Francia procedió el lunes a una vasta reorganización de su poderoso sector nuclear, confiando el puesto clave de presidente de EDF a Henri Proglio. La sorpresa fue mayúscula cuando Proglio dedicó sus primeras declaraciones a mofarse abiertamente de lo que, hasta hace poco, era un tótem intocable y sagrado: el proyecto francés de «reactor nuclear […]
Francia procedió el lunes a una vasta reorganización de su poderoso sector nuclear, confiando el puesto clave de presidente de EDF a Henri Proglio. La sorpresa fue mayúscula cuando Proglio dedicó sus primeras declaraciones a mofarse abiertamente de lo que, hasta hace poco, era un tótem intocable y sagrado: el proyecto francés de «reactor nuclear del futuro», el EPR. Interpelado sobre la fe que EDF tiene desde hace dos décadas en las promesas del proyecto EPR de Areva, Proglio dijo: «¿Conocen ustedes muchas empresas que sólo ofertan un único producto en su catálogo? Bueno, sí, existió Ford. Pero era hace cien años, y él, al menos, sabía construirlo y venderlo…»
La frase es el colofón del annus horribilis que está viviendo el proyecto de European Presurized Reactor (EPR), diseñado por el número uno mundial de la industria nuclear, la francesa Areva, y cuyo principal cliente debería de haber sido, precisamente, el gigante francés eléctrico, EDF.
Los problemas empezaron en Finlandia, cuando la operadora finlandesa TVÖ, ansiosa de electricidad barata para la industria maderera y papelera, se convirtió en 2005 en el conejillo de indias del invento francés. Areva empezó a construir y, casi de inmediato, empezó también a postergar la entrada en servicio del reactor del futuro, y a añadir sobrecostes de 3.200 millones de euros suplementarios hasta aumentar el coste total a 5.000 millones, según la última provisión efectuada. Ahora se plantea una entrada en servicio progresiva en 2013.
Los problemas prosiguieron con el segundo EPR en construcción, en Flamanville (Francia). Desde 2007, las obras prosiguen con retrasos y costes añadidos, además de dos advertencias de la Autoridad de Seguridad Nuclear Francesa (ASN) por fallos en el hormigón del recinto del reactor y en la calidad de las piezas suministradas por compañías subcontratistas.
La guinda llegó a primeros de noviembre. En un gesto sin precedentes, tres autoridades de seguridad nuclear la francesa, la británica y la finlandesa publicaron una declaración común para expresar sus dudas sobre la seguridad de los reactores EPR proyectados o en construcción en sus respectivos países.
La ASN francesa, la HSE/ND británica y la STUK finlandesa señalaron a Areva que los sistemas informatizados de seguridad que estaba instalando «no son conformes» con el «principio de independencia». Dicho de otra forma, Areva no estaba instalando, como es preceptivo, dos sistemas perfectamente independientes, uno para el funcionamiento normal de la central y otro para las situaciones de emergencia.
Según un estudio posterior de Helmut Hirsch, un consultor contratado por Greenpeace para analizar qué puede haber detrás de la declaración conjunta de las autoridades, «existe una fuerte presión, debida sobre todo a motivos económicos», que explica las decisiones de Areva.
No son los únicos problemas del EPR. Un proyecto ha sido anulado en Estados Unidos. En China, de los cuatro EPR inicialmente programados, sólo uno de ellos, en Taishan, está en la fase de colocación de la primera piedra. Los franceses, que presentaron su EPR como el mejor proyecto de «reactor de tercera generación», frente al AP-1000 de la norteamericana Westinghouse, empiezan a ver a la «central de futuro» con ojos del pasado: los de su precedente fracaso industrial nuclear.
En los años 80, Francia ya había lanzado un supuesto reactor nuclear «del futuro» y de «tercera generación», bautizado SuperPhenix. Tras diez años de construcción, y tres paralizado por incidentes y obras de mantenimiento, fue puesto fuera de servicio definitivamente en 1998. Había funcionado tres años y medio. Según el estatal y eufemístico Tribunal de Cuentas, «la operación fue financieramente neutra». SuperPhenix sigue a la espera de desmantelamiento.
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