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Egipto escribe su historia

Fuentes: Miradas al Sur

La revolución de los jazmines jaquea ahora al gobierno de Hosni Mubarak, un aliado clave e histórico de Estados Unidos e Israel en el mundo árabe. Las demandas de trabajo, justicia, libertad y democracia siguen llevando a las calles a cientos de miles de personas en distintos países del norte de África y Oriente Medio, […]

La revolución de los jazmines jaquea ahora al gobierno de Hosni Mubarak, un aliado clave e histórico de Estados Unidos e Israel en el mundo árabe.

Las demandas de trabajo, justicia, libertad y democracia siguen llevando a las calles a cientos de miles de personas en distintos países del norte de África y Oriente Medio, en lo que ya parece una ola imparable. Varios de los gobiernos autoritarios, corruptos y clasistas que llevan décadas en el poder sustentados por sus fuerzas armadas y policiales, comprueban alarmados que su brutal represión de las protestas callejeras no logran acallarlas.

Lo que en todos los casos comenzó como luchas puntuales contra subidas de precios de productos de primera necesidad o demandas sociales, se ha transformado rápidamente en una lucha por la libertad y la democracia.

En el caso de Túnez, el pequeño país del Magreb árabe donde comenzaron las manifestaciones que provocaron el derrumbe del régimen del dictador Ben Ali y la huida de éste a Arabia Saudí, el sindicato Ugtt se convirtió en la fuerza más firme y tenaz que canalizó las protestas, forzando la caída también del gobierno de unidad nacional que se conformó pocos días atrás, al comprobarse que estaba dominado por jerarcas del partido y del régimen depuesto.

La mayor explosividad del norte de África se centra ahora en Egipto, el gigante de la zona, con más de 80 millones de habitantes, un aliado geopolíticamente clave no sólo de Estados Unidos y el resto de Occidente, sino también de Israel. La represión con la que el régimen de Hosni Mubarak (82 años, desde 1981 en el poder), respondió a las manifestaciones en reclamo de alimentos, trabajo y democracia, ya se han cobrado decenas de muertos y más de mil heridos. Más de la mitad de los egipcios vive con un dólar y medio al día.

Mubarak impuso también un apagón en las telecomunicaciones para dificultar las comunicaciones telefónicas y por internet de los opositores, especialmente la actividad de las redes sociales. A pesar de ello y de la declaración del toque de queda en todo el país, Mubarak no es Ben Ali e intenta aferrarse al poder. Ha reestructurado su gobierno y prometido algunas reformas, sin conseguir sin embargo calmar a la población.

Una eventual caída de Mubarak podría cambiar decisivamente el escenario político y las relaciones de fuerza en el conjunto del mundo árabe y musulmán, en una amplia zona que comprende no sólo el norte sino otras zonas de África y Oriente Medio. De ahí que la Administración Obama, como los países europeos, intentan evitar que la intransigencia de Mubarak provoque un baño de sangre aún mayor que termine beneficiando políticamente a sectores islamistas radicales y por eso le reclaman que establezca vías de diálogo. Cualquier salida negociada sería mejor para Occidente e Israel que una caída violenta del régimen egipcio.

Una de las cabezas visibles de la oposición es Mohamed el Baradei, el ex director del Oiea (Organismo Internacional de la Energía Atómica), quien a fines de 2002 e inicios de 2003 criticó y se enfrentó en la ONU duramente a la política sobre Irak del gobierno de George W. Bush cuando éste preparaba ya a solas con Reino Unido la invasión de ese país. Tras abandonar el Oiea, El Baradei volvió a su país, creando la coalición Asamblea Nacional para el Cambio y postulándose como candidato a las elecciones presidenciales de este año. El régimen siempre mantuvo una fachada democrática, pero en 2005, cuando los Hermanos Musulmanes consiguieron un 20% de los escaños parlamentarios, paralelamente se lanzaba una persecución implacable contra ellos con detenciones masivas de sus miembros. En 2008 cerca de treinta líderes de los Hermanos Musulmanes fueron condenados por los tribunales militares a duras penas de prisión. En noviembre pasado volvió a haber una farsa de elecciones, y un mes antes de los comicios, más de mil miembros de los Hermanos Musulmanes fueron detenidos.

Fundada en 1928, esta organización islamista estuvo ilegalizada entre 1952 y 1970 y aunque luego recuperó su legalidad, constantemente ha sido acosada desde el Gobierno, lo que ha favorecido que en su seno crecieran posiciones más extremistas. Mubarak explota a menudo ante su población el fantasma de Al Qaeda, dado que el segundo de Obama bin Laden, el cirujano egipcio Ayman al Zawahiri, militó en su adolescencia en los Hermanos Musulmanes, para pasarse a fines de los ’70 a la más radical Yihad Islámica.

Las protestas contra las injusticias económicas y sociales y a favor de la democracia, que también han tenido lugar en Argelia y Jordania, han comenzado a tener eco estos últimos días igualmente en Siria, Arabia Saudí y Yemen, amenazando con propagarse como un reguero de pólvora por una amplísima y convulsiva región. Libia, situada entre Túnez y Egipto, también teme el comienzo de protestas. Por ello, el autoritario líder libio, el coronel Muamar el Gadafi, con 42 años en el poder, ha cambiado su inicial postura de respaldo al dictador tunecino, y se ha mostrado favorable a los cambios que se viven en el país vecino. Ante las violentas protestas de semanas atrás en Libia en demanda de viviendas sociales, Gadafi ha anunciado sorpresivamente un plan social de casi 24 mil millones de dólares. Señal de los nuevos vientos que corren por la región.

Fuente: http://sur.elargentino.com/notas/egipto-escribe-su-historia