisa en acabar con todo, en modificar el paisaje, en acabar con el muro. Y mientras, los reyezuelos de Ramalla que no hacen más que echar leña al fuego con indecentes declaraciones, inaceptables para cualquier persona de buena fe. Lo último es que Salam Fayyad, el «prestigioso economista» que limpió muchas corrupciones de Fatah sin que nada saliera al aire, y la histórica Hannan Asrhawi, que no sabe qué hacer para salir en la foto, se han inventado una tercera vía que no creo que sirva para nada, porque antes habría que hacer una limpieza y algo más en la política palestina.
Llego al aeropuerto de Ben Gurion donde te espera el rosario de preguntas de siempre y alguna más. Porque para ellos es cada vez más inexplicable que alguien vaya a Gaza. Una impertinente coleguilla tuvo el descaro de preguntar que por qué hacíamos cooperación con Gaza y no con cualquier otro país del mundo, a lo que yo le contesté que por qué no con Gaza, si es que no tenían derechos… pero la colega dejó claro que allí las preguntas las hacía ella. Cada vez que lo pienso me pongo más furiosa; le tenía que haber preguntado el nombre, eso les fastidia y a mí me sirve, pues ahora diría que una muchacha llamada Noa poco menos que se creía en el derecho de dirigir mi vida, mis proyectos, mis ilusiones, con una serie de preguntas fuera de toda razón. ¿Por qué voy a Gaza y mantengo cooperación con Gaza y envío fondos a Gaza??? Pues porque así lo hemos decidido de forma democrática en un país democrático y tú, colega, no eres nadie, aunque te hayan dado toda la autoridad.
Bueno, lo de siempre, interrogatorio como si fueras terrorista, control estricto de cada cosa que llevaba en la maleta, cacheo, análisis de tus zapatos… Mi pobre ordenador ya pasó varias veces por el indefinible control de un aparato con mando de plástico que más parece de pega que de verdad. Los que me registraron hicieron lo de siempre, no se molestaron en hacer muchas preguntas. Pero aquélla que se presentó como a cargo de la seguridad, joder, que parecía una nazi auténtica.
Me voy llaman a los pasajeros de Iberia.
Cristina Ruíz Cortina es miembro de la Asociación Al-Quds de Solidaridad con los Pueblos del Mundo Árabe (www.alqudsmalaga.org)