Considerada como la más larga y pacífica de las revueltas árabes, la revuelta bahreiní cumple su segundo aniversario. Durante estos dos años las protestas no han cesado, pero no han llegado los cambios reclamados y tampoco han conseguido gran seguimiento y apoyo internacional. La revuelta en Bahréin, el país más pequeño del Golfo Pérsico, ha […]
Considerada como la más larga y pacífica de las revueltas árabes, la revuelta bahreiní cumple su segundo aniversario. Durante estos dos años las protestas no han cesado, pero no han llegado los cambios reclamados y tampoco han conseguido gran seguimiento y apoyo internacional. La revuelta en Bahréin, el país más pequeño del Golfo Pérsico, ha sido la gran olvidada.
Bahréin tiene una gran historia de movimiento de protestas, que se remonta a las década de 1950. Se reavivaron en el 2010, un año antes de que estallaran las revueltas en Túnez, a causa de la violación de los derechos humanos por parte del Gobierno. La oposición exigía al Gobierno que dejara de acaparar riquezas y que pusiera fin al autoritarismo, ya que la mayoría chií encuentra tratos de desigualdad y marginación por parte de la dinastía suní de los al-Jalifa, que controla todos los organismos estatales. A estas reivindicaciones se suman numerosos colectivos religiosos, tanto suníes y chiíes, además de grupos seculares que forman una oposición amplia y plural. Sin embargo, el gobierno bahreiní sigue en su afán de denunciar que las revueltas proceden de grupos chiíes que quieren acentuar la cuestión sectaria y acusan a Irán y a Hizbulá de estar detrás del levantamiento popular de mayoría chií.
Desde que estallaron las protestas, los únicos avances hacia un acuerdo han sido una leve reforma constitucional y el diálogo nacional que ahora tiene lugar en el país, si bien ninguno de los dos procesos convence a los diversos sectores de la oposición, porque los cambios reales han sido escasos. Por otra parte, las revueltas han dejado hasta ahora unos 80 muertos y mucha frustración; según fuentes de la oposición, muchas de las víctimas han perecido no en las propias revueltas sino posteriormente, durante la detención o a consecuencia de los problemas que el trato recibido les acarreó. Además numerosos defensores de los derechos humanos siguen encarcelados como Nabil Rajab, presidente del Centro de Bahréin para los Derechos Humanos (BCHR, siglas en inglés) y Abdulhadi al-Jawaya, su predecesor en el cargo. Hace un par de meses, el gobierno anunció la reducción de la condena del primero de tres a dos años, pero para sus compañeros eso es insuficiente. La condena a cadena perpetua de al-Jawaya se mantiene.
Pero el pueblo sigue descontento y lo hace saber, con manifestaciones que, en cierto modo, conmemoran un levantamiento fallido. No obstante, el ánimo de los opositores no decae a pesar de no conseguir avances significativos. Por eso con la ocasión del segundo aniversario de las revueltas, se organizaron diversas marchas por las calles de distintas ciudades de Bahréin, con mensajes tales como «Llamada a la patria» o «La democracia es nuestro objetivo». Las marchas por el archipiélago comenzaron días antes del aniversario, se intensificaron el 14 de febrero y se han mantenido hasta la fecha. Al igual que en el primer aniversario, la policía las reprimió con gases lacrimógenos y ese mismo día un joven de 16 años perdió la vida en Daih por disparos de los que se acusa a la policía, cuyos responsables dicen que la intervención se produjo por el caos y la inestabilidad que se crean en el país a raíz de las revueltas populares y que es necesario evitar.
Además de no olvidar a los activistas proderechos humanos encarcelados y a las víctimas que se han llevado las revueltas, los mensajes de los manifestantes giraban en torno a demandas para acabar con situaciones de marginalización y discriminación; estas demandas se refieren a colectivos perseguidos en razón de la confesión religiosa, sobre todo los chiíes, y a los inmigrantes que viven en el país y que conforman la mitad del millón doscientos mil habitantes que conforman su población. En definitiva, la exigencia es conseguir una democracia real en la que el pueblo tome las decisiones de los asuntos de su país y aunque la comunidad internacional dé por acabadas las revoluciones árabes y los medios se presente el fin del ciclo de sus revueltas, los bahreiníes no han dejado en estos dos años de expresar su descontento con el Gobierno y el sistema político así como de exigir cambios. Y nada indica que perseverancia y la constancia vayan a dejar de ser sus señas de identidad.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/component/content/article/194-clavesbarehin/4142-bahrein-632013-dos-anos-de-protestas-y-olvido-internacional