Mujeres de orígenes y necesidades diversas se organizan en Catalunya con el fin de dignificar la costura como actividad profesional. Articuladas en red, impulsan experiencias que les ofrecen una salida económica a la precariedad mientras ponen en el centro los cuidados y la apuesta por otro modelo productivo.
La costura se ha convertido en una de las industrias más potentes del mercado, dominada por multinacionales que externalizan parte de su producción a países del sudeste asiático donde, gracias a las ventajas fiscales y a la explotación de mano de obra barata, obtienen suculentos beneficios. Según la lista Forbes, entre las compañías que operan con esta lógica destacan Inditex, Mango o Christian Dior, cuyos balances no hacen más que dispararse a costa del progreso, la equidad social y el equilibro ambiental de las comunidades más empobrecidas. Una realidad que ni las protestas de algunas ONG han revertido. A día de hoy, el mundo de la moda está asociado indefectiblemente a Zara, Massimo Dutti, Bershka, Nike y las pasarelas con las cuales estas y otras firmas marcan tendencia e invaden los circuitos de consumo masivo.
Frente a esta dinámica que somete a miles de mujeres a una situación paupérrima, también en algunos países europeos, emerge un universo de iniciativas que dan valor y dignidad a una actividad que, desde tiempos ancestrales, ha sido clave para la economía pese a estar invisibilizada en la trastienda del sector. Un ejemplo de ello es Galiza, feudo del empresario Amancio Ortega, donde hace años había numerosas cooperativas en el ámbito rural. Es el caso de Os Muiños, una cooperativa gallega, creada en el año 1988, que, salvando los altibajos y la irregularidad en la producción, todavía garantiza trabajo a una decena de mujeres que confeccionan prendas de vestir para la zona de Costa da Morte.
REPUNTE PARA EL EMPODERAMIENTO
Más allá del caso gallego, los proyectos de autoocupación han cogido especial fuerza en Catalunya. Así empezó a entreverse en 2018, cuando varios colectivos de costureras de Barcelona diseñaron un proyecto de alcance comunitario que recogía la tradición de la cual habla la escritora Assumpta Montellà en el libro “El silenci dels telers” (Ara Llibres). Un ensayo que reúne a generaciones de mujeres que trabajaban en las colonias textiles de Catalunya y que observaban cómo sus ilusiones colisionaban con jornadas interminables. La obra de Montellà pone de relieve la penurias que esas mujeres padecieron desde el inicio de la industria hasta nuestros días, pasando por la Guerra del 36 y la represión de la posguerra.
Con esta herencia en la memoria, más de 120 mujeres nacidas en Catalunya o en países del sur global como Bolivia, Brasil, Ecuador, India, Marruecos o Pakistán, se movilizaron alrededor de la costura. «Algunas se implicaron con el propósito de crear una red comunitaria y otras, con una motivación más socioeconómica», explica Noelia Sotus, técnica de la Xarxa, en cuyo seno se agrupan Dones de la Terra, Dones amb força, Klem Reciclatge, Mamalyona, Mujeres Pa’lante, Més amb Menys Roquetes, Grup de Costura del Centre Cívic Sant Martí, Grup de cosidores de Trinitat Vella, Repunt d’Horta y La Soste.
Estos grupos, surgidos a partir de talleres o formaciones en costura, contactaron con Energies Comunitàries, el programa del Ayuntamiento de Barcelona gestionado por la cooperativa Etcèteres, para, al poco tiempo, establecer sinergias con la Associació Pare Manel -impulsada por el sacerdote y activista Manel Pousa-, la Assamblea de Cooperació per la Pau, Barcelona Activa y otras entidades vecinales.
«El proyecto arrancó definitivamente en 2019, cuando organizamos un viaje a Marruecos para intercambiar conocimientos con otras mujeres costureras», indica Noelia Sotus, que también recuerda el encuentro que dos años más tarde, en 2021, tuvo lugar en Madrid, «en el cual contactamos con proyectos parecidos al nuestro».
Fruto de estos eventos, la plataforma celebró su asamblea fundacional, donde los diferentes grupos expresaron la voluntad de habilitar un espacio donde escapar de la exclusión, perfeccionar el oficio y promover un modelo productivo que, utilizando material reciclado, respondiera a los principios de la economía social y solidaria. Ese espacio se materializó en 2023 en la conocida como Casa de la Costura Comunitària de Barcelona.

Una de las participantes de la red es Núria Salas, vecina de Barberà del Vallès que, después de trabajar en una tintorería durante dos décadas, vio cómo peligraba su estabilidad laboral. «Fue entonces cuando me hablaron de la Xarxa de Dones Cosidores, a la cual me incorporé haciendo bolsas, mochilas y banderines dentro del colectivo Repunt, situado en el barrio de Horta». Actualmente, Salas instruye a otras vecinas interesadas en la costura, con las cuales elabora material -a menudo cedido por empresas del mundo del textil o recuperado de la calle- para satisfacer encargos de la administración local o vender directamente en ferias y mercados. «Utilizamos las máquinas en pequeños grupos y vamos obteniendo los recursos suficientes para sostenernos», apunta Salas.
Gracias al apoyo vecinal y a su capacidad emprendedora, Repunt ya cuenta con 23 costureras, las cuales estudian constituirse en cooperativa para dar viabilidad financiera al proyecto. No solo esto: han incrementado su presencia en eventos tan variados como La Clota Market, a la vez que se han coordinado con la asociación Hebe para extender sus talleres de costura a mujeres derivadas de servicios sociales o en situación de vulnerabilidad.

ROMPIENDO LAS COSTURAS
Los colectivos de costureras de Barcelona han ganado capilaridad fruto de su arraigo social, lo que les valió recibir en 2020 el premio María Aurèlia Capmany, otorgado el 8 de marzo por el Ayuntamiento de la ciudad, ante el cual aprovecharon para reivindicar el oficio. No solo su vertiente técnica y artística de la práctica; también en lo concerniente a su naturaleza transhistórica. Así lo recuerda la historiadora Anna Andorrà, para la cual «la costura nos ayuda a comprender el hogar y un espacio que, relegado a los márgenes por el patriarcado, es un ejemplo del aprendizaje textil intergeneracional y familiar y, por tanto, comunitario».
En ese sentido, la Xarxa de Dones Cosidores de Barcelona aspira a obtener grandes encargos con el fin de que la costura sea un medio de vida -esto implica comprar máquinas industriales e incidir en la producción del textil en Catalunya, hoy integrada por 8.000 empresas-, así como convertir sus entornos en espacios donde prevalezca el apoyo mutuo y el consumo responsable. «No puede ser que pagues por una camiseta 3 euros sin conocer en qué condiciones está hecha», insiste Noelia Sotus, para quien «se tiene que volver a reciclar y que la gente consuma de otro modo». A propósito de ello, Andorrà añade: «algunas experiencias están demostrando que las piezas pueden alargarse y dilatarse con el tiempo, lo que contrasta con el contexto actual de hiperproducción».

Ese cambio de óptica ha permitido a la Xarxa de Dones Cosidores ir ampliando sus capacidades. Así, por ejemplo, el año 2022 obtuvo de la mano de Lliures, la iniciativa que impulsa la cooperativa de finanzas éticas Coop 57, Òmnium Cultural y ECAS (Entidades Catalanas de Acción Social), una partida de 22.800 euros para adquirir maquinaria más moderna, aumentar las becas de formación y, con los ingresos generados por la venta de productos, obtener una mayor autonomía financiera.
Del mismo modo que, gracias a su empuje, ha estimulado que en el ámbito local hayan aparecido experiencias cuyo ideario también se inspira en los procesos que tienen lugar en sociedades indígenas o contextos en conflicto, contribuyendo así a extender los principios de la economía social y solidaria. En ese sentido, es remarcable la participación de la Xarxa y otras plataformas de costureras en la Fira de Consum Responsable, que se celebra cada Navidad en el centro de Barcelona, o la FESC, el certamen de referencia de la economía cooperativa en Catalunya.
Así es como hace camino un movimiento que, a contracorriente de Inditex, Mango y el resto de multinacionales, no únicamente favorece el empoderamiento y la resistencia de las mujeres, también dignifica la costura mientras ayuda a tejer un modelo productivo más humano, justo y ecológico.

Mascarillas contra el covid, el trampolín definitivo
«En la Xarxa damos vida a los barrios, nos abrazamos, intercambiamos telas, máquinas, hilos, conocimiento y experiencias». Seguramente, sin esta cosmovisión, la red de costureras de Barcelona no se habría implicado en mitigar los efectos de la pandemia derivada del covid, que en el Estado español se prolongó entre el 15 de marzo de 2020 y el 9 de mayo de 2021.
Durante este período, dedicó sus principales esfuerzos a fabricar miles de mascarillas. En equipo y coordinándose a distancia, confeccionó hasta 30.000 unidades para profesionales de más de 40 centros de La Verneda y otros barrios del distrito de Nou Barris a través de pedidos de Barcelona Activa y del Servicio de Acción Comunitaria. «Bajo el nombre #MascaretesEnXarxa, dimos un paso más en nuestro compromiso y voluntad de ser un proyecto referente para la ciudad», comenta Noelia Sotus.
También la Asociación de Mujeres Cosidores de Salt, cuya actividad se financia mediante los encargos de ayuntamientos y escuelas de la comarca de Girona, elaboró miles de mascarillas, que fueron a parar al personal más necesitado de la población. Y lo mismo hicieron costureras voluntarias de Súria, que durante el confinamiento por el covid, sacaron 7.500 mascarillas y guantes de protección que alcanzó el 30% de los residentes de la localidad del Bages; medio centenar de costureras de Esparraguera (Baix Llobregat), que fabricaron en sus respectivos domicilios mascarillas destinadas a la residencia del municipio; el colectivo Mascaretes solidàries Santa Perpètua de Mogoda, que cosieron 20.000 unidades para hospitales, empresas y ciudadanos de esta población del Vallès Occidental; o Ambaixadores Sàvies, de Vilanova i la Geltrú que, en coordinación con la Casa de la Costura Comunitària de Barcelona, elaboró centenares de bolsas, guantes y mascarillas para los equipos sanitarios de la comarca del Garraf. Ejemplos de cómo, a escala local, las mujeres se van autoorganizando para hacer de la práctica de la costura un catalizador de oportunidades y un ingrediente más para una economía al servicio del bien común.