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Diario de El Paso: El inspector cubano

Fuentes:

Febrero 9 de 2011. El Paso, Tx.- Por primera vez en la historia de las difíciles relaciones entre los dos países, la fiscalía estadounidense presentó ante un tribunal federal el testimonio de un inspector cubano, utilizando documentos de la Isla, para enjuiciar a un ex-agente de la CIA que dirigió una campaña terrorista contra Cuba […]

Febrero 9 de 2011. El Paso, Tx.- Por primera vez en la historia de las difíciles relaciones entre los dos países, la fiscalía estadounidense presentó ante un tribunal federal el testimonio de un inspector cubano, utilizando documentos de la Isla, para enjuiciar a un ex-agente de la CIA que dirigió una campaña terrorista contra Cuba por décadas. Es cierto: la fiscalía no acusa a Luis Posada Carriles de terrorismo o de asesinato, sino de negar su responsabilidad en los crímenes. Sin embargo, lo que está ocurriendo en El Paso es histórico.

ALGUNOS ASUNTOS QUE QUEDABAN PENDIENTES

 La Jueza Kathleen Cardone entró en la sala judicial a las 9:00 de la mañana en punto. Todos estábamos ansiosos. Ayer el abogado defensor pidió que aplazara el proceso para prepararse mejor. También le había pedido a la jueza que no aceptara la documentación procedente de Cuba, ni las declaraciones de los testigos cubanos. Cardone nos había prometido una decisión sobre estos temas en la mañana.

Antes de convocar al jurado, la Jueza le pidió al abogado Arturo Hernández que se acercara al podio y que le dijera si la fiscalía había compartido con él las transcripciones de las declaraciones del Sr. Roberto Hernández Caballero, uno de los testigos cubanos. «Sí», admitió Hernández, «pero no me han dado las cinco Notas Diplomáticas que pedí», se quejó. 

Los gobiernos acostumbran a comunicarse oficialmente a través de Notas Diplomáticas, y Hernández insistía en que tiene derecho a revisar esas comunicaciones entre Cuba y los Estados Unidos. «Las cinco Notas Diplomáticas no son relevantes para este caso», dictaminó la Jueza Cardone.

La jueza parecía tener poca paciencia con Hernández esta mañana. Se dirigió al fiscal Timothy J. Reardon para preguntarle si quería que el declarante cubano testificara como experto o como testigo presencial. «El Coronel Hernández Caballero testificará como testigo presencial de los sitios donde estallaron las bombas en Cuba en 1997″. 

«¿Y la Dra. Ileana Vizcaíno Dime?», preguntó la jueza. «Ella testificará sobre la autopsia que realizó y el Informe que escribió», respondió Reardon. «También sobre las fotografías de la autopsia», añadió. «Las fotos de la autopsia no son relevantes», declaró el abogado de Posada Carriles. Ahí perdió la paciencia la jueza. «Déjame ver si yo lo estoy entiendo a usted», dijo la Jueza molesta: «Usted se opone a que el jurado vea las fotos de la autopsia, ¿porque no son relevantes?», enfatizó incrédula. «¿Qué opina usted Sr. Reardon?», preguntó la jueza.

«Este es un caso serio», respondió el fiscal. «Las fotos son relevantes, porque corroboran la declaración de que ‘yo duermo como un bebé’ que le hizo Posada Carriles a la periodista Ann Louise Bardach del New York Times», dijo. 

En una entrevista que le hizo el New York Times a Posada Carriles el 17 de junio de 1998 en Aruba, Bardach le preguntó a Posada sobre la muerte de Fabio Di Celmo: «…No fue intencional, pero no podemos parar, porque en ese instante ese italiano estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado». El abogado de Posada Carriles esta mañana le dijo a la Jueza Cardone que esos comentarios al New York Times fueron simplemente una inocente «reacción sobre el fallecimiento del Sr. Di Celmo».

El abogado Hernández añadió estar dispuesto a conceder que Fabio Di Celmo murió «a cierta hora en cierto lugar, pero no la razón por la cual murió». Añadió que «no tenemos fotos de Di Celmo muriéndose, ni de la doctora realizando la autopsia. Solo tenemos fotos del cadáver de él después de terminada la autopsia». 

Mientras tanto, el jurado seguía en la antesala sin la más mínima idea de lo que ocurría en la corte. La jueza finalmente anunció que permitiría el testimonio de los testigos cubanos, y que decidirá más adelante si acepta la evidencia documentaria, después de haber escuchado el testimonio. «¿Listos para que venga el jurado?», preguntó la Jueza Cardone.

Con esa pregunta, le estaba anunciando al abogado Hernández que el caso procedería hoy, y que su petición para una prórroga se esfumó. 

¿QUIÉN ES ROBERTO HERNÁNDEZ CABALLERO?

Llegó el momento tan esperado. Entró el testigo cubano a la sala. Seguro de sí mismo, marchó hacia el estrado Roberto Hernández Caballero. Un hombre de 47 años, que ha dedicado 26 años de su vida a la investigación criminal.

«Mi trabajo es similar al de un especialista de investigaciones del FBI», le dijo al jurado en respuesta a la primera pregunta que le hizo el fiscal Reardon. Explicó que es «licenciado en Ciencias Jurídicas, en Ciencias Penales, especialista en investigaciones criminales». También confirmó tener varios estudios de post-grado, incluyendo uno en investigaciones de incendio».

 El propósito del testimonio del especialista es demostrarle al jurado qué tipo de bombas explotaron en varios hoteles en La Habana en el año 1997, y que estas no estallaron por casualidad. La fiscalía no quiere utilizar su testimonio para evidenciar que Posada Carriles las puso o las mandó a poner. Eso lo demostrará con otros testigos. 

LAS BOMBAS DEL 97

La explosicón en el Hotel Capri, en El Vedado, La Habana.

La explosicón en el Hotel Capri, en El Vedado, La Habana.

 Utilizando varias fotografías que el gobierno cubano le había proporcionado anteriormente, Reardon le pidió al especialista del Ministerio del Interior de Cuba que identificara ciertos lugares donde ocurrieron explosiones en 1997. Por ejemplo, la bomba que estalló en la discoteca Aché del Hotel Meliá Cohiba, el 12 de abril de 1997. 

«El hotel está en una de las áreas más pobladas de La Habana, en un área turística, visitado por una gran cantidad de personas. Es un hotel muy importante, cerca del Hotel Riviera», le explicó el especialista cubano a los integrantes tejanos del jurado.

 «Yo fui personalmente a la zona», testificó Hernández Caballero. «A las 5:00 de la mañana.» Explicó que cuando llegó al hotel, «lo primero que observé fueron grandes destrucciones, especialmente en el baño, y alarma entre los trabajadores». Testificó que la explosión destruyó la batería del lavamanos del baño, rompió los urinarios, desplazó las paredes y el techo. 

Reardon mostró al jurado tres fotografías donde se apreciaban las condiciones en que quedó el Aché inmediatamente después de la explosión. Despertaron gran interés en los integrantes del jurado. Noté que cuando Reardon le mostró al jurado la foto de la entrada de la discoteca, algunos viraron la cabeza hacia la derecha. No me explicaba la curiosidad, hasta que me fijé en el proyector. La foto había sido colocada un poco ladeada en el aparato y Reardon tuvo que enderezarla. Un momento de breve ansiedad ante la evidencia del terrorismo que Cuba ha sufrido por más de 50 años.

 Hernández Caballero le explicó al jurado que en otra de las fotos podían observar «el cráter que dejó la explosión». 

EL EXPERTO EN EXPLOSIVOS QUE TIENE ART JERNANDEZ A SU LADODurante el testimonio que estaba impartiendo el testigo, el abogado de Posada Carriles no se quedó callado un instante. Hizo objeción, tras objeción. Casi todas rechazadas por la jueza. Con un tono de voz más estridente que el que acostumbra usar, sus interrupciones eran fastidiosas, pero no pudieron impedir el testimonio del testigo cubano, quien respondía con profesionalismo las preguntas del fiscal. 

Algunas de las objeciones del abogado de Posada Carriles parecían hasta ridículas. Por ejemplo, al escuchar al testigo decir que «pude observar el cráter causado por la explosión…», el abogado Hernández lo interrumpió quejándose de que el testigo no es experto en explosivos y no puede hablar de los cráteres que fueron causados por las explosiones, a pesar de que el testigo presenció los destrozos.

 Recordemos que ayer Arturo Hernández se había quejado de que no había podido encontrar a un experto en explosivos que lo pueda ayudar a examinar la evidencia proporcionada por Cuba a la fiscalía. Un lector de este Diario hizo una observación muy astuta al respecto: «¿Por qué no se apoyó en su cliente para que le diera unas clasesitas?», preguntó. Cierto. Posada Carriles es experto en bombas. El Ejército de los Estados Unidos lo entrenó en el uso de explosivos en Fort Benning, Georgia en 1962. Difícilmente «Art Jernández» encuentre un mejor experto que su propio cliente. 

LO QUE NO LE PREGUNTAN AL TESTIGO

  El terrorista Chávez Abarca explica cómo activó la bomba en el baño del de la discoteca

El terrorista Chávez Abarca explica cómo activó la bomba en el baño del de la discoteca «Aché», del Hotel Meliá Cohiba, en la reconstrucción de los hechos. Foto: Las Razones de Cuba.

Al testigo no le preguntaron, y el jurado no se enteró de que Francisco Chávez Abarca confesó haber puesto la bomba que estalló en la discoteca Aché del Hotel Meliá Cohiba en abril de 1997. Posada Carriles lo reclutó, lo entrenó en el uso de los explosivos, se los proporcionó y le pagó $2,000 por cada bomba que puso. Chávez Abarca cuenta que Posada lo «felicitó por la bomba que puso en el Aché». El está preso en Cuba, cumpliendo una sentencia de 30 años por terrorismo. La fiscalía quería tomarle el testimonio en Cuba, pero la Jueza Cardone no permitió que tomaran el testimonio de testigos salvo si estos se encontraban en El Paso. 

El inspector cubano le describió al jurado los destrozos que observó en el Hotel Capri y en el Hotel Nacional en julio de 1997. «El Hotel Nacional es el hotel emblemático de Cuba, visitado por presidentes. Está en la zona más céntrica del Vedado», testificó.

«Cuando llegué a investigar, observé los residuos: el cráter, la cristalería rota y la zona donde estaban los teléfonos que también fue destruida por la explosión», contó el testigo cubano. Los integrantes del jurado tomaban nota y observaban las fotos que se les mostraban, incluyendo también la de una explosión en el Meliá Cohiba, el 4 de agosto de 1997, y en el Sol Palmeras, el 22 de agosto de ese mismo año. 

EL ASESINATO DE FABIO DI CELMO

  Giustino di Celmo con una foto de su hijo Fabio durante una manifestación frente a la sede la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana. Foto: AFP

Giustino di Celmo con una foto de su hijo Fabio durante una manifestación frente a la sede de la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana. Foto: AFP

Pero la foto más impactante muestra el lobby-bar del Hotel Copacabana el 4 de septiembre de 1997, poco después de la explosión que mató a Fabio Di Celmo, un joven de 32 años. 

Hernández Caballero le explicó al jurado, que «entre las sillas de mimbre se encuentra una mancha de sangre bastante grande de la persona que resultó lesionada por la explosión». Continuó explicándole al jurado que en la foto de la barra, «en la esquina a mano derecha, pueden apreciar donde estaba el cenicero que fue destruido y lanzado por la bomba. Ese fue el foco principal de la explosión».

El fiscal Reardon esperó un rato para que el jurado examinara con calma las fotos de la explosión en el Copacabana. Nadie se atrevía a interrumpir el silencio. Los monitores del tribunal mostraban la sangre derramada por Fabio Di Celmo aquel mediodía del 4 de septiembre de 1997, y los integrantes del jurado miraban paralizados esa foto en particular. Pensé en Giustino, el padre de Fabio. En Livio, su hermano. Recordé la foto de Fabio jugando fútbol, que Giustino orgullosamente ha puesto en el restaurante que lleva el nombre de su hijo, ubicado en 17 y J, en el Vedado habanero. Confieso haberme emocionado en ese momento, y le quité la vista al monitor. No podía seguir mirando la sangre de Fabio. 

Dirigí la vista hacia los fiscales. Tenían varios expedientes azules ante sí. En letras negras sobre etiquetas blancas, se lee «Caso volcán». Hay varios tomos. El Tomo IV, el Tomo V, el Tomo III. No podía saber qué contenían, pero obviamente se trataba de los expedientes de la investigación cubana sobre la campaña de terror que dirigió Luis Posada Carriles en 1997.

El Coronel Hernández Caballero estaba en El Paso, a invitación del gobierno de los Estados Unidos, para contarle al jurado los resultados de esa investigación. «Giustino fue quien identificó el cadáver», dijo Hernández Caballero. ¿Cadáver? La palabra me sacudió. Giustino siempre me ha dicho que decidió irse a vivir a La Habana, porque siente ahí la presencia de su hijo. Fabio amaba a Cuba y Giustino ha dedicado su vida a mantener viva la memoria de su hijo. Lo único que pide es justicia. Desde su prisión en Colorado, Antonio Guerrero le mandó un poema a Giustino que termina diciendo: «hasta la muerte se llena de vida, cuando se tiene causa valedera». Duele ver a Fabio como un cadáver. Pero es cierto. Fue asesinado a sangre fría por Raúl Cruz León, un salvadoreño reclutado por Francisco Chávez Abarca a nombre de Luis Posada Carriles. 

EL RESPONSABLE DE LA MUERTE DE FABIO DI CELMO

El cadáver de Fabio di Celmo.

El cadáver de Fabio di Celmo.

Durante el proceso que se le siguió a Chávez Abarca, el terrorista confesó que Posada Carriles preparó los explosivos que Raúl Cruz León puso en el Copacabana. Los que mataron a Fabio Di Celmo. «Se le prepara todo a Raúl Cruz León, se lo prepara Posada y me lo entrega». 

Al día siguiente del asesinato de Fabio Di Celmo en el Copacabana, Luis Posada Carriles llamó desde Centroamérica a su amigo Paco Pimentel, residente en Venezuela. Las autoridades cubanas tienen esa grabación, en la que Posada le contó al amigo: «Paco, ¿ya estás al tanto de todo? No tienes idea, tres seguidas en tres hoteles en Miramar todo bien sincronizado y sin posibilidad de que detecten al enviado, y esto está empezando, te aseguro ya están en camino a Cuba varios enviados más para ejecutar nuevas acciones».

Miramar es la zona habanera donde volaron artefactos explosivos el 4 de septiembre de 1997 en los hoteles Copacabana, Chateau Miramar y Tritón. El gobierno cubano compartió esta evidencia con el FBI desde junio de 1998, pero no forma parte del caso en El Paso. El gobierno no lo procesó por asesino o por terrorista. Solamente lo encausan por mentiroso. El jurado no se enteró que Chávez Abarca confesó que reclutó a Raúl Cruz León a nombre de Luis Posada Carriles ni que éste le armó los explosivos. Tampoco se enteró de la llamada de Posada a Paco Pimental el día siguiente de las explosiones. Ese no es el propósito de este juicio. Pero el jurado sí se enteró de que varias bombas explotaron en algunos de los más importantes hoteles de Cuba en 1997 y que Fabio Di Celmo fue asesinado por una de ellas en el Hotel Copacabana. 

La semana que viene escucharán la propia voz de Posada Carriles alardeando ante Ann Louise Bardach y María Elviara Salazar, dos periodistas que lo entrevistaron, que él no tiene remordimientos y que es el autor intelectual de las bombas en La Habana.

Luis Posada Carriles paseando y comprando pacotilla en El Paso, Texas, la pasada semana. Foto: EFE

Luis Posada Carriles paseando y comprando pacotilla en El Paso, Texas, la pasada semana. Foto: EFE

 

ABRAZOS

El que escuchó hoy el testimonio de Roberto Hernández Caballero o vio las fotos que mostraban los residuos de las explosiones ahora sabe la razón de ser de los Cinco. Vinieron a los Estados Unidos a combatir el terrorismo contra Cuba. El FBI lo supo desde el principio. También la Casa Blanca. Ellos fueron condenados a largas sentencias de prisión en las cárceles estadounidenses, pero Posada Carriles se hospeda en un cómodo hotel de la ciudad de El Paso. 

Quizás este caso marque el giro necesario para que se haga justicia. Posada merece estar preso, y los Cinco, libres. Uno de los principales abogados de los Cinco, Leonard Weinglass, se encuentra muy grave en un hospital de New York. Mandémosles 11 millones de cálidos abrazos cubanos. Lenny los necesita.

 

*José Pertirra es abogado y tiene su bufete en Washington. Representa al gobierno de Venezuela en el caso de extradición de Luis Posada Carriles.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2011/02/10/diario-de-el-paso-el-inspector-cubano/