Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
«El Presidente Hosni Mubarak ha decidido dimitir de su cargo como Presidente de la República». Estas palabras, pronunciadas por el exVicepresidente Omar Suleiman en la tarde del 11 de febrero de 2011, desbordaron de júbilo a millones de egipcios que celebraron el triunfo final de su voluntad sobre el obstinado dictador.
Aunque los tumultuosos dieciocho días anteriores habían servido para unir a la abrumadora mayoría de los egipcios con independencia de su orientación política, creencia religiosa, clase económica o estrato social, la victoria final de la revolución no era algo inevitable. Las manifestaciones masivas que empezaron el 25 de enero fueron originalmente convocadas por grupos en los que predominaban los jóvenes activistas, como el Movimiento del 6 de Abril y «Todos somos Khaled Said», en referencia al joven bloguero asesinado por agentes de la seguridad del estado. La mayoría de los partidos políticos y movimientos sociales establecidos, incluidos los Hermanos Musulmanes (HM), no apoyaron inicialmente los llamamientos a las protestas previendo la ofensiva de respuesta de las fuerzas de seguridad, aunque no desanimaron a sus miembros de que participaran.
En cuestión de días las manifestaciones se extendieron, dejando claro que las fuerzas de seguridad no iban a poder ahogar las crecientes protestas. El 28 de enero, los manifestantes convocaron un Día de la Ira, y todos los partidos genuinos de oposición, dirigidos por los HM, tomaron las calles pidiendo la destitución de Mubarak. El régimen cayó en dos semanas y el ejército, bajo el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), que se negó a apoyar a Mubarak y a dispersar violentamente a los manifestantes, asumió el control político prometiendo una transferencia pacífica del poder al gobierno civil que saliera democráticamente elegido en las elecciones que se celebrarían seis meses después.
Fue el acontecimiento más memorable en la historia moderna de Egipto. Y los revolucionarios volvieron a casa satisfechos de su asombroso logro mientras los residuos del régimen -los fulul- emprendían la fuga.
Pero esta increíble unidad histórica de todos los egipcios se disipó pronto, cediendo el paso a profundas divisiones ideológicas. Temas urgentes como si la constitución debía estar redactada antes de las elecciones democráticas o viceversa, o cuestiones de mayor enjundia acerca de la identidad del país, la naturaleza del estado, el papel del Islam en la sociedad y el estatus del ejército se debatieron acaloradamente fuera del marco convenido. Los grupos sociales y religiosos que estaban muy organizados insistieron en celebrar primero las elecciones a fin de utilizar su clara ventaja sobre los demás, especialmente sobre los nuevos grupos revolucionarios que carecían de estructura, personal y recursos.
Pero, a causa del punto muerto auspiciado por el CSFA, estos grupos revolucionarios fueron pronto conscientes de que ninguno de sus objetivos iba a cumplirse si no ejercían tremendas presiones sobre la cúpula militar. Durante varios meses, las manifestaciones masivas volvieron a la Plaza Tahrir para obligar al CSFA a disolver el parlamento y las asambleas locales, cambiar el gobierno, forzar los juicios del depuesto presidente y de sus corruptos compinches, revocar las leyes del estado de emergencia y acabar con los juicios militares, entre otras demandas revolucionarias.
A través de esas manifestaciones, que en ocasiones se convirtieron en letales, especialmente en julio y noviembre, los jóvenes revolucionarios acusaron a los HM de cerrar los ojos ante los abusos del CSFA y, en algunas ocasiones, incluso de defender o justificar sus acciones. De ahí que a lo largo del verano se formaran dos campos principales: el campo religioso, con los HM y los más conservadores salafíes, por una parte, y el campo laico que incluía a liberales, izquierdistas y muchos grupos de jóvenes, por la otra. Los primeros querían claramente que se mantuviera la calma para no dar ningún pretexto a que se retrasaran las elecciones parlamentarias, fijadas para finales de noviembre, mientras que los segundos acusaban a los primeros de buscar su conveniencia política a expensas de los principales objetivos de la revolución.
A finales de enero de 2012, las elecciones a las dos cámaras del parlamento concluyeron con sorprendentes victorias para el campo religioso, cosechando casi el 75% de los escaños, con el Partido para la Justicia y la Libertad, el brazo político de los HM, consiguiendo el 47% de los escaños, mientras el Partido Nur, el brazo político de los grupos salafíes, conseguía el 25% de los escaños. Otros partidos islámicos más pequeños recibieron el 3%, mientras que todos los liberales y los partidos de izquierda combinados adquirían menos del 22%. Los fulul del prohibido Partido Democrático Nacional (PDN), que aparecieron con nombres de nuevo cuño, recogieron menos del 3%.
Los Hermanos Musulmanes y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
Las acusaciones de los grupos revolucionarios no surgían precisamente de la nada. Los HM, a causa de su naturaleza, constituyen un grupo conservador que favorece las reformas por fases más que los cambios revolucionarios. Llevaban prohibidos desde el año 1954 tras su enfrentamiento con el régimen de Naser. Desde la salida de sus miembros de las prisiones en los primeros años setenta, su objetivo fundamental era recibir el reconocimiento del estado y trabajar dentro del sistema. Por eso, cuando en un encuentro secreto en el momento álgido de la revolución, el 1 de febrero, el ex jefe de inteligencia y Vicepresidente Omar Suleiman ofreció a los dirigentes de los HM reconocimiento y la liberación de la prisión de sus más altos líderes a cambio de retirar a sus bases de las calles, el Guía Supremo Adjunto Khairat El-Shater y el hombre de negocios Hasan Malek aceptaron. Mientras tanto, los revolucionarios, incluyendo a los grupos jóvenes de los HM y otros rivales dentro del liderazgo de los HM en aquel momento, como el Dr. Abdel Moneim Abol Fotuh, se negaron a salir de la Plaza Tahrir y desafiaron abiertamente la propuesta. El ataque de los matones del régimen anterior al día siguiente en la Batalla del Camello obligaron a los dirigentes a cambiar de dirección y ese acuerdo se convirtió en una cuestión candente.
Desde que el CSFA tomó el poder en febrero de 2011 y durante casi un año, la tácita luna de miel entre los dos centros de poder más fuertes del país, por diferentes razones, fue evolucionando. Por una parte, los HM no querían volver a pasar por una repetición de su confrontación con el ejército del año 1954 que terminó en su prohibición y encarcelamiento. Confiando en su capacidad para ganar unas disputadas elecciones democráticas, pasaron por alto todos los intentos del CSFA para frustrar el cumplimiento de los objetivos de la revolución, especialmente respecto a celebrar investigaciones y juicios sobre la corrupción o el destierro de los antiguos reales al régimen en el gobierno.
El 10 de febrero de 2011, la víspera del triunfo de la revolución, por primera vez en años se reunió el alto órgano dirigente de los HM, de unos 120 miembros, y anunció que no iban a pretender más del 30-40% de los escaños del nuevo parlamento y que no presentarían un candidato presidencial. Ante unos grupos ansiosos de la sociedad civil y las nerviosas potencias internacionales, dieron todo tipo de seguridades acerca de que querían ser tan solo uno de los componentes del gobierno del país y que no deseaban tener que enfrentar sanciones similares a las de Hamas en Gaza tras ganar las elecciones de 2006.
Durante el año 2011, la principal estrategia de los HM y su afiliado el PJL fue dirigir una estrecha coordinación, o al menos una relación amistosa y cordial, con el CSFA para no dar al ejército ningún pretexto para retrasar o cancelar las elecciones parlamentarias. Pero con la proximidad de las elecciones, la promesa de no aspirar a más del 30-40% de los escaños se evaporó y el grupo se presentó prácticamente al 100% de los candidatos, consiguiendo resultados impresionantes al obtener casi el 47% de los 498 miembros elegidos en la cámara baja (la Asamblea Popular) y el 50% de los 180 miembros elegidos de la cámara alta (el Consejo de la Shura).
Mientras tanto y desde que asumió el reino del poder, el CSFA ha tenido tres principales objetivos que querían asegurarse antes de traspasar el control a un futuro gobierno civil. Desde el tratado de paz con Israel de 1979, el ejército había ido calladamente apoderándose de una parte sustancial de la economía egipcia, estimada por los expertos entre un 25-35%, abarcando muchos sectores, entre ellos la agricultura, la industria, el sector inmobiliario y la energía. Este control permitió que muchos generales y altos dirigentes militares, así como sus familias, disfrutaran de unas riquezas enormes sin transparencia ni responsabilidad pública algunas. Nadie en el gobierno, por no hablar del parlamento o del pueblo, conoce el alcance de sus participaciones, ni quién tiene el control de las mismas o cómo están gastándose. Como cabía esperar, el CSFA justifica la ocultación y el control de esos recursos públicos en nombre de la seguridad nacional.
En segundo lugar, el ejército ha tratado desesperadamente de buscar una inmunidad total frente al procesamiento o rendición de cuentas por todo lo hecho en el pasado, especialmente respecto a la corrupción financiera. Pero nadie sabe actualmente lo que supondría tal inmunidad, aunque se sospecha que podría destaparse la riqueza masiva y la corrupción una vez que los altos dirigentes militares se retiren o desaparezcan de la escena. Finalmente, el ejército quería conseguir un estatus especial en la constitución que le permitiera controlar su presupuesto sin una supervisión civil y disfrutar de poder de veto en áreas políticas estratégicas, incluidas las relaciones exteriores y las decisiones sobre la guerra y la paz.
Poco después de la caída del régimen, el CSFA calculó que el camino más fácil para conseguir sus principales objetivos era alcanzando un acuerdo tácito en esas materias con los HM, el mayor grupo político organizado. Cuando el CSFA insertó estas disposiciones en el denominado documento supraconstitucional del pasado noviembre, los HM, junto con la mayoría de los grupos políticos de la oposición, rechazaron tal documento en una demostración masiva de protesta pública que forzó la caída del gobierno y la retirada de tales pretensiones.
Mientras tanto, el CSFA impidió que el Partido por la Justicia y la Libertad (PJL), el partido mayoritario afiliado a los HM en el parlamento, formara un nuevo gobierno tras las elecciones mientras nombraba un gobierno encabezado por ex Primer Ministro de Mubarak, el Dr. Kamal Al-Ganzouri. Con el empeoramiento de las condiciones de la situación económica y de seguridad en el país, la gente culpó a los HM por no cumplir sus promesas de buena gobernanza, mientras las Hermandad se quejaba de que el CSFA no le había permitido formar gobierno.
Pero el principal objetivo del parlamento electo era elegir a cien personas que integraran el comité de redacción de la constitución. En lugar de celebrar negociaciones por todo el país con todos los partidos políticos y grupos de la sociedad civil acerca de los criterios para elegir a los miembros de ese comité, el PJL mantuvo conversaciones bilaterales con el partido salafí Nur llegando a un acuerdo por el que se designó a cincuenta miembros del parlamento para el comité constitucional, dominado por los islamistas. Al final, el total de islamistas nombrados para el comité comprendía las dos terceras partes (mayoría cualificada) del total de los miembros y estaban dominados por miembros o partidarios de los HM. No solo se indignaron los partidos liberales y de izquierdas, así como los grupos revolucionarios, sino incluso las entidades religiosas y los grupos de la sociedad civil, incluyendo Al-Azhar, la iglesia copta, los partidos de la oposición, los sindicatos y el Tribunal Supremo, se enfadaron y retiraron a sus miembros del comité. Como era de esperar, todos condenaron la política de exclusión que los HM prometieron no poner en marcha. Finalmente, el Alto Tribunal Administrativo invalidó el comité y los partidos están de nuevo discutiendo tratando de elaborar criterios nuevos una vez que el PJL reconoció sus tácticas prepotentes y no apeló el fallo.
Sin embargo, a finales de febrero, el PJL se sintió fortalecido y muy seguro de sus ganancias electorales. El portavoz de la Asamblea y el presidente del Consejo de la Shura, así como los presidentes de los principales comités eran todos miembros de los HM. También estaban encargados de nombrar al comité de redacción de la constitución. Por eso exigieron al CSFA ser ellos quienes estuvieran al frente de una coalición de gobierno. A primeros de marzo tuvo lugar una tensa reunión entre las dos partes. El ejército se sentía molesto por la forma en la que los HM formaron el comité de redacción de la constitución y por su categórica oposición al especial estatus del ejército en la nueva constitución. Durante la reunión, los generales jugaron fuerte. Les dijeron a los dirigentes de los HM que no solo se les iba a negar la oportunidad de formar gobierno, sino que tampoco se les iba a permitir que controlaran los ministerios clave, incluyendo relaciones exteriores, interior, hacienda y justicia. También insinuaron que la decisión de disolver el nuevo parlamento electo que el PJL dominaba estaba cercana si no cooperaban y retiraban su moción para disolver el gobierno. En resumen, una lucha de voluntades se había puesto en marcha.
Por vez primera desde que el CSFA asumió el poder, los HM decidieron desafiarlo seriamente. En pocos días, los HM publicaron un fogoso comunicado que atacó al ejército de forma sin precedentes, acusándole de tratar de frustrar la revolución y chantajear al grupo, y advirtiendo a la gente que el CSFA era capaz de amañar las próximas elecciones presidenciales. Al día siguiente, el CSFA emitió su propia y dura respuesta negando todas las acusaciones y advirtiendo a los HM en una amenaza velada que no debía olvidar las lecciones del pasado y evitar repetir errores, en una referencia oblicua a la confrontación de 1954 entre las dos partes.
Poco después del Consejo de la Shura de los HM, su órgano de decisión más alto, que normalmente celebra dos encuentros al año, se reunió de forma inusitada dos veces en una semana para decidir los próximos pasos a dar. En respuesta al desafío del CSFA, el Consejo de Orientación, el órgano ejecutivo de los HM, propuso cambiar de rumbo y presentar un candidato presidencial. Se produjo entonces una polémica decisión en la que 52 de los 65 miembros que asistían a la reunión se opusieron temiendo que la violación de su promesa de hacía un año de no presentar un candidato pudiera erosionar aún más su credibilidad ante la gente. El Guía Supremo, el Dr. Muhammad Badie’ levantó la sesión y convocó otra pocos días después. En esa reunión posterior, asistieron 43 miembros más y todos votaron a favor de presentar un candidato, por lo que el recuento final pasó de 13 a 56 contra 52. Su candidato era el Guía Supremo Adjunto, Khairat El-Shater, ingeniero de formación y empresario de profesión. Pero lo más importante es que es un líder carismático que no solo estaba encargado del llamado Proyecto Renacer dentro del grupo, sino que también controlaba los elementos más importantes del grupo, incluida la organización, las finanzas y los medios de comunicación.
Estados Unidos y los Hermanos Musulmanes
Mustafa Al-Fiqi era uno de los más importantes pensadores políticos del régimen de Mubarak. Durante los intensos debates de 2009 y 2010 acerca de la candidatura de Gamal Mubarak para suceder a su padre, Al-Fiqi dijo que los criterios más importantes para el próximo presidente eran conseguir la bendición de EEUU y evitar el veto de Israel. Los HM no perdieron de vista esta idea. Cuando anunciaron en febrero de 2011 que no iban a impugnar las elecciones presidenciales, su justificación fue que no querían causar ansiedad en los círculos laicos o preocupación en las capitales de Occidente.
A lo largo de todo el año los altos funcionarios occidentales no pararon de desplazarse a Egipto, siendo siempre la sede de los HM uno de los lugares visitados más importantes por esas autoridades. Cuando el Secretario Adjunto de Estado William Burns visitó Egipto en enero, se reunió con los altos dirigentes de los HM Badie’ y El-Shater. Durante la reunión, los líderes de los HM calibraron cuáles podían ser las líneas rojas de EEUU. Que los HM asumieran el poder no era ninguna de ellas. La preocupación principal de Burns era el destino del tratado de paz con Israel. Según una persona familiarizada con la reunión con el funcionario estadounidense, Burns ofreció que «los buenos oficios de EEUU ayudarían a que Egipto consiguiera hasta 20.000 millones de dólares» de los estados del Golfo Arábigo, así como de otras organizaciones internacionales como el FMI, si los HM mantenían el tratado de paz con Israel. Aunque los dirigentes de los HM no se comprometieron, indicaron que su principal preocupación era la destrozada economía y la reconstrucción de Egipto. A mediados de febrero, los senadores republicanos John McCain y Lindsey Graham se reunieron con El-Shater y otros dirigentes del PJL y entregaron prácticamente el mismo mensaje.
En el momento en que los dirigentes de los HM decidieron presentar un candidato tras su enfrentamiento con el CSFA, su principal preocupación respecto a la reacción de Occidente se había rebajado bastante. Cuando El-Shater se convirtió en el candidato oficial de los HM, envió a finales de marzo una delegación a Washington formada por cuatro funcionarios de los HM, incluido un miembro del parlamento y un asesor de alto nivel. En efecto, su principal objetivo era determinar la reacción de la administración USA a la candidatura de El-Shater. Aunque los miembros de la delegación no eran altos dirigentes del partido ni funcionarios del gobierno egipcio, se reunieron con los más altos funcionarios de Washington. En el Departamento de Estado celebraron dos encuentros con altos funcionarios de la administración, incluyendo a Burns y Jeffrey Feltman, el alto funcionario del Departamento de Estado para Oriente Medio. También se reunieron en la Casa Blanca con personal del Consejo Nacional de Seguridad, Samantha Power y Steven Simon. Cuando se hallaban en la reunión en la Casa Blanca, el Presidente Obama se dejó caer por allí y deslumbró a sus invitados egipcios.
De nuevo las conversaciones se centraron en el futuro del tratado de paz con Israel y en las necesidades económicas de Egipto. Esta vez la delegación prometió que los HM no tenían planes para cancelar o alterar el tratado de paz pero que pondrían fin a las sanciones y el bloqueo contra Gaza. Durante las reuniones, los estadounidenses expresaron repetidamente su preocupación acerca de las políticas que tenían que ver con las mujeres y los cristianos coptos. En un determinado momento, la delegación de los HM planteó su preocupación por el mal trato recibido por los musulmanes estadounidenses tras el 11-S. Los estadounidenses les cortaron de inmediato y les dijeron que ese tema «no era de su incumbencia».
En resumen, ambas partes se sintieron cómodas una con la otra y se sintieron satisfechas con los resultados de sus discusiones mientras EEUU trataba de volver a calibrar la naturaleza de la relación con su antiguo estado clientelista. Para no ser menos, el neocon Randy Scheunemann, el alto asesor de política exterior de McCain en 2008, y el actual asesor de alto nivel no reconocido de Mitt Romney, el presunto nominado republicano, se reunieron secretamente con la delegación de los HM, planteando prácticamente las mismas preocupaciones y recibiendo las mismas seguridades.
La carrera presidencial egipcia
Entre el 10 de marzo y el 8 de abril, el Comité Judicial de Egipto para las Elecciones Presidenciales empezó a recibir las solicitudes de los candidatos que se presentaban a la presidencia. Para poder presentarse, cada candidato tenía que satisfacer determinados criterios incluyendo una prueba de edad y la ciudadanía egipcia, no solo del candidato sino también de sus padres y esposa. Además, había tres vías a través de las cuales cualquier candidato podía aspirar a presentarse: a) recogiendo al menos 30 firmas de miembros del parlamento; b) convertirse en el candidato oficial de un partido político, siempre que el partido tuviera al menos un escaño en el parlamento; o c) recogiendo al menos 30.000 firmas certificadas por notario en un mínimo de quince provincias, con al menos mil firmas por cada provincia.
En cuatro semanas, 23 candidatos presentaron sus documentos, afirmando haber satisfecho los criterios para convertirse en candidato oficial. Esta lista de candidatos tenía en efecto que representar a todo el electorado político egipcio, que va desde los ultraconservadores a los izquierdistas radicales y los leales al régimen de Mubarak. Los HM presentaron al Guía Supremo Adjunto El-Shater como candidato oficial menos de una semana antes de que terminara el proceso de nominación. Para poder obtener el reconocimiento como candidato, presentaron las firmas de 277 miembros de los HM con escaño en el parlamento.
En esos momentos no estaba claro a qué candidato iba a apoyar el CSFA. Antes de que la disputa de los HM con el CSFA se hiciera pública, muchos observadores pensaban que quizá llegara a alcanzarse un acuerdo con el ejército para que apoyaran a El-Shater a cambio de las garantías de salida segura que el CSFA estaba buscando. Pero en cuestión de días, empezaron a circular rumores de que el vicepresidente Suleiman estaba a punto de presentarse a presidente como respuesta del ejército a la candidatura de El-Shater. El 4 de abril, Suleiman emitió un comunicado anunciando que no sería candidato. Sin embargo, 48 horas después se retractaba y presentaba 43.000 firmas ante el Comité Electoral veinte minutos antes del cierre de las nominaciones. Desde que triunfó la revolución no se habían sentido los fulul tan fortalecidos ni los revolucionarios tan desanimados y divididos.
Los egipcios de todo el espectro político se sintieron horrorizados e indignados de que el jefe de la inteligencia de Mubarak y su más leal subordinado tuviera la desfachatez de presentarse a presidente para «cumplir los objetivos de la revolución», como declaró desvergonzadamente. Se sintieron insultados y consternados. Muchos afirmaban que, como los grupos a favor de la revolución estaban divididos en líneas ideológicas, los fulul (los restos del régimen anterior) y el CSFA estaban ahora reagrupándose y organizándose para montar una contrarrevolución. Las firmas en apoyo de la candidatura de Suleiman se recogieron en 48 horas, una tarea imposible si no fuera porque muchas agencias y funcionarios del gobierno presionaron a los empleados públicos y reclutas del ejército y movilizaron sus recursos para conseguirlas.
A los pocos días, el parlamento aprobó una ley que prohibía que los ex altos funcionarios de Mubarak se puedan presentar a cualquier elección durante un período de diez años debido a su papel en la corrupción de la política durante el régimen anterior. Si el CSFA llegaba a firmarla, esta ley prohibiría de forma efectiva no solo que se presentara Suleiman sino tampoco otro candidato oficial que fue el último primer ministro de Mubarak, Ahmad Shafiq, que también era general. A fin de ganar tiempo, el CSFA envió la ley al Tribunal Supremo Constitucional solicitando una opinión consultiva confiando en retrasar la decisión hasta que fuera demasiado tarde para descalificar a los candidatos fulul. Pero el tribunal dictaminó de inmediato que no tenía jurisdicción en la materia. El CSFA se ve ahora obligado a mostrar sus cartas y ya no podían esconderse detrás de ningún grupo político o tribunal.
Cuando fueron conscientes de la grave amenaza que la candidatura de Suleiman representaba para la revolución, todos los grupos y partidos políticos convocaron manifestaciones masivas en los dos viernes siguientes contra los candidatos fulul representados no solo por Suleiman y Shafiq sino también por dos antiguos oficiales de inteligencia y el ex ministro de asuntos exteriores Amr Musa. Cientos de miles de personas acudieron a la Plaza Tahrir y salieron por todo el país en una demostración de unidad que recordaba los primeros días de la revolución. Los manifestantes rechazaron a los candidatos fulul y exigieron el final del régimen militar.
Mientras tanto, el Comité Presidencial valoró las solicitudes de los candidatos y descalificó a 10 de los 23 presentados. Lo más sorprendente fue que descalificó a El-Shater, a Suleiman, a Ayman Nur, un liberal y ex antiguo contendiente presidencial que se presentó contra Mubarak en las elecciones de 2005, así como al carismático candidato salafí, fogoso predicador y defensor de los derechos civiles Hazem Salah Abu Ismail. El Comité razonó que cada uno de los candidatos descalificados lo habían sido porque no habían cumplido uno o más de los requisitos necesarios. Abu Ismail fue descalificado porque su madre obtuvo la ciudadanía estadounidense antes de morir en 2010. El candidato afirmó que EEUU falsificó los documentos de la ciudadanía y que se oponía a su candidatura porque él pedía la aplicación de la ley de la Sharia y tenía una firme posición contra el tratado de paz con Israel y la política exterior estadounidense en el mundo musulmán. Aunque EEUU, así como muchos egipcios laicos, estaban en efecto preocupados por su candidatura y popularidad, estaba claro que su madre había conseguido la ciudadanía estadounidense en 2006, un pasaporte estadounidense y que se había registrado para votar en el condado de Los Ángeles.
El comité descalificó también la candidatura de El-Shater y Nur con el pretexto de que habían sido declarados culpables de delitos cometidos durante el régimen de Mubarak, aunque en farsas de juicios políticos ampliamente condenadas. Según la ley egipcia, un acusado pierde sus derechos políticos a menos que le sean restaurados a través del perdón total del presidente o de los tribunales. Aunque el CSFA emitió perdones para ambos candidatos, el comité afirmó que aún les faltaba el requisito de que se les restauraran sus derechos políticos, que solo podía llevarse a cabo mediante sentencia de los tribunales seis años después de concedido el perdón o mediante la invalidación de las acusaciones. Lo más sorprendente quizá es que el comité descalificó también a Suleiman acusándole de que algunas de las firmas que habían presentado eran falsas. Los otros seis descalificados eran candidatos menores, incluidos dos antiguos generales de la inteligencia. Se les excluyó por violar una o más condiciones. Aunque el comité permitió que los candidatos apelaran sus decisiones, finalmente rechazaron todas las apelaciones y reafirmaron las descalificaciones de esos candidatos.
Naturalmente, los HM y El-Shater estaban indignados y denunciaron que la candidatura de Suleiman era una artimaña, una farsa y un torpe intento del CSFA para descalificar al candidato oficial de los HM sin causar escándalo público ya que la gente se sentiría aliviada tras la descalificación de Suleiman. También denunciaron que los verdaderos candidatos del CSFA se habían revelado ahora. Son el primer ministro Shafiq y el ex ministro de asuntos exteriores Amr Musa; a ambos se les permitió presentarse como candidatos a las elecciones. Al ser mejores estrategas, los HM se habían temido que su candidato oficial, El-Shater, podía quedar descalificado, por eso el último día de las nominaciones presentaron también a un candidato de refuerzo, el presidente del PJL, el Dr. Muhammad Mursi. El nuevo candidato de los HM se doctoró en ingeniería en 1982 en California del Sur, y trabajó como académico en EEUU y después en Egipto durante décadas antes de que le eligieran para el parlamento en las elecciones de 2005.
Por tanto, ¿quiénes son los candidatos oficiales definitivos?
Los restantes trece candidatos que pueden presentarse a las elecciones en diferentes agrupaciones podrían clasificare de la siguiente forma:
a) Los candidatos de orientación islámica: Hay tres candidatos que pertenecen a este grupo:
- Dr. Abdulmoneim Abol Fotuh, de 60 años, médico de formación y director de la Unión Médica Árabe, un asociación médica pan-árabe centrada en el trabajo asistencial. Es también un exdirigente de los HM que se separó del grupo el pasado año tras anunciar su candidatura. Abol Fotuh fue reconocido como candidato independiente tras recoger 43.000 firmas autentificadas por notario. Es bastante popular entre la gente desde sus días como dirigente estudiantil que desafió al ex presidente Anwar Sadat en 1977. En esa confrontación, trasmitida en su día en directo por televisión, Abol Fotuh acusó a los asesores de Sadat de ser hipócritas y corruptos. El expresidente, que no estaba acostumbrado a las críticas públicas se enfadó mucho e intentó intimidarle y silenciarle pero Abol Fotuh se mantuvo en sus trece, consiguiendo muchos admiradores. Después pasó varios años en prisión por su activismo político durante los regímenes de Sadat y Mubarak. No solo es popular entre los círculos islámicos, sino entre muchos segmentos de la sociedad egipcia, incluyendo liberales, izquierdistas y coptos. También es conocido por sus puntos de vista moderados. Con la eliminación de Abu Ismail, se espera que consiga una importante cantidad de votos del electorado conservador, así como de otros muchos electores revolucionarios y de quienes están contra el régimen de Mubarak.
- Dr. Muhammad Mursi, de 60 años, es el candidato discreto y sin carisma de los HM. Se le reconoció como candidato oficial del PJL en lugar del jefe del partido. Mursi recogerá probablemente la mayoría del voto de los HM pero no está claro cuántos apoyos puede conseguir fuera de esos electores a la luz de la controvertida decisión de los HM de revocar su decisión y presentar un candidato, así como por su torpeza en el manejo del nombramiento de la asamblea constitucional. Muchos observadores creen que si Mursi gana compartiría el poder con El-Shater como primer ministro, de igual forma al acuerdo en años recientes en Rusia entre Medvedev y Putin, con el segundo ejerciendo el poder detrás del trono.
- Dr. Muhammad Salim Al-Awa, de 71 años, un famoso experto constitucional e intelectual islámico. Se le reconoció como candidato tras recoger 30 firmas de miembros del parlamento. Aunque Al-Awa es muy respetado por muchos intelectuales y elites egipcias, no cuenta con muchos seguidores entre los revolucionarios de base o los egipcios de a pie como para tener una oportunidad real de conseguir suficientes apoyos para ir a la segunda ronda.
b) Los candidatos de los fulul: Dos candidatos componen este grupo:
- Ahmad Shafiq, de 71 años, es el ex primer ministro nombrado por Mubarak justo doce días antes de ser depuesto. Se le considera un leal a Mubarak y obtendrá probablemente el apoyo de las clases empresariales fulul y de las fuerzas contrarrevolucionarias dentro del aparato de seguridad, así como de muchos segmentos dentro del gobierno, aún controlados en gran medida por los leales a Mubarak.
- Amr Musa, de 76 años, sirvió como ministro de asuntos exteriores con Mubarak durante una década. También sirvió durante otra época como Secretario General de la Liga Árabe. Se considera que cuenta con mucha popularidad entre los egipcios de a pie porque en ocasiones fue crítico respecto a la política israelí hacia los palestinos mientras Mubarak estaba siguiendo los dictados de EEUU e Israel. Sus críticos le acusan de ser parte integral del régimen de Mubarak y en 2010 se tuvo noticia de que había apoyado al depuesto presidente para otro mandato.
c) Candidatos de izquierdas y nacionalistas: Hay cuatro candidatos que pertenecen a este grupo, pero no se considera probable que acaben entre los dos principales contendientes en la primera ronda de las elecciones:
- El más importante en este grupo es Hamdein Sabahi, de 59 años. Fue periodista y está considerado como el naserista más respetado del país. Recogió más de 30.000 firmas y fue reconocido por tanto como candidato independiente.
- Jaled Ali, de 41 años, este candidato es dirigente sindical y defensor de los derechos humanos y es el más joven de entre todos los candidatos presidenciales. Tiene una posición bien articulada y muchos grupos de jóvenes le consideran como el candidato revolucionario más auténtico. Sin embargo, sus posibilidades son escasas porque no se le conoce bien fuera de los sindicatos y círculos de activistas.
- Los dos otros candidatos son el ex juez Hisham Bastawisi y el veterano político Abol-Izz Al-Hariri, representan a los minoritarios grupos de izquierdas y se considera que es harto improbable que reciban grandes apoyos.
d) Los restantes cuatro candidatos representan a partidos minoritarios. Son virtualmente desconocidos para la gente y es poco probable que reciban apoyos significativos.
Posibles escenarios de las elecciones presidenciales
La primera ronda de la carrera presidencial está fijada para el 23 y 24 de mayo. Si ningún candidato recibe más del 50% de los votos, entonces tendría que celebrarse una segunda vuelta entre los dos principales contendientes que tendría lugar el 16 y 17 de junio. La mayoría de los expertos predicen que si no se produce un fraude masivo en las elecciones sancionado por el ejército e ignorado por el Comité Electoral, ningún candidato conseguiría de hecho una mayoría tras la primera vuelta.
Como en Egipto no hay encuestas de opinión fiables, no está claro cuál pueda ser la popularidad o elegibilidad de cada candidato. Antes de que se celebraran las elecciones parlamentarias, la mayoría de las encuestas fueron en gran medida inexactas. Por ejemplo, la encuesta patrocinada por el casi gubernamental periódico Al Ahram, predijo antes de las elecciones parlamentarias del pasado noviembre que el PJL y el partido Wafd recibiría cada uno el 30% de los votos, mientras que el partido Nur recibiría menos del 10%. Al final, el PJL, Nur y Wafd recibieron el 47%, 25% y 10%, respectivamente, una enorme diferencia de más de 15 puntos en cada predicción.
Así pues, ¿cuáles son los escenarios más probables?
Escenario 1 : Los dos finalistas principales pertenecen al campo islamista. En este escenario, los dos contendientes finales serían el independiente Abol Fotuh y Mursi, el candidato de los HM. En la carrera entre los dos hombres, probablemente la mayoría de los egipcios votarían por el candidato independiente antes que por el contendiente de los HM, ante el temor de que todo el poder político se concentre en manos de un único partido político.
Escenario 2 : Uno de los dos principales finalistas es un candidato islamista mientras que el otro pertenece a los fulul. En este escenario, el candidato fulul sería Amr Musa frente a Abol Fotuh o Mursi. En la carrera entre esos dos hombres en la segunda vuelta, el candidato islamista probablemente le ganaría a Musa, ya que una mayoría de los egipcios consideran a Musa como un subordinado de Mubarak.
Escenario 3 : El Comité Electoral declara que los dos principales aspirantes provienen de los fulul. Este escenario es muy improbable y solo llegaría a darse en caso de una afluencia muy baja de votantes (muy improbable), con un fraude masivo en beneficio de Shafiq que no llegara a detectarse (también improbable), seguido de un electorado mudo (extremadamente improbable). Por muy improbable que este escenario pueda parecer, muchos observadores políticos están preocupados de que esta pudiera ser la partida final del CSFA ya que ambos candidatos son aceptables para el ejército.
Muchos observadores políticos están también preocupados de que la decisión de quien pueda ser el próximo presidente venga determinada por los cinco miembros del Comité Electoral y no pueda apelarse. Los críticos señalan que el jefe del Comité es un oscuro juez designado por Mubarak para supervisar la sucesión de su hijo. Su adjunto es el tristemente célebre juez que interfirió en el proceso judicial supervisando las recientes acusaciones de ilegal financiación exterior de los grupos políticos y defensores de los derechos civiles, y que consiguió la liberación sin juicio facilitando la huida del país de los estadounidenses acusados en ese caso. Los críticos le acusan de ser muy susceptible a las presiones del CSFA, que en ese caso estaba bajo tremendas presiones de los funcionarios de EEUU para que liberara a los estadounidenses.
Escenario 4 : Los jóvenes y grupos revolucionarios han identificado a seis candidatos que tienen credenciales revolucionarias y que les resultan aceptables. Son Abol Fotuh y Al-Awa, por el campo islamista; y Sabahi, Ali, Bastawisi y Al-Hariri, por el campo laico. Aunque Mursi no se considera que forme parte de los inaceptables fulul, estos grupos han exigido que los HM retiren a su candidato para no polarizar el país si los HM acaban monopolizando todos los puestos del poder.
En este escenario, varios de los candidatos que cuentan con el favor de los grupos revolucionarios se retirarían a favor de un único candidato para no dividir los votos entre ellos. Dos o tres de estos candidatos se presentarían en una única lista presidencial con un presidente y uno o varios vicepresidentes. En todas las distintas propuestas que han circulado entre los distintos grupos, todos están de acuerdo en que, de entre todos los candidatos, Abol Fotuh sería el candidato del consenso para dirigir esta lista. Si tal lista presidencial llegara finalmente a formarse y el candidato de los HM se retirara (muy improbable), entonces esa lista podría llegar a recibir finalmente más del 50% de los votos en la primera ronda, convirtiendo Abol Fotuh el primer presidente del Egipto post-Mubarak.
Aunque en las elecciones parlamentarias, 27 millones de egipcios acudieron a las urnas, se estima que 35-40 millones de egipcios de entre los 45 millones de los potenciales electores pueden realmente participar. Pero también es difícil predecir a quién apoyarán los 8-13 millones de nuevos votantes. Sin embargo, si juzgamos por las elecciones parlamentarias, alrededor del 70% de los egipcios votaron por un partido o candidato islamista, mientras que el 20% votaron por un candidato liberal o izquierdista. Menos del 3% votaron de hecho por un candidato fulul.
En última instancia, las preguntas reales que se plantean en este proceso son: ¿Cumplirá el CSFA su promesa de no interferir en las elecciones y traspasar el poder a un nuevo presidente electo? ¿Será el nuevo presidente de Egipto el independiente Abol Fotuh, empezando así un nuevo amanecer para un nuevo Egipto? ¿O será Mursi, el candidato de los HM, el que consolide el poder ascendente de la Hermandad con la posible polarización política del país? ¿O será Amr Musa, uno de los leales de la era Mubarak, o incluso Ahmad Shafi, haciendo que Egipto retroceda a la casilla uno y desencadenando así una segunda revolución?
La respuesta a estas preguntas la tiene el electorado egipcio que en las próximas semanas determinará realmente el futuro de un Egipto post-revolucionario.
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/04/23/the-calculus-of-egypts-presidential-race/