Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La larga historia de Jerusalén se distingue por diversos episodios, tanto de tolerancia benevolente como de intolerancia inhumana. Durante varios períodos prolongados, como la mayor parte del siglo XIX, un espíritu de coexistencia caracterizó generalmente la Ciudad Santa. En muchas otras ocasiones, presenció persecución sectaria y crueles masacres. Dos de los episodios más horribles tuvieron lugar cuando Jerusalén fue capturada después de un largo sitio, una vez por los persas en el año 614 y de nuevo por los cruzados en 1099. En ambos casos, los vencedores masacraron a miles de residentes de la ciudad. Un área adyacente al antiguo Estanque de Mamilla al oeste de los muros de la ciudad de Jerusalén fue escenario de la primera de esas masacres, así como el sitio en el que fueron enterradas las víctimas. El lugar de la carnicería se convirtió subsiguientemente en el más famoso cementerio musulmán en Palestina, el Cementerio Maman Allah (Mamilla).
Por lo tanto, el actual proyecto del Centro Wiesenthal basado en Los Angeles de construir un «Centro por la Dignidad Humana», o alternativamente el «Museo de la Tolerancia» en una parte del cementerio Mamilla, no es la primera indignidad que ha presenciado ese venerable lugar. Este proyecto de construcción ha continuado a pesar de repetidas protestas de palestinos e israelíes, y de dos fallidos intentos de litigación en los tribunales israelíes. El esfuerzo más reciente para detener el proyecto fue una petición presentada en febrero de 2010 a cinco organismos de las Naciones Unidas. La petición fue firmada por miembros de un grupo ad hoc compuesto de sesenta descendientes de familias de Jerusalén cuyos antepasados fueron enterrados en el Cementerio Mamilla (entre los cuales, debo agregar en interés de la completa divulgación, me encuentro yo) quienes organizaron la «Campaña por la Preservación del Cementerio Mamilla de Jerusalén». El Centro por los Derechos Constitucionales en Nueva York apoyó los esfuerzos de los peticionarios.
El cementerio Mamilla se encuentra bien afuera de los muros de Jerusalén, como estaban todos los cementerios urbanos en siglos pasados. Desde entonces la ciudad ha crecido y el cementerio se encuentra ahora en el centro de Jerusalén. Parece que en una época hubo un cementerio cristiano ubicado alrededor de uno de los antiguos estanques labrados en la roca en los que la ciudad se abastecía de agua en tiempos antiguos, y de los cuales el cementerio tomó su nombre. Después de la conquista islámica de Jerusalén de los bizantinos en el año 639, se considera según la tradición que Mamilla se convirtió en la tumba de varios de los compañeros del Profeta Muhammad quienes murieron durante o después de las campañas militares del naciente Estado musulmán en la región.
A medida que Jerusalén se convirtió en foco de peregrinaje y erudición musulmana en los siglos siguientes, el Cementerio Mamilla llegó a ser un importante cementerio para peregrinos, santos varones, eruditos y dignatarios urbanos, así como de jerusalemitas comunes. Se ha comprobado históricamente que entre los están enterrados allí hay numerosos comandantes y soldados del ejército de Saladino, que recuperó la ciudad de los cruzados en 1187, incluido el antepasado de uno de los sesenta peticionarios de febrero de 2010. Como es el caso de la mayoría de las religiones, los cementerios en el Islam son sitios de descanso eterno. Según la opinión unánime de eruditos musulmanes, el desenterramiento está estrictamente prohibido, y la santidad de los cementerios se considera eterna.
Grabados del Siglo XIX y fotografías antiguas muestran una variedad de tumbas y monumentos religiosos islámicos, muchos de los cuales todavía existen en el lugar. En 1860, las autoridades otomanas construyeron un muro alrededor del cementerio, definiendo claramente sus límites. No fue violado durante un siglo, durante todo el período otomano, el mandato británico, y más allá de la primera década de régimen israelí. El gobierno del mandato británico declaró que el cementerio era un sitio de antigüedades en 1944. Durante este período, el cementerio estuvo bajo el control de autoridades religiosas musulmanas locales, como atestigua un documento legal que les fue entregado en 1938 para todo el terreno de 13,4 hectáreas. El cementerio estuvo en uso continuo hasta la incorporación de la parte occidental de Jerusalén a Israel en 1948.
Las indignidades comenzaron poco después. Las autoridades del nuevo Estado israelí prometieron inicialmente que mantendrían la santidad y la integridad del Cementerio Mamilla: el Ministerio de Asuntos Religiosos de Israel proclamó en 1948 que es «uno de los más destacados cementerios musulmanes…» y agregó que «Israel sabrá siempre proteger y respetar este lugar». Dieciséis años después, en 1964, Israel calificó formalmente al cementerio de emplazamiento de antigüedades. Esta calificación careció de todo significado: ese mismo año construyeron un aparcamiento en el cuadrante norte del cementerio. Una sección noroccidental se construyó poco después. El área occidental del cementerio se convirtió en un «Parque de la Independencia». Sobra decir que esas invasiones del cementerio constituyeron profanaciones y redujeron su tamaño. Pero ninguna de ellas involucró amplias excavaciones, y por lo tanto la perturbación de las tumbas fue limitada en la mayoría de los casos. A pesar de todo, se descubrieron restos humanos durante la pavimentación del aparcamiento en los años sesenta y durante otras operaciones similares posteriores, provocando protestas públicas. Antes de 1966 esas protestas se silenciaron debido a la estricta vigilancia y control que la administración militar impuso a la vida palestina en Israel.
Estas violaciones de un antiguo e importante sitio sagrado fueron posibilitadas por el tratamiento discriminatorio en el derecho israelí de la propiedad pública musulmana waqf [un patrimonio religioso perpetuo]. La ley y la práctica israelí tratan la propiedad pública waqf de modo diferente de la de los patrimonios religiosos públicos judíos y cristianos. Desde el establecimiento del Estado de Israel, la propiedad pública waqf en todo el país (incluidas mezquitas, cementerios, sitios sagrados, y una vasta cantidad de otras propiedades), que había estado previamente bajo el control de autoridades religiosas musulmanas, fue apropiada por el Custodio de Propiedad Absentista del Estado israelí. Esos patrimonios religiosos públicos habían estado bajo control comunal durante la dominación otomana y británica, como es el caso de la propiedad de los patrimonios religiosos públicos de todas las otras religiones en Israel, y como es el caso generalmente de la propiedad pública musulmana waqf en otros sitios del mundo.
El Custodio de Propiedad Absentista era una institución singular del gobierno israelí hecha específicamente para despojar a los palestinos -tanto a los que fueron expulsados de sus casas en 1948 como a los que se quedaron en Israel o que se fueron después- de sus tierras y otros bienes muebles e inmuebles. Es importante señalar en este contexto que en 1948, la propiedad judía de tierras ascendía a menos de un 7% de la totalidad de la tierra de la Palestina del Mandato. Esto explica la urgente necesidad de una institución semejante si la mayor parte de la tierra que era sobre todo de propiedad palestina antes de 1948 iba a ser transformada posteriormente en propiedad del Estado de Israel. Incluso en vista de la metódica limpieza étnica, ¿de qué otra manera habría sido posible transformar lo que antes de 1948 era un país predominantemente árabe en lo que después se convirtió en un Estado predominantemente judío? La mayor parte de la tierra en el Israel actual se ha expopiado de esta manera.
De las manos codiciosas del Custodio, esas propiedades han llegado con el paso del tiempo a estar bajo el control de la Autoridad de Tierras de Israel, otros organismos estatales o para-estatales como el Fondo Nacional Judío, o manos privadas. Una vez adquiridas de esta manera, muchas de las propiedades que originalmente estaban bajo el control de las autoridades del waqf islámico fueron destinadas a usos seculares, pero muchas fueron abandonadas o están desamparadas. Esto ha llevado a que con el paso del tiempo mezquitas y lugares sagrados musulmanes en todo Israel, como la mezquita del Siglo XVIII en Tiberíade, han sido profanados de muchas maneras.
Diferentes partes del Cementerio Mamilla también han sido abandonadas o desamparadas. En vista de la apropiación por diversas agencias del Estado israelí de propiedades religiosas como Mamilla, sobra decir que esos sitios no pudieron ser protegidos, preservados o restaurados por las autoridades religiosas apropiadas. Esto a pesar del hecho de que esas autoridades tienen título legal inexpugnable a esas propiedades, un título que el sistema legal discriminatorio del Estado israelí no reconoce. Por lo tanto antes de que algunos sectores del cementerio fueran convertidos en un aparcamiento, un parque, u otros usos profanos a partir de los años sesenta, se dejó que se deterioraran significativamente. Es lo que sucede actualmente con el área restante intacta en el extremo oriental del cementerio donde todavía se ven numerosas lápidas. Como prohíben a las autoridades religiosas musulmanas que lo cuiden, este resto del cementerio está cubierto de malezas. Los vándalos han derribado las lápidas. El área llegó a ser conocida como un sitio sórdido, de mala fama y peligroso de noche. La Municipalidad de Jerusalén ha utilizado repetidamente excavadoras y otro equipo pesado para sacar antiguos marcadores de tumbas y otros más recientes restaurados por familias o por asociaciones privadas. El episodio más reciente de este tipo tuvo lugar en la noche del 25 al 26 de junio de 2011, cuando unas 100 lápidas sepulcrales fueron destruidas por bulldozers. Pero por lo menos allí, y en la mayoría de otros sitios de lo que fuera otrora un cementerio de 13,4 hectáreas, a pesar de esas continuas profanaciones, se permite que los restos de la mayoría de los muertos descansen en paz bajo tierra, incluso si es bajo asfalto o con un parque encima.
La peor indignidad ocurrió en 2002 cuando la sección norteña del cementerio que había sido pavimentada en 1964 y convertida en un aparcamiento fue otorgada al Centro Simon Wiesenthal para la construcción de su «Centro por la Dignidad Humana/Museo de la Tolerancia». Se planea que este proyecto incluya más de un 10% de toda el área del cementerio original, un total de unas 1,4 hectáreas. Fue aprobado por la Municipalidad de Jerusalén, a la cual el control de todo el cementerio fue transferido en 1992.
El «Centro por la Dignidad Humana» del Centro Simon Wiesenthal está ahora a punto de ser construido sobre parte del más antiguo cementerio musulmán en Jerusalén a pesar de las protestas de los descendientes de los que están enterrados allí. Por lo tanto los restos humanos en tres o cuatro capas de tumbas que van desde el Siglo XII hasta los años treinta fueron inicialmente incomodados en nombre de la «Dignidad Humana», y desde entonces han sido enteramente removidos. Lo sabemos gracias a los informes y al testimonio de Gideon Suleimani, ex director del Distrito Jerusalén de la Autoridad de Antigüedades de Israel, quien sirvió como Excavador Jefe quien dirigió el estudio arqueológico que tuvo lugar en esa área. Sus investigaciones parciales afectaron solo cerca de 400 de los muchos miles de tumbas musulmanas que según sus cálculos estaban en el sitio elegido para el proyecto del Centro Simon Wiesenthal. A pesar de todo, durante su excavación encontró «el cementerio de los residentes de la vecindad – hombres, mujeres y niños, muy aglomerados, muy ordenados, lo que muestra que la sociedad estaba muy organizada, con mucho respeto mutuo». Las lápidas mortuorias que Suleimani y sus colaboradores desenterraron en sus apresuradas excavaciones, algunas que hasta originaban de 1278, indicaban que el cementerio también contenía, en sus palabras, «musulmanes de la elite militar, religiosa y política».
A la luz de estos descubrimientos y del escándalo que causaron en la prensa israelí y entre académicos israelíes, la Corte Suprema de Israel detuvo temporariamente todo trabajo en el lugar durante más de un año mientras consideraba una demanda presentada en 2006 para imponer el abandono de todo el proyecto. Sin embargo, el Centro Simon Wiesenthal terminó por ganar su juicio en 2008, un dictamen que la Corte se negó a reconsiderar en 2009 como respuesta a una segunda demanda. El segundo juicio ante el tribunal destacó las inquietantes revelaciones del informe formal de Suleimani a la Autoridad Israelí de Antigüedades. La Autoridad había ignorado esas revelaciones, como lo hizo la Corte Suprema de Israel en su decisión un año después.
El Centro Wiesenthal ganó su juicio con la complicidad de altos funcionarios de la Autoridad Arqueológica de Israel mediante un proceso que según una declaración jurada de Suleimani incluía la falsificación sistemática por sus superiores de sus informes sobre la excavación. En esos informes Suleimani insistió en que la construcción no podía y no debiera tener lugar sin una exhaustiva investigación de todo el lugar dedicado al proyecto Simon Wiesenthal. Aunque esto nunca tuvo lugar, y él calculó que solo se le permitió estudiar un 10% de esa área, la construcción fue reanudada en 2008. Al hacerlo, fueron destruidas los miles de tumbas no exhumadas que creía que se encontraban bajo tierra. Los restos humanos que contenían fueron removidos. Casi tres años después, el número, la identidad y la ubicación de esos restos son un secreto cuidadosamente guardado. El semi-secreto que ha envuelto esta profanación generalizada de muchos miles de tumbas musulmanas sirve de trágica comparación con el resonante escándalo por la lamentable profanación por las autoridades jordanas de unas pocas tumbas centenarias del antiguo cementerio judío en el Monte de los Olivos en 1967.
Por desgracia, la sistemática discriminación del Estado israelí contra propiedades públicas religiosas musulmanas waqf y de otras fes se aplica también a los restos de los muertos. Suleimani declaró en su declaración jurada que «si los esqueletos en cuestión fueran judíos la historia se habría desarrollado de manera muy diferente. Cuando se sospecha que los esqueletos son judíos, es obligatorio notificar al Ministerio de Religiones, y sus representantes pueden interrumpir las excavaciones. Me parece que los muertos musulmanes no tienen a nadie que los proteja».
Suleimani califica a continuación de «mentiras factuales y arqueológicas» las afirmaciones de la Autoridad Arqueológica israelí, en las cuales la Corte Suprema israelí basó su dictamen a favor del Centro Simon Wiesenthal. Además, el arqueólogo israelí acusó a la Autoridad de Antigüedades de Israel de «crimen arqueológico» que privó su trabajo de toda «validez moral y profesional».
En vista de estos y otros hechos, así como de los argumentos de los peticionarios preparados en 2010, organismos de las Naciones Unidas han comenzado a responder positivamente, aunque con una lentitud predecible. La petición fue dirigida a cinco funcionarios de las Naciones Unidas – el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, el Director General de la UNESCO, dos relatores especiales de la ONU, uno sobre Libertad de Religión y el otro sobre Racismo, y al Experto en Derechos Culturales de las Naciones Unidas – así como al gobierno suizo en su capacidad de depositario de la Cuarta Convención de Ginebra. Los peticionarios argumentaron que las acciones de las agencias estatales israelíes así como del Centro Simon Wiesenthal violaron de manera específica el derecho internacional consuetudinario. Pidieron a las Naciones Unidas que pidieran una detención inmediata de toda la actividad de construcción; que los restos de los desenterrados sean ubicados y vueltos a enterrar bajo la supervisión de las autoridades musulmanas relevantes en Jerusalén; que todo el lugar sea preservado como cementerio musulmán histórico bajo auspicios religiosos apropiados; y que la UNESCO asegure que el cementerio sea protegido como patrimonio cultural y religioso de gran valor. Según la Carta de las Naciones Unidas, sin embargo, ninguna de esas instancias de la ONU tiene el poder para asegurar la implementación de esas demandas. Por cierto, ni siquiera la Asamblea General de la ONU puede exigir una acción semejante: el poder para hacerlo lo tiene exclusivamente el Consejo de Seguridad.
Vale la pena señalar que en 1980, después de deplorar «la persistencia de Israel en cambiar el carácter físico, la composición demográfica, la estructura institucional y el estatus de la Ciudad Santa de Jerusalén», el Consejo de Seguridad afirmó en su resolución 476 que «todas las medidas y acciones legislativas y administrativas tomadas por Israel, la Potencia ocupante, que signifiquen la alteración del carácter y estatus de la Ciudad Santa de Jerusalén no tienen validez legal y constituyen una flagrante violación de la Cuarta Convención de Ginebra». Esta resolución se refiere no solo a Jerusalén Este árabe ocupado, o a la Ciudad Vieja de Jerusalén sino a toda la «Ciudad Santa». Esta distinción refleja la trayectoria de las resoluciones de la ONU desde la resolución de partición de 1947 (UNGA 181) que especificó que la totalidad de la ciudad de Jerusalén, Este y Oeste, tuvieran un estatus internacional separado. Además, la admisión de Israel a las Naciones Unidas en 1949 (según la resolución de la Asamblea General 273) fue, de manera inusual, condicional. Dependía, entre otras cosas, de que Israel se comprometiera a acatar esas provisiones sobre Jerusalén. Esas y otras resoluciones no han sido invalidadas. Hasta hoy, en consecuencia, ni las Naciones Unidas ni ninguno de sus Estados miembros reconocen a Jerusalén como capital de Israel, o por cierto como territorio soberano de Israel. Israel nunca ha acatado esas resoluciones internacionales vinculantes.
En vista de la decreciente disposición de los gobiernos de EE.UU., en las décadas desde 1980, de responsabilizar a Israel por alguna de sus acciones -una falta de voluntad reflejada hace poco en el veto de EE.UU. de diciembre de 2010 en el Consejo de Seguridad- es poco probable que se vuelva a adopta una posición firme semejante en el Consejo en un futuro cercano. A pesar de todo, la resolución del Consejo de Seguridad, el máximo órgano de toma de decisiones de las Naciones Unidas, de 1980 constituye un importante precedente respecto a la integridad de «la Ciudad Santa de Jerusalén» incluyendo la parte occidental de la ciudad.
Además, la respuesta hasta ahora generalmente positiva de los organismos de la ONU, aunque exasperantemente lenta, ha alentado a los sesenta peticionarios, que han continuado sus esfuerzos. En poco más de un año, como resultado de la petición original, se ha desarrollado una campaña que incluye la redacción de numerosos artículos periodísticos e informes en los medios que explican los detalles del caso. Esto, por su parte, ha ayudado a convencer a algunos de los organismos de la ONU solicitados, así como a otros, de la importancia de este caso, y de este enfoque como un medio legítimo de recurso. La publicidad sobre este problema fue un factor clave en el retiro del proyecto de Frank Gehry, el arquitecto originalmente elegido por el Centro Simon Wiesenthal para diseñar su Centro por la Dignidad Humana. De la misma manera, otras celebridades se negaron a participar en eventos organizados por el Centro Wiesenthal cuando supieron del caso Mamilla.
La petición también es importante como ejemplo de nuevas formas de movilización comunitaria. En mayo de 2010 representantes de la Campaña para Preservar Mamilla y el Centro por Derechos Constitucionales fueron a Washington DC a informar a funcionarios del Departamento de Estado de EE.UU. sobre la petición y su apéndice de junio de 2010. Los funcionarios estadounidenses preguntaron inmediatamente si esta actividad podría conducir a resoluciones de la ONU que resultaran en «la deslegitimación de Israel», y si esto por su parte constituiría lo que ellos llamaron «lawfare» [guerra jurídica, N. del T.] Los peticionarios respondieron que cuando los palestinos recurren a la violencia para obtener sus derechos o para resistir a la opresión y a la discriminación son rutinariamente condenados por «terrorismo». Cuando ellos, u otros, utilizan medios no violentos, pacíficos y legales para oponerse a una manifiesta violación del derecho internacional como en este caso, son malévolamente acusados de «lawfare». De inmediato, después de esta respuesta, la conversación continuó en una nota decididamente más constructiva.
No obstante, es útil examinar esas afirmaciones malévolas. ¿En qué posible escenario podrían ser «legítimas» las acciones emprendidas por el Estado israelí y el Centro Simon Wiesenthal contra el Cementerio Mamilla y los restos que están enterrados en él? ¿Cómo por su parte puede ser posible que la petición legal de familias de Jerusalén que protestan contra la profanación de las tumbas de sus antepasados haga algo por «deslegitimizar» aún más esas profanaciones? Si en los hechos Israel está siendo deslegitimizado, la parte que es primordialmente responsable por esa deslegitimación es el propio gobierno de Israel, a través de sus propias acciones. Por cierto, la obsesión misma de Israel con lo que llama «deslegitimación» deja traslucir sus incesantes esfuerzos por legitimar lo que es manifiestamente ilegítimo.
Es una señal de la creciente degradación del discurso político estadounidense, y de la bancarrota de la diplomacia de EE.UU., que altos funcionarios estadounidenses pregonen terminología como «lawfare» y «deslegitimación». Generados por círculos legales derechistas en Israel y EE.UU., esos términos defienden cualesquiera acciones del Estado israelí contra enfoques basados en el derecho internacional. En un discurso del 15 de junio de 2011, un secretario de Estado adjunto ante el think tank del lobby israelí, el Washington Institute for Near East Policy, alardeó de los amplios esfuerzos del gobierno por combatir esfuerzos por «deslegitimizar» Israel. Es una perversión común que la diplomacia estadounidense sea utilizada para suministrar a Israel inmunidad contra críticas internacionales. Ahora, sin embargo, funcionarios estadounidenses están utilizando esos términos en bancarrota moral y legal, pero de poder discursivo, a fin de rechazar un esfuerzo legal privado para mitigar actos profundamente ilegales e ilegítimos como los que suceden en el Cementerio Mamilla.
Las continuas profanaciones que tienen lugar en Mamilla no son actos aislados o aleatorios. Forman parte de un modelo de políticas sistemáticamente discriminatorias que han sido implementadas contra los palestinos desde 1948, y que siguen siendo implementadas dentro de Israel propiamente tal y en los territorios ocupados en 1967. Esas políticas han llevado a la expropiación de la mayor parte del más de 93% de la propiedad de Palestina del Mandato que en 1948 era propiedad privada de árabes, de propiedad pública, o de propiedad waqf pública o privada. Los peticionarios familiares en el caso Mamilla se han opuesto pacífica y legalmente a un acto específico de ese tipo, que es una afrenta manifiesta a la dignidad humana. Este esfuerzo constituye un paso por un camino que comienza a ser explorado. Semejantes esfuerzos legales y de la sociedad civil pueden llegar a ampliarse y a ser más efectivos, ahora cuando la ola de protesta pacífica, activismo juvenil, e iniciativas de base basadas en la sociedad civil parecen estar ganando terreno entre los palestinos, después de extenderse por gran parte del resto del mundo árabe.
Un ejemplo de esas iniciativas fue la organización de la marcha de refugiados palestinos del 15 de mayo hacia las fronteras de Cisjordania, la Franja de Gaza, Siria, el Líbano y Jordania para conmemorar la nakba palestina. Esta estrategia es una entrada en escena de nuevas fuerzas, en gran parte independientes de las desacreditadas facciones políticas que han dominado desde hace tiempo la política palestina. Representa el retorno de problemas reprimidos, absolutamente esenciales, como ser los refugiados y Jerusalén. El discurso en EE.UU. e Israel ha confundido durante mucho tiempo esos dos temas cruciales, tal como ambos países han postergado consistentemente su consideración diplomática durante más de dos décadas.
El cambio ha finalmente comenzado en todo el mundo árabe, incluido el pueblo palestino. Los que han mantenido el status quo en Palestina temen evidentemente que este cambio pueda producir maneras innovadoras de hacer que el mundo encare sesenta y tres años de desposeimiento palestino y la eliminación sistemática del patrimonio árabe y musulmán en Jerusalén. También podría ayudar a terminar el callejón sin salida creado por negociaciones infructuosas patrocinadas por EE.UU. durante dos décadas en las cuales la ocupación y la colonización israelí solo se han arraigado más. Hasta que esas cosas sucedan, o hasta que se alcen voces poderosas para detenerlas, la construcción de un así llamado «Centro de Dignidad Humana» en medio del Cementerio Mamilla, en el corazón de la Ciudad Santa de Jerusalén, amenaza con agregar una capa más de cínica indignidad a un sitio que ha presenciado tantas en su largo y rico pasado.
Versión actualizada de una Conferencia Edward Said en Londres, presentada en el Museo Británico el 31 de mayo de 2011. Para más información sobre la «Campaña para Preservar el Cementerio Mamilla de Jerusalén» y para los textos de la Petición y el Apéndice, vea: http://www.mamillacampaign.org/
Rashid Khalidi es profesor de Estudios Árabes en el Departamento de Historia en la Universidad Columbia. Es autor de seis libros, que incluyen: Sowing Crisis: American Dominance and the Cold War in the Middle East (2009); The Iron Cage: The Story of the Palestinian Struggle for Statehood (2006); Resurrecting Empire: Western Footprints and America’s Perilous Path in the Middle East (2004); y Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness (1997; reeditado 2010), y de más de cien artículos sobre historia de Medio Oriente.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2052/human-dignity-in-jerusalem