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Dos mundos, dos éticas: individualismo contra solidaridad

Fuentes: La isla desconocida

Recuerdo que fue la conductora del programa de CNN + la que me lanzó la pregunta tramposa: pero los seres humanos, ¿no somos los mismos en todas partes? No se refería, claro, a sentimientos universales, como el amor o el odio, sino a la manera de entender conceptos sociales, indiscutiblemente históricos, como el de libertad. […]

Recuerdo que fue la conductora del programa de CNN + la que me lanzó la pregunta tramposa: pero los seres humanos, ¿no somos los mismos en todas partes? No se refería, claro, a sentimientos universales, como el amor o el odio, sino a la manera de entender conceptos sociales, indiscutiblemente históricos, como el de libertad. Hablábamos sin embargo de proyectos de vida esencialmente opuestos: los que sustentan al capitalismo, y al socialismo (al menos, como ideal). En el debate que sostuvimos en el programa 59 Segundos de la Televisión Española, el representante del PSOE, ante a la evidencia de que por iguales delitos -recepción de dinero de un país extranjero para la subversión interna, sea o no pacífica–, la justicia española prevé sanciones incluso mayores que las cubanas, se refugió en un argumento que cercenaba toda posibilidad de discusión: «pero Cuba no es un estado de derecho». La frase, no obstante, puede aceptarse con una adición que modifica su significado: Cuba no es un estado de derecho burgués (pero sí es un estado de derecho). La relación entre los valores -siempre históricos–, socialmente aceptados y la jurisprudencia es obvia: las leyes de un país refrendan sus códigos morales, o son letra muerta.

Acudo a estos ejemplos, para explicar la sordera y la ceguera programáticas de las trasnacionales de prensa (y de los políticos del sistema, rosados, verdes o azules) en torno a cualquier alternativa de organización social: el capitalismo no acepta la existencia de otras formas de vida, a no ser como manifestación de barbarie (o como ilegalidad). La no aceptación es parte de su instinto de sobrevivencia. En muchos países donde existe colaboración médica cubana, el Colegio Médico local (organización gremial) la considera ilegal. ¿Por qué? Los cubanos van a las zonas más apartadas y/o peligrosas, no cobran más que un estipendio mínimo, conviven con los pobladores más pobres y comparten sus condiciones de vida. Absolutamente subversivo. Lo que para cualquier observador imparcial y sobre todo, para los pobladores beneficiados, es un derecho y un acto de solidaridad elemental, aparece como ruptura de la «legalidad» capitalista.

El pasado 16 de agosto The Wall Street Journal, en un artículo de María C. Werlau titulado «El programa cubano de médicos por dinero», acusa a Cuba de explotar a sus profesionales de la salud. La acusación que formula parece inaudita, pero es coherente con una legalidad (y una moral) que prioriza el enriquecimiento del médico -su interés exclusivo como individuo–, por sobre la necesidad del paciente, es decir, a costa del interés colectivo. Prioridad que es inherente a un sistema que estimula, como motor impulsor, el más descarnado individualismo. La autora considera que el internacionalista cubano es obligado «a trabajar jornadas extremadamente largas en zonas peligrosas, incluidas áreas urbanas con altos índices de crimen y en la selva». Y no recibe a cambio el salario que los médicos locales exigirían. Es, consecuentemente, un «esclavo moderno». Werlau evalúa el comportamiento de un internacionalista según las reglas convenidas para un médico del sistema: la ruptura de esas reglas es explicada -solo puede explicarse–, en términos de desvío delictivo. El internacionalismo, la solidaridad, son crímenes, porque atentan contra la ética del individualismo. Werlau no puede (ni quiere, desde luego) situarse en la piel de un internacionalista; no concibe otra motivación humana que no sea el dinero, ni cree que el humanismo pueda convertirse en meta de realización personal. Cita el testimonio de médicos que han desertado bajo el influjo de una campaña mediática -y facilidades excepcionales para la emigración y el asentamiento en Estados Unidos–, diseñada para incitar en ellos los valores del individualismo. Aunque maneja una cifra (no me tomo el trabajo de verificarla) de 1 500 desertores, unos párrafos antes afirma que Cuba mantuvo en el exterior durante el pasado año un total de 38 544 profesionales de la salud. Es una cifra irrisoria, si tomamos en cuenta que los valores del individualismo son predominantes en los países donde los cubanos prestan esos servicios.

Ayer, Fidel recibió a la brigada médica que censaba y atendía en Bolivia a personas discapacitadas de escasos recursos, que llegaba a Cuba para unas breves vacaciones. Y explicaba en su mensaje de bienvenida algo que las corporaciones de prensa y los políticos del capitalismo nunca podrían aceptar, porque estarían de hecho aceptando la posibilidad y la necesidad de un mundo mejor, necesariamente anticapitalista: «Las personas que ustedes atienden, portadores de una gama de sufrimientos, los retribuyen a ustedes con la felicidad de hacer el bien, algo que no se compra con todo el oro del mundo. Ello demuestra que el ser humano, por encima de sus instintos, es capaz de convertirse en símbolo de la generosidad y el bien.

Nadie podría explicarse de otra forma el incansable batallar de ustedes, enfrentándose al calor, la lluvia y los peligros; atravesando bosques y pantanos; desafiando el frío y las nieves de empinadas montañas, para ayudar a esos seres que no podrían prescindir de ustedes, como hoy ustedes no pueden prescindir ya de ellos».

Dentro de dos semanas esos internacionalistas viajarán a Ecuador para continuar el trabajo que realizaron en Venezuela y en Bolivia. Pero The Wall Street Journal y la Werlau seguirán sin ver, sin escuchar, sin entender.

Fuente: http://la-isla-desconocida.blogspot.com/2010/08/dos-mundos-dos-eticas-individualismo-vs.html