Hablar del proyecto de la izquierda democrática y laica en el mundo árabe es hablar de crisis, una crisis que se manifiesta en dos facetas. En primer lugar, está la cuestión fundamental de si tal proyecto existe siquiera en forma coherente y global más allá del mero repertorio de declaraciones y propuestas que se contradicen […]
Hablar del proyecto de la izquierda democrática y laica en el mundo árabe es hablar de crisis, una crisis que se manifiesta en dos facetas. En primer lugar, está la cuestión fundamental de si tal proyecto existe siquiera en forma coherente y global más allá del mero repertorio de declaraciones y propuestas que se contradicen entre sí, y de las bases sobre las que supuestamente descansan. La prueba de su incoherencia queda patente en la forma interesada, selectiva y demagógica en que lo presentan los partidos políticos y los individuos que afirman adherirse al proyecto. En contradicción con los valores que dicen adoptar, estos «izquierdistas» se abstienen frecuentemente de participar en las principales luchas que producen y conforman su supuesto proyecto.
En segundo lugar, las propuestas del proyecto carecen de penetración en el seno de las formaciones y clases sociales que más tienen que ganar con la consecución de sus objetivos. No hay un sujeto social que adopte los valores del proyecto. La mayoría de quienes afirman su adhesión pertenecen a las clases medias y se sienten atraídos por su parcial «apertura» y libertad social, lo que para ellos no es el resultado de una crisis existencial y epistemológica (alienación de clase), o de una conciencia de verdadera marginación económica, social y de represión (conciencia de clase). Por eso el discurso de la izquierda no asume más que una forma social-liberal y las clases oprimidas acaban siendo atraídas por el conservadurismo social y religioso, y se convierten en su principal audiencia.
El proyecto laico, democrático y de izquierdas abarca una amplia gama de corrientes y propuestas políticas. Este artículo se limitará a argumentar sobre la corriente «izquierdista» actual, que incluye un amplio espectro de comunistas, nacionalistas y progresistas. Las revueltas árabes han desvelado las gran crisis estructural que aqueja a la izquierda árabe y han puesto de manifiesto su inconsistencia, su fractura y su temor al movimiento de la historia, así como su dependencia de los regímenes árabes y de las intervenciones militares de las mismas potencias internacionales a las que dice oponerse. La realidad de estas revueltas populares y el hecho de que los partidos políticos, de izquierda u otros, no hayan jugado un papel significativo en su instigación o en la configuración de sus trayectorias posteriores es lo que nos permite entender esta crisis.
La falta de teoría
La izquierda árabe surgió en el contexto de las luchas anticoloniales. Su discurso se forjó en la era de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, tras la Segunda Guerra Mundial y el ascenso de la Unión Soviética como segunda potencia mundial a la par de Estados Unidos. Su discurso apenas ha evolucionado desde entonces por muchas razones. En primer lugar, porque los proyectos de liberación nacional no han acabado de completarse hasta hoy en día debido a la imposibilidad objetiva de alcanzar sus objetivos dentro de las fronteras que establecieron los colonialistas para mantener a raya los territorios delimitados por ellos: dependientes, socialmente distorsionados y carentes de potencial emancipador. En segundo lugar hay que referirse a la falta de intelectuales relevantes (con la excepción del Mahdi Amel, Samir Amin y algunos otros) capaces de profundizar en las estructuras y formaciones sociales y económicas que delimiten los segmentos de la sociedad más interesados en el cambio progresivo. En tercer lugar, las estructuras autoritarias y estalinistas de la mayoría de los partidos árabes de izquierda, que las inhabilitan para el pensamiento crítico y la argumentación teórica. En el mejor de los casos, la educación del Partido se ha limitado a hacerse eco de las opiniones del buró político y del presidente del partido, mientras se adoctrina a sus miembros para que acepten sus decisiones de la misma manera que los seguidores de las corrientes religiosas aceptan las interpretaciones de las escrituras de sus líderes.
El discurso político requiere un terreno intelectual pues de lo contrario, a largo plazo, la práctica política se convierte en caótica e improductiva. Se puede apreciar claramente en el curso de las revueltas árabes. Ante la ausencia de fundamentos intelectuales sobre los que se puedan desarrollar los movimientos populares y ante la ausencia de organizaciones capaces de actualizar esos fundamentos, los levantamientos populares pronto entran en crisis. Se vuelven incapaces de «derribar el sistema» porque no existe otro nuevo o alternativo. En las mentes de la nueva generación de activistas se ha instalado cierto desdén por la «teorización» tras una época en la que las organizaciones políticas eran máquinas de producir teorías políticas diseñadas para justificar su incompetencia ante el cambio de la realidad. Muchos de los jóvenes activistas se centran únicamente en «trabajar sobre el terreno» y no «perder tiempo en teorizar», olvidando que es la teoría la que proporciona a todo movimiento político su razón de ser y la que impide que sus opositores lo perviertan.
División y fragmentación
Las organizaciones de la izquierda árabe han sufrido el mayor número de divisiones y rupturas de todas las organizaciones políticas de los últimos tiempos. En 1964 el Partido Comunista Sirio se escindió en dos, uno en Líbano y otro en Siria. El Partido Comunista Jordano también se fracturó por criterios nacionales de manera similar: uno jordano, el otro palestino. El Movimiento Nacionalista Árabe (Harakat al-Qaumiyin al-Arab) se dividió al menos en tres frentes palestinos. El Partido Nacionalista Baaz se dividió en dos formaciones enfrentadas en Siria e Iraq. Y por si fuera poco, el Baaz sirio se alineó con Irán, el «enemigo nacional» de los árabes contra Iraq, el «hermano nacional» de los árabes durante la Primera Guerra del Golfo. Luego luchó militarmente contra Iraq, de nuevo bajo el mando del «enemigo imperialista estadounidense» en la Segunda Guerra del Golfo.
La práctica política de la izquierda ha estado plagada de especificidades qutri (término político árabe que designa la «territorialidad» basada en las fronteras de los Estados post-coloniales) que han contribuido a legitimar las divisiones coloniales como «naturales». Los partidos políticos de la izquierda que se fundaron en el ideario de la lucha anticolonial acabaron por reconocer la consecuencia más directa del colonialismo, a saber, el Estado qutri (territorial). Asimismo, acabaron por aceptar posiciones contrarias a sus principios fundamentales bajo el pretexto de la «especificidad política». Por ejemplo, la mayoría de los partidos comunistas árabes no se opusieron a la participación del Partido Comunista Iraquí en el Consejo de Gobierno establecido por la ocupación de Estados Unidos en Iraq en 2003. El Partido sigue siendo socio del «proceso político» creado bajo el patrocinio de la ocupación y que continua manteniendo una formulación sectaria [1]. Parte de otros comunistas consideraron esta descarada complicidad con la ocupación una respuesta necesaria impuesta por las «circunstancias específicas» de la escena política iraquí.
Otro ejemplo flagrante de hipocresía es la posición de la izquierda en Siria. En nombre de la mumana’ah (término político árabe que designa a ciertos regímenes y organizaciones incluidos en la lista negra del Gobierno de Estados Unidos por rechazar la hegemonía estadounidense en la región) muchos izquierdistas y nacionalistas no han dudado en apoyar al régimen de Assad, un régimen cuyos vicios de corrupción, represión política, liberalización económica y reconocimiento de la legitimidad de Israel son muy similares a los de otros regímenes árabes subordinados.
Así, la pretensión de la especificidad qutri abre la puerta al rechazo de la acción unificada y convierte cada reacción local en una estrategia específica localmente. Por lo tanto, esto dificulta la construcción de una acción colectiva que trascienda el interés subjetivo. La acción unificada se convierte simplemente en un acto de solidaridad. Hay una gran diferencia entre considerarse a uno mismo, bien como individuo o como organización, parte integrante de una acción, y considerarse meramente solidario con dicha acción; entre participar de una acción y apoyarla.
Alineación errónea con el nacionalismo árabe
Numerosos estudios han investigado el impacto del modelo europeo de Estado-nación como encarnación de los intereses capitalistas dentro de un espacio geográfico determinado en el surgimiento del movimiento nacionalista árabe a mediados del siglo XIX. El nacionalismo árabe no surgió en respuesta a una clase burguesa nacional que trataba de consolidar su control sobre una determinada zona geográfica que constituía su mercado nacional. A pesar del descontento árabe contra el Imperio Otomano y del deseo de independencia, y a pesar de los determinantes de la lengua y la historia árabes comunes y del «sentimiento nacional», el nacionalismo árabe no surgió de ninguna necesidad histórica y material. Además, nunca ha producido un discurso que no estuviera contaminado por el romanticismo, el egoísmo y las ambiciones futuras sobre el establecimiento de «un super-Estado árabe unificado y poderoso» que devolviera a los árabes al lugar que se merecen en el mapa político-económico del mundo, como presumiblemente ocurrió durante el Imperio Árabe Omeya.
Lo que ha animado y motivado a esos nacionalistas son, pues, sueños de poder y de imperio, no de justicia e igualdad entre los seres humanos, ni de acabar con la coerción y la persecución en el mundo. A día de hoy, los nacionalistas árabes no pueden responder a la pregunta básica de quién es árabe y cómo se distingue de otros seres humanos, o qué posición debe adoptarse con respecto a las poblaciones no árabes que habitan la región y forman igualmente parte auténtica de la misma. Cualquier respuesta coherente a estas preguntas nos transportaría a la esfera de lo humano, lo que invalidaría el nacionalismo árabe, mientras que las respuestas que adoptan las concepciones racialistas o culturalistas del nacionalismo árabe (las cuales son exclusivistas y conducen a la dominación y a veces incluso el fascismo) lo desacreditarían moralmente.
La verdad es que el discurso nacionalista se sustenta a menudo con el desdén racista por los no árabes. El nacionalismo es una apelación a la afirmación de la identidad y el carácter específico de la nación, lo que lo hace diferente de los demás. Se trata de una idea y de un movimiento de lucha que persigue el establecimiento de un Estado para los árabes [2]. Es fácil detectar el desprecio racista cuando los no árabes son objeto del discurso nacionalista. Se demoniza a los iraníes como persas o safávidas, mientras que los turcos son turanios o selyúcidas. A los kurdos se les retrata como enteramente agentes de Israel. Muchos estudios se han dedicado a demostrar los orígenes árabes de los amazigh o bereberes, como si fuera requisito previo para calificarlos como pueblo respetable y honorable, en un intento de convencerles de que renuncien a su cultura a favor de los ideales nacionalistas árabes. El discurso nacionalista convierte en enemigos a los judíos y al judaísmo, en lugar de al sionismo y a los sionistas. Percibe la lucha en Palestina como contraria al judaísmo en tanto que religión, en vez de contra el sionismo en tanto que movimiento colonial de asentamiento [3].
Mientras que los izquierdistas de todo el mundo organizan protestas y actividades de apoyo a las causas árabes (de Iraq, de Palestina y de los levantamientos de la Primavera Árabe), es raro ver manifestaciones árabes en solidaridad con causas no árabes de otras partes del mundo. También es raro que la izquierda árabe adopte y defienda los problemas de los emigrantes. De hecho, a menudo se refiere a la mano de obra inmigrante no árabe como amenaza demográfica, cultural y de seguridad para la región. La izquierda árabe parece asemejarse en ello a la actitud de la extrema derecha europea hacia los inmigrantes. El discurso nacionalista es aislacionista en su esencia. Aunque Esmat Saif El-Dawlah comience su definición del nacionalismo árabe negando que signifique «el aislamiento de las causas que afectan a toda la humanidad, o de cualquier grupo en su seno», más adelante reafirma este aislacionismo al limitar la asociación con otras causas «en la medida en que afecten a la existencia nacional y a su movimiento». Las consideraciones humanas siempre están circunscritas por la medida del interés nacional y no al revés. Saif El-Dawlah también afirma:
» […] La existencia nacional es sólo un existencia específica. Por ello es una suma, y no una resta, de la existencia de otros grupos humanos. De este modo, el nacionalismo se convierte en una relación de aceptación y respeto a la existencia concreta de cada sociedad humana».
En esta definición, la «humanidad» no parece más que un conjunto de existencias específicas encorsetadas. Se trata de una concepción aislacionista no muy diferente a los conceptos de secta o tribu. De hecho, podríamos sustituir la palabra «nacionalismo» en la cita anterior por la de «sectarismo» o «tribalismo» sin que la definición se viera afectada. En ambos casos puede representar un modo específico de existencia humana formada en torno a la religión y el parentesco cercano o, en casos modernos, a la raza y a la cultura étnica, o incluso alguna otra colectivización contingente.
Por otra parte, el argumento nacionalista de «la nación» (que aún no se ha formado completamente dentro del Estado-nación) no implica una dimensión de clase o de cualquier distinción entre opresor y oprimido. De hecho, encubre esas dimensiones de ruptura interna y disparidad. El nacionalismo se enfrenta asimismo a varias contradicciones y rupturas ideológicas, pues primero tomó prestada la economía socialista y el laicismo pero después, en sus versiones más recientes, ha virado hacia el liberalismo y el libre mercado combinado con campañas de fe o con conferencias islamistas-nacionalistas según otras versiones. Por todas estas razones, el discurso nacionalista ha generado un chovinismo étnico contra los persas, los kurdos, los bereberes y los turcos, un chovinismo qutri (territorial) contra otros árabes y chovinismos sectarios y religiosos, al facilitar el uso de estas divisiones por parte de los regímenes locales o las potencias mundiales. En Jordania, por ejemplo, algunos nacionalistas de izquierda han llegado a defender el Estado qutri haciéndose cómplices y profundizando la división artificial entre los jordanos oriundos de la ribera oriental del Jordán [en inglés East Bankers] y los jordanos de origen palestino [5]. En una escala árabe más amplia muchos nacionalistas de izquierda apoyan la intervención sectaria de Hizbolá en Siria y llegan a la auto-negación cuando se trata de la ideología chií adoptada por el Partido libanés y su adhesión al régimen de la wilayat al-faqih (del gobierno de la doctrina islámica chií) de Irán.
Por lo tanto, bajo la influencia de las propuestas nacionalistas la izquierda no ha conseguido establecer un proyecto verdaderamente emancipador que apunte a la justicia para todos los pueblos de la región, entre ellos las llamadas «minorías étnicas», como los kurdos y los bereberes. Estas minorías son un componente auténtico de las poblaciones de la región y sus causas deben ser parte fundamental de cualquier proyecto de liberación. No deben ser tratados como extranjeros (confinados dentro del concepto de su propio círculo específico de la existencia), ni tienen por qué adoptar una identidad árabe para obtener legitimidad (mediante su asimilación en el círculo de existencia específico de los árabes).
La posición de la izquierda debería ser la férrea defensa de las libertades sociales y de la libertad de credo y de expresión. Sin embargo, por muchas razones (incluyendo la alianza de la izquierda con los islamistas antes del levantamiento en Siria), la izquierda árabe parece avergonzarse de sus propuestas sociales si es que realmente cree en ellas.
(Aquí, hago excepción de la izquierda tunecina, marroquí y argelina). Parece tímida en lo referido a la defensa de la libertad de expresión y de credo, especialmente cuando se trata del ateísmo o de la crítica de las religiones abrahámicas. En esto, la libertad parece asumir solo un significado estrictamente político. La corriente principal de la izquierda evita hablar de la reproducción de las relaciones de poder dentro de la familia y no ofrece ninguna crítica histórica explícita y detallada de la religión. La izquierda no se pronuncia sobre el papel de los sistemas de creencias religiosas en la proscripción el pensamiento crítico o en el mantenimiento de las estructuras patriarcales de la sociedad.
Por encima de todo, la izquierda árabe está plagada de prejuicios homófobos. No reconoce los derechos de los homosexuales a sus preferencias sexuales. A veces incluso se refiere a la homosexualidad como el resultado de una conspiración imperialista-judía [6] a pesar del apoyo de muchas organizaciones de homosexuales a las causas árabes de Palestina e Iraq (antes y después de la ocupación) y de su participación y activa defensa de estas causas.
La alineación con los regímenes árabes y sus Estados qutri
Cuando tomé conciencia de la imposibilidad de que cualquier proyecto emancipador opere dentro de los límites del Estado territorial qutri, intenté con otros compañeros árabes construir una nueva y abierta coalición antimperialista con la que esperábamos trascender las fronteras de los Estados-nación. El lema bajo el que nos reunimos era «Hacia una Alianza de los Pueblos Árabes para la Resistencia» [7]. Redactamos un documento en el que formulábamos la base política de este proyecto y que firmaron decenas de individuos y grupos de izquierda y nacionalistas del mundo árabe. Sin embargo, nuestra labor en el proyecto se extendió sólo de 2005 a 2008. Al cabo de cuatro años, lo único que ha quedado de él es la lista de correo electrónico que lleva su nombre.
El segundo párrafo del documento fundador declaraba:
Las clases dominantes y los regímenes imperantes en los Estados árabes dependen del imperialismo y sirven a sus intereses. Por lo tanto, no pueden estar jamás del lado de la defensa de los intereses del pueblo. La «reforma» promulgada por estos regímenes no es más que una farsa. Combatirlos es una parte esencial de la lucha contra el imperialismo.
Esta ha sido la «comprensión estratégica» de la izquierda (y nacionalista árabe) de la realidad de los regímenes árabes desde mediados del siglo XX. Sin embargo, uno se sorprendería de las divergencias en la comprensión estratégica de algunos de los firmantes del documento. Para algunos, el régimen sirio se ha convertido en una entidad «resistente» y no sólo en mumana’ah. Y los levantamientos árabes (excepto en el caso del levantamiento de Bahrein, asociado por ellos con el eje mumana’ah) han pasado a ser todos ellos (a posteriori, tras el comienzo del levantamiento siri) una conspiración estadounidense-israelí-saudí-qatarí. Pueblos enteros, cuyos levantamientos esperaban con impaciencia estos izquierdistas, se han convertido de repente en agentes controlados y manipulados por foráneos…
Así, muchos «nacionalistas de izquierda» se convirtieron en feroces defensores no sólo del régimen sirio, sino también del propio Estado árabe qutri, el mismo que solían denunciar sistemáticamente como producto de la era colonial. Para ellos, la caída del régimen sirio y del Estado qutri en general ha adoptado el significado de «caos». Como si el sistema político árabe ya no fuera en sí mismo un caos reprimido por la coacción. Y, por esta misma lógica, los regímenes árabes se convirtieron en «Estados», aunque el Estado árabe moderno tenga poco en común con el Estado moderno [8]. Estos regímenes no cuentan más que con la voluntad de sus gobernantes: sin ley, sin instituciones de gobierno y sin justicia, hasta el punto de que en algunas de las repúblicas árabes los hijos del presidente heredan el gobierno de su padre.
En Egipto, donde se produjo una de las más vibrantes y poderosas revueltas árabes, donde el pueblo ha logrado decapitar a tres regímenes en un breve período de tiempo mediante la protesta masiva contra los gobiernos de Mubarak, del Consejo Militar y de la Hermandad Musulmana (HM), muchos izquierdistas de dentro y fuera del país se apresuraron posteriormente a apoyar el golpe militar contra el régimen de los HM del 3 de julio de 2013, que supone un retorno directo del antiguo régimen que imperaba antes de la sublevación del 25 de enero de 2011 [9]. En lugar de trabajar para fortalecer el movimiento de protesta en ciernes y contribuir a la construcción de sus estructuras organizativas y plataformas estratégicas, la izquierda egipcia ha virado hacia los más absurdos y propagandísticos apologistas para justificar la represión brutal de los militares. Aunque hay algunos grupos de izquierda, como los Socialistas Revolucionarios, que se oponen por igual a la Hermandad Musulmana y a los militares, su posición sigue siendo excepcional y puede ser considerada como minoritaria en el espectro de la izquierda egipcia.
Incitaciones xenófobas
Debido precisamente a que el proyecto de la izquierda árabe carece de un fundamento intelectual claro, cualquier persona que lo desee puede autodenominarse izquierdista, incluso aunque sus propuestas contradigan los principios fundamentales de la izquierda. En este contexto podemos entender por qué algunos izquierdistas exigen el aislamiento de los refugiados sirios en Jordania. Algunos de ellos incluso reclamaron que se prohibiera a los refugiados la actividad política y pidieron al régimen jordano que interviniera para hacerlo cumplir por la fuerza [10]. También hemos sido testigos de cómo algunos izquierdistas mitifican la identidad nacional (qutri ) y la pertenencia nacional eliminando la historia de la colonización que produjeron tales identidades y considerando traición cualquier modo de pertenencia que no sea a la propia «patria».
En Egipto el nacionalismo ferviente que acompañó al golpe militar de 3 de julio de 2013 ha desatado oleadas de odio xenófobo y actitudes incluso fascistas. Muchas figuras de izquierda y nacionalistas han participado en la escalada de la intolerancia incitando contra los no egipcios, en particular contra palestinos y sirios [11]. También han participado en la producción de un discurso aislacionista y chovinista que niega el derecho a hablar de Egipto a los no egipcios y rechaza la condición de ser egipcio a cualquiera que se oponga al gobierno militar. Tal nacionalismo es, sin duda, de doble filo ya que victimiza a los egipcios y a los no egipcios por igual, al negar a los primeros el derecho a ser diferente al mismo tiempo que relega a los últimos a un orden inferior. Un divertido ejemplo de ello fue la petición de un programa de televisión de que un famoso jugador de fútbol egipcio, Abu Trikah, fuera expulsado del equipo nacional con el argumento de que su posición en contra de los militares suponía renunciar a su egipcianidad. «Que juegue en el equipo de Hamas o en el de Turquía», decía el presentador del programa, queriendo decir «que juegue con los inferiores de fuera que apoyan a los Hermanos Musulmanes» [12].
La situación no es mucho mejor en Jordania, donde un nacionalismo aislacionista jordano está afianzando un punto de apoyo en los círculos de la oposición y se identifica cada vez más con la «izquierda progresista». Muchos de estos políticos e intelectuales nacionalistas jordanos mantienen estrechos vínculos con los servicios de inteligencia del gobierno e incluso han admitido que trabajan con ellos [13]. Uno de ellos, Mowaffaq Mahadin, ha escrito en los términos más exaltados sobre las élites militares del mundo árabe representándolos como la única institución «civilizada» capaz de mantener unida a una masa turbulenta y potencialmente explosiva de pueblos divididos e ignorantes [14]. En otro artículo hace hincapié en la importancia de la centralidad de la seguridad del Estado para el orden situándola «por encima de cualquier otra». Tales consignas siempre han formado parte de la propaganda de los regímenes árabes para justificar la persecución y la opresión de los disidentes [15].
Ningún papel significativo
Los grupos de izquierda no han desempeñado un papel significativo en las revueltas árabes. En cambio, han participado en el trabajo político «legítimo», respaldando el engañoso reclamo de que el cambio es posible «desde dentro». Su participación complaciente ha contribuido al aura de legitimidad democrática que rodea y encubre las prácticas represoras y divisorias de los regímenes autoritarios.
Los levantamientos árabes surgieron de forma espontánea y se intensificaron de manera exponencial. Los inició un sector de la sociedad al que se había descuidado políticamente casi en su totalidad: los jóvenes de clase media a los que con frecuencia se consideraba sin esperanza. A consecuencia de ello la «izquierda árabe» se enfrentó de repente a su incapacidad y se dio cuenta de su bancarrota intelectual, política y estratégica. Se estrelló violentamente contra su propia incompetencia organizativa y su falta de apoyo popular. Se dio cuenta de que era completamente incapaz de participar en la elaboración de la nueva realidad. ¿Qué hacer entonces? Recurrió a acusar a las revueltas árabes de «sumisión» y las convirtió en elemento de una conspiración universal. Acabó luchando por la conservación del sistema oficial árabe y de su Estado qutri. Los ejércitos árabes, que habían sido considerados previamente como protectores de las fronteras de Israel y sostén de los regímenes árabes, se convirtieron con un pasmoso golpe de transmutación política en el único garante importante de la soberanía y la independencia. Los Estados surgidos de Sykes-Picot y sus gobiernos serviles tenían que ser ahora defendidos frente «al caos y el desorden» [16]. La negación de la historia alcanzó un nivel notable al representar al régimen sirio en términos casi utópicos. Todas sus masacres y crímenes, como el de Tal-Za’atar, su participación militar al lado de Estados Unidos contra Iraq en Hafr El-Batin, su alineación con los aliados de Israel en la guerra civil libanesa, su adhesión a la Conferencia de Madrid para la «paz» con Israel, simplemente se olvidaron. En cambio, se representa al régimen como si se hubiera dedicado día y noche a la liberación de los Altos del Golán ocupados por Israel.
Opuesta a esta hebra de la izquierda árabe existe otro cabo que se ha convertido en aliado de Estados Unidos y de las potencias imperialistas. Comenzó en el contexto de la defensa de Estados Unidos para la «transición democrática» en el mundo árabe antes de los levantamientos. El Partido Comunista Iraquí, que participó en el Consejo de Gobierno establecido por la ocupación estadounidense, sentó el precedente para este tipo de alianzas complacientes con el imperialismo de Estados Unidos. Muchos han seguido sus pasos y han dejado al descubierto su hipocresía absolutamente carente de principios trabajando con las muy árabes monarquías del Golfo a las que siempre habían calificado de reaccionarias y serviles, o trabajando con organizaciones religiosas y salafistas opuestas a la izquierda tanto en lo ideológico como en lo político. Estas alianzas con grupos religiosos tienen sus raíces en las alianzas previas entre algunos izquierdistas y algunos grupos religiosos «moderados» como la Hermandad Musulmana.
¿Existe una izquierda en el mundo árabe?
Estar en la izquierda es centrar la propia conciencia en la división de clases y afirmar el propio movimiento en la definición de la oposición opresor-oprimido y explotadores-explotados, y estar del lado de los últimos contra los primeros. Por lo tanto, ser de izquierda es trabajar con diligencia, primero, para precisar y comprender los mecanismos de opresión y de control, y después para desmantelarlos de manera que la mayoría explotada pueda liberarse de la hegemonía de la minoría que monopoliza la política y la economía. Ser de izquierda implica asimismo ponerse del lado de las luchas por la liberación sexual y de género contra las estructuras patriarcales. Significa apoyar y trabajar por la liberación de las mujeres y de los hombres de los estereotipos y la distribución de género de los derechos, de manera que la práctica sexual se convierta en una cuestión de elección personal. La izquierda entiende que quienes no se ajustan a las normas socialmente aceptadas del género y la sexualidad están sujetos a formas de coacción social y de opresión que obligan a la izquierda a defenderlos.
Una posición de izquierda implica oponerse de manera inquebrantable al colonialismo y al colonialismo de asentamiento; oposición que no reconoce la legitimidad de los colonizadores ni de sus entidades fabricadas, y que no se compromete con los mecanismos de la dominación colonial ni con sus consecuencias.
La izquierda es internacionalista. Reconoce que su lucha se dirige contra el capital como fuerza globalizadora y requiere una alternativa que también es global y que trasciende las fronteras nacionales y étnicas. Además, una verdadera izquierda nunca menosprecia a los inmigrantes ni a los desempleados ni a quienes huyen de los tormentos de sus países de origen en busca de trabajo y de una vida mejor. Por el contrario, debe posicionarse a su lado y acogerlos como sujetos que conforman su proyecto central.
En conclusión, se puede afirmar que con muy raras excepciones la corriente principal de la «izquierda» árabe no es izquierda en absoluto. Opera en ella un vacío intelectual incapaz de producir un discurso político coherente con sus premisas o con el marco de referencia al que dice pertenecer. Lo que existe en realidad son organizaciones de «izquierda» e individuos de «izquierda» que en su composición política son similares a los regímenes árabes. Evitan el pensamiento, la filosofía y la lectura. Se distancian de las plataformas sociales que constituyen su proyecto. Colaboran con aquellos a quienes se oponen (los regímenes árabes y el Estado qutri/territorial, por un lado, y con las fuerzas imperiales y reaccionarias, por otro) y los legitiman, El resultado inevitable de un proyecto cuyos cimientos descansan en tales incoherencias es el fracaso. Esto no es la izquierda. Es más bien una compilación de complejos y disonancias psicológicas. La izquierda no ha nacido aún en el mundo árabe y por ello aún hay esperanza.
Notas:
Este texto se basa en un artículo publicado originalmente en árabe en la revista libanesa Al-Adab, Beirut, verano de 2012. Ha sido revisado y ampliado sustancialmente en enero de 2014.
1. Ello dio lugar a una nueva división dentro del Partido Comunista Jordano; véase en árabe: http://articles.abolkhaseb.net/ maqalat_mukhtara/arabic/0105/3oda2_120105.htm
2. Hani Al-Hindi: The Nationalist Movement in the 20th Century (A Political Study), Center for Arab Unity Studies, Beirut, 2012 (en árabe).
3. Ibrahim Alloush: «Zionism is the Legitimate Child of Judaism», www.freearabvoice.org/arabi/maqalat/ AlSohyoneyehHeyaAlebnaAlshar3eyalelyahoodeyeh.htm (en árabe); Mowaffaq Mahadin: «Zionism Behind Us and Judaism Ahead of Us», al-Arab al-Yawm (Jordan), 8 de julio de 2007 (en árabe).
4. Esmat Saif-el-Dawlah: Teoría de la Revolución árabe, vol. 3, Dar al-Masirah, Beirut, n.d. (en árabe).
5. Para una crítica del nacionalismo qutri anti-palestino en Jordania, véase Joseph Massad: «Jordan between Patriotism and Chauvinism», al-Akhbar (Líbano), 10 de septiembre de 2012 (en árabe), http://al-akhbar.com/node/166751.
6. Mowaffaq Mahadin: «Homosexualidad», al-Arab al-Yawm (Jordania), 16 de agosto de 2010 (en árabe).
7. Documento fundacional de «Hacia una Alianza de los Pueblos Árabes para la Resisitencia» (en árabe), www.ahewar.org/debat/show. art.asp?aid=34674.
8. Hisham Bustani: «El fracaso del ‘Estado árabe’ y de su oposición», al-Akhbar English (Líbano), 19 de abril de 2012, http://english.al-akhbar.com/node/6346.
9. Hisham Bustani: «Asesinato de la Primavera Árabe», al-Akhbar (Líbano), 26 de septiembre de 2013 (en árabe), www.al-akhbar. com/node/192039.
10. Mowaffaq Mahadin: «Los refugiados sirios en Jordania», al-Arab al-Yawm (Jordania), 19 de julio de 2012 (en árabe).
11. Nourhan Dakroury: «‘Organizaciones condenan en discurso de odio hacia los regufiados sirios y palestinos», Daily News Egypt, 13 de julio de 2013, www.dailynewsegypt.com/2013/07/13/ organisations-condemn-hate-speech-towards-syrian-and- palestinian-refugees.
12. www.youtube.com/watch?v=d7-Q9PITELs.
13. Hisham Bustani: «Un levantamiento fracasado y un régimen que resurge», www.yourmiddleeast.com/opinion/hisham- bustani-jordan-a-failed-uprising-and-a-reemerging- regime_12178. También: Nahed Hattar,: «El rey y la élite jordana» (en árabe): www.ammonnews.net/article. aspx?articleno=148077; en este artículo, Hattar aclama a los servicios de inteligencia del Estado como «el único partido político del Estado de Jordania».
14. Mowaffaq Mahadin: «Sí a las Juntas árabes» (en árabe), www.sahafi.jo/files/181e429d7990b7c33c6293fef494647 04a20b1f0.html. Mahadin ha proporcionado una lectura sectaria de la historia del nacionalismo árabe al identificar a los musulmanes suníes con los principales protagonistas del proyecto del nacionalismo árabe y al llamar a los suníes a restaurar su supuesto papel histórico para reavivar el nacionalismo. Véase Mowaffaq Mahadin: «Quieren que seamos unos pobres esclavos suníes» (en árabe), www.sahafi.jo/files/8426a69f3b2dabe 4c4974e512a454ee9a285b194.html.
15. Mowaffaq Mahadin: «La seguridad del Estado por encima de todo» (en árabe), www.sahafi.jo/files/36f933d0ee4788fb6356b5897a 9f1fe9c97defdf.html.
16. www.britishonlinearchives.co.uk/9781851171507. php#Sykes-Picot.
Fuente: http://www.radicalphilosophy.com/commentary/dissonances-of-the-arab-left
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