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Cada hora se vierten a los mares 675.000 kilogramos de basura, de los que el 60% son plásticos

Ecologistas en Acción promueve una campaña contra la basura marina en el Mediterráneo

Fuentes: Rebelión

El velero de Ecologistas en Acción «Diosa Maat» recorre este verano las zonas sur y este del Mediterráneo en el estado español para advertir del impacto de las basuras marinas. La campaña «Azul oscuro, casi plástico», que se desarrolla entre el 20 de julio y el cuatro de octubre, tiene previsto recalar en puertos de […]

El velero de Ecologistas en Acción «Diosa Maat» recorre este verano las zonas sur y este del Mediterráneo en el estado español para advertir del impacto de las basuras marinas. La campaña «Azul oscuro, casi plástico», que se desarrolla entre el 20 de julio y el cuatro de octubre, tiene previsto recalar en puertos de la provincia de Cádiz (Puerto América, La Línea de la Concepción y Conil/Sancti Petri), Murcia (Cartagena y San Pedro), Alicante, Valencia, Almería (San José y Roquetas de Mar), Melilla, Granada (Motril) y Málaga (Mijas y Fuengirola). Integrado por la tripulación y una treintena de activistas, el barco se dirige al «punto caliente» de biodiversidad ubicado en el Mediterráneo andaluz, País Valenciano-Murcia y la costa norte de Marruecos, «convertido a su vez en un foco de contaminación que está amenazando gravemente sus recursos», informa en un comunicado la organización ecologista.

A partir de cifras de la Unión Europea, Ecologistas en Acción destaca que cada hora se vierten a los mares 675.000 kilogramos de basura, de los que entre el 60 y el 70% son plásticos. Este material, que nunca llega a desaparecer totalmente, tarda hasta 500 años en degradarse por la acción del sol y el contacto con el oxígeno. En todo el mundo se utilizan una media de dos millones de bolsas de plástico por minuto. Las que terminan flotando por mares y océanos, a menudo afectan a los mamíferos marinos por enredo o ingestión al ser confundidas con alimento. «El plástico no desaparece», destaca la responsable de la campaña «Azul oscuro, casi plástico», Sara Acuña, que se muestra partidaria de «un sistema de producción y consumo responsable, libre de envases de carácter tóxico y basado en el retorno en origen de envases reutilizables». Una de las claves reside en que los residuos generados se conviertan en recursos aprovechables. La producción masiva de plásticos se inició en la década de 1950 y aumentó de 1,5 millones de toneladas anuales hasta 299 millones de toneladas en 2013. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), los envases desechables (abandonados en aproximadamente un año) suponen cerca de un tercio de la producción actual.

A bordo del velero «Diosa Maat» y en los puertos de amarre, la organización ecologista impartirá conferencias y talleres informativos, un programa gratuito para las familias sobre las basuras marinas, juegos como «El gran Twister de residuos», dinámicas participativas («El efecto mariposa»), actividades de reciclaje («Yincana de peces en acción») y un teatro de títeres. En la exposición itinerante de Ecologistas en Acción los participantes podrán informarse de iniciativas como «Banderas Negras», «Clean Up The Med», la «red Delphis» de asistencia a varamientos y la guía «Sin Mala Espina», en torno al consumo responsable de pescado y marisco.

Publicado en julio de 2015, el informe de Ecologistas en Acción «Desengancharse del plástico. Problemas de un material ubicuo» dedica un apartado a la basura marina. Señala que en los últimos años los plásticos convencionales vertidos al mar son de menor tamaño, pero más numerosos. Se trata, además, del residuo marino que más abunda: la publicación de «Análisis y Prospectiva» del Ministerio de Medio Ambiente destacó en 2014 que la proporción se sitúa en 54 pedazos de plástico flotante por cada metro cuadrado de océano. Se incluye en la consideración de «basura» marina a los productos de plástico, madera, metal, vidrio, goma, papel o prendas de vestir, que en muchos casos incluyen componentes plásticos. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, sólo el 15% de la basura marina flota sobre la superficie del mar; un 15% permanece en la columna de agua y la parte principal, el 70%, reposa en el lecho marino. Otro estudio de 2015 publicado en la revista Science («Plastic waste inputs from land into the ocean») calcula que de las 275 millones de toneladas de basura de plástico producidas en 2010, ocho millones de toneladas terminaron vertidas en el mar, de manera que se agregaron a los fragmentos ya existentes. Algunos miden sólo micras (la millonésima parte de un metro). El informe de Ecologistas en Acción distingue estos casos de los componentes naturales -como algodón o madera- de la basura marina, que con el tiempo «se transforman a dióxido de carbono, agua y moléculas inorgánicas».

Elaborado por Amaia Bilbao, el documento «Desengancharse del plástico» subraya que las corrientes oceánicas, además de los vientos y la rotación de la tierra, reúnen los fragmentos de plástico y constituyen grandes «manchas» en unas zonas llamadas «giros», que son fluidos y cambian tanto de tamaño como de forma. La Agencia Europea de Medio Ambiente señala que el «giro» de mayores dimensiones y más estudiado es del Pacífico Norte, que ha arrastrado 3,5 millones de toneladas de basura y afectado a una superficie que supone el doble que la de Estados Unidos. En el Océano Atlántico hay otros cinco grandes torbellinos, donde también se acumulan residuos.

Un elemento capital en el estudio de las basuras marinas es el impacto sobre la biodiversidad. Los investigadores Gall y Thompson publicaron en 2015 un resumen de los efectos a partir del análisis de 340 publicaciones científicas. Estos autores han observado que un 17% de las especies que se enredan en la basura o ingieren plástico están catalogadas como «vulnerables», «en peligro» o próximas a la extinción. La mayor parte de los «enredamientos» (71%) se produce al contacto de la fauna con cuerdas de composición plástica y redes pesqueras, mientras que en los casos de ingestión de basura, el 37% se produce por la confusión de los fragmentos de plástico con alimento. Los científicos extraen la siguiente conclusión: todas las especies de tortugas marinas conocidas, el 54% de los mamíferos marinos, el 56% de las aves marinas y menos del 1% de los peces están afectados por las ingestiones de plástico o los enredamientos. En las dos circunstancias se producen impactos no menores sobre las especies. «El enredo produce ahogamiento, asfixia, heridas, una disminución de la capacidad para atrapar la comida y de defensa frente a los depredadores», apunta el informe de Ecologistas en Acción. Además, el porcentaje de ejemplares muertos por los enredamientos en la basura marina es del 79%, muy superior al de los que ingieren plástico (4%), aunque en este caso si los materiales se acumulan en el estómago pueden provocar úlceras.

También recogidos en el documento «Desengancharse del plástico», los trabajos de los investigadores Müller, Townsend y Matschullat (2012) constatan que una vez digeridas por las tortugas, las bolsas de plástico -sean convencionales, oxo-degradables o biodegradables- no se descomponen con la suficiente rapidez como para evitar daños (úlceras y otros). Otro elemento destacable es que el grado de toxicidad de los plásticos aumenta si la ingesta es de microplásticos (inferiores a cinco milímetros de diámetro), dado que la relación entre superficie y volumen favorece la absorción de las sustancias que lo constituyen. Por otro lado, el informe destaca la relevancia de los nuevos hábitats (lugar en el que habitan los organismos). Actualmente los biólogos dan cuenta de como mínimo 85 géneros de animales y algas que hacen uso de la basura marina como hábitat. Entre otros, bivalvos, briozoos, cefalópodos, cnidarios, crustáceos, equinodermos, peces, gasterópodos, insectos pelágicos, poliquetos y algas.

Los residuos en el mar pueden favorecer asimismo la dispersión de la fauna. Los científicos han identificado 259 especies que se quedan a la deriva en la basura marina, de las que un 40% se hallan en productos y embalajes intactos, el 36% en fragmentos de diverso tipo, el 17% en cuerdas y redes y un 1,5% en microplásticos. La estadística incluye a especies que se consideran «invasoras». Estas basuras, acumuladas, pueden llegar a ocupar grandes superficies del mar, zonas rocosas en el litoral y playas. Pueden afectar, por ejemplo, a los corales: se produce una relación inversa entre el cúmulo de vertidos y la superficie de coral vivo. Los desechos amontonados en la playa también pueden alterar, de modo significativo, la temperatura del sedimento y provocar la migración de especies o determinar, incluso, la sexualidad de los huevos en el caso de las tortugas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.