El tratado no escrito entre los Estados Unidos e Israel está basado en una visión del mundo similar. Ambos países creen en los valores democráticos, el respeto por los derechos humanos, la resolución de conflictos mediante negociación usando argumentos racionales y lógicos, y a los dos les gustaría ver un mundo mejor, más razonable, que […]
El tratado no escrito entre los Estados Unidos e Israel está basado en una visión del mundo similar. Ambos países creen en los valores democráticos, el respeto por los derechos humanos, la resolución de conflictos mediante negociación usando argumentos racionales y lógicos, y a los dos les gustaría ver un mundo mejor, más razonable, que viva en paz y prosperidad sin opresión sobre los pueblos, mientras proporciona oportunidades iguales y sacando provecho de las habilidades de cada una de las personas.
Pero esta fundamentación es uno de los principios en lugar de un modus operandi, y las diferencias en el modus operandi derivan principalmente del hecho que EE.UU. es una superpotencia con intereses en el Medio Oriente que son más amplios que el interés israeli de vivir en seguridad – y si es posible, en paz – en una región que nunca ha dado la bienvenida el estado judío con los brazos abiertos.
Estas diferencias ya existieron antes del establecimiento del Estado, y ambos países supieron vivir con ellas. Ocasionalmente EE.UU. logró conseguir que Israel adoptara una política que lo favoreció, tanto por medio de un ultimátum (el retiro israeli de Sinai en 1956), como a través de una mediación muy activa (el acuerdo de paz israeli-egipcio que no se habría firmado sin el involucramiento personal del Presidente Jimmy Carter; el acuerdo del cese de hostilidades entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina en julio de 1981, que no se habría logrado sin la mediación de Philip Habib etc.). Ocasionalmente los americanos hicieron un esfuerzo que no fue aceptado por los dos lados (El Plan Rogers de 1969, el Plan Reagan de 1982, y en gran parte también el Plan Clinton del 2000).
En 2006, hay un genuino conflicto de interés entre Israel y EE.UU. que es de una magnitud inaudita en las relaciones entre los dos países. La administración Bush está en medio de lo que se llama «una guerra contra el terror,» que incluye, entre otras cosas, una distinción bien definida entre el «eje de mal» y aquéllos que no están conectados a él, un esfuerzo por establecer democracias en países antidemocráticos, y el uso de la fuerza contra cualquiera que ponga en peligro la paz mundial.
Debido a estos principios, Estados Unidos forzó a Israel para permitirle a Hamas participar en las elecciones democráticas para el Concejo Legislativo Palestino que se sostuvieron este último enero, y en nombre de estos principios, EE.UU. está boicoteando al gobierno de Hamas. Y éstos son los principios que llevaron a EE.UU. a impedirle a Israel a conducir negociaciones con Siria sin condiciones previas.
Ésta es la situación en los inicios del siglo 21: La Liga árabe está llamando a Israel para lograr una paz global con sus vecinos en base a las fronteras que existieron entre los lados en la víspera de la Guerra de los Seis-días, hace 40 años, prometiendo una completa normalización de las relaciones de Israel con el mundo árabe bajo estas condiciones; el Presidente sirio Bashar Assad está llamando a Israel a iniciar negociaciones de paz inmediatamente con él sin pre-condiciones para una paz sirio-israeli; El Presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas (Abu Mazen) está llamando a Israel a empezar negociaciones para una paz Israeli-palestina y promete llevar los resultados de las negociaciones a un referéndum nacional.
Considerando que EE.UU. continúa refiriéndose a la «hoja de ruta» – que nadie en el Medio Oriente ha alzado un dedo para llevar a cabo durante los últimos cuatro años – como si fuera la versión del siglo 21 de la Piedra del Filósofo; está boicoteando a Hamas y Siria, y está diciéndole a Israel que haga lo mismo.
La magnitud de la presente tontería se refleja en una de las recientes visitas de la secretaria de estado americana a la región durante el transcurso de la segunda guerra en el Líbano. Condoleezza Rice estaba muy ávida por ayudar a finalizar la guerra en la región, ambos en la Franja de Gaza y en el Líbano, pero estaba impedida de encontrarse con los representantes de Hamas porque EE.UU. está boicoteándolos, ella no podía visitar Siria, porque EE.UU. está boicoteando a Assad, ella no podía hablar con representantes de Hezbollah, considerando que el gobierno Libanés estaba reacio a encontrarse con ella debido al bombardeo israeli que causó muchas víctimas civiles en Qana. Al final Rice se encontró con la dirigencia israeli y vuelta a casa…
Un gobierno como el del difunto primer ministro Yitzhak Rabin habría acudido a EE.UU. y habría declarado claramente que Israel tiene un interés nacional en completar el círculo de paz, que la democratización es importante y estimada por nosotros pero no puede ser una condición para la paz con el mundo árabe. Un gobierno de paz habría hecho todo lo posible por alcanzar un acuerdo con los Palestinos con el apoyo indirecto de Hamas, y para alcanzar un acuerdo de paz con los sirios que involucra renunciar a las Alturas de Golan.
El gobierno del primer ministro Ehud Olmert, que prefiere designar a una persona como Avigdor Lieberman como ministro a cargo de manejar la amenaza Iraní, iaún no considera exigir que EE.UU. levante su veto contra la conducción de negociaciones con nuestros inmediatos vecinos. Al contrario, el veto incluso es conveniente para el gobierno.
Y cualquiera que no desee resolver el conflicto de Medio Oriente porque no está dispuesto a pagar el precio de compromiso, halla ello conveniente para esconder detrás de esloganes como una guerra de religiones o una guerra de culturas, para explicar que el conflicto es insoluble y que ningún arreglo territorial satisfará a los luchadores por la religión o la cultura. La conclusión: Es por consiguiente preferible no dejar nada y guardar lo que hay, fortificarse para el próximo Armageddon, y robar del bienestar, la educación y la salud para que nosotros podamos armarnos hasta los dientes.
La diferencia de intereses se ha convertido en un conflicto de intereses entre EE.UU. e Israel, pero en su debilidad, el gobierno de Olmert se encuentra en una situación donde no desea a y no puede protestar contra eso. El precio que somos todos responsables de pagar podría demostrar ser demasiado alto.
Fuente: Haaretz – 10/11/2006 – Traducción: Roberto Faur.
(*) Sitio web: www.pazahora.net
http://www.pazahora.net/articulos/El%20choque%20de%20civilizaciones.htm