Desde el comienzo del conflicto en 2011, había dos movimientos de oposición en Siria. Ambos no tenían que ver el uno con el otro; eran como la noche y el día, irreconciliables. Las «dos oposiciones» sirias A comienzos de 2011 surge un movimiento de protestas al calor de los movimientos de revuelta popular de Túnez […]
Desde el comienzo del conflicto en 2011, había dos movimientos de oposición en Siria. Ambos no tenían que ver el uno con el otro; eran como la noche y el día, irreconciliables.
Las «dos oposiciones» sirias
A comienzos de 2011 surge un movimiento de protestas al calor de los movimientos de revuelta popular de Túnez y Egipto, caracterizado por la movilización de las masas en protestas amplias, cortes de caminos, hasta huelgas políticas. Se oponían al autoritarismo del gobierno sirio y a numerosos casos de corrupción que habían ido surgiendo en sus filas, tanto en la policía, en el gobierno como en el ejército, en los últimos años; reivindicaban mayores derechos democráticos y libertades civiles. Exigían reformas, incluso un cambio total en la constitución, elecciones anticipadas, y una revisión y limitación en los poderes del presidente. Partían del firme rechazo a una intervención extranjera y defendían una Siria democrática, laica y progresista, basada en el pluralismo político y profundizando el pluralismo étnico-confesional que ya estaba presente en la sociedad siria. Rechazaban toda forma de sectarismo. De esta oposición participaron importantes sectores populares: pobres, trabajadores, campesinos, habitantes de las áreas suburbanas, y miembros de casi todas las confesiones y etnias: sunníes, chiíes, cristianos, e incluso la izquierda kurda.
Una segunda oposición, es la oposición de extrema derecha. Esta está caracterizada por la adscripción a ideas islamistas pro-sunníes (con mayor o menor grado de sectarismo). Rechazan la sociedad siria actual por ser demasiado liberal, y favorecer demasiado a ciertas minorías, como la alawí y la cristiana. Quieren la vuelta a un régimen basado en mayor o menor grado en la sharî`a, donde la mayoría sunní se vea más favorecida, en detrimento de las minorías alawí, cristiana y chií, y con menos libertades en aspectos básicos como la igualdad hombre – mujer, libertades sexuales, mayor presencia del velo, menor pluralismo confesional y étnico: definición del Estado como República Árabe Siria, y no República Siria, papel preeminente de lo árabe sobre la esfera pública; y pluralidad política reestringida a un sistema de elecciones parlamentarias multipartidistas con un fuerte sesgo económico (a semejanza de los sistemas bipartidistas u oligopartidistas europeos).
Ambas oposiciones no tienen nada que ver, los motivos que llevan a una y otra a protestar son opuestos. La primera está políticamente representada por organizaciones como la Hay’a al-Tansîq, o Coordinadora de Transición (también conocido como CNCFD, o Comité Nacional de Coordinación de las Fuerzas Democráticas), que representa a más de 16 organizaciones de la izquierda árabe y kurda, e inicialmente por los Comités de Coordinación Locales (en los que, más adelante, incrementarán su presencia facciones pro-oposición confesional sunní, perdiendo en buena parte su contenido inicial revolucionario). La segunda está representada por la Hermandad Musulmana y posteriormente el Comité Nacional Sirio (CNS), que incluye a sectores de derecha tanto secular como islamista, favorables a una intervención extranjera, a la proclamación de una zona de exclusión aérea, y a poner en marcha una agenda de reformas pro-capitalistas, totalmente neoliberal, que favorezca las inversiones extranjeras y las transacciones comerciales con EEUU, Japón y la Unión Europea, además de con países del Golfo. Estos encuentran su brazo armado en el Ejército Libre Sirio (ELS).
Los primeros eran una oposición fundamentalmente pacífica. Resultó poco duradera. Sus posibilidades de éxito se ventilaron en escasos meses, pues lo tenían muy difícil para vencer al régimen y lograr su caída por medios únicamente pacíficos, dada la tozudez del régimen y su respuesta violenta y represiva. Los segundos eran una oposición cuyos intereses nada tienen que ver con el conjunto de la sociedad siria, y que no dudó a la hora de utilizar métodos violentos para derrocar a Asad o de recurrir a la intervención extranjera (viendo su base social enormemente limitada).
De las protestas laicas y populares pacíficas, a la militarización y sectarización del conflicto
Ambos, tanto la respuesta represiva y militarizada del régimen como la respuesta violenta y militarizada de la oposición de extrema derecha y derecha favorecieron la militarización del conflicto. Esto favoreció el desarrollo de una guerra civil sectaria entre partidarios de las minorías (alawí, cristiana, chií), en apoyo al régimen, y partidarios de la mayoría sunní, en apoyo a los grupos islamistas y conservadores pro-sunníes, que favoreció la paulatina aparición de otros grupos más radicales: salafistas e integristas, partidarios de la yihad o «guerra santa», y de la instauración de un régimen teocrático, en forma de emirato o califato islámico: los principales de estos grupos son Frente al-Nusra y Estado Islámico, además de otros, como Ahrar al-Shâm, etc. Todo esto favorece una dinámica de división, odio y enfrentamiento sectario y una guerra abierta entre régimen y oposición de extrema derecha en la que ninguno escatima en medios militares; ni el régimen ni oposición armada escatiman en utilizar su armamento en o sobre zonas civiles. Lo que genera a la postre un enorme daño y el desangramiento paulatino de la sociedad siria, con un elevado número de muertos, que sobrepasan en la actualidad los 200.000, y más de 2 millones de refugiados.
Por su parte, los grupos de oposición armada de derecha y extrema derecha no dudan en solicitar el apoyo de EEUU y otras potencias extranjeras, a cada cual más reaccionaria, como Francia, Qatar, Arabia Saudí… Por su parte el régimen solicita ayuda a sus principales aliados, Rusia, Irán y Hizbullâh. Posteriormente, a partir de 2012, grupos yihadistas extremos como Frente al-Nusra ó Estado Islámico en Iraq y Levante (ISIL), gracias a su fuerte financiación por parte de Arabia Saudí, comienzan a crecer y a llegar a rivalizar en tamaño, fuerza y envergadura con el Ejército Libre Sirio, peor armado y pertrechazo, y disperso. Estos grupos integristas radicales son conocidos como «takfiristas» (por su tendencia a utilizar el «takfîr«, o acusación como «apóstatas», es decir, «kâfir», a todo aquel que no comparta su práctica integrista del islâm o pertenezca a alguna otra corriente y minoría religiosa, y a sus rivales políticos). Pronto empiezan a surgir choques entre Estado Islámico y los sectores más moderados del Ejército Libre Sirio, llegando a perder, los segundos, importantes áreas bajo su control que caen en manos del ISIL. Con la ruptura de Estado Islámico con Frente al-Nusra, se produce el quiebre de relaciones entre Estado Islámico y Arabia Saudí, y este comienza a desarrollar su propia agenda. Tras una operación exitosa por el Norte de Iraq llegan a controlar entre una cuarta parte y un tercio del país, e importantes pozos petrolíferos, tras lo que refuerzan su presencia militar en Siria. Pronto constituirán una amenaza para las bases militares estadounidenses en Iraq, y una potencial amenaza a la integridad territorial de Arabia Saudí y de otros países aliados de EEUU y la UE, lo que da lugar a un cambio en la estrategia y al surgimiento de la coalición internacional contra el Estado Islámico. Así, pronto las potencias imperialistas comienzan a buscar desesperadamente alianzas en la región buscando reequilibrar las fuerzas, encontrando un posible aliado en los kurdos.
Los kurdos. Izquierda y derecha
Por su parte, los kurdos se dividen en dos grandes tendencias, o movimientos:
1. Los afines al PKK, o Partido Obrero Kurdo de Turquía. Tal es el caso de los kurdo-sirios del PYD (Partido de la Unión Democrática), que son partidarios de un Estado nacional pluri-étnico, de mayoría kurda pero donde tengan cabida y amplio reconocimiento otras minorías étnicas y/o confesionales. Desde el inicio de la revuelta, aprovecharon el relativo vacío de poder, con la retirada del régimen de buena parte de sus áreas de influencia para proclamar una autonomía kurda que funciona en la práctica como un Estado paralelo en el norte de Siria, con instituciones propias, basadas en un régimen de democracia-comunal participativa. Este régimen busca huir de adscripciones unipartidistas, que llevaron a la quiebra política del stalinismo. Reconocen la pluralidad política y de partidos dentro del respeto al régimen de democracia comunal y a la autonomía kurda, y del rechazo al sectarismo. Este partido se caracteriza, asimismo, por un fuerte discurso obrerista y de clase. Son partidarios de la superación del capitalismo y de la implantación de una economía de transición al socialismo. Su brazo armado son las Unidades de Defensa Popular (o YPG, por sus siglas en kurdo).
2. Por su parte, los kurdo-iraquíes o «peshmerga», son partidarios de un Estado ó autonomía nacional kurda dentro de un marco capitalista.
Una vez descritas las actuales fuerzas en liza en el actual conflicto sirio, podríamos cifrar el enfrentamiento militar en aproximadamente 5 bandos:
1. Régimen de Asad (pro-Rusia/Irán).
2. Ejército Libre Sirio y organizaciones islamistas «moderadas» (pro-Turquía/Qatar/Israel/
3. Integristas de Estado Islámico (independientes).
4. Integristas de Frente al-Nusra (pro-saudíes).
5. Izquierda nacionalista kurda del PYD / YPG (organización hermana del PKK / independiente).
Es evidente que, en medio de este mare mágnum, el único bando con capacidad militar incontestablemente progresista en su política y el tipo de régimen de libertades civiles, políticas, sexuales, democráticas, étnico-confesionales, sociales e individuales que defiende e impera bajo su gobierno es el de la izquierda kurda; es un régimen además abierto a la participación de otros partidos, asociaciones y movimientos potencialmente progresistas, ya fuera kurdos, árabes, asirios y de otras minorías.
La pesadilla de Estado Islámico
Así, mientras hablamos, zonas enteras de Siria que han caído bajo el control del ISIL sufren una dictadura infinitamente más asfixiante y atroz para las libertades individuales y derechos de expresión básicos que el régimen. A eso cabe sumar las tácticas monstruosas de ISIL como la esclavización de mujeres pertenecientes unas veces a minorías capturadas y otras a la simple población civil de lugares conquistados tras el avance de su maquinaria bélica, así como el asesinato en masa de aquellos considerados «infieles», «apóstatas» o «kuffâr«, con fusilamientos en masa, ejecuciones, crucifixiones públicas y degüellos, mutilizaciones, la venta como esclavos de niños, etc. Al mismo tiempo, importantes localidades kurdas sufren el asedio desde hace más de un mes del Estado Islámico, con exilios masivos hacia Turquía y otras áreas de la retaguardia kurda e importantes bajas militares en ambos bandos. Tal es el caso de la heroica resistencia al asedio de la ciudad de Kobani, rodeada por el este, oeste y sur por las milicias yihadistas, y por el norte por el ejército turco, que mantiene la frontera con Turquía cerrada a cal y canto, dificultando, cuando no imposibilitando en el envío de refuerzos. Así, la principal amenaza a los derechos ya no es el régimen de Bashâr al-Asad, sino grupos takfiristas como Estado Islámico y Frente al-Nusra, que a pesar de sus enfrentamientos por cuotas de poder regional hacen causa común en su hostigamiento contra minorías y, particularmente, contra poblaciones kurdas, junto con sectores reaccionarios del Ejército Libre Sirio, ganados a posiciones sectarias.
Aquellos sectores más «moderados» e incluso laicos del Ejército Libre Sirio, permeables a valores progresistas, han empezado a hacer causa común con las milicias de protección populares kurdas, las YPG, en la defensa de sus ciudades, como la asediada Kobani. Así, dado su carácter vanguardista e independiente en su lucha contra el integrismo y, allí donde tiene que hacerlo, contra sectores de oposición sectaria «moderada» y contra el régimen, la izquierda nacionalista kurda se encontraría en estos momentos a la vanguardia en la resistencia armada pro-democrática, tanto contra Estado Islámico como contra todo tipo de autoritarismo. En la medida en que sea capaz de infringir una importante derrota sobre el terreno a Estado Islámico y Frente al-Nusra (quienes cercan desde hace tiempo importantes enclaves kurdos, como Kobani y Afrín) y retomar terreno, ayudados por el PKK ó peshmergas, aprovechando además la coyuntura de los puntuales bombardeos aéreos yanquis a yihadistas (esa coyuntura ambigua de intereses en que al imperialismo le viene bien por razones geopolíticas hacer causa común contra con el YPG en su lucha contra Estado Islámico), la izquierda nacionalista kurda siria podría constituir un verdadero factor de reemplazo por izquierda, tanto del integrismo y el sectarismo «moderado», como del régimen; por lo menos, en importantes zonas del país. Eso podría dar aire a movimientos de oposición política de izquierda, democrático-laica, no armados, como la Coordinadora de Transición (Hay’a al-Tansîq), y plantear una salida progresista al ya de por sí traumático y dilatado conflicto.
La «mayoría silenciosa»
Mientras tanto, la mayoría silenciosa de la población, una gran parte de la cual había apoyado al inicio el movimiento de protestas opositoras por izquierda al régimen, respaldan en mayor o menor grado al régimen como mal menor, en la medida en que este reagrupa fuerzas y va reestableciendo el control de áreas del país, concentrándose en el centro, oeste y sur. Desde ese punto de vista, grupos integristas como Estado Islámico constituyen un enemigo ahora mismo mucho más importante que el Régimen de Bashâr al-Asâd. Aquellas facciones dentro del Ejército Libre Sirio que se caracterizan por utilizar un mensaje confesionalista sunní, es decir, de plantear la lucha en términos de defender los intereses y derechos «pisoteados» de la mayoría sunní por parte del régimen, cifran como enemigos a minorías confesionales alawíes, cristianas y chiíes en bloque, por considerar que sirven al régimen como base de apoyo. Este tipo de mensaje divide a la población fomentando dinámicas de enfrentamiento sectario y son un excelente caladero de base de apoyo y de radicalismo religioso para todo tipo de grupos islamistas e integristas; pero a la par asustan a una mayoría de la población «pluriconfesional»/»
Por su parte, el Régimen de Bashâr al-Asâd pasará a la historia por haber desarrollado una respuesta violenta y totalmente represiva a ese movimiento de protestas laicas y democráticas, con detenciones, desapariciones, asesinatos, torturas, hasta uso de artillería y aviación sobre población civil, que abrió la puerta al actual conflicto militar civil-sectario sirio. De esta forma, entre grupos sectarios y régimen, han convertido lo que podría haber sido una lucha revolucionaria por la democracia participativa y el cambio social, en una guerra civil sectaria de desgaste que destruye al país, generando cientos de miles de muertos y más de 2 millones de refugiados, además de toda una cantidad de daños materiales, pérdida de infraestructuras, hundimiento económico y de la vida civil, debilitamiento del país, fractura y derrumbe social, familiar, etc., sin precedentes en los últimos 70 años.
De todo esto es consecuencia el surgimiento de grupos como Estado Islámico y Frente al-Nusra y la aplastante fuerza que han llegado a cosechar en los últimos meses, hasta el punto de acantonarse en importantes bastiones como al-Raqqa o partes de Aleppo. Así, ahora controlan partes del noreste del país y buena parte del área fronteriza con Turquía, salvo las zonas controladas por los kurdos. Esto pone en serio peligro y en riesgo de conquista, con la consecuente masacre y crisis humanitaria que esto provocaría, a las poblaciones kurdas sirias, que en su mayoría y no sin reubicaciones y desplazamientos poblacionales masivos, todavía residen bajo control de las milicias kurdas YPG, vinculadas al PYD, y otras milicias kurdas y árabes afines. De ellos depende en gran parte el futuro de Siria, y la derrota del integrismo y de Estado Islámico.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.