Jesús Castilla-Latorre y Roberto Fierro fueron dos amigos porteños que compartieron la suerte de la segunda república española desde febrero de 1937 al final del conflicto, parte en la retaguardia y parte en la línea de fuego.
Es sabido que muchas argentinas y argentinos (o españoles establecidos aquí) que fueron voluntarios en la guerra de España no tomaron parte en las Brigadas Internacionales (BI). Fueron “camuflados” como residentes hispanos en el Ejército Popular de la República u otro cuerpo armado de los que se desempeñaban en la defensa del sistema constitucional.
No faltaron los que en cambio sí fueron reclutados en las BI y se desempeñaron encuadrados en alguna de ellas, ya fuera en el frente de combate o en variados servicios de la retaguardia. Entre las funciones de apoyo a la lucha en los frentes se encontraba todo lo relacionado a la sanidad.
En ese campo se desempeñaron varios profesionales de la salud provenientes de Argentina, médicos o de disciplinas afines.
Entre ellos se encuentran dos porteños que llegaron a España en febrero de 1937 para presentarse en Albacete, donde se hallaba la sede de las BI. No sólo compartían lugar de nacimiento sino oficio (ambos farmacéuticos) así como ideología y militancia partidaria (El Partido Comunista de la Argentina).
Los dos, luego de sus primeros pasos en la península, pasaron a integrarse en la División 35, Brigada Abraham Lincoln. Su destino se jugaría en ese cuerpo internacional hasta la salida anticipada de los “internacionales”, en octubre de 1938, ya avizorándose la derrota final de la segunda república.
Un Jesús ateo.
Nos ocuparemos primero de Jesús Castilla-Latorre, farmacéutico nacido en Buenos Aires en 1914, quien había sido integrante del Partido Socialista desde 1929 hasta su expulsión en 1936 por apoyar la política del Frente Popular. Ocurre que el PS argentino no coincidía con la política frentista que la Internacional Comunista empezó a preconizar a partir de su por entonces muy reciente VII° Congreso, celebrado el año anterior.
No consta si su formación farmacéutica provenía de su experiencia de trabajo en el ramo o había pasado por la universidad. Lo seguro es que había conseguido cierto nivel cultural. Sabía inglés y francés, algo nada común en la época para nuestro país. Y también poseía experiencia gremial en el sindicato farmacéutico, en el que al parecer actuaba desde la década de 1920.
Excluido del socialismo se unió a las filas del Partido Comunista. Y no dudó a la hora de viajar a España a defender sus ideas, al parecer comisionado por el propio partido. Como adelantáramos, arribó a la base de las BI en febrero de 1937.
Llega desde Francia a Cataluña y es enviado junto a varios alemanes a Villanueva de la Jara y luego a Albacete a donde llega el 21 de febrero de 1937. Allí fue integrado a la Brigada XV y nombrado Oficial Medico Teniente en el servicio de farmacia de la base.
Al poco tiempo solicitó ir al frente a combatir y lo hizo en la 35° División de la Brigada Internacional XV° en la zona de Aragón, incluidas Huesca (capital provincial que fue objeto de asedio por los republicanos), Teruel, Gandesa y el frente del Ebro. Fue ametralladorista en la sierra de Pandols, durante la gran batalla del Ebro, el último choque armado en gran escala de la guerra. Corría la segunda mitad de 1938.
Combatió junto al Coronel cubano Corona y el capitán alemán Gans, entre otros. Fue traductor de Luigi Longo, dirigente comunista italiano que ocupaba cargos de responsabilidad en las BI. Eran ya los últimos meses de su permanencia ibérica, ya en Cataluña.
En su ficha de SIDBRINT (base de datos sobre los brigadistas) figura como miembro de la Brigada Abraham Lincoln, que estaba formada por mayoría de estadounidenses y también británicos. Tenía también una sección de hispanoparlantes, por lo que varios argentinos pasaron por allí.
Era colega, compañero de ideas y amigo del compatriota Roberto Fierro, con el que compartía tiempo de descanso y francos.
Desfiló junto a miles de internacionalistas por las calles de Barcelona. Ocurrió en la despedida de las Brigadas Internacionales, el 28 de octubre de 1938. Inclusive logró salvaguardar el diploma que le fue entregado. Se les dio el adiós y el augurio de regreso a España por un discurso de Pasionaria: “Podéis marchar orgullosos. Vosotros sois la Historia. Vosotros sois leyenda”.
Tuvo la tarea de acompañar y ayudar a los miles de combatientes inválidos que fueron retirados de los hospitales para marchar hacia la frontera, otro de los grandes dramas de esa expatriación masiva. Salió de España por el paso de Le Perthus junto a italianos y alemanes y cerca de la frontera vio 11 camiones escoltados por carabineros que llevaban las reservas del Banco de España.
Cuando su jefe le pidió que evacue la zona con los enfermos se dirigió al pueblo costero de Colliure para buscar casas vacías donde poder alojar a los heridos. Llegó a la misma casa donde dormía Jesús Antonio Machado. Aquél le ayudó a él y a su madre a instalarse en el lugar. El brigadista ya estaba de viaje hacia el campo de concentración de Saint Cyprien cuando falleció el poeta, en el mismo pueblo.
Logró regresar a Argentina, donde continuó con su trabajo de farmacéutico y vinculándose con agrupaciones de exiliados republicanos. Hay versiones de que siguió actuando en el ámbito sindical de farmacia, pero no hemos encontrado precisiones acerca de ello.
En 1996 pudo asistir a la conmemoración del 60º aniversario de las Brigadas Internacionales, que tuvo lugar en Madrid.
Reflejó por escrito su experiencia bélica, y en particular la etapa final en el libro Así cayó Cataluña, editado en 1988.
Cabe repasar un par de párrafos de esa obra.
Al ser consultado, ya después del conflicto, sobre el papel desempeñado por las BI, hizo hincapié en las repercusiones anímicas favorables a la república que generaba en el conjunto de la población: “Más que todo fue un buen estímulo moral para el pueblo español en los primeros momentos, confirmando su espíritu generoso, al retirarse sintiendo abandonar la lucha antes del triunfo, y disponerse a continuarla fuera de España”.
Era una idea muy extendida en la época la de que el espíritu internacionalista tenía un valor ético y político que trascendía el del aporte concreto que pudiera hacerse a la lucha de otros pueblos.
Sobre los momentos dramáticos de la retirada comenta acerca del éxodo de civiles y militares, urbano y rural: «La evacuación de los Servicios de Barcelona comenzó 24 horas antes de la caída. En la noche negra, sin luna, los paisanos se pusieron de camino hacia Francia. También soldados, desprovistos de armas, con manta en bandolera. La población de Cataluña o parte de ella se puso en movimiento hacia las carreteras o el campo. En los lugares y masías el éxodo fue mucho mayor…»
De teniente médico a secretario general del gremio farmacéutico.
Roberto Fierro, nacido también en Buenos Aires en 1910 fue, como ya expusimos, compañero de militancia, de profesión y amigo cercano de Jesús Castillo. Al parecer sin tener título universitario trabajó como farmacéutico en Argentina. A comienzos de la década de 1930 ya era dirigente de la Asociación de Empleados de Farmacia.
Era socio activo de Racing Club, donde participaba en diversas actividades sociales y deportivas. Hizo el servicio militar como enfermero y encargado de farmacia. Todavía en Argentina comenzó a militar en el comunismo y en la Central Sindical Internacional.
El portal de internet de la agrupación farmacéutica “Jorge Di Pasquale” lo recuerda así:
”… ya se había constituido el sindicato de empleados de Farmacia, Droguería y Afines en el año 1926, y se sumarán a la nueva gesta los idóneos y auxiliares, prácticos y otros grupos aislados muy representativos.(…) el 13 de abril de 1930, se crea la Asociación nacional de empleados de Farmacia, siendo electo presidente Francisco López Martin (Don Paco) y secretario general, Alberto Valle. Estos compañeros, junto a visionarios como Manuel Gardella, Simón Papagno, Roberto Giorgi, Domingo Blade, Roberto Fierro, y Santiago Pallestrini; entre otros, acuerdan sacar una revista que aparecerá por primera vez en octubre de 1930.
Al llegar a 1936 se menciona la marcha hacia España de Fierro y Castilla, atribuyéndose esa iniciativa al propio sindicato: “En 1936, los compañeros Jesús Castilla y Roberto Fierro son designados para participar en la Guerra Civil española.”
En otro documento de la misma agrupación, que traza la biografía de otro dirigente, se agregan precisiones: “El Sindicato colectó fondos y envió a España a dos compañeros (Roberto Fierro y Jesús Castilla) a combatir por la República. También envió una ambulancia y una máquina para fabricar medicamentos.”
Como Castillo, llegó en febrero de 1937 y se incorporó como jefe de la farmacia central de Albacete con el grado de teniente. También participó en la 35º división de la Brigada Internacional XV, en el servicio de enfermería. Se desempeñó en varios centros asistenciales, entre ellos el hospital de Castelló, uno en Benicassims y el servicio sanitario de la propia base de Albacete.
Tal vez por ser un dirigente de peso en su país de origen existen muchas menciones suyas en documentos rusos vinculados con las BI, alojados en el archivo conocido como RGASPI. Diferentes comisarios y altos mandos opinan acerca de su figura y actuación. Tuvo diferencias laborales con el Adjunto del Servicio Sanitario de las Brigadas Internacionales, conocido como Minkof, disconforme con la administración que hacía de los medicamentos.
En algún momento del conflicto, al parecer ya en vísperas de salir hacia Francia, Fierro escribió: «De nuestra victoria saldrá fortalecido el Frente Popular, no sólo el español, sino que logrará que todas las fuerzas democráticas mundiales se unifiquen y hará imposible el triunfo del fascismo».
Lo allí escrito es una muestra de la tozuda confianza de los militantes revolucionarios de entonces, colmados de lo que llamaban el “optimismo histórico”. En suma, una fe inquebrantable en la victoria final, fuesen cuales fuesen las contingencias desfavorables que se sufrían.
Al volver al país prosiguió con su labor gremial, hasta llegar incluso a los máximos niveles de dirección.
En una publicación actual de la Asociación de Empleados de Farmacia se afirma que a su regreso de España, Fierro pasó a ser secretario general de la entidad.
Por su parte, en la de la agrupación “Jorge Di Pasquale” ya citada consta su designación como secretario general de la federación farmacéutica a nivel nacional, de flamante creación:
“En 1946, la llegada del Peronismo revolucionará realmente al país y el secretario General, en ese entonces compañero Jacobo Goldenscher, decide dejar el cargo para que se ocupen del gremio los compañeros peronistas. Fue electo el compañero Roberto Fierro, apareciendo con gran predicamento en esa época Eduardo Vuletich, Agustín Margall, Carlos Varela, José “Pepe” Azcurra (en el 48), Emilio Nembrini, y Antonio Robles; entre otros. “
Dada la fecha y las características del recambio, tal vez Goldenscher sigue siendo comunista y por eso deja la conducción. Y Fierro había dejado de serlo (o hacía como si tal cosa hubiera sucedido) y lo reemplaza. De todas maneras en alguna otra síntesis histórica del gremialismo farmacéutico, aparece que Goldenscher continúa en la dirección, sólo que en el cargo menos visible de secretario de organización.
Coincide además con la época en que las organizaciones sindicales bajo dirección comunista en su mayoría se autodisuelven, con la directiva de que dirigentes, militantes y afiliados se sumaran a las en general ya mayoritarias agrupaciones de orientación peronista.
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Estos dos compatriotas lo tuvieron casi todo en común y compartieron también la lucha internacionalista en defensa de la república y la trayectoria sindical. Gracias a esta última, por fortuna, se los recuerda aún en nuestro país, propenso al olvido respecto a los que se jugaron la vida en suelo español en aquellos sangrientos años entre 1936 y 1939. Con el casi ineludible colofón del internamiento en campos franceses, que ambos asimismo sufrieron.
Vaya la evocación para esos combatientes de toda la vida, protagonistas de un período histórico de la izquierda argentina acerca del cual aún nos resta mucho por saber. Y el deseo de que alguien encare la reedición de Así cayó Cataluña, un vehículo más de los variados testimonios de argentinos que pelearon la guerra civil.
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Este artículo ha sido elaborado como parte de la preparación de la columna del autor en el programa Memoria en rojo, amarillo y morado, que se trasmite por Radio Caput, de Buenos Aires, los días jueves de 19 a 20 horas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.