Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El pueblo egipcio está exigiendo que le devuelvan su soberanía. Según una reciente encuesta de opinión, creen que los dos dictadores post-Nasser, Anwar Sadat y Hosni Mubarak, cedieron parte de esa soberanía a Israel siguiendo las órdenes de las administraciones estadounidenses, desde Nixon a Obama.
La eliminación de tres de las constricciones impuestas a los egipcios, el esquema de venta de gas natural a precio de saldo, los Acuerdos de Camp David de 1979 y el forzado reconocimiento de Israel ordenado por EEUU, constituyen un objetivo estratégico de seguridad nacional para la mayoría de los 82 millones de ciudadanos egipcios. Según los resultados de una encuesta de opinión, realizada por Press TV y publicada el 3 de octubre de 2011, el 73% de los encuestados egipcios se oponía a las condiciones del acuerdo. En la actualidad, se estima que la cifra alcanza el 90%.
Durante los últimos ocho años, el acuerdo sobre el gas fijado en 2004 fue muy impopular y una de las acusaciones presentadas en el actual procesamiento contra Mubarak es que el depuesto presidente vendía el gas de Egipto como parte del saqueo que beneficiaba a los miembros de su familia, socios y autoridades israelíes. Mohamed Shoeib, el presidente de la Compañía del Holding de Gas Natural de Egipto, de propiedad estatal, dijo a AFP la pasada semana que el acuerdo del gas «con la Compañía de Gas del Mediterráneo Oriental israelí (EMG) se había anulado porque la compañía no respetaba las condiciones estipuladas en el contrato».
Una vez depuesto Mubarak y cuando sus catorce agencias de policía secreta empezaron a perder algo de omnipresencia, el gasoducto que va a Israel quedó interrumpido en catorce ocasiones en doce meses a causa de una serie de explosiones que cortaron el 40% del suministro que Israel utiliza para generar electricidad.
En las recientes elecciones parlamentarias y ahora durante la campaña presidencial, los egipcios han estado debatiendo públicamente por vez primera las relaciones con Israel. Con anterioridad, Mubarak era el protector de Israel y, al igual que otros dirigentes árabes aún colgados del poder, ignoraba las demandas de su pueblo de apoyar activamente la liberación de Palestina.
A finales de enero de 2011, un estudiante de la Universidad de Alejandría estuvo informando a este observador y a un pequeño grupo de estadounidenses y europeos sentados en bancos frente a la majestuosa Gran Librería de la ciudad antigua, y nos explicó lo siguiente, recordando las demandas de las protestas de la Plaza Tahrir del 25 de enero de 2011: «Nuestros eslóganes en la Plaza Tahrir eran pan, libertad, dignidad y justicia social. Eso era hace casi exactamente un año. Si Dios quiere, pronto conseguiremos las demandas de nuestra histórica revolución, que incluyen también cancelar Camp David y retirarle el reconocimiento al régimen sionista que sigue ocupando Palestina. Egipto debe de nuevo ponerse al frente de la sagrada obligación de la Nación Árabe de liberar Jerusalén y toda Palestina desde el Jordán hasta el mar».
Una estudiante extraordinaria, tocada con el hiyab, nos dio su opinión: «EEUU compró a algunos de nuestros dirigentes a base de los miles de millones que le robaba a su pueblo pero sin ningún beneficio real para nosotros. Camp David fue esencialmente un acuerdo privado facilitado por Sadat y después por Mubarak. Nuestra gente no pudo decir nada y nunca nos preguntaron si estábamos de acuerdo. Si protestábamos, nos mandaban a la cárcel o sufríamos algo peor. Ahora, el pueblo egipcio está ganando poder a pesar de la amenaza de un posible golpe militar de la junta del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas antes de las elecciones fijadas para junio».
Las autoridades israelíes, en tándem con el lobby sionista estadounidense están vociferando que la abrogación del acuerdo del gas constituye una «amenaza existencial». Según un investigador del Servicio de Investigación del Congreso de EEUU en el Madison Building en el Capitolio, entre cuyas tareas se incluye hacer un seguimiento de las reclamaciones israelíes, es la 29ª «amenaza existencial» que la colonia sionista ha identificado en sus 64 años de historia. Estas supuestas amenazas existenciales van desde el internacionalmente reconocido Derecho al Retorno de los palestinos que sufrieron la limpieza étnica de sus hogares durante y después de la Nakba de 1948, hasta diversos grupos palestinos, más de dos docenas de Resoluciones de las Naciones Unidas, incluidas la 194 y 242, naturalmente HIzbollah, proyectos del movimiento de solidaridad internacional, uno o dos académicos judíos, por supuesto Irán, la aparición de los blogs en Internet y potencialmente prácticamente cada cristiano, árabe y musulmán sobre el planeta, por no mencionar el proclamado incremento del antisionismo global recientemente decretado por el lobby sionista estadounidense como otra forma de virulento antisemitismo.
A pesar de todas esas supuestas «amenazas existenciales», incluyendo recientemente la denominada «Hoja de Ruta», los dirigentes israelíes continúan evitando cualquier negociación sustantiva que pudiera suponer que árabes y judíos compartieran Palestina como parte de un estado laico y democrático sobre la base de una persona = un voto en vez de la locura de algún «pueblo elegido».
Yuval Steinitz, ministro de finanzas de Israel advirtió que el hecho de que Egipto se cuestione sus relaciones con Israel es «un precedente peligroso que amenaza los acuerdos de paz entre Israel y Egipto».
AMPAL, la compañía israelí que compra el gas, dijo que considera que la liquidación del contrato es «ilegal y de mala fe», y exige que se restaure totalmente. AMPAL está pensando en utilizar el arbitraje internacional para intentar revocar la decisión egipcia, y ha enviado una delegación corporativa a Washington para que se reúna con el AIPAC y los funcionarios de la administración de EEUU para pedirles que consigan anular la decisión egipcia y obliguen a Egipto a que siga vendiendo su gas natural a los precios más bajos del mercado. Un miembro del Congreso bromeaba en un email alegando que las compañías israelíes consiguen mejores servicios de los miembros del Congreso que las compañías estadounidenses o incluso que los votantes que eligen a sus miembros.
El analista político israelí Israel Hayom escribió el pasado fin de semana: «La penosa conclusión a que llegamos, a partir del colapso del acuerdo de gas con Egipto, es que estamos regresando a los días anteriores al acuerdo de paz con Egipto y el horizonte que se entreve no es precisamente de color de rosa. Camp David está en peligro mortal. La triste conclusión es que, de nuevo, no tenemos amigos de verdad en la región. Ciertamente no a largo plazo».
Abe Foxman, de la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), se lamentaba: «Israel le ha dado mucho a Egipto a cambio del acuerdo de paz de Camp David, mucho más de lo que hubiera debido. Entre otras cosas, una zona de libre comercio, en la cual nos esforzamos verdaderamente en crear talleres de costura y una industria textil para que pudieran exportar fácilmente algodón barato y otros productos tanto a EEUU como a Israel. Hicimos de los egipcios un pueblo respetable a los ojos del pueblo estadounidense. ¿Y así es como nos pagan todo lo que nos deben?
Como nunca se queda parado mucho tiempo, el AIPAC empezó a circular esta semana un proyecto de resolución entre sus operativos clave en el Congreso a fin de conseguir que este condenara la cancelación de la venta de gas a precio de saldo y exigiera su inmediata renovación bajo la amenaza de poner fin a la ayuda de EEUU a Egipto. El lobby ha empezado también a acosar a la administración Obama amenazando con retirar la ayuda de los donantes judíos si no se hace nada para convencer a Egipto de que «sea realista», en palabras del ultrasionista Howard Berman, el demócrata de mayor rango en el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso.
La realidad política es que los diplomáticos estadounidenses, el AIPAC y las autoridades israelíes (a veces se hace difícil distinguir entre unos y otros) han estado preparándose para una ruptura de las relaciones egipcio-israelíes desde las manifestaciones de la última primavera en la Plaza Tahrir. Temen, con razón, que Camp David y la embajada israelí en El Cairo sean lo próximo que caerá cuando el pueblo egipcio les haga frente.
Respecto al esperado cierre de la embajada israelí, según el diario Yedioth Ahronoth: «Lo que tenemos en este momento es un rápido deterioro de las relaciones: los israelíes ya no pueden poner un pie en Egipto, y el consulado egipcio en Tel Aviv no tiene mandato para emitir visas de entrada. Cualquiera que insista en ir a Egipto desde Israel, incluso con un pasaporte extranjero, solo puede esperar problemas. Su nombre se añadiría a la lista de «espías» y «agentes del Mossad». No nos quieren. Es así de simple y es ahora muy peligroso para los israelíes estar en Egipto».
Según el portavoz de Netanyahu Mark Regev: «No hay nadie que quiera alquilarle un edificio a la embajada israelí en El Cairo para el pequeño grupo de su personal encabezado por el embajador Yaakov Amitai. Debido a consideraciones de seguridad, hemos recortado drásticamente su trabajo semanal. El equipo aterriza cada lunes por la tarde y se va los jueves a primera hora de la mañana. Cada vez que se encuentra un edificio para la embajada (a un precio desorbitado), las autoridades de la seguridad local echan abajo el acuerdo. En lo que a los egipcios se refiere, los diplomáticos israelíes pueden quedarse en Jerusalén hasta que elijan a su próximo presidente y entonces ya veremos lo que sucede».
Franklin Lamb es autor de «The Price We Pay: A Quarter Century of Israel ‘s use of American Weapon’s against Lebanon » (1978-2006), disponible en Amazon.com.uk , y de «Hizbollah: A Brief Guide for Beginners». Ha participado en las investigaciones de la Comisión Kahan sobre la masacre de Sabra y Shatila. Es miembro de la Fundación de ese mismo nombre y de la Campaña por los Derechos Civiles de los palestinos en Líbano. Puede contactarse con él en: [email protected].
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2012/05/02/will-sadats-camp-david-and-the-zionist-embassy-be-next/