Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Juan Vivanco
Beit Hanun, con sus 30.000 habitantes, ya sufría agresiones diarias y ataques aéreos desde el 25 de junio. Ahora está asediado por el ejército de tierra israelí. Hemos visto avanzar los carros de combate, colocarse en posición. Ahora estamos cercados por unos 70 carros y por lo menos 450 soldados, que han declarado la ciudad «zona militar cerrada». Lo que significa que nadie puede salir. Nadie puede huir. Es una ofensiva del estilo de las que lanzaron en 2002 en Cisjordania.
No tenemos agua ni electricidad. Nos refugiamos en los rincones más apartados de las casas. No se permite que entren ambulancias en esta zona ocupada y cerrada. Los soldados han rodeado algunas casas, las han ocupado y han encerrado a las familias en un cuarto. Ahora se han hecho fuertes en ellas. Rompen las paredes con explosivos, vuelan las puertas y la gente está aterrorizada. Disparan contra todo lo que se mueve.
Ayer dispararon contra unas personas que intentaban ponerse a cubierto, que no estaban armadas, no estaban en posición de combate. Les dispararon por la espalda y cuando el herido quiso huir, le remataron, y también dispararon contra los que quisieron llevárselo de allí. En muchos casos las ambulancias no pudieron acudir en ayuda de los heridos. Los niños que burlaban la vigilancia de sus padres o miraban por la ventana también fueron blanco de los soldados israelíes apostados en los tejados y balcones de las casas que ocupan.
Bush y de esos políticos que han declarado que «Israel tiene derecho a defenderse» les han dado carta blanca para matarnos. Usan unas armas que transforman a los muertos y heridos en algo monstruoso. Son impresionantes las heridas causadas por los cohetes disparados por los aviones teledirigidos. Son como cortes de cuchilla, piernas, pies y manos cortadas de cuajo; también son espantosas las heridas de los fusiles M 16. Los soldados tienen órdenes de disparar de cintura para arriba, apuntan al pecho, junto al corazón, y a la cabeza.
La mayoría de las víctimas son civiles, muertos o heridos en la garganta, el cuello, el pecho, la cabeza, cuando estaban en casa. Disparan contra los que huyen atemorizados, disparan contra los heridos que intentan salvarse. Hemos perdido la noción del tiempo, ya no sabemos cuánto tiempo llevamos atrapados en esta guerra. Estamos perdidos. La aviación nos bombardea, los teledirigidos disparan sus cohetes sobre nuestras cabezas. Controlan toda la zona. El zumbido de los aviones teledirigidos es como tener una abeja revoloteando todo el tiempo junto a la oreja. Es muy angustioso.
Nadie nos defiende. No tenemos ejército. Sólo tenemos a nuestros padres para defendernos, a sabiendas de que les espera la muerte, que no pueden hacer nada. Esta nueva agresión es terrible sobre todo para los niños pequeños, muy numerosos aquí. Tienen que quedarse encerrados, están aterrorizados y gritan cuando oyen las bombas. Continuamente nos llegan noticias de muertos, de heridos que se desangran sin que la gente sepa detener la hemorragia, y las ambulancias no pueden socorrerles. La Cruz Roja debería obligar a los israelíes a permitir que las ambulancias palestinas acudieran en ayuda de los heridos sin trabas.
Los israelíes dicen que es una ofensiva para impedir que se introduzcan armas desde Egipto. No es verdad. No puede entrar nada. En Gaza no hay más que unos fusiles que son inútiles contra los Apaches y los carros Merkava del ejército israelí. Las armas de guerra que han entrado en Gaza son las que Estados Unidos entregó a Dahlan, que es el hombre de Abu Mazen, el hombre más temido de Gaza. Es el cabecilla de las fuerzas que desde hace meses provocan disturbios para derrocar el gobierno de Hamás.
Ayer los soldados ordenaron con altavoces que todos los hombres mayores de quince años salieran de sus casas. Fueron casa por casa, los esposaron y se llevaron a cientos de hombres a un lugar donde seguramente les habrán obligado a desnudarse, como hicieron en Betlaya en junio. Dejan a los hombres en calzoncillos. Para un oriental es la peor de las humillaciones. Es como si nos mataran.
Creemos que después de Beit Hanun atacarán Betlaya y luego Yabaliya, y que harán lo mismo que aquí: registrar casa por casa. Beit Hanun, como Rafá, son zonas muy vulnerables, porque están separadas geográficamente de otras zonas habitadas y son más fáciles de aislar del resto de Gaza.
Esta mañana las mujeres salieron para ayudar a sus hijos y maridos amenazados por los blindados que rodeaban la mezquita. Las mujeres desafiaron a los Apaches y los tanques. Para nosotros fue un momento portentoso. Nos sentimos como envueltos en un velo de humanidad. Era impresionante ver a esas mujeres que arrostraban la muerte para salvar la vida de sus hijos, de sus maridos. Avanzaron sin vacilar y los soldados, que no se lo esperaban, estaban desorientados. Gracias al efecto sorpresa lograron salvar la vida de los combatientes. Demostraron que el ejército más poderoso del mundo puede ser derrotado por gente desarmada. Lo percibimos como un mensaje dirigido a los hombres de los países árabes que guardan silencio. Estas mujeres dijeron, con su gesta: «Dada vuestra cobardía, las mujeres palestinas son las únicas que luchan para liberar a sus hombres asediados por el enemigo de los árabes, Israel.» (Fin del testimonio.)
Es una guerra contra civiles y el mundo no lo sabe
El joven palestino que nos contó todo esto en voz baja nos rompe el corazón. No podía rendir un homenaje mejor a esas mujeres heroicas. Creo que todos los que han visto las imágenes de esas mujeres se han conmovido. Avanzaron por esa gran avenida, a descubierto, desarmadas, desafiando a los helicópteros y blindados para proteger a sus hombres. Los soldados dispararon contra ellas, pero siguieron avanzando y lograron su propósito. Los soldados que disparaban desde sus blindados sobre esas mujeres inofensivas son unos monstruos.
«Israel tiene derecho a defenderse», respondía esta mañana el embajador Elie Barnavi al periodista de France culture cuando este le preguntó qué significaba la ofensiva israelí en el norte de Gaza. Pero ¿derecho a defenderse contra qué? No hay un ejército palestino enfrente. Hay un pueblo masacrado día tras día por el ejército mejor pertrechado del mundo. Y los palestinos no tienen derecho a defenderse.
Es al pueblo palestino, víctima de estas matanzas, a quien habría que preguntarle qué significa vivir bajo una ofensiva militar israelí, y no a los embajadores del estado judío de Israel. Unos embajadores que, cuando se trata de vidas árabes, jamás nos hablarán del sufrimiento y la angustia de los niños aterrorizados, de las mujeres que no saben cómo protegerles, de los ancianos que padecen impotentes, de los bebés que gritan, de las mujeres encintas que temen por su embarazo, de los heridos, de los muertos, de las madres que lloran a los suyos, de los hombres que se sienten humillados al no poder defender a sus hijos, de los médicos que no soportan ver tanta sangre y llegar más heridos a sus hospitales repletos y mal equipados.
Esos «terroristas», esos «activistas» contra los que lucha Israel, son palestinos, son los auténticos residentes de una nación que Israel ha borrado del mapa, un pueblo desterrado, encerrado en campos míseros. Son mujeres de todas las edades que se enfrentan a los tanques para proteger a sus hijos. Son niños que mueren en su cama o jugando delante de su puerta. Son padres, hermanos, primos, esposos ejecutados sumariamente porque Israel les ha puesto en la lista de los «buscados». Son jóvenes desesperados que defienden su dignidad con fusiles y cohetes rudimentarios y saben que les aguarda la muerte cuando van al combate. Como el niño Bara’ Riyad Fayyad, de 4 años, al que mataron el jueves pasado delante de su casa. Son personas normales que han votado de un modo absolutamente democrático contra las autoridades corruptas de Fatá.
«¿Dónde están nuestros hermanos árabes?» gritaba una palestina ante una cámara.
Sí, ¿dónde está el mundo? La «comunidad internacional» calla, ante el pasmo de las personas que ven todo esto con espanto y no comprenden este silencio. Pero la cacareada «comunidad internacional» sólo es una palabra vacía de sentido. Y la ONU, desde que se vino abajo la URSS, no es más que un instrumento de la superpotencia usamericana.
En realidad la «comunidad internacional» somos todos; son las asociaciones que por desgracia se preocupan más de proteger las conquistas del estado judío de Israel que el derecho de los palestinos a existir y a volver a sus casas; son los partidos políticos de todas las tendencias que están demasiado ocupados colocándose en la línea de salida para la contienda electoral; son los cargos elegidos que no se atreven a criticar a Israel para que no les acusen de antisemitismo; son los periodistas que desinforman y encubren los crímenes de estado.