Diversos estudios indican que persiste en los medios de comunicación la estigmatización a través del lenguaje de personas, colectivos y comunidades y que, dado que ello implica negación de ciudadanía, requieren mayores esfuerzos para entender la comunicación desde la perspectiva de los derechos humanos a fin de alcanzar una democracia más plena.
¿Qué tienen en común los titulares ¿“Mapuche violento que le declaró la guerra a la Argentina”, “Los extranjeros vienen a delinquir” y “Persiguió a dos motochorros y los mató”?
Son noticias que construyen la idea de un otro violento, estigmatizado y descontextualizado, y un “nosotros” los buenos “ciudadanos ejemplares”. Esos “ellos” tienen en común, el escaso acceso al poder mediático, simbólico y económico para visibilizar sus realidades que recurrentemente son vulneradas y estereotipadas.
Según los últimos monitoreos de noticieros televisivos de canales de aire realizado por la Defensoría del Público, los tópicos pueblos originarios, migrantes y derechos humanos fueron los menos tematizados en tiempo y en cantidad de noticias: el tópico pueblos indígenas fue el menos asignado de todas las noticias (0,1%). Mientras que las personas migrantes representan el 1,2 % de las noticias monitoreadas. La mayoría de las noticias de este tópico refieren a hechos policiales, con predominio de las personas migrantes en tanto delincuentes (87,4%). Lo cual da cuenta del doble proceso de invisibilización y estigmatización.
Estas miradas discriminatorias también se reflejan en el lenguaje. A modo de ejemplo, el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión del ENACOM destaca el discriminatorio uso del neologismo “motochorro”. Esta construcción contribuye al pánico social con respecto a la inseguridad, reforzando los prejuicios especialmente (pero no únicamente) hacia varones jóvenes de bajos recursos. De forma semejante, el uso de los términos “trapito” “pibe chorro” “el lavacoche de la esquina” se los asocia a la inseguridad, a la comisión de delitos debido al rango etario y al trabajo precarizado que realizan.
Esta clase de construcciones permiten intensificar el sentimiento de “peligrosidad” y por lo tanto, reforzar las representaciones sociales negativas hacia estos grupos.
Según el profesor Raúl Zaffaroni el pensamiento autoritario usa todas las discriminaciones en bloque. Es patriarcal, es clasista, es racista, es discriminación de género, la que sea, todas en bloque. Los discursos discriminatorios funcionan en base a miradas eurocéntricas, patriarcales, clasistas y heteronormativas que nos atraviesan. Representaciones que subordinan a determinados colectivos afectando la vida de personas, colocándolos y colocándolas en el lugar de inferioridad.
La discriminación se expresa de maneras sutiles que se vuelven invisibles, como puede ser un chiste humillante que reproducimos en nuestras redes sociales; o bien en formas más extremas y visibles como son la violencia institucional o mediática, cuando criminalizan a esos sectores sociales.
Muchas veces lo complejo es, que quienes padecen discriminación no entrelazan sus luchas, actúan separadamente. Las luchas se fragmentan y los discursos discriminatorios se consolidan y se expanden rápidamente en las redes, los medios de comunicación y en nuestro lenguaje cotidiano.
Lamentablemente, uno de los problemas de los excluidos y excluidas es que nos apropiamos y reproducimos discursos discriminatorios en una búsqueda de reafirmar la pertenencia a la sociedad excluyente.
El Observatorio del ENACOM recomienda evitar tramas o narraciones que coloquen a los colectivos como causa de problemas sociales (desempleo, delito, violencia, etc.) o responsables de situaciones de peligro para la “moral” o la “seguridad personal”, de “ciudadanos”.
Estos discursos tienen consecuencias. Según la licenciada en trabajo social y docente Silvia Couyoupetrou, el discurso de los medios es profundamente antidemocrático cuando estigmatiza y violenta. Porque vivimos en sociedades diversas y plurales. Pero cuando se niega esa pluralidad, cuando se esencializa, cosifica y margina, se genera una violencia verbal que afecta la posibilidad de ejercer derechos de determinados colectivos. En ese sentido, los discursos de los medios estigmatizantes niegan ciudadanías, porque ponen a algunos grupos en este lugar de no derechos y afectan su autonomía y libertad.
El cuestionamiento a los discursos hegemónicos mediáticos, las miradas críticas a las sutiles formas de violencia simbólica, la empatía, la construcción de puentes entre los distintos grupos históricamente vulnerados son claves para proyectar miradas más inclusivas.
Recientemente, el noticiero de la televisión pública sumó una columna sobre pueblos indígenas, también incorporó la primera conductora transgénero. Oportunamente Canal Encuentro desarrolló la serie “Corte rancho” de César González sobre las diferentes villas de Buenos Aires. Entender la comunicación desde la perspectiva de los Derechos Humanos es necesario para una democracia más plena. Es por ahí.
Roberto Samar: Profesor de la UNRN y licenciado en Comunicación Social, especialista en Comunicación y Culturas
Magdalena Alvarado: Integrante de la cátedra Delito y Medios de Comunicación (UNRN) y Especialista en Análisis e Investigación de Homicidios
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/355912-discriminacion-y-violencia-mediatica