Incitados por el dinero sucio con el que les pagan su traición a la Patria, varios grupúsculos contrarrevolucionarios, fundamentalmente en diversas provincias orientales y centrales, han organizado desde hace algunos meses diversos shows mediáticos, en los que llaman a la desobediencia social y reclaman provocadoramente supuestos cambios «democráticos» en Cuba. La constante actividad antisocial está […]
Incitados por el dinero sucio con el que les pagan su traición a la Patria, varios grupúsculos contrarrevolucionarios, fundamentalmente en diversas provincias orientales y centrales, han organizado desde hace algunos meses diversos shows mediáticos, en los que llaman a la desobediencia social y reclaman provocadoramente supuestos cambios «democráticos» en Cuba. La constante actividad antisocial está dirigida a vender al exterior la falsa imagen de que en la Isla existe un ambiente de represión y persecución política.
El negocio de la contrarrevolución les reporta a estos individuos alrededor de 75 CUC por actividad provocadora. Su papel para merecer esta limosna de sus amos es simplemente causar alboroto, ir a marchas minúsculas y sin representatividad popular, fabricar «huelgas de hambre», crear contextos y situaciones en los que la genuina ira popular se ve lesionada por estas provocaciones. Baste recordar que nuestro pueblo se hastía de estos espectáculos y en muchas oportunidades trata de expresar su respuesta legítima a favor de la Revolución.
La forma de actuar es simple y sencilla: Luego de recibir las orientaciones de organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en el exterior, así como la promesa de pago garantizados, ellos se comunican entre sí mediante llamadas por teléfonos celulares y acuerdan el sitio y el momento preciso en los que se reunirán para montar su detestable espectáculo. Luego, mediante el uso de estos celulares, se encargan de comunicar con organizaciones radicadas en Miami, tales como el Directorio Democrático, MAR por Cuba, la FNCA y muchas otras; así como con periódicos anticubanos como El Nuevo Herald y Radio/TV Martí, para lograr el ansiado propósito de la falsa denuncia, de la bochornosa mentira fabricada, tal como se puede comprobar en el artículo «Represión en el oriente de Cuba», fabricado por la pluma de Juan Carlos Chávez, aparecido hoy en el libelo de la mafia de Miami y la blogosfera anticubana: «Disidentes cubanos denunciaron el viernes que agentes de la Seguridad del Estado golpearon y amenazaron a varios activistas de derechos humanos que protestaban pacíficamente por el arresto injustificado de dos opositores en el oriente de la isla.»
La verdad simple es que el pasado viernes varios contrarrevolucionarios se trasladaron hasta Palma Soriano, en Santiago de Cuba, para fabricar un nuevo show mediático. Lo hicieron, es cierto, por medios propios, pagando sus pasajes en ómnibus y en taxis particulares, lo que les reporta un gasto ínfimo en relación con el jugoso premio en CUC que recibirán en pago por su participación. Luego, cuando son protegidos de la ira popular y trasladados a su provincia de origen, comienza la fabricación de la mentira mediática. Muestra de ello son las declaraciones hechas por uno de ellos al sitio web «Háblalo sin miedo», radicado en Miami, que sirve de puente para divulgar las inventadas informaciones, al decir que en Cuba «hay serios problemas con la represión«.
Otro de estos mentirosos de oficio, el «periodista» independiente Jorge Corrales, declaró a El Nuevo Herald, con respecto a una supuesta represión en Guantánamo: «Desde el martes vemos mucha movilización de la policía política, quienes normalmente irrumpen en las casas y esposan a los disidentes».
Ávidos de protagonismos inmerecido y de una paga segura, esconden un hecho comprobable: nunca se les ha reprimido por fuerza policial alguna, ni participan en las actividades de repudio fuerzas paramilitares. La respuesta a la provocación es realizada por el pueblo en su legítimo derecho de defender a su Revolución. La policía está presente, principalmente, para protegerlos del repudio popular.
¿Por qué, me pregunto, estos detractores no han tenido la honestidad de reconocer que, luego de ser detenidos, son trasladados a sus provincias de origen, sin pagar un centavo, de manera segura y confortable, contentos íntimamente por haberse embolsillado una cantidad de dinero sucio a cambio de su traidora actividad? ¿Por qué, también me pregunto, el Observatorio para la Protección de los Defensores de los Derechos Humanos, la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT), la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros organismos que encabezan la guerra mediática contra Cuba, no comprueban la veracidad de estas denuncias y se prestan al jugo difamatorio de estos mercenarios?
Por mi parte, considero, que ha llegado el momento, en medio de la batalla que libra nuestro pueblo por lograr una solución a los problemas de su desarrollo económico y social, que estos vagos, antisociales y lumpens mercenarios, contribuyan con parte del premio a su traición para pagar los costos en que incurre el país para protegerlos de la repulsa popular y en su traslado a sus provincias de origen. Entiéndase que este pago no es un reconocimiento a los mercenarios como cuentapropistas, ni aporte alguno a la ONAT. Es simplemente el pago al Estado por los daños que provocan en sus intentos de alterar el orden constitucional y por protegerlos del pueblo al que ofenden.
La economía cubana lo exige. Este despilfarro de gasolina en que se incurre para trasladarlos debe ser compensado de alguna manera, así como los recursos empleados en su protección. A la par, es una forma de desestimular a esta dañina y detestable actividad contra la Patria.
Este es mi criterio y libremente lo expongo.
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