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Un legado de mentiras y encubrimientos

Difícil de alcanzar la reactivación de la energía nuclear

Fuentes: Climate News Network/Ecowatch

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

En los últimos 60 años ha habido tres importantes accidentes nucleares -los tres están muy bien documentados-; cada uno de ellos ha sido acompañado de mentiras y encubrimientos por parte del respectivo Estado de los países afectados. Además, han habido otros -menos conocidos- accidentes serios sobre los cuales se ha tendido un manto de silencio tan eficaz que aunque han pasado varias décadas solo se conocen los aspectos más básicos.

El legado de esos desastres es una profunda y generalizada desconfianza respecto de la industria nuclear. En algunos de los países industriales más importantes del mundo, esto ha significado que su gobierno se haya visto forzado a abandonar por completo la generación nuclear de electricidad, mientras otros se enfrentan con un rechazo tan intenso en relación con la construcción de nuevas plantas que han renunciado al proyecto, aunque mantengan en operación -al menos de momento- las que que están funcionando desde hace años.

Esta accidentada historia de la industria nuclear importa. Ha provocado una escisión mundial. Mientras muchos científicos y políticos preocupados por el cambio climático creen que la generación nuclear de electricidad es vital si los gobiernos están decididos a cumplir su compromiso de poner freno al peligrosos calentamiento global, muchos otros piensan todo lo contrario.

La oposición está basada en la creencia de que la industria nuclear ha perdido toda honestidad y credibilidad y que las energías renovables son una alternativa más barata, más segura y mejor en todos los sentidos. Este punto de vista se ve reforzado por la incapacidad de la industria nuclear de resolver el problema de los residuos que produce. Los de las renovables pueden reciclarse con toda facilidad mientras que los residuos nucleares siguen siendo peligrosos durante miles de años, una factura que deberán pagar las generaciones futuras.

Pero volvamos a los tres mayores desastres que están en la raíz de este fuerte debate. Sucedieron durante un lapso de 60 años y los tres se debieron a causas diferentes. Sin embargo, siguieron una pauta compartida.

El primero fue en Windsacale -en el noroeste de Inglaterra-, en 1957, cuando se incendió un reactor de producción de plutonio. El segundo, fue en Chernobil -en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, en 1986: uno de los reactores estalló y hubo un importante incendio*. El tercero fue en Fukushima -Japón-, en 2011, cuando un terremoto y un tsunami provocaron la fusión accidental de tres reactores.

Ocultación oficial

La reacción oficial respecto en cada uno de los tres accidentes fue asombrosamente similar. En los tres casos, el gobierno implicado, el ente de regulación nuclear y la empresa propietaria de la central trataron de ocultar la magnitud del desastre al público que estaba más en peligro. En los tres casos, esto significó exposición innecesaria de la población a la radiación.

En segundo lugar, se cuestionó ásperamente la posibilidad de consecuencias en el largo plazo en la salud de las personas expuestas. En los tres casos, esto tomó la forma, tanto en el momento del accidente como todo el tiempo transcurrido desde entonces, de minimización de los posibles riesgos para la salud por parte del gobierno y la industria nuclear.

Todavía se discute si el incendio de Windscale provocó o no la aparición de varios casos de leucemia entre los niños de los alrededores. Después de Fukushima, el gobierno y la industria nuclear sostuvieron que las muertes habían sido muy pocas o ninguna. Se espera que la discusión continúe durante décadas.

En tercer lugar, se ha tratado de minimizar el enorme costo y lo complicado del intento de limpiar los estragos. Por ejemplo, a las personas evacuadas se les dijo que solo se trataba de una medida transitoria, cuando es posible que dure décadas, y posiblemente varias generaciones.

Una vez más, la estimación oficial para la «compensación» por el accidente de Fukushima se eleva hasta una suma que oscila entre los 5,4 y 8 billones de yenes (entre 4.000 y 7.000 millones de libras esterlinas), una estimación que solo se dio a conocer a fines de noviembre de 2016, cerca de cinco años después del accidente.

Las barreras técnicas

En los tres casos -incluso después de pasados 60 años desde el accidente de Windscale-, la descontaminación de la montaña de escombros del incendio del reactor ha empezado varias veces para ser abandonada otras tantas por ser demasiado difícil. La perspectiva es que pasen los años y la descontaminación no se complete.

No hay esperanzas de que Chernobil o Fukushima puedan descontaminarse en este siglo. En Chernobil se prepara una nueva cubierta que en 2017 reemplazará a la existente, que se está desmenuzando; su costo, 2,1 millones de libras esterlinas, aunque está pensada para que dure solo 100 años.

Los gobiernos trataron por todos los medios de ocultar qué había sucedido. En Windscale, el gobierno británico finalmente admitió que había encubierto deliberadamente la seriedad del accidente para proteger la continuidad de su programa de armas nucleares.

En el caso de Chernobil, fueron las mediciones de la radiación en la alta atmósfera las que obligaron a las autoridades soviéticas a admitir lo acontecido. Treinta años después siguen negándose intensamente las consecuencias reales del accidente en la salud pública.

A miles de niños se les ha extirpado la tiroides y ha habido muchos malformaciones congénitas y cánceres. Bielorrusia, el país más afectado por el desastre, no hace otra cosa que minimizar las consecuencias en el largo plazo para asustar a los posibles inversores.

La industria nuclear hace todo lo posible para situar todo esto en el pasado. En respuesta a las preocupaciones del público, ha presentado una serie completa de proyectos de centrales nucleares «más seguras». Como resultado de ello, algunos países como Finlandia y Gran Bretaña están animando la construcción de una nueva generación de centrales nucleares a partir de diseños franceses, japoneses, chinos y estadounidenses.

Sin embargo, esta vez la cuestión no es solo la seguridad. En Occidente, durante los últimos 35 años ni una sola central nuclear ha sido construida según los tiempos y presupuestos pactados. Esto debilita el discurso que sostiene que la energía nuclear estará en condiciones de competir con otras formas de energía en relación con el costo. Se ha demostrado repetidamente que la energía nuclear no puede sobrevivir sin los subsidios del Estado.

Las últimas evidencias de esta certeza las aportan las dos nuevas centrales nucleares que se construyen en Finlandia y Francia. Ambas están cerca de superar los 10 años del calendario de construcción y han más que duplicado el presupuesto acordado.

La afirmación inicial que sostenía que el precio de la electricidad producida por las centrales nucleares sería competitivo no tiene asidero. Los precios mayoristas de la corriente eléctrica deben ya más que duplicarse antes de que se haya producido el primer vatio.

Aun así, a pesar de todo lo señalado aquí, la industria nuclear tiene la esperanza de continuar creciendo y sostiene que lo hará; muchos gobiernos continúan derramando dinero en investigación y desarrollo. Lo hacen en la ilusión de que algún día las centrales nucleares aportarán un procedimiento seguro y económicamente viable de producir electricidad.

No obstante, de momento no hay ningún indicio del tan pregonado renacimiento nuclear. El costo de un diseño seguro continúa creciendo mientras la industria y los gobiernos intentan minimizar el legado de engaños sufrido por el público de todo el mundo en los últimos 60 años. Toda parece indicar que si se ha de evitar que el clima se caliente más allá de lo debido, deberemos hacerlo sin la ayuda de nuevas centrales nucleares.

* Según la Enciclopedia Encarta, un experimento cuya supervisión fue incorrecta (se desconectó el sistema de enfriamiento con agua) provocó una reacción incontrolada, que a su vez causó una fuga de vapor. La capa protectora del reactor fue destruida y fueron liberados a la atmósfera unos 100 millones de curios de nucleidos radiactivos. (N. del T.)

Ecowatch ha reproducido esta nota con el permiso de su asociado Climate News Network.

Fuente: http://www.ecowatch.com/nuclear-energy-accidents-2165717823.html?utm_source=EcoWatch+List&utm_campaign=9144176564-MailChimp+Email+Blast&utm_medium=email&utm_term=0_49c7d43dc9-9144176564-86077257

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.