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Criando a Yousuf y a Noor

Diario de una madre palestina

Fuentes: http://a-mother-from-gaza.blogspot.com/

Traducido para Rebelión por Ana Sastre

 

Soy una palestina de Gaza. Soy musulmana. Soy periodista. Soy madre. Este blog trata de la dura experiencia que supone criar a mis hijos entre espacios e identidades: Gaza, los Estados Unidos, Líbano y Haifa, además de trabajar como periodista, y todo lo que ello supone, desde enseñarles a utilizar el orinal hasta cruzar la frontera. Mi marido es un refugiado palestino al que se le ha denegado el derecho a volver a Palestina y, por tanto, NUESTRO derecho a vivir en familia. Juntos resistimos y lo personal se convierte en político. Esta es nuestra historia.

sobre mí

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    Nombre: Laila El-Haddad

    Ubicación: Durham, NC y Gaza, Carolina del Norte y la Franja de Gaza, Palestina

Periodista, mamá y palestina ocupada… todo en uno

MARTES, 30 DE DICIEMBRE DE 2008 La armada israelí ataca un barco con ayuda para los civiles palestinos

Comunicado de prensa de ayer:

¡La armada israelí ataca un barco con ayuda para los civiles palestinos! ¡SE SOLICITA ACCIÓN INMEDIATA!

El Dignity (Dignidad), un barco de la organización Free Gaza que se halla en misión humanitaria para la sitiada Gaza, está siendo atacado por la armada israelí en aguas internacionales. El Dignity ha sido rodeado por un mínimo de media docena de navíos de guerra israelíes. Están disparando munición alrededor del Dignity y uno de los navíos de guerra ha atacado a la embarcación civil provocando daños aún no cuantificados. Contraviniendo las disposiciones del derecho marítimo internacional, los israelíes están impidiendo activamente al Dignity aproximarse a Gaza y buscar un puerto seguro en Egipto o en el Líbano. En su lugar, la armada israelí exige al Dignity que regrese a Chipre, a pesar de que el barco no dispone de combustible suficiente para ello. Afortunadamente, ningún tripulante del barco ha resultado aún gravemente herido.

En el barco viajan 15 pasajeros civiles que representan a 11 países (véase a continuación la lista completa). Aproximadamente a las 5 A.M. (UST) los navíos de guerra israelíes que navegaban por aguas internacionales comenzaron a rodear al Dignity, amenazando al barco. A las 6:45 A.M. (UST) pudimos establecer un breve contacto con la tripulación, que nos informó de que el barco había sido atacado por la armada israelí en aguas internacionales y que los israelíes les estaban impidiendo buscar un puerto seguro. De fondo, oímos un intenso tiroteo antes de perder todo contacto con el Dignity.

¡Es urgente que TOMEN MEDIDAS INMEDIATAS!

¡LLAMEN al Gobierno israelí e ínstenle a DETENER inmediatamente el ataque al Dignity y a dejar de poner en peligro las vidas de sus pasajeros!

LLEMEN aL Mark Regev, del gabinete del Primer Ministro, al número de teléfono: +972 2670 5354 ó +972 5062 3264 [email protected]

LLAMEN a Shlomo Dror, del Ministerio de Defensa, al número de teléfono: +972 33697 5339 ó +972 50629 8148 [email protected]

ANTECEDENTES El Dignity zarpó del Puerto de Larnaca, Chipre, a las 7 P.M. (UST) del lunes 29 de diciembre rumbo a la devastada Gaza con un cargamento de más de 3 toneladas de suministros médicos indispensables donados por ciudadanos chipriotas. A petición nuestra, el barco fue registrados por las autoridades portuarias chipriotas antes de zarpar, a fin de certificar que no había nada «amenazante» a bordo, únicamente suministros médicos de emergencia.

¡¡TOMEN MEDIDAS INMEDIATAMENTE PARA EVITAR QUE LA ARMADA ISRAELÍ SIGA PONIENDO EN PELIGRO AL DIGNITY Y A SUS PASAJEROS!!

Entre los pasajeros se encuentran cirujanos, periodistas y políticos, incluida la ex congresista estadounidense Cynthia McKinney.

Silenciosa como la muerte, la oscuridad es vida

«Hay un apagón total en Gaza ahora. Las calles están silenciosas como la muerte».

Estoy hablando con mi padre, Moussa El-Haddad, un médico jubilado que vive en Gaza, a través de Skype, desde Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos, donde vivo desde mediados de 2006, desde el mes en que las fronteras de Gaza fueron herméticamente selladas por Israel y el bloqueo del territorio ocupado se intensificó.

Él me habla desde su balcón. Son las 2 A.M.

«Mire donde mire, sólo veo grises columnas de humo que se elevan lentamente sobre la ciudad», explica, como si fueran el bello y reconfortante resultado de algún acontecimiento horrendo y maligno.

Suspira profundamente para reunir fuerzas antes de continuar… «Ehud Barak se ha vuelto loco. Se ha vuelto loco. Está bombardeándolo todo… nadie está a salvo».

Oigo explosiones de fondo. Suenan distantes y apagadas a través de los altavoces de mi portátil, pero perduran como un eco en el valle de la muerte. Evocan recuerdos terroríficos de mis noches en Gaza hace tan solo dos años. Noches que hasta el día de hoy atormentan a mi hijo de cuatro años, que se niega a dormir solo.

«¿Los oyes? Nuestra casa está temblando. Nosotros estamos temblando de arriba abajo».

«Laila, tu madre, está aterrorizada», añade.

Ahora es ella la que está al teléfono. «Hola, hola, cariño» murmura con voz temblorosa. «Tenía que ir al baño, pero me da miedo ir sola. Tenía que hacer wudu’ antes de la oración, pero me daba miedo. ¿Te acuerdos de cuando íbamos al baño juntas porque nos daba miedo ir solas?», mi madre se ríe al recordarlo, ahora le parece gracioso que a mí me diera miedo encontrar la muerte en un lugar de alivio; que sea ella la que esté ahora aterrorizada en una situación aparentemente igual de ridícula.

Es el miedo a estar solo. Cuando «oyes» las noticias antes de que se conviertan en noticias, sucumbes al pánico y ruegas que alguien aporte un gramo de lógica a la situación, que la describa claramente en términos y escenarios comprensibles. Sólo para estar seguro de que esta vez no has sido tú.

«Resulta raro… todo mi cuerpo tiembla. ¿Por qué? ¿Por qué?» pregunta una y otra vez mientras sigo oyendo explosiones de fondo. «Aquí están otra vez. Una explosión tras otra. Ya iban 15 antes de esta… a lo mejor ya son 20 en total».

Contar simplifica las cosas. Sistematizar los asaltos los hace más fáciles de soportar. Más lejanos.

Hablamos durante el día. Ella me llama a veces para contarme si hay bombarderos sobre ellos o si se están produciendo explosiones a su alrededor. Como si yo pudiera hacer algo para remediarlo… como si mi voz pudiera hacerlos desaparecer.

Han dejado las ventanas abiertas para evitar las implosiones.

«Por cierto, ahora dormimos en tu habitación, es más segura», dice mi madre refiriéndose a mi espacio abandonado y vacío.

A la mejor amiga de mi madre, Yosra, le pidieron que evacuara el edificio. Vive en un piso que está muy cerca de muchos de los complejos ministeriales que son objetivo de los israelíes. Les han recomendado que no vayan a la mezquita por miedo a que éstas sean bombardeadas.

Otra amiga de la familia, una anciana cristiana armenia-palestina y farmacéutica jubilada, ha quedado paralizada por el miedo. Como muchos residentes, está confinada en su propia casa. Vive sola, enfrente del complejo de seguridad Saraya, en la calle Omar al-Mukhtar. El complejo ya ha sido bombardeado dos veces. La noche pasada, el cristal de su ventana saltó en pedazos sobre ella. Salió fuera para buscar ayuda… pero no había nadie. Estuvo toda la noche llorando. Los pedazos de cristal cubren ahora el suelo de su casa, una casa que ha pertenecido a varias generaciones de su familia.

Lunes por la mañana, cinco hermanas de una familia fueron asesinadas cuando los aviones de guerra israelíes atacaron una mezquita cercana a su casa. Jawahir Anwar de 4 años. Dina Anwar de 8 años. Sahar Anwar de 12 años. Ikram Anwar de 14 años. Tahrir Anwar de 17 años.

El torrente de muerte continúa cayendo sobre Gaza. Y, en silencio, el mundo observa. Y, en silencio, los gobiernos conspiraron: ¿cómo enviaremos los truenos y las nubes de la muerte sobre Gaza?

Todo ello parecerá, al final del día , como una especie de respuesta a algo: proyectiles, treguas rotas, identidades irreconciliables….

Es como si la situación no sólo fuera aceptable, sino normal en el período previo a todo esto. Como si una calma que no concede respiro (político, económico ni de otro tipo) para los palestinos ocupados, sitiados, apátridas de Gaza fuera justificable. Como si los asentamientos no hubieran sigo extendiéndose; como si los muros no continuaran prolongándose y destruyendo tierras y vidas; como si las familias y los amigos no fueran desplazados; como si la vida no estuviera paralizada; como si la población no estuviera siendo exterminada; como si las fronteras no estuvieran selladas y como si los alimentos, la luz y el combustibles se suministraran con total justicia.

Pero esta es la pesada carga que el prisionero debe soportar: ellos incumplen las condiciones de su encarcelamiento. Sin embargo, hay preocupación por la «situación humanitaria»: mientras no se mueran de hambre…

El alcaide mejora las condiciones de vida de vez en cuando, en diversos grados de relatividad, pero las puertas de la prisión permanecen cerradas. Y entonces, cuando se produce un apagón eléctrico que dura 20 horas, los prisioneros desean que sólo dure ocho… o diez, y sueñan con los días en que el apagón sólo dura cuatro horas..

Mi amiga Safah Joudeh también está en Gaza. Es una periodista autónoma de 27 años.

«En este momento, no tenemos la sensación de que el objetivo sea Hamas, sino que es toda la población de Gaza», explica. «Los ataques han sido, y tengo que recalcar esto, indiscriminados. Ellos afirman que los objetivos han sido edificios y personas afiliadas a Hamas, pero los empleados de esos edificios son funcionarios públicos, no activistas políticos… otros objetivos han sido casas, mezquitas, la universidad, el puerto, barcos pesqueros y la lonja del pescado».

Nadie ha salido de su casa desde el sábado, afirma.

«Las calles estaban atestadas de gente el primer día de los ataques, naturalmente. Fueron inesperados y se produjeron a una hora en la que todo el mundo se disponía a iniciar su rutina diaria. Las calles llevan dos días totalmente desiertas. Se han cerrado las tiendas y todo el mundo intenta mantenerse cerca de sus familiares y seres queridos. En muchos hogares no hay pan, las panaderías dejaron de trabajar dos días antes del ataque ante la falta de combustible y harina».

La tiendecita que está al final de la calle de mis padres, cerca de la mezquita de Kinz a la que acuden muchos de los residentes del barrio Remal, abre durante unos minutos después de la oración. Mi padre va y coge lo que puede… mientras puede.

Les queda un paquete de pan, pero insisten en que están bien.

«Los niños son los que están sufriendo de verdad. Los nietos de Um Ramadan sólo se duermen en brazos. Han vuelto a mojar el pijama».

Yousuf se une sin ceremonias a la conversación, asomando la cabeza por la pantalla de mi portátil.

«¿Sido? Me gusta el fatoosh que me hacías! Te echo de menos. ¿Cuándo abrirá el maabar? Sido…¿estás bien? »

«Habibi, cuando volvamos a vernos, si volvemos a vernos, haré uno para ti», promete mi padre. La sola posibilidad parece confortarle, por ilusoria que sea.

El 1 de enero Noor cumple un año. Cumplirá un año. No puedo evitar pensar… ¿quién habrá nacido hoy en la ensangrentada Gaza?

http://a-mother-from-gaza.blogspot.com/