En un documento de enorme importancia suscrito por cerca de 400 académicos norteamericanos, se ha presentando una proposición base para una nueva política de Estados Unidos hacia América Latinas. Este documento fue enviado, una semana antes de su elección como Presidente de Estados Unidos, a Barack Obama demandando un cambio sustancial de la política norteamericana […]
En un documento de enorme importancia suscrito por cerca de 400 académicos norteamericanos, se ha presentando una proposición base para una nueva política de Estados Unidos hacia América Latinas. Este documento fue enviado, una semana antes de su elección como Presidente de Estados Unidos, a Barack Obama demandando un cambio sustancial de la política norteamericana hacia América Latina. Es sin duda un hecho que no puede pasar inadvertido que un numeroso grupo de académicos se pronuncie de manera tan decidida a favor de que Estados Unidos apoye un desarrollo con mayor equidad en toda la región, se comprometa con la observancia de los derechos constitucionales en Estados Unidos, incluyendo la libertad académica e intelectual, lo que no hizo el gobierno de Bush al restringir el intercambio académico con Cuba. Tal pronunciamiento debemos tomarlo en cuenta los cubanos, los latinoamericanos y caribeños pues contiene formulaciones de interés para estrechar los nexos que podemos y debemos establecer con el movimiento intelectual y social que en la patria de Lincoln ha tomado partido a favor del cambio. Es de destacar que estas posiciones coinciden con la aspiración a forjar los vínculos entre lo que Martí calificó en su tiempo como »las dos secciones hostiles» de nuestro hemisferio.
El mensaje confirma la necesidad del diálogo para ambas Américas, y también para el mundo, porque es en nuestro hemisferio donde hoy por hoy puede iniciarse un camino de salvación de nuestra especie amenazada de desaparecer en el presente siglo.
Para promover ese diálogo podemos partir de las enseñanzas de José Martí sobre Estados Unidos, donde vivió desde 1881 hasta 1895, y que conoció profundamente en los momentos en que hacía su aparición el fenómeno imperialista en ese país. Sin embargo, el antiimperialismo martiano no es, en modo alguno, sinónimo de antinorteamericanismo pues Martí expresó también admiración por los adelantos científicos y las principales figuras de la cultura de ese país. Sobre el fundamento de ese legado América Latina y el Caribe pueden trasmitir un mensaje al pueblo de Estados Unidos.
Martí representa una tradición espiritual y un pensamiento integrador comprometido con la redención definitiva de nuestra especie y que constituye, con su acento utópico, una alternativa al materialismo vulgar y ramplón que predomina en una civilización que se fundamenta de manera unilateral en los avances tecnológicos y científicos.
Es imprescindible relacionar el pensamiento latinoamericano y caribeño con el de los hombres y mujeres sensatos del Norte para alcanzar la modernidad necesaria en el siglo XXI. Para ello resulta indispensable contar con las ideas de los que en la patria de Lincoln y Hemingway están también preocupados por el futuro de su país y de la especie humana y desean abrir cauce a las soluciones que necesitan los propios Estados Unidos, el hemisferio occidental y el mundo actual. Y siempre con las banderas de la ética, un tema clave al que Martí se refiere una y otra vez. Recordemos que él afirmó que Dios está en la idea del bien. En la idea del bien está la clave para entendernos los seres humanos, tanto con una religión o con otra, e incluso los que no la tienen. Martí se convierte así en la síntesis universal que necesita el pensamiento humano para salvarnos de la crisis por la que atravesamos en el mundo de hoy.