Ningún acto recordó el viernes en Gaza el segundo aniversario de la victoria islamista que hizo historia el 25 de enero de 2006. Ni la población, que entregó a Hamas el poder, ni el Movimiento de Resistencia Islámico, que no esperaba un éxito tan arrasador, encontraron motivos para festejar nada. No los tienen: inmersa en […]
Ningún acto recordó el viernes en Gaza el segundo aniversario de la victoria islamista que hizo historia el 25 de enero de 2006. Ni la población, que entregó a Hamas el poder, ni el Movimiento de Resistencia Islámico, que no esperaba un éxito tan arrasador, encontraron motivos para festejar nada. No los tienen: inmersa en una crisis humanitaria que el mundo conoce pero ignora y abandonada por los palestinos de Al Fatah, que financiados por EEUU siguen negociando una paz con Israel a espaldas del millón y medio de habitantes de Gaza y de cuatro millones de refugiados, la Franja muere lentamente.
Antes del triundo electoral, la esperanza de los palestinos radicaba en la denuncia de humanitarios y periodistas. Pero la estrategia israelí de propaganda , que reescribe los hechos y encuentra en la prensa un altavoz que distribuye su mensaje sin apenas cuestionarlo, les arrebata ese derecho.
« Si no tienen gasolina, que caminen «. La declaración del primer ministro israelí, Ehud Olmert, sobre la última vuelca de tuerca en el asedio que mantiene su Ejecutivo contra Gaza desde 2006 sonaba despiadada, pero el mensaje que quería transmitir -«no es tan grave»- es el último de una serie de declaraciones destinadas a manipular la realidad y calar en la conciencia colectiva occidental la idea de que los palestinos no están tan mal, de que si lo están no es culpa de Israel sino de Hamas y que, además, tienen lo que se merecen por votar a los islamistas . Tres ideas tan graves como falsas que han tenido éxito en los medios internacionales.
A finales de enero de 2006, medio año después de que Israel diese por finalizada una ocupación militar de casi 40 años -en el lenguaje israelí, a menudo proclive al equívoco, hubo una «desconexión» y no una retirada de Gaza- Hamas venció unas elecciones calificadas por los observadores internacionales como ejemplares. Días después, Israel congelaba la entrega del dinero mensual que cobra en nombre de los palestinos en concepto de tasas e impuestos aduaneros: casi 40 millones de euros vitales para las arcas palestinas.
Comienza el cerco
A demanda de Tel Aviv, el Cuarteto para Oriente Próximo (EEUU, la UE, la ONU y Rusia) congeló también sus ayudas (280 millones de euros anuales) a la Autoridad Palestina condicionando su reanudación a que Hamas renunciara a la lucha armada. El dinero estaba destinado a pagar a los funcionarios , cuyos sueldos alimentan al 60% de la población.
El objetivo era una crisis económica que empujara a la gente a dar la espalda a Hamas, algo que nunca ocurrió. Los islamistas recabaron dinero entre los países árabes , logrando cantidades considerables que europeos e israelíes les impedían pasar por el cruce de Rafah -entonces supervisado por una misión de la UE y vigilado por Tel Aviv-, el único abierto para ellos. Con sus cuentas congeladas, el pago de los trabajadores se volvió imposible y los ciudadanos de Gaza y Cisjordania comenzaron a vender sus pertenencias para poder alimentarse.
La crisis económica pronto se convirtió en humanitaria. El cerco israelí pronto se tradujo en el cierre de las fronteras -Israel controla los accesos por tierra, mar y aire de la Franja con la excepción de Rafah, la frontera egipcia, cuyo control comparte- castigando a toda la población. De ahí que sorprenda leer titulares como el de hace una semana, «Israel cierra Gaza y Cisjordania», dado que la Franja está clausura ‘de facto’ para los palestinos desde 2006 y dado que los cisjordanos no tienen el básico derecho del libre tránsito desde hace años.
Crisis humanitaria
El número de alimentos y medicinas autorizados a entrar en la Franja por Israel se fue reduciendo con la seguridad como argumento. Meses después de la victoria de Hamas, los hospitales comenzaron a quedarse sin medicinas y sin recambios para las máquinas de diálisis o las incubadoras. Las ONG denunciaron el riesgo de epidemias infecciosas. En 2007, la ONU admitía estar alimentando con ayuda humanitaria a un millón de personas y señalaba que el 40% de los palestinos de Gaza no tienen agua corriente. Y sin embargo, es posible leer hoy en las agencias internacionales que «Gaza está al borde de la crisis humanitaria».
En julio de 2006, la captura de un soldado israelí a manos de facciones armadas agravó la tragedia: la Franja fue completamente clausurada, bombardeada y se congeló el suministro de combustible, que ya había sido cortado en ocasiones anteriores aunque por horas. El primer día de ofensiva, la central eléctrica que ilumina Gaza fue destruida. La Franja quedó a oscuras y los generadores irían dejando de funcionar a medida que el combustible se fue agotando. Los palestinos volvieron a la era del candil, pero nadie acusaba a Hamas, sino a Israel.
Mientras el asedio israelí e internacional multiplicaba la pobreza en la Franja hasta afectar al 80% de la población, la miseria alentaba la radicalización de los palestinos y el caos interno. Tras la victoria de Hamas, Abu Mazen se negó a entregarle el mando de las fuerzas de seguridad, a lo que Hamas respondió organizando sus propias fuerzas .
Los choques entre ambas fueron inmediatos. Los secuestros incruentos de extranjeros se multiplicaron a manos de milicias presuntamente vinculadas con altos cargos de Al Fatah, quienes alentaron una rebelión contra los islamistas. Los enfrentamientos tuvieron su máxima expresión en la guerra civil de junio de 2007 . El Movimiento Islámico tardó pocos días en obligar a huir a los responsables de Al Fatah y asumió el control de la Franja. Los secuestros y la inseguridad se acabaron por completo en Gaza.
Se consuma el asedio
Abu Mazen rompió con Hamas y Tel Aviv consumó un bloqueo económico que ya había sido tachado por todas las organizaciones internacionales de castigo colectivo -prohibido por la Convención de Ginebra- endureciendo el cerco. En septiembre de 2007, declaró la Franja «entidad enemiga»« permitiendo sólo la entrada de 19 productos básicos de los 3.500 que entraban antes.
En octubre, el Gobierno israelí dijo haber aprobado una reducción del 15% de la entrega de combustible: la Organización Mundial de la Salud denunció que, en realidad, el diésel había sido recortado en un 49% y la gasolina, en un 40% . Los precios de los alimentos se encarecieron en porcentajes de 10 en 10. Según el Programa Mundial para los Alimentos, el 85% de Gaza depende de la ayuda humanitaria.
Pues bien: según Israel y muchos medios internacionales, no existe tal crisis sino la amenaza de que se declare una emergencia de este tipo, algo tan sorprendente como la fecha del principio del bloqueo israelí que se señala en algunos medios: el 17 de enero de… 2008..
La prensa reprodujo las palabras de Olmert cuando afirmaba que no permitirá, «bajo ninguna circunstancia, una crisis humanitaria en Gaza», dando por sentado que la Franja no está ya en una situación paupérrima y cercana a los baremos africanos gracias a Israel y a la comunidad internacional. Y casi todos se refirieron al cese del combustible que abastece la central eléctrica palestina con un lacónico titular -« Gaza se queda sin luz «- que elude responsabilidades y parece atribuir el hecho a la mala suerte.
Dimisiones
De nada sirvió que dos altos cargos internacionales hayan dimitido en estos dos años a causa de la política de Israel hacia los palestinos y del apoyo de la comunidad internacional hacia Tel Aviv.
James Wolfensohn , enviado especial del Cuarteto, lo hizo el 30 de abril de 2006 reconociendo la inutilidad de su cargo y arremetiendo contra la política de bloqueo ejercida sobre la población palestina. Álvaro de Soto , coordinador especial de la ONU para el proceso de paz de Oriente Próximo, renunció en junio de 2007 tras hacerse público un informe secreto en el que criticaba a la ONU por actuar en beneficio de EEUU y, por tanto, de Israel. «Los pasos adoptados por la comunidad internacional con el supuesto propósito de alumbrar una entidad palestina que viva en paz con su vecino Israel han tenido exactamente el efecto opuesto», dijo.
Jon Dugard , relator especial de Naciones Unidas aún en su cargo, no es más amable. «Las políticas de Israel recuerdan a las del apartheid», escribía en su informe de febrero de 2007. «Es difícil resistirse a la conclusión de que muchas leyes y prácticas israelíes violan la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación racial de 2006».
Incomprensiblemente, la comunidad internacional hace oídos sordos a sus propios empleados para confiar en la versión israelí de los hechos. Y ya se sabe: según Tel Aviv, la culpa de lo que ocurre en Gaza es de Hamas.
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/01/26/internacional/1201363573.html