«La situación se alarga, todos los que predijeron el momento de la caída han acabado frustrados», por eso él no tiene problema en decir que está convencido de que el régimen se va a marchar, pero que el problema sigue siendo cuándo. Esa es la predicción de futuro que hace Salama Kayleh, Salameh Keilah o […]
«La situación se alarga, todos los que predijeron el momento de la caída han acabado frustrados», por eso él no tiene problema en decir que está convencido de que el régimen se va a marchar, pero que el problema sigue siendo cuándo. Esa es la predicción de futuro que hace Salama Kayleh, Salameh Keilah o cualquier cosa semejante, ya que su nombre se ha transcrito de múltiples maneras.
Tras encontrarme con él en un café de Beirut, plasmo a continuación las conclusiones a las que hemos llegado, poniendo énfasis en puntos que me han llamado la atención, a lo largo de un par de horas de intercambio de opiniones, matizaciones y aclaraciones sobre una revolución que él vivió durante meses en primera persona y en sus propias carnes, al ser detenido y torturado por el régimen en 2012, experiencia que ya había vivido años atrás cuando engrosó la lista de intelectuales prisioneros de conciencia.
El mayor problema que ve en el lado revolucionario es la falta de un verdadero liderazgo político y una falta de integración de la actividad militar (-«cada uno trabaja de forma individual»-); sin embargo, no todo se reduce a eso: «El problema está también en la propia estructura interna del régimen». ¿En qué momento va a desmembrarse? «Parece que hay una brecha en el régimen, no general, sino en el propio núcleo duro: hay quien cree que el camino que se ha tomado es un error y quien está determinado a seguir con la represión». Por eso Bashar al-Asad en su último discurso propuso una iniciativa de varios puntos. ¿Por qué iba a hacerlo si no?» Era su forma de intentar buscar una solución a esa división.
Pero si por algo se puede caracterizar la revolución siria es por eso precisamente: las divisiones. Entre ellas, la provocada en la Coalición Nacional por la iniciativa de Moaz al Jatib que proponía un diálogo con condiciones con miembros del régimen. Como observa Salama, la iniciativa «recibió el apoyo de muchos dentro, incluidos militares», y la Coalición Nacional se vio obligada a apoyar. «Parece ser que Al Jatib coordina con Lajdar Brahimi, porque comprende que EEUU lo que quiere es traerse a Rusia de su parte para que no se alíe con China». Y esta iniciativa es una forma de lograr una unión de la comunidad internacional que suponga el principio del fin. «Si ello no se da, solo queda un golpe interno, pero ¿cuándo se dará? O sea, ¿cuándo, por ejemplo, van a matar a Bashar o a alguien de su entorno?» Es sabido que hay muchos que, desde dentro del régimen, colaboran con la oposición y los activistas, «incluso miembros de la seguridad que filtran datos», pero eso no basta. Hace falta una verdadera incisión en el régimen.
Y así pasamos a otra incisión que da miedo de cara al futuro, la que se ha producido en el seno de la sociedad siria, entre los que apoyan al régimen -en su mayoría por intereses derivados de su alianza con el mismo o adoctrinados para ello-, y los que se oponen a él, que en varias zonas ha tomado un cariz sectario, tremendamente simplificado como una lucha entre suníes y alauíes. «Hay muchos alauíes que se han quejado por mandar a sus hijos a morir al ejército en su lucha para salvar al régimen», que ha reclutado especialmente en esas zonas esperando que la pertenencia confesional les impulsara a alistarse, y aprovechando la pobreza en la zona (está bien estudiado cómo muchas zonas alauíes se han empobrecido igual que el resto con las políticas del régimen o simplemente no se han beneficiado en absoluto de compartir confesión con el clan gobernante). A esto han de sumarse los recientes combates internos entre clanes alauíes en la zona de la costa, lo que rompe el esquema simplificado del sectarismo.
Salama lo explica así: una cosa es la «presencia sectaria» y otra muy diferente la «conciencia sectaria». «La mera presencia no presupone la conciencia». «En Siria la presencia sectaria es una realidad, pero no se era consciente de ello: lo que diferenciaba a un cristiano de un musulmán era que el primero iba a la iglesia y el segundo a la mezquita, sobre todo en las zonas rurales, porque la verdadera división observable en Siria era regional, más concretamente rural-urbana». Como en la ciudad los comerciantes son en su mayoría suníes «fueron ellos los que se volvieron más extremos en su definición frente al otro, para proteger sus intereses». Es lo mismo que hizo Hafez al-Asad al llegar al poder, «se rodeó de los ‘hijos del campo’ para consolidar su poder, de su gente, de la zona de Jableh, mientras que en tiempos de Salah Jadid (que le precedió al mando del Baaz y contra quien Hafez se rebeló) este se apoyó en Tartús y sus alrededores», en clara oposición regional.
Según Salama, la presencia sectaria no se activa como conciencia si no es por la incidencia de un «elemento externo» que provoque que uno «se defina como, por ejemplo, cristiano, por oposición a los musulmanes». Y cita como ejemplo que antes de la guerra civil libanesa, los cristianos fueron los más «sectarios» porque les interesaba mantener esa distinción que el Mandato francés les había dado. A fin de cuentas, todo obedece a intereses políticos.
En el caso de Siria, cita como factor desencadenante de la conciencia sectaria durante la revolución al Frente de Al-Nusra, «que es resultado de un entendimiento entre Arabia Saudí y el régimen, que liberó a yihadistas detenidos en sus cárceles» para acabar con la revolución. Este Frente «no es como, por ejemplo, Ahrar al-Sham, la mayoría de cuyos miembros estuvieron en la cárcel de Seidnaya -algunos al volver de luchar de Iraq (donde divergieron con Al-Qaeda por no considerar el asesinato de civiles iraquíes lícito) y otros antes de ir-, y que sufrieron el ataque a la cárcel en 2006». Mientras que Ahrar al-Sham «tienen un proyecto, que es derrocar al régimen, y no se vislumbra en ellos un discurso sectario, el Frente de Al-Nusra tiene otro cometido, otro proyecto: asustar a los alauíes», y por eso apareció cuando se daban protestas en las zonas de mayoría alauí. Ese es el factor externo que ha provocado una escisión entre alauíes y suníes, una escisión de conciencia de diferencia, que en muchos casos se une a que ciertos alauíes se han beneficiado del régimen, «y si no se juzga a los que han cometido delitos, puede provocar actos de venganza porque hay quien ha sufrido mucho la represión del régimen y ve en los que se han beneficiado de él un enemigo». No obstante, asegura que «juzgar a la parte de la revolución que ha cometido crímenes es una cuestión que ha de plantearse también», porque ahora mismo la revolución está en una «especie de situación de caos». Ahora bien, es muy optimista al ver cómo, con la práctica retirada del ejército de las zonas del norte, la gente está protestando contra Al-Nusra y sus intentos de imponer la sharia, como ya se han quejado de los tribunales militares del ESL en zonas como Bustan al-Qasr en Alepo.
De vuelta al Frente de Al-Nusra, asegura que no son ellos los que están logrando los avances militares, sino que en muchas ocasiones el aparato mediático se las está atribuyendo y cuenta Salama, como anécdota, que hubo un periodista que fue detenido por dicho Frente después de decir que el ESL había liberado una localidad en la provincia de Deir Ezzor. «Se atribuyen igualmente las explosiones del régimen, igual que el régimen hacía antes, que sacaba comunicados de grupos yihadistas atribuyéndose atentados. Ahora tiene un grupo que hace vídeos reclamando su autoría» en casos a todas luces atribuibles al gobierno, como en la explosión de Damasco. Sobre dicha explosión se han apuntado varias pistas para acusar al régimen como que no había cobertura móvil en la zona y que los puntos de control se habían alejado levemente de la zona el día anterior, puntos que por cierto, por su cantidad, «harían imposible la entrada de un coche bomba en la zona».
Así pues, este grupo no tiene otra misión que ser el factor que haga de la conciencia en potencia una conciencia en acto, o lo que es lo mismo, hacer de los ritos religiosos una identidad, complicando el panorama para la Siria del mañana, por mucho que algunos justifiquen sus actos. «Yo les digo: ¿De qué te sirve un grupo que tiene ese discurso? Es contraproducente no solo para la revolución, sino para el país», sentencia.
Fuente original: http://entretierras.net/2013/02/25/dos-horas-un-pais-y-numerosas-divisiones/